Seremos en el Señor
Vírgenes prudentes, catedral de Estrasburgo
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
- Hacia el final del año litúrgico
Poco a poco vamos llegando al final del año y también del año litúrgico. (El domingo 29 de este mes de noviembre comenzaremos el nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento). Durante estos cuatro domingos que nos quedan, las lecturas nos irán hablando del final, -mejor, de la finalización-, del futuro que nos cabe aguardar.
- Hacia el futuro. ¿Qué pasa con los que van muriendo?
¿Qué nos cabe esperar en la vida y en la muerte?
En los primeros años de la vida de la Iglesia: más o menos por los años 40-60, los cristianos pensaban, creían que el Hijo del Hombre estaba al llegar “cualquier día de estos”, muy pronto, tal vez “la semana que viene”. Y cuando llegara el Hijo del Hombre, se acabaría el mundo y nos llevaría con él.
(1ª Tesalonicenses es el escrito más antiguo del NT. La carta data del año 50)
Pero el Hijo del Hombre no llegaba y entonces el problema que se les plantea a aquellos cristianos era ¿cuál es la suerte de los difuntos y de los que seguimos vivos en la historia?
San Pablo también tenía esta mentalidad, y por ello ha de dar un giro a su pensamiento y trata de alentar la esperanza de aquellos cristianos. Pablo dejará de pensar en términos de tiempo, porque el tiempo cuando llegue el Hijo del Hombre no tiene importancia alguna. Y Pablo pasa a pensar más sencillamente: Seremos en Cristo.
San Pablo fortalece la fe y esperanza de aquellos cristianos -y la nuestra- con la idea -realidad- de que seremos en Cristo.
Solemos preguntarnos y, a veces, dudamos acerca de cómo será el cielo, cuándo será, ¿vendrá el Hijo del Hombre?
Mejor dejar de lado el “cómo”, el “dónde y el cuándo”. Lo decisivo que es que será, seremos en Cristo o con Cristo.
Sobre todo, los católicos (más los fundamentalistas) tienen miedo no tanto a la muerte, sino a condenación, al infierno. Nos han mandado tantas veces al infierno y por cosas tan nimias, que se tiene miedo a morir, porque el fracaso y el fuego eterno lo tenemos garantizado. Quizás por ello sentimos miedo ante la muerte.
Tengamos muy presente la fe de San Pablo y de aquellas primeras comunidades cristianas: seremos, terminaremos en el Señor.
- Velad: estad despiertos.
Vírgenes necias, catedral de Estrasburgo
En la parábola de la espera lúcida o adormecida del esposo por parte de aquellas vírgenes, no se trata de una cuestión matrimonial, sino que es un mundo de símbolos para expresar la fe en la vida eclesial.
Todo ser humano tenemos “instalado en nuestro Windows personal” el problema de la muerte, que probablemente, es el problema más serio que tenemos en la vida: la muerte.
La cosa ya viene de siglo y medio atrás, pero en esta pandemia resalta que no haya una sola palabra humanista sobre la muerte. Todo son números, cuando no morgue. La ciencia no “toca” de modo humanista la muerte.
Hoy ya no vivimos en la secularización, (la secularización gestionaba la vida con la razón en vez de con la religión: la libertad, la sociedad, la política, la justicia, la enfermedad, la muerte, etc.). Al menos la secularización echaba una “pensada a la vida”). Hoy en día ni tan siquiera somos secularizados, sino que vivimos en un espeso nihilismo, que no cree en nada. Quien da razón del presente no es la secularización, sino el nihilismo
Es decir, no es que la cultura actual (al menos en la Europa occidental) no sea cristiana, sino que no cree en nada, pero en nada de nada. Vivimos en la época del “vacío”, del “gran vacío”. Ni hay nada al comienzo ni habrá nada al final. Ni venimos ni vamos.
Los medios de comunicación social han hecho del mundo una especie de sala de fiestas, un show permanente para entretener a la gente. Diviértete hasta morir.
Vivir despiertos.
La primera lectura de hoy es como un canto a la Sabiduría, que no es lo mismo que ciencia.
(Hace unos pocos años, en la lección inaugural de curso de la Facultad de Teología Vitoria, el ponente: -un científico del Centro de Investigaciones científicas-, decía con cierta y sabia ironía: “¡Hombre! entre los científicos, algunos piensan…”).
La sabiduría es saber -saborear- lúcidamente la vida. La sabiduría es radiante (lúcida, despierta) (1ª Lectura). Se puede ser un gran científico, pero no saber vivir. Y, por otro lado, gran parte de la humanidad no ha tenido mucha ciencia, ni hoy en día los tenemos, pero ha sabido vivir. Pensemos en el mundo rural. Jesús mismo no tenía un mundo científico en su mente, pero si sabía vivir y enseñar a vivir.
La Sabiduría es luz, criterios, esperanza que ilumina la vida y el futuro.
Es importante que la Iglesia, tanto la Iglesia institucional, como todos nosotros, -pequeños grupos de fe- miremos al futuro y vivamos esperando la llegada del Reino de Dios: justicia, paz, libertad, la venida de Cristo.
Cuando la Iglesia pierde o perdemos el horizonte futuro absoluto y la mirada escatológica, se instala y se constituye en un cuerpo de funcionarios y de curias; y esto no es bueno, porque la Iglesia termina sustituyendo a Cristo. Una Iglesia sin apremio hacia el futuro se instala en este mundo: en la “pompa y circunstancia” de este mundo: Estados Pontificios, poder, institucionalización y afincamiento en este mundo.
Velad
Velar no significa temer a que venga el Hijo del Hombre, nos juzgue y nos condene. Estar despiertos es abrir la vida a la esperanza de que seremos en el Señor.
Mejor acallar nuestra curiosidad y descansemos (consolaos) en que estaremos siempre en el Señor. El lugar del hombre es Dios
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