No es lo mismo doctrina que fe, ni es lo mismo fanático que creyente
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
- Quién es JesuCristo.
Responder a la pregunta de quién sea JesuCristo no es una cuestión académica dogmática que han de resolver los teólogos. (Recordemos las no lejanas polémicas contra Pagola, Dupuis, Schillebeecx, etc.). En la historia de la Iglesia siempre han surgido polémicas en torno a la “identidad” de Cristo, o al menos en cuanto a la formulación de las afirmaciones sobre Cristo. Y Dios nos libre a nosotros y a Jesús de quien crea tener todo atado y bien atado sobre Jesús. Lo malo es que hay quienes lo tienen todo resuelto respecto de Dios, de la Trinidad, de Jesús… y eso está ya tocando la raya roja del fanatismo, si no la pasan. Y lo malo es que los hay.
Se trata de una pregunta más bien existencial. En la comunidad cristiana naciente, en la Iglesia de Mateo surge la cuestión. ¿Quién y “qué” es este Jesús y qué supone en mi vida?
Responder a la cuestión de quién es JesuCristo no les fue tarea sencilla ni a los primeros creyentes, ni tampoco es un asunto menor para nosotros. De hecho esta pregunta aparece con frecuencia en el NT:
- ¿Quién es éste a quien obedecen el viento y el mar? ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Si eres el Hijo de Dios… ¿Y vosotros, quién decís que soy yo?
- ¿Qué interés puede tener Cristo? ¿Tiene algún significado Cristo también hoy? ¿Quién es Cristo para nosotros?
- Quizás lo más grave pudiera ser que hayamos hecho de Cristo un personaje irrelevante en la sociedad y en la Iglesia
Jesús sigue siendo una pregunta (¡mejor, una respuesta!) para todo ser humano que se encuentre con él en todos los tiempos, también para nosotros.
- JesuCristo: Tú eres el mesías, el hijo de Dios vivo
Jesús: revelación de Dios.
A los contemporáneos de Jesús no les resultó sencillo creer que aquel hombre, Jesús, que convivía con ellos, hablaba junto al lago, discutía con fariseos y sacerdotes, sanaba, curaba. No les parecía que Jesús fuese expresión, palabra, revelación de Dios, Mesías e Hijo de Dios.
El relato de la Transfiguración de Jesús[1], (Lc 9,28.-36) recoge bien el “paso” de Jesús (hombre) a Cristo (expresión-sacramento de Dios). Pedro, Santiago y Juan (la comunidad cristiana naciente) terminan por ver (fe) en Jesús al Hijo de Dios.
La fe no va a venir porque la Iglesia facilite las cosas y se convierta en unas rebajas morales o teológicas de verano. Mucho menos llegaremos a la fe en una Iglesia férrea que imponga una normativa litúrgica, moral y fanática, una dogmática que nadie entiende.
Jesús es la Palabra, el logos e Dios. Los hijos son expresión de sus padres. Lo que Dios nos quería decir es Jesús. Jesús es la expresión de Dios.
Y lo que Dios nos quería decir es que nos ama.
Si nos acercamos a los evangelios, vemos quién es Jesús y lo que hace: sana, se acerca al ser humano, perdona, acoge. Pues eso es Dios. En Jesús Dios se expresa. Dios se expresa salvándonos
Llegaremos a la fe cuando “veamos” en Jesús la Palabra de Dios.
- La pregunta por JesuCristo se nos vuelve a nosotros mismos.
Detrás -o al mismo tiempo- de la pregunta por JesuCristo, está la pregunta por nosotros mismos. En este entramado de preguntas y respuestas lo que está en juego no es tanto la identidad de Jesús, sino la nuestra, la del ser humano.
El problema no es interrogar a Dios o a Cristo, si existen y quiénes son, sino que al final de las preguntas que nos hacemos en la vida, surgen también unas respuestas con las que configuramos el ser humano y su existencia.
Cuando unos padres mandan a sus hijos a tal ikastola o a un determinado colegio, detrás de esa opción hay una concepción del ser humano, quieren que su hijo sea “así”, aunque ya sabemos que luego, los hijos saldrán como salgan. En el fondo de nuestros criterios, opciones y decisiones hay una concepción del ser humano. Cuando optamos por Cristo, hay una concepción del ser humano.
En última instancia se trata de dejarse preguntar por Dios (Cristo) y desde Dios nos estamos contestando ¿quién soy yo? ¿quién es el ser humano? ¿qué es el ser humano?
No es lo mismo configurar y construir la vida desde Cristo, desde el humanismo, desde los valores, que desde otras instancias y criterios.
- La fe de Pedro. La fe hace feliz: Dichoso tú
Pedro personifica el acto de fe cristiano en Jesús: Él es el Mesías, el Hijo de Dios.
Y la fe “no procede de la carne ni de la sangre”, es decir, no es posible llegar a la fe solamente a través de la lógica y de la razón humana. La fe es posible únicamente gracias a la revelación de Dios Padre.
La fe implica elementos racionales-teológicos. Pero el ser humano, por muy inteligente que sea, es radicalmente incapaz de acceder al misterio de Dios. Podemos (y si se me permite, debemos) poner medios humanos: búsquedas, caminos, silencio, educación, estudio, etc. Pero al final es Dios, la ultimidad de Dios y la vida, quienes nos abren la puerta de la fe.
Eso no te lo ha revelado la carne y la sangre, sino mi Padre.
- La fe es una dicha.
La fe hace dichosa la vida. Dichoso, Pedro; dichosa, María porque has creído; seréis bienaventurados y dichosos…
La fe no es un catecismo, una doctrina. La fe es confianza en la vida, en el ser humano, en JesuCristo, en Dios. Creer es confiar, descansar totalmente en la ultimidad. La fe no es seguridad, es confianza.
San Ignacio de Loiola habla de los aspectos irracionales de la fe. No es que la fe sea un “trágala intelectual”: aceptas esto aunque no entiendas nada de nada y te callas. No, no es esto. Las dimensiones más profundas de la vida se producen en los sentimientos razonables: el amor, la confianza, la amistad, que no son cuestiones científico-racionales, sino que son vivencias humanas.
La fe tiene su dimensión razonable, pero es afecto, confianza, fiarse de una persona, de Dios.
No es lo mismo confiar que buscar la seguridad y certeza. El creyente confía, se pone en manos de Dios. El fanático no se fía, por eso busca la seguridad doctrinal, de poder, la seguridad legal y por eso los fanáticos agreden, embisten, condenan, castigan. Esto lo podemos observar en muchos políticos, obispos, curas, etc. El que ha conocido y vive en confianza, afecto, amor, serenidad, no arremete, más bien vive serenamente. Estos creen confían, aquellos topan. Quien tiene sentimientos nobles de afecto, confía, cree en la persona, en Dios.
La tradición de San Pablo (cartas Pastorales) dice: Sé de quién me he fiado, (2Tim 1,12).
Una Iglesia, una diócesis -como la nuestra- en la que hay tanta tensión y tristeza, está lejos de ser la comunidad de creyentes que se llenaron de alegría al ver al Señor, (Jn 20,20). ¿Jesús nos diría como a Pedro: Dichoso tú? Podemos ser una diócesis de orden y disciplina eclesiásticas, ultramontanos en las vestimentas, en los ritos, doctrina.
La obediencia y comunión son algo más hermoso y noble que el mero sometimiento por dominación.
En nuestra diócesis estamos lejos de la confianza, serenidad y gozo del Evangelio.
La fe no es una carga eclesiástico-religiosa-sociológica, sino una infinita confianza que nos hace libres, un gozo profundo. La fe nos abre el horizonte de nuestra razón y conocimientos.
¿Confiamos en la vida? ¿Somos dichosos? ¿Nos sentimos queridos en la Palabra que Dios nos dirige por medio de su hijo JesuCristo?
- Algunas preguntas para terminar.
- ¿Quién decís vosotros que es el Hijo del Hombre?
- ¿Quién y qué es el ser humano?
- ¿El prójimo es para mí sacramento de Cristo, y por tanto sacramento de Dios?
- ¿La única forma de construir la vida y la sociedad es según la carne y la sangre?
- ¿Cómo ser bienaventurado y dichosos en la vida?
[1] Celebrábamos esta fiesta el pasado día 6 de agosto-
Comentarios recientes