Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 23 Agosto, 2020
“En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”
Nos encontramos al final de la segunda parte del Evangelio de Mateo. En torno a Jesús aumenta el rechazo y la incomprensión. Entonces, Jesús pregunta a sus discípulos: “-¿Quién dice la gente es el Hijo del Hombre?” Y los discípulos lo reconocen como el Mesías y el Hijo del Dios vivo.
Las dificultades, los fracasos y las crisis nos ayudan a plantearnos la vida y las opciones de una manera seria y decidida. En realidad, nos llevan a esas dos preguntas fundamentales: ¿quién soy?, ¿qué hago aquí? Dos preguntas que no acabamos de cerrar nunca, que crecen y evolucionan con nosotras. Pueden pasar temporadas como dormidas pero despiertan de vez en cuando cuestionando nuestra identidad y nuestra misión.
Jesús, que fue plenamente humano, también se cuestionó, en más de una ocasión, su identidad y su misión. Se preguntaba quién era y qué hacía y por eso le preguntaba a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Las personas que tenemos cerca nos ayudan a vernos a nosotras mismas con más claridad. Nos devuelven la imagen que proyectamos, nos hacen de espejo. Nos encaran con nuestra verdad y con las mentiras que usamos de armadura protectora. Por eso necesitamos otros puntos de vista para crecer. En ocasiones son las otras personas las que nos descubren partes de nosotras mismas que no alcanzamos a ver con claridad.
Así, con lo que nos dicen y lo que conocemos de nosotras mismas vamos creciendo en el camino de la vida, en el camino del seguimiento de Jesús.
Oración
Danos, Trinidad Santa, la audacia de confrontarnos y cuestionar lo que somos y lo que hacemos para poder continuar nuestro camino desde la autenticidad. Amén.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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