Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 30 Agosto, 2020
“Jesús se volvió y dijo a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como las gentes, no como Dios!”
Es muy interesante ver cómo la Biblia pone al descubierto las oscuridades de sus más ilustres personajes. Las grandes figuras de sus páginas son personas con grandes defectos y pecados, desde Adán hasta Pablo, pasando por Abraham, Moisés, David o cualquiera de los Doce.
¡Ojo!, que solo aparecen referentes masculinos, pero así ha sido, las grandes figuras bíblicas, las que se han puesto como modelo, han sido varones. Mas la Biblia está también llena de mujeres que aparecen con sus sombras y que muchas veces han quedado ocultadas, olvidadas.
Pero lo que interesa en este texto es que Pedro, una de las figuras más importantes de la Iglesia primitiva, se muestra incapaz de comprender hacia dónde conduce el camino que lleva Jesús.
Pedro, uno de los íntimos de Jesús, a quien Jesús le confía la dirección de aquellos primeros discípulos está completamente equivocado. Mete la pata hasta las orejas y el evangelio nos lo cuenta sin ocultar detalle.
La verdad de nuestra debilidad no le quita nada a lo que somos a los ojos de Dios. No nos ha elegido porque seamos perfectas ni mejores que las demás. Nos ha escogido porque nos ama y nos conoce. Y quiere que nosotras nos amemos y nos conozcamos. Por eso nos hace ver nuestra oscuridad, para que no nos perdamos en ella.
Esa parte oscura lo mejor que podemos hacer en la vida es ponerla a la luz, darla a conocer. Porque cuando algo sale de la oscuridad se convierte en luz.
Tanto la Iglesia, como de manera personal, deberíamos reflexionar esta tendencia bíblica de dar a conocer los defectos y debilidades de todas las personas que bullen en sus páginas. Esa tendencia a la verdad que conduce a la Verdad con mayúsculas que es Dios.
Una tendencia a la verdad que nos hace optar por una humildad adulta y responsable que nos capacita para mostrarnos como somos aunque nos hayamos equivocado.
Oración
Ábrenos, Trinidad Santa, a nuestros propios errores, para que podamos sacarlos a la luz y dejen de crecer en la oscuridad. Amén.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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