Jesús fue un laico
“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”
(Jn. 1,14)
Jesús comenzó un proceso de desacralización desplazando el centro de gravedad del templo, el culto y el sacerdocio en favor de una vida entregada a los demás, especialmente a los más vulnerables
El cristianismo se constituyó como una comunidad de personas, que vivían la salvación como un proyecto de sentido en el mundo y que estaban lejanos a las dinámicas ascéticas y cultuales de Israel y otros grupos religiosos del imperio romano
El ministerio (diáconos, presbíteros y entre ellos el obispo) no era solo una dignidad sino una carga, ya que los dirigentes eran los primeros perseguidos por las autoridades. Vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido y como ciudadanos del imperio, casados y con familias, con un trabajo profano y un estilo de vida laical
Hay que recuperar la alternativa cristiana a la religión y a la sociedad, pero esto implica una reforma radical de la Iglesia y del cristianismo, recuperando el Vaticano II y yendo más allá de él. Quizás la crisis actual de la Iglesia sea la base para una nueva etapa evangélicamente innovadora
La amistad que me une con el profesor Juan Antonio Estrada S.J. me permite tomar en esta editorial algunas de sus ideas para justificar el presente número de nuestro BOLETÍN que aparece bajo el provocador título de ‘Jesús fue un laico’ (1).
Nadie con juicio puede negar que Jesús fue un laico judío sin ninguna formación rabínica, al tiempo que cambió la forma de comprender la Escritura y la ley religiosa. Con la predicación de Jesús comenzó un proceso de desacralización desplazando el centro de gravedad del templo, el culto y el sacerdocio en favor de una vida entregada a los demás, especialmente a los más vulnerables. La reacción violenta de la religión amenazada y del poder político, hostil a todo mesianismo, fue su ajusticiamiento.
Participó así del destino de los profetas y de todos los que lucharon por cambiar la sociedad y religión judías. Una vida sacrificada a los demás, siguiendo el modelo de Jesús, un culto existencial y el paso de la comunidad discipular a la Iglesia fueron señales características del cristianismo (2).
El cristianismo se constituyó como una comunidad de personas, que vivían la salvación como un proyecto de sentido en el mundo y que estaban lejanos a las dinámicas ascéticas y cultuales de Israel y otros grupos religiosos del imperio romano.
No rehusaron la herencia judía y romana, pero la transformaron. Se adoptaron estructuras y cargos no religiosos del judaísmo (presbíteros o ancianos) y del imperio romano (obispos y diáconos). Al ser una religión perseguida no podían tener templos y surgieron las iglesias domésticas. El ministerio (diáconos, presbíteros y entre ellos el obispo) no era solo una dignidad sino una carga, ya que los dirigentes eran los primeros perseguidos por las autoridades. Vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido y como ciudadanos del imperio, casados y con familias, con un trabajo profano y un estilo de vida laical. Su forma de vida y de entender la relación con Dios, el culto y las leyes religiosas fueron también la causa de la hostilidad que encontraron en el imperio romano, como antes en Israel.
Quizás la crisis actual de la Iglesia sea la base para una nueva etapa evangélicamente innovadora
De ahí se podía esperar una nueva forma de vivir la religión. La de un grupo centrado en la comunidad y en la misión, cuyos protagonistas eran todos los cristianos y no solo los clérigos. Especial relevancia tuvieron las mujeres, cuya conversión arrastraba a toda la familia, las cuales protegieron y financiaron a las incipientes iglesias domésticas.
Paradójicamente, el éxito social y religioso en el Imperio romano fue la causa de un progresivo distanciamiento del proyecto de Jesús y del de la Iglesia primitiva. La creciente clericalización, la pérdida de la comunidad en favor de los ministros, la creación de un culto rejudaizado y romanizado marcaron al cristianismo, cada vez más cercano al modelo religioso preponderante en el imperio.
Dos mil años después vivimos el reto de volver a inspirarnos en Jesús y en el cristianismo primitivo. El futuro está en volver a los orígenes, en la creación de comunidades, en el protagonismo de los laicos y en la igualdad eclesial de las mujeres.
Con el magnífico elenco de colaboraciones que ponemos a tu disposición intentamos abrir un proceso de puesta al día de una Iglesia atrapada por el paso del tiempo en estructuras que contradicen la aseveración “ecclesiae semper reformanda” con el compromiso de estar muy atentos a los signos de los tiempos que nos ha tocado vivir.
Manuel Pozo Oller
Director
1 Cf. www.religiondigital.org (27 diciembre 2019). Ver también La espiritua-
lidad de los laicos en una eclesiología de comunión (Madrid 1990)
2 Cf. RUFINO VELASCO, “Laicidad” 62.2 (Junio 2007)
Fuente Boletín Iesus Caritas de la Familia Carlos de Foucauld Octubre-Diciembre 2020
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