Del blog de Xabier Pikaza:
El evangelio de este domingo (Mt 16, 21‒27) con el anterior (Mt 16, 13‒20) forma la roca de sustentación de la iglesia y, al mismo tiempo, su mayor riesgo y problema:
‒ Jesús ha fundado su iglesia sobre la confesión de Pedro, que le dice “Tú eres el Cristo”, eres Hijo (=presencia) de Dios y plenitud (=salvación) de los hombres.
‒ Pero, al negarse a seguir el camino de Jesús, Pedro se convierte en Satanás, Diablo concreto y real, no los diablos míticos y folclóricos de la Iglesia.
Este Pedro Papa (en clave de “poder”) es la “inversión” de Cristo, en los dos sentidos de la palabra. (a) Invierte su “dinero” en Cristo, convirtiéndole en poder-dinero y de esa forma se hace rico, de manera simbólica y sacral. (b) Pero, al hacerlo, invierte a Cristo, le da la vuelta, queriendo hacerle (y haciéndose) Satanás.
27.08.2020 | X.Pikaza
Paradoja de un papado
‒ El evangelio anterior (Mt 16, 13‒20) queda firme: Simón, hijo de Juan, confiesa a Jesús y le llama “Cristo”. Jesús responde a Simón y le llama Pedro/Piedra, afirmando que sobre esa roca de su confesión fundará la iglesia.
‒ El de hoy (Mt 16, 21‒27) ratifica lo anterior, destaca su peligro: y traza el riesgo de la confesión de Pedro, que se aprovecha de Jesús, invierte su mensaje y quiere convertirlo en signo de máxima riqueza sobre el mundo (como ha querido cierto papado).
‒ Esa paradoja del papado la vio el año 1054 el Patriarca de Constantinoplaal rechazar el “dictatus papae” (=dictadura papal) de León IX, que ratificará pronto Gregorio VII (1075). La confesión de Pedro (tú eres Cristo) se convierte en esa línea en lo contrario: “Yo puedo dominar sobre el orbe de la tierra”.
‒ Esa paradoja suscitó la protesta y ruptura de Lutero (1517). Tenía razón el papa (¡León X, un financiero Medici!) al mantener la confesión (¡tú eres el Cristo!) pero la quiso plasmar construyendo (a su honra) el mayor edificio (basílica: casa del rey) sobre la tierra.
‒ El Papado Vaticano tiene un elemento positivo: Decir sobre todos los vientos “tú eres el Cristo”… y en ese sentido debe mantenerse, con la respuesta de Jesús (tú es Petrus, tú eres Pedro…), y así quiero confesarlo, sin vacilación, como católico, leyendo y actualizando el evangelio.
‒ Pero en su forma actual tiene también un elemento satánico pues se alza sobre una base de poder(¡el mayor poder simbólico del mundo!), signo de firmeza, riqueza, estabilidad. No es un edificio para “dar la vida”, entregarla por los otros, como Jesús pide a Pedro, sino para conservarla, mantenerla, asegurarla.
‒Por eso es necesario desmontar este Vaticano,convirtiéndolo en museo, para ciertas ceremonias de recuerdo, de forma que el Papa‒Pedro pueda ser lo que quiere Cristo: Aquel que da la vida por los otros, al descampado del mundo…
‒ Éste me parece el intento del papa actual, Francisco, aunque de un modo sutil y miedoso, sin llegar quizá hasta el fin de su propuesta. Ha comenzado a salir del Vaticano, a desmontar sus engranajes, pero va despacio, quizá no se atreve.
De eso seguiré hablando mañana, con una reflexión de M. Losada. Hoy quiero sólo comentar el evangelio del domingo, que es más fuerte (consolador y duro) que todo lo que yo pueda decir. Como de costumbre, en estos casos, me limito a retomar y condensar lo que digo en mi Comentario de Mateo.
(El icono más antiguo de Pedro, siglo VI, Santa Catalina del Sinai, antes de las luchas iconoclastas, con las llaves y el báculo en forma de cruz, con Cristo arriba, y la Virgen y Juan Bautista a los lados, en un entorno de Iglesia; la imagen anterior es la del interno de la cúpula del Vaticano, con la leyenda tu es petrus; la siguiente es la de plaza vaticana).
Texto (traducción oficial: Mateo 16,21-27)
‒ En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.‒ Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.”
Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.”Entonces dijo a sus discípulos: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.”
Introducción
Este pasaje plantea el destino y despliegue de la Iglesia primitiva, que se enfrenta ante la gran alternativa: (a) Conseguir el Reino a través de un tipo de poder militar o social, espiritual o económico (b) O dar la vida por el Reino, es decir, instaurarlo de un modo gratuito, regalando (perdiendo la propia vida en el interno).
Este pasaje retoma un elemento de la relación entre Jesús y Pedro, pero no habla de Pedro como persona individual, propia del pasado, sino del Pedro que (según Mateo) es signo de la estructura y organización de la Iglesia.
‒ Pedro (un tipo de Iglesia) supone que, siendo Mesías, Jesús ha de subir a Jerusalén al estilo de David y de los reyes del mundo, para triunfar en la ciudad de las promesas, instaurando el Reino en claves de poder (evidentemente al servicio de los oprimidos del pueblo, y en algún sentido de todos los necesitados), pero desde el poder, esto es, desde arriba. Quiere ser Piedra Gloriosa, base de un edificio de victoria, sin riesgo de sufrimiento, sin entrega de la vida.
‒ Pero, en contra de Pedro, Jesús decide subir a Jerusalén en un gesto de amor arriesgado, no para triunfar de un modo regio, sino para entregar su vida a favor de los demás, dispuesto a perderlo todo (aunque no como masoquista, que quiere que le maten).
‒ Al corregir a Jesús, este Pedro papal en el mal sentido de la palabra aparece como Satán (tentador) para Jesús… es decir como skándalon, es decir, como piedra que hace caer al caminante o que destruye todo el edificio. Entendido en este perspectiva, este pasaje eleva la mayor de todas las críticas posibles en contra de un Pedro establecido en clave de poder sobre la colina del Vaticano; un Pedro que puede ser bueno, incluso muy bueno, pero en clave de poder. Resulta escandaloso que un tipo de Iglesia (con buenísima voluntad) no se haya dado cuenta de ello.
Propuesta de Jesús. El Hijo de Hombre tiene que ir Jerusalén (16, 21).
Éste es su descubrimiento, la experiencia que define de ahora en adelante el evangelio. Jesús no es masoquista: no ha venido a sufrir por sufrir, ni a morir por morir, sino a extender el reino. Pero su misma fidelidad a la misión de Dios le lleva a subir a Jerusalén, dejándolo todo, sin dinero, sin ejército, a fin de dar su vida por el Reino (es decir, por los demás, en compañía con los expulsados y pobres, los asesinados). Éste es su gran descubrimiento, el secreto mesiánico.
En esa línea, tras haber aceptado la confesión de Simón (¡Tú eres el Cristo!) y de responderle diciendo que esa confesión es la la roca firme de la Iglesia, Jesús profundiza en el tema y entiende (interpreta) su mesianismo (tarea de Reino) en una línea de entrega (hasta la muerte), como seguirá diciendo en Mt 17, 22-23; 20, 17-19)[1].
16 21 Desde entonces, comenzó Jesús a explicar (a mostrar) a sus discípulos que él debía(dei) ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser matado y resucitar al tercer día.
‒ “Dei”, la voluntad de Dios. Jesús descubre y proclama esa voluntad de Dios que se va abriendo y mostrando en su camino. No habla del Hijo del Hombre, como Mc 8, 31, sino de sí mismo, diciendo que “él debe” (dei auton) ir a Jerusalén… El tema no es el destino doloroso de una figura simbólica, como el Hijo del Hombre, sino su proceso y tarea concreta de ser humano, de Jesús como persona.
‒ Ir a Jerusalén. Jesús indica así que no se trata de un sufrimiento en general (una especie de destino cósmico), sino de un sufrimiento que proviene de su “enfrentamiento” con los poderes civiles (ancianos), religiosos (sacerdotes) y legales (escribas) de la ciudad sagrada, a favor de los pobres y expulsados. De esa forma expresa la paradoja central del evangelio. Los escribas concebían a Jerusalén como “roca de cimiento” no sólo del templo, sino de todo el pueblo de Israel, e incluso del universo entero. Pues bien, la Roca de la Iglesia es la confesión de Pedro (Jesús es el Cristo)… y el destino y tarea del Cristo es dar la propia vida para que vivan los pobres, los excluidos.
‒ De forma que será matado, pero resucitará al tercer día. Jesús descubre el carácter mortal de su decisión (subir a Jerusalén). No dice quiénes son los causantes directos de su muerte (¿sanedritas, romanos…?), pero insiste en su conflicto con la ciudad sagrada, añadiendo que “al tercer día” resucitará. No después de tres días, como en Mc 9, 31, sino al tercer día, como afirma la fórmula tradicional de la Escritura, entendiendo ese día como tiempo de culminación (muerte, transformación). Jesús confirma así que su entrega y muerte está al servicio de la llegada del Reino, es decir, de la resurrección; el Reino no llega como poder sobre los otros, sino en el gesto concreto de dar la vida por ellos, de morir con los excluidos y condenados del mundo[2].
Respuesta de Pedro, reproche de Jesús (16, 22-23).
Pedro ha dicho que Jesús es Cristo, Hijo de Dios… y Jesús le ha respondido que eso se lo ha revelado su Padre, para añadir que él (Jesús) ha de morir en Jerusalén. Pues bien, desde su nueva situación, Pedro se cree capacitado para increpar a Jesús, marcándole su dirección, no por simple miedo, sino porque él tiene otra propuesta mesiánica, que no incluye la Cruz.
Desde su propuesta radical de entrega de la vida, Jesús le contesta ratificando su camino mesiánico, y diciéndole que ser Roca de su Iglesia significa estar dispuesto a iniciar con los demás un camino de entrega generosa de la vida. Jesús le ha llamado Petros/piedra y le ha vinculado a la Petra/roca de su comunidad mesiánica, tras haberle encargado (con otros) la tarea de la pesca escatológica (cf. 4, 18-22). Es normal que Pedro piense y hable como representante de una Iglesia de Poder, corrigiendo a Jesús y ofreciéndole su propia visión, en una línea tradicional de triunfo mesiánico:
16 22 Y Pedro, tomándole aparte, se puso a increparle diciendo: ¡Dios no lo permita, Señor! Eso no puede pasarte. 23 Pero él (Jesús), volviéndose a Pedro, le dijo: Apártate de mí, Satanás, eres Escándalo para mí, porque no piensas las cosas de Dios, sino las de los hombres[3].
Como representante de una tradición que espera al mesías triunfal (y como adelantado y anuncio de papado poderoso vaticano), este Pedro/piedra de escándalo se cree obligado a corregir a Jesús, dándole una lección de realismo. Pues bien, Jesús le responde diciendo que él defiende las cosas de los hombres (no las de Dios). Pedro ha realizado una buena confesión (¡eres el Cristo, Hijo de Dios: 16, 16) que será roca de cimiento de la iglesia… y sin embargo él es Satanás, como el Diablo de 4, 1-11, un Escándalo (aquel que hace caer) para Jesús:
− Pedro(16, 22). Ha proclamado la buena confesión (¡Jesús es el Cristo!) y por fidelidad a ella (pero entendida en clave de hombre, no de Dios) él rechaza ahora con dureza el camino de entrega y muerte de Jesús: ¡Dios no lo quiera, Señor! Le llama Kyrios, Señor, en terminología de veneración cúltica (como los falsos profetas de 7, 22)… Le llama Kyrios, pero no cree en él (en lo que él, Jesús, le dice), y así quiere imponerle su camino, un mesianismo del éxito, un gran Vaticano, la mayor iglesia d del mundo, apelando a Dios, casi con un juramento: hileôs soi, (Dios) se apiade de ti, Dios….no lo quiera. Utilizando grandes palabras, por la “razón de Dios”, Pedro desea triunfar. Es evidente que no tiene miedo a la muerte en sentido externo; tiene miedo de perder el poder.
− Jesús. (16, 23). Él había declarado que Simón Pedro era por su confesión la Roca de la Iglesia, cimiento firme de ella. Pero ahora le rechaza, llamándole Satanás y pidiéndole que se aparte de su lado (cf. 4, 10), pues se ha vuelto para él una piedra de escándalo, un escándalo. Pedro ha querido aprovechar de esa manera su pretendida “autoridad” sobre Jesús (a quien llama Kyrios), para apartarle de su camino: Jesús no puede morir, no puede fracasar… Jesús tiene que ser autoridad triunfante, en el mayor de todos los templos, de todos los posibles vaticanos. El problema no es el sufrimiento en general, sino el hecho de que el proyecto mesiánico israelita de Jesús fracase, de que le rechace la autoridad judía…, de que tenga que morir sin haber cumplido su promesa de Reino en este mundo.
Ésta es la gran paradoja. Jesús ha presentado la confesión de fe de Pedro como Roca, fundamento de la Iglesia (16, 18). Pues bien, ahora le llama escándalo, piedra de tropiezo, un simple Petros/Pedro, guijarro del camino, en el que Jesús puede tropezar y caerse. Este Pedro es aquel que impide que los hombres puedan creen en el Mesías Cristo. El verdadero enemigo de Jesús no es Pilato, ni Caifás (a quienes Jesús no llama Satanás). El enemigo primero de Jesús es Pedro, aunque en otro sentido, pueda presentarse por su confesión como Roca y portador de las llaves de la Iglesia[4].
Pedro quiere el mando, pues sólo con mando puede conseguirse el Reino, y para ello tiene que pactar de alguna forma con los poderosos del mundo; por eso no puede permitir que Jesús sea condenado y ajusticiado en Jerusalén, sino todo lo contrario. Pues bien, en contra de eso, Jesús no subirá a Jerusalén para tomar el mando, sino para ofrecer su vida:
‒ Por un lado está Pedro, que busca una autoridad que parece buena (limpia, legal), para realizar así unos cambios a favor de los hombres, en línea de justicia, pero bajo su mando, un gesto que para Jesús es un “escándalo” (piedra de tropiezo), pues significa aceptar el poder de ancianos-sacerdotes-escribas. En principio, Pedro no quiere poder, para oprimir a los demás, sino para ayudarles, pues cree que sólo con poder se puede organizar el mundo y resolver sus problemas. Pero Jesús rechaza su propuesta, llamándole Satanás, pues va en la línea del Diablo de las tentaciones (4, 1-11), diciéndole que es un escándalon para él, una piedra de tropiezo, un mal petros, que pone en riesgo el edificio de la Iglesia, lo contrario de la “petra” (16,18:) que debía sustentarla (cf. Rom 9, 33; 1 Per 2, 8).
‒ Por otro está Jesús, que no apela al poder, en la línea de los ancianos-sacerdotes-escribas, sino que supera todo poder, convirtiéndose a sí mismo y convirtiendo asi su vida en petra o roca que sostiene el edificio de una Iglesia, conforma a la confesión de Pedro. El mismo Jesús, piedra/lithon desechada por los arquitectos (cf. 21, 42) es la piedra angular…El contra de Pedro, Jesús no quiere (no puede) tomar el poder en la línea de los ancianos-sacerdotes-escribas, ni siquiera para hacer el bien (como quisieron muchos celosos antiguos y modernos), porque el poder, una vez tomado, se vuelve imposición y debe defenderse con violencia. La estrategia de de Pedro pertenecía a las cosas de los hombres, que Jesús quiso superar en la antítesis (5, 21-48), subiendo a Jerusalén, para ofrecer con su vida la buena noticia de Dios, que es amor y que triunfa precisamente como amor (palabra creadora, perdón, superación del juicio).
Eso significa que el Reino de Dios no se conquista con una buena guerra (victoria de los justos), ni con una buena democracia (voluntad de poder de la mayoría), sino que se identifica con el ofrecimiento de la vida a favor de los demás, no por sacrificio, sino por despliegue de amor. El reino de Dios no se expresa construyendo un Vaticano, el mayor signo de poder simbólico de mundo, la mayor inversión mesiánica de capital… sino dando la vida. Leer más…
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