Los ángeles de hoy
Juan Zapatero Ballesteros
SAnt Feliú de Llobregat (Barcelona).
ECLESALIA, 28/09/20.- El 29 de setiembre la Iglesia celebra la festividad de los arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Pensando en ello, me he retrotraído a los tiempos de mi infancia; concretamente a las clases de religión en la escuela del pueblo y a la “doctrina” en la iglesia. Eso de la “catequesis” llegaría con el concilio Vaticano II. Eran tiempos de nacionalcatolicismo y, por tanto, todo estaba supeditado a la influencia, en el mejor de los casos, o al poder que la Iglesia ejercía en nuestro país. La religión, y más en concreto el catecismo, había que sabérselo de memoria (en lenguaje de hoy lo habríamos denominado asignatura troncal). Ello era llevaba a cabo en la escuela por el maestro de turno. La iglesia, la parroquia del pueblo, en la persona del sacerdote del momento era la que se encargaba de enseñar a todos los niños y niñas lo que se conocía como Historia sagrada: pasajes del Antiguo Testamento y la vida de Jesús.
Recuerdo muy bien que en una de estas sesiones nos explicó el sacerdote el tema de los ángeles y su estructuración en jerarquías. Si no me falla la memoria, yo diría que eran nueve. Baste decir que todo ello respondía a la visión cósmica existente respecto al universo y a la imagen de un dios soberano de quien emanaban todos los poderes (era sobre todo y fundamentalmente un dios omnipotente y todopoderoso). Un dios lejano y distante, cuyas criaturas estaban debajo de él y le debían absoluta obediencia, veneración y respeto. Entre medias estaba otro grupo formado por los coros angélicos. De ellos, los arcángeles eran los que ocupaban el penúltimo puesto en inferioridad. Estaban al servicio directo de Yahvé para cumplir misiones especiales. De entre estos arcángeles, los mas destacados eran, sin duda, Miguel, que capitaneó la derrota infringida a Satán y a los ángeles rebelados contra Yahvé. Rafael, que acompañó a Tobías en su viaje y le aconsejó en todo momento en nombre de Yahvé. Y, finalmente, Gabriel, cuya función era la de llevar a cabo misiones especiales, buenas noticias concretamente. Anunció a Zacarías el nacimiento del Bautista y a María que sería la madre le Mesías.
Como se desprende de lo anterior, la visión de los coros angélicos, de los arcángeles en este caso, responde a una visión cosmológica y a una estructuración jerárquica tanto celeste como terrenal según el lenguaje simbólico de la Biblia; de manera particular del Antiguo Testamento. Así las cosas, la pregunta que surge es si se puede, o mejor quizás, si tiene sentido seguir hablando hoy de ángeles en un mundo con una visión y un lenguaje totalmente diferente, incluso opuesto en muchos casos a los de entonces; y también con una concepción de Dios que nada o muy poco tiene que ver con la que tenía el Antiguo Testamento.
Sin dejar de lado el simbolismo propio de los arcángeles, concretamente de estos tres, creo que tiene sentido, y mucho, seguir hablando hoy día de personas, grupos, etc., que continúan ejerciendo, y de qué manera, las mismas funciones que realizaron aquellos ángeles, concretamente los tres mencionados; entendidas estas funciones desde el lenguaje alegórico de la Biblia, pero aplicadas al mundo y a la sociedad de nuestros días. Más aún; ángeles y funciones que traspasan las creencias y, por lo mismo, ejercidas por todo tipo de hombres y mujeres que, a su vez, van a estar al cuidado también de todo tipo de gente, sin distinción ni diferencia.
Creo que es de justicia destacar el hecho que continúa habiendo los “Miguel”, no sé cuántos, en nuestros días. Hombres, mujeres, grupos e instituciones, sin violencia física, sino todo lo contrario, sirviéndose de las palabras y las obras para intentar erradicar el sufrimiento que producen en tantos pobres la falta de educación, de sanidad y de condiciones de vida digna. Baste recordar cuántos países y zonas concretas de otros carecen de infraestructuras elementales: viviendas mínimamente dignas, acceso al agua potable, a la alimentación y a otros servicios fundamentales para tener salud.
Mujeres y hombres comprometidos contra las numerosas esclavitudes modernas, como pueden ser, entre otras, la trata de blancas, la explotación sexual de adultos y menores, la explotación del trabajo infantil.
Personas que han hecho de la erradicación de la violencia de género, de la desaparición de la desigualdad social y de la discriminación por motivos de sexo, ideología u otras toda su razón de vivir. En fin; la lista podría ser felizmente larga.
También del acompañamiento de los “Rafael” es de justicia hablar. Por mencionar algunos casos concretos, traer a colación todos esos hombres y mujeres, de edades muy distintas, por cierto, que dedican parte de su tiempo a estar con quienes se encuentran solos/as y/o abandonados/as. Voluntarios que dedican una parte de su tiempo a compartirlo con personas mayores que, por una razón u otra, se encuentran pasando la última etapa de su vida en una residencia. O a quienes pasan las horas y los días solas y solos en casa, limitados por razón de salud y/o con movilidad limitada.
Mención especial habría que hacer de quienes han decidido dedicarse como personas voluntarias al mundo de la cárcel. Creo que es más que plausible la labor que hacen estos hombres y mujeres: nada menos que infundir esperanza, cuando precisamente es lo primero que se pierde cuando alguien entra en uno de esos centros.
A veces no hace falta la presencia física; también desde la distancia se puede acompañar a quienes se encuentran solas y solos. Quien conozca el Teléfono de la Esperanza podrá dar razón de lo que este medio aporta a personas que viven la soledad física, mental y psicológica.
Finalmente, no podemos dejar de hablar de los “Gabriel”. Las buenas noticias que tanto hacen falta en medio de desánimos, amenazas de todo tipo y de malos agoreros encargados de esparcir miedo como el instrumento más propicio para dominar y subyugar, si fuera necesario, a la gente y al pueblo en general. Son esas personas que, sin ocultar en ningún momento la realidad, por muy cruda que pudiera ser, hacen lo que pueden y más para infundir dosis de esperanza, sin las cuales la utopía se acaba y resulta casi imposible seguir caminando. Se me ocurre pensar, en el plano de la religión y de la fe, en esos teólogos y teólogas que no escatiman tiempo ni trabajo de cara a borrar una imagen de Dios opresora y terrorífica, para cambiarla por un Dios que ama y perdona sin condiciones. Que no es poco para quienes intentamos andar el camino de la fe cada día.
Y todo esto de los ángeles de hoy no es algo que se le ha ocurrido a alguien y ya está. El sentir popular lo viene haciendo desde siempre, calificando precisamente como ángeles a personas que han llevado a cabo alguna de estas acciones; en algún caso de manera un tanto extraordinaria. Me viene a la mente el caso de Elisabeth Eidenbenz que consiguió salvar del horror de los nazis a numerosos niños y niñas. Tal fue su compromiso con esta causa que recibió precisamente el calificativo de “Ángel de Elna”.
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