Projimidad y justicia, signos del reino.
La iglesia celebra este domingo la festividad de Cristo Rey. Una fiesta que en el actual contexto de emergencia de la ultraderecha nos provoca un cierto chirrido y malestar por la deformación y manipulación que este tipo de grupos en un pasado no tan lejano hicieron de ella. Pero el reino de Dios anunciado por Jesús crítica y juzga toda forma de poder que pretenda imponerse por la fuerza y se construya a costa de las esperanzas y los sueños rotos de los últimos y las últimas. Que Dios reine significa que nunca más podrán reinar unos hombres sobre otros, una raza sobre otra, un género sobre otro, un grupo social sobre otro. Implica el fin de toda forma de dominación y relaciones subalternas y excluyentes y poner en ello la vida con sencillez y alegría como hizo el mismo Jesús, hasta que la justicia y la paz se besen y la creación sea de nuevo reconciliada.
El Evangelio de este domingo nos recuerda de nuevo que la pregunta por el Dios de Jesús y su reino no remite a una abstracción, o a un “principio” o a “una doctrina “, sino a algo tan concreto, histórico y cotidiano como es siempre la pregunta por el prójimo. Por eso en las relaciones con los y las demás, especialmente con los más empobrecidos y empobrecidas nos jugamos la relación con Él. No hay relación ni culto posible al Dios de Jesús que no pase por la práctica de la misericordia, la solidaridad y la justicia con nuestros hermanos y hermanas más vulnerados. Sus situaciones de indigencia, despojo, expropiación de bienes y derechos las padece Dios mismo, porque ellos y ellas son sus vicarios, por eso lo que hagamos a uno de estos humildes conmigo lo hicisteis.
Dios no es un juez, sino que son nuestras obras u omisiones ante quienes han sido despojados de sus derechos más básicos y su dignidad como personas, quienes juzgan el éxito o el fracaso de nuestra vida. También en el contexto de esta crisis sanitaria y social que nos atraviesa Dios se nos revela en las vidas de los y las invisibles, aquellos y aquellas que no cuentan ni para salir en las estadísticas. Los excluidos y excluidas al banquete neoliberal que acontece en nuestro mundo
¿Como escuchamos hoy su clamor? ¿cuál es nuestro nivel de sensibilidad e implicación con sus vidas y desde que actitudes y prácticas? ¿Como hacer mesa común y participar juntos en el banquete del Reino instaurado por Jesús?…
Porque el reino de Dios se parece más a una fiesta popular donde corre la vida en abundancia, la alegría, el reconocimiento y el pan para todos, empezando por los últimos, que a un desfile militar donde se consagran los ejércitos.
Pepa Torres
Fuente Fe Adulta
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