Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. 06 Septiembre, 2020
“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.”
Realmente el tema del perdón, de la reconciliación, es algo “sagrado”. Incluso diría que hace de puente entre lo divino y lo humano. Dicho de otra manera: el perdón nos hace parecernos más a Dios.
Este fragmento del Evangelio de Mateo es una hermosa lección de lo que es la reconciliación y de lo implicadas que estamos todas en el buen o mal camino de nuestras hermanas.
El texto empieza diciendo: “si tu hermano peca”, es decir, si descubres que alguien cercano va por mal camino tienes el deber de avisarle. Si te das cuenta de que su vida toma un rumbo deshumanizante, ¡díselo!
No, no se trata de que vayamos por la vida dando lecciones a los demás, ni que juzguemos como pecado ajeno todo aquello que no cuadra con nuestros esquemas. No, eso no. Pero si tenemos a alguien cercano precipitándose por malos caminos no podemos quedarnos callados. Con respeto y humildad hay que saber decir lo que una ve.
Es curioso cómo insiste el evangelio: “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos… y si no hace caso, díselo a la comunidad…”
A quien se equivoca hay que darle más de una oportunidad. Hay que hacer todo lo posible por aquellas personas que andan perdidas. Salir a buscarlas una y otra vez. Cargarlas sobre los hombros y alegrarnos de recobrarlas. En eso nos parecemos a Dios Abba, que no quiere que ni uno solo se pierda.
Sí, Dios necesita que nos apuntemos a “mujer que barre la casa” o “a pastor que busca ovejas perdidas”. A Él le interesan las últimas, las pequeñas, las perdidas…, y siente una enorme predilección por ellas.
Oración
Aquí nos tienes, Trinidad Santa, dispuestas a buscar la moneda o la oveja perdida. Deseosas de que nuestro corazón se parezca cada vez más al tuyo y se movilice ante la debilidad humana. Amén.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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