Que todos sean uno.
Que la oración divina de Cristo obtenga satisfacción y realización en esta esperanza y con estos deseos :
” Padre santo, cuida en tu nombre a aquellos a los que tú me has dado
para que sean uno como nosotros comos uno…
Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad…
No ruego sólamente por ellos, sino también por los que,
gracias a su palabra, creerán en mí…;
para que perfectamente sean uno… “
Ven.
De esta armonía tan deseada y de esta unidad que la caridad fraterna
debe alimentar y mantener nacerá una gran paz que sobrepasa
todo sentimiento porque viene del cielo.
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Juan XXIII
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
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Mateo 18,15-20
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Hay un significado clásico de la corrección fraterna, en perfecta consonancia con el mandato evangélico de Mt 18, que entiende este servicio fraterno, en la línea de recuperación de quien se ha equivocado, como un modo evangélico de situarse ante el pecado ajeno. La corrección fraterna “es un gesto purísimo de caridad, realizado con discreción y humildad, en relación con quien ha errado; es comprensión caritativa y disponibilidad sincera hacia el hermano para ayudarle a llevar el fardo de sus defectos, de sus miserias y debilidades a lo largo de los arduos senderos de la vida; es una mano tendida hacia quien ha caído para ayudarle o levantarse y reemprender el camino…; es una práctica y eficaz catequesis que hace creíbles el amor y la verdad; es uno solícita intervención fraterna que quiere curar las heridas del alma sin causar sufrimientos ni humillaciones”.
Pero hay también otro significado que está abriéndose camino progresivamente en la interpretación de la corrección fraterna. “A lo largo de los últimos años, la corrección fraterna se ha desplazado desde la esfera penitencial hacia la Espiritual”, es decir, ha pasado gradualmente de la finalidad exclusivamente negativa (el reproche por un error) a una positiva “propositiva”, que se articula “en una pluralidad de intervenciones graduales, no fácilmente definibles a priori, que van desde la ayuda que se presta al hermano para que no se extravíe, el apoyo que se ofrece a los débiles o el estímulo dirigido a los pusilánimes, la exhortación, la llamada de atención y la corrección, hasta la drástica medida de la excomunión, en el caso de que se revele como útil “.
Así pues, siempre se trata de una intervención motivada por la presencia del mal, de lo limitación, de la debilidad, de la incertidumbre, pero con la intención de superar todas estas realidades en virtud de la fuerza positiva siempre presente en el sujeto; la corrección fraterna quiere poner de manifiesto este bien para hacerlo fructificar. Se trata de corregir “promoviendo” y de “promover” corrigiendo. Precisamente, gracias a esta apertura o a esta mirada prospectiva tiene lugar la integración del mal.
En este sentido, la corrección fraterna es “un conjunto de comportamientos de iluminación, consejo, estimulo, reproche, amonestación y súplica que hay que cultivar pacientemente para adquirirlos como estilo propio y para hacerlos practicables cada día”, por medio de los cuales se trata de ayudar al hermano a desistir del mal y hacer el bien. “La corrección fraterna es entrar en la intimidad y del culpable, pero éste alberga en su interior quién sabe cuántos valiosos elementos positivos: hay que reservar un elogio para ellos”.
Supone una notable ampliación de significado y, de todos modos, en línea con ese sentido de fraternidad responsable que es la clave de la lectura de Mateo 18, 15-17. En efecto, el verbo reprender traduce un término hebreo cuya raíz significa también “exhortar y educar”, no solo “corregir y castigar”. Existe, además, una interpretación etimológica realmente sugestiva (aunque no sé en qué medida esta fundada), según la cual “corregir” vendría del verbo cumregere, esto es, literalmente significaría “llevar juntos”, llevar juntos el peso de un problema, de una debilidad, de un pecado, en definitiva, de una situación complicada del hermano, para no dejarlo solo y ayudarle a salir de sus problemas. En cierto modo, como aquellos hombres del evangelio de Lucas que cargaron sobre sus espaldas al paralítico y lo llevaron ante Jesús para que lo curara: Jesús lo curó, como ya sabemos, al ver su fe (cf Lc 5,7-26). Corrección fraterna es también esto: cargar con el peso de alguien que es débil y que solo con sus fuerzas nunca podría llegar a resolver sus problemas, teniendo bien presente que, en otras ocasiones, nosotros mismos hemos sido llevados por otro. Entonces se realiza realmente la integración del mal.
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A. Cencini,
Como ungüento precioso,
San Pablo, Madrid 2000, 11—213.
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