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Ana Cristina Cuevas: “Ruego a los obispos que abran las ventanas de Añastro y sacudan las alfombras, por el bien de las víctimas y la Iglesia”

Lunes, 3 de agosto de 2020

Ana-Cristina-Cuevas_2253984597_14798181_1108x1024Ana Cristina Cuevas, miembro de Infancia Robada y madre de la víctima del colegio Gaztelueta

“Una sociedad que no cuida de sus niños, niñas y jóvenes, no puede presumir”

“Denunciar un delito de este tipo convierte a muchos denunciantes y sus familias en valientes, héroes y puedo asegurar que no deberíamos serlo. Si en un Estado de Derecho denunciar un delito es cuestión de heroísmo, algo no funciona adecuadamente”

“Hay una parte minoritaria encabezada por el actual presidente de la Conferencia Episcopal de España que al menos demuestra respeto en este tema a las víctimas. Creo que tienen ganas de emprender un camino de reconocimiento y reparación pero me da la sensación de que algunos les ponen freno”

“La conducta del Opus Dei como ente que engloba al colegio Gaztelueta, centro escolar dependiente de la Obra, como institución dependiente de la Iglesia Vaticana, y en su condición de responsable de uno de sus numerarios, en este caso condenado a 11 años de prisión por la Audiencia Provincial de Bizkaia, ha sido irresponsable, silente, inexistente para mostrar reconocimiento y actitud de reparación”

“Algunos medios han apoyado esta lucha de un modo brillante. Claro está que otros siguen usando la negación y la repulsiva crítica a quienes denuncian, como nos ha pasado a nosotros y a otras víctimas”

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Ana Cristina Cuevas es la madre de ‘Asier’, el menor que sufrió abusos en el colegio Gaztelueta, del Opus Dei, en Bilbao. Un caso que acabó con la condena del profesor, supernumerario de la Obra, que se mantiene en silencio frente al horror sufrido por su hijo.

Ahora, desde la asociación ‘Infancia Robada’, continúa con su lucha, que ya no es solo la de una madre protegiendo a su niño, sino la de hombres y mujeres trabajando para que, por fin, en la sociedad, y también en la Iglesia, acabe la cultura del silencio, el encubrimiento, y se apueste decididamente por la dignidad de los supervivientes. Que el lobo deje de tener guarida, y las cuevas se conviertan en ‘hospitales de campaña’ para las víctimas de los abusos. Hablamos con ella.

-Qué impresión tiene como madre de un superviviente de abusos sexuales en el ámbito religioso y eclesiástico de la conducta que está teniendo la jerarquía eclesiástica a la hora de abordar este grave problema y del tratamiento de los delitos y de sus víctimas?

No creo que a nadie le suponga un esfuerzo inmenso entender que mi impresión es negativa. Algunos llevamos muchos años ayudando a que la sociedad en general y la iglesia en concreto den un paso al frente en la tarea de reconocimiento y reparación de estos supervivientes, de estas víctimas silenciadas y en muchos casos, silenciosas. A todas las víctimas de abusos y agresiones sexuales hay que mostrarles empatía y afecto. Por desgracia y cuando encima son o fueron menores en el momento de la perpetración del gravísimo delito se les ponen palos en la rueda desde el momento de la denuncia, llegando en muchos casos a la aberración del ninguneo o del negacionismo. No es solo el daño producido, la dura realidad diaria de las secuelas, de las trabas en su evolución como seres humanos, sino también tener que aguantar la incomprensión, las presiones y hasta en la mayoría de los casos la negación de sus realidades. Denunciar un delito de este tipo convierte a muchos denunciantes y sus familias en valientes, héroes y puedo asegurar que no deberíamos serlo. Si en un Estado de Derecho denunciar un delito es cuestión de heroísmo, algo no funciona adecuadamente. Simple pero real. Cuando llegue el día en el que estas denuncias no sean un sinónimo de heroicidad será que quienes no las entienden, habrán comprendido de qué hablamos en realidad y cuáles son nuestras reivindicaciones cristalizadas al fin en un reconocimiento y una política reparativa digna y eficaz.

Mi impresión es, en fin, negativa en relación al presente pero esperanzada de cara al futuro.

-Cree que algo se ha hecho bien por parte de la Iglesia católica española y sus dirigentes?

Ahí debo distinguir entre el pasado cercano y el presente. Intuyo que hay una parte minoritaria encabezada por el actual presidente de la Conferencia Episcopal de España que al menos demuestra respeto en este tema a las víctimas. Creo que tienen ganas de emprender un camino de reconocimiento y reparación pero me da la sensación de que algunos les ponen freno. Hay actitudes de obispos españoles que son del todo impresentables cuando se menciona la realidad de las víctimas. Son del todo inaceptables y reflejan una continua ofensa a los supervivientes como si no fueran conscientes desde la mala fe y la desidia de que supone un ataque a la integridad física, psicológica y sexual de un niño o una niña. Emplean el ataque, el negacionismo, las perversas comparativas con otros ámbitos sociales, para intentar minimizar los casos delictivos o la relevancia de los mismos. Son conductas alienadas, fruto de una atrofia intelectual o pensando mal, de unos intereses creados que pretenden salvar la institución de una mala fama a la que ellos mismos contribuyen mediante la ocultación, la omisión de socorro y el encubrimiento. El ser humano es imperfecto, comete errores de diferente escala de gravedad, lo importante es querer y saber rectificarlos a tiempo. No conozco víctimas españolas o de otros países, que estén satisfechas con el trato que se les dio y se les da. Es triste decirlo, pero en España, las víctimas y supervivientes de abusos y agresiones sexuales en el ámbito religioso o eclesiástico se sienten maltratadas y ninguneadas. No hay más que contemplar como en la Ley de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia que se está tramitando, ni siquiera se les menciona.

Es triste decirlo, pero en España, las víctimas y supervivientes de abusos y agresiones sexuales en el ámbito religioso o eclesiástico se sienten maltratadas y ninguneadas

-Qué opinión le merece esa Ley de Protección a la Infancia y la Adolescencia?

En principio creo que es positivo que los poderes públicos se tomen al fin en serio el maltrato a nuestros niños y niñas, a nuestra juventud, porque venimos de la nada. En el caso de mi familia en concreto, cuando en Mayo de 2011, mi hijo comenzó a expresar lo que había sucedido, acoso y abusos por parte de un profesor numerario del Opus Dei del colegio Gaztelueta de Bizkaia, por no haber no había ni protocolos de actuación. Es un paso muy positivo que habrá que completar porque en muchos apartados es insuficiente. La inclusión del ámbito religioso, los plazos de prescripción, la dicotomía justicia verdad, la importancia de la psicología en los procesos, la ampliación de las medidas de acompañamiento a los supervivientes y las víctimas, la prueba preconstituida al alza y concretar con mayor definición los derechos de estas víctimas y desde cuando se les considera como tales son matices muy importantes que la Ley Rhodes parece haber olvidado. Es este el instante idóneo para escuchar a víctimas y asociaciones civiles que sin duda pueden aportar más luz a esa oscuridad. No sería justo que se olvidasen de ellas. Daría a entender que el delito depende de la condición del delincuente y no del hecho punible. Sería muy decepcionante.

En el caso de mi familia en concreto, cuando en Mayo de 2011, mi hijo comenzó a expresar lo que había sucedido, acoso y abusos por parte de un profesor numerario del Opus Dei del colegio Gaztelueta de Bizkaia, por no haber no había ni protocolos de actuación

-Como madre de una víctima que denunció cuando aún era un niño, un adolescente, que es lo que más destacaría en el tratamiento cercano a estas víctimas ?

Primero hay que tener paciencia y afecto. Rodearse de buenos profesionales del ámbito facultativo, que es para mí el cimiento, la base. Para emprender una denuncia hay que estar preparados para soportar una presión tremenda, y tras padecer una agresión de estas características las secuelas hacen necesaria una atención psicológica con garantías plenas. De lo contrario y teniendo en cuenta, como ya dije antes, que para muchos denunciar es sinónimo de heroísmo, las consecuencias podrían ser terribles. Son muchas las horas de soledad, de un largo camino en el desierto, en la incomprensión generalizada. Incluso en la negación. Después hay que aprender a escuchar, a dejarse llevar por un profesional contrastado del ámbito jurídico, una letrada o un letrado eficaz y de confianza plena que no se doble ante comentarios o presiones. Las víctimas necesitan cariño, afecto, empatía y comprensión, muchas dosis de todo ello. Y por desgracia, más allá de las palabras, muchas veces no gozan de esas dosis. Más bien de todo lo contrario.

-En lo que atañe al Opus Dei, como se ha comportado en relación al caso de su hijo y cómo califica la actitud de la Prelatura con el comunicado del Caso Cociña?

No tengo calificativos. La conducta del Opus Dei como ente que engloba al colegio Gaztelueta, centro escolar dependiente de la Obra, como institución dependiente de la Iglesia Vaticana, y en su condición de responsable de uno de sus numerarios, en este caso condenado a 11 años de prisión por la Audiencia Provincial de Bizkaia, ha sido irresponsable, silente, inexistente para mostrar reconocimiento y actitud de reparación. Han admitido las faltas de respeto a esta familia por parte del colegio y han demostrado más violencia contra nosotros, con la legendaria sutileza que les define. Han mantenido una actitud negligente y cargada de todo lo contrario a lo que predican. Un silencio que les define y delata además de movimientos orquestales cobardes desde su paradigmática oscuridad. En verdad, hay mucho que reprochar y denunciar con respecto a la conducta del Opus Dei con respecto al caso de mi hijo y lo afirmo primero como madre y después como miembro de la Asociación Infancia Robada.

En cuanto al caso Cociña, es más de lo mismo. Han guardado silencio aún sabiendo lo que había ocurrido y cuando al fin, presionados, rompen su silencio, lo hacen para acumular una serie limitada de ideas que en su comunicado tienden más a buscar su exculpación que a reparar a las víctimas

En cuanto al caso Cociña, es más de lo mismo. Han guardado silencio aún sabiendo lo que había ocurrido y cuando al fin, presionados, rompen su silencio, lo hacen para acumular una serie limitada de ideas que en su comunicado tienden más a buscar su exculpación que a reparar a las víctimas. Utilizan un lenguaje litúrgico y convierten la maldad en incienso, el abuso en solicitación y piden un perdón vacío y carente de credibilidad. No conozco persona que tenga una opinión positiva sobre ese comunicado o sobre la condena contra Cociña surgida desde Doctrina de la Fe. Ese es otro de los problemas que tienen, viven de espaldas a la realidad social, emplean su esfuerzo en tapar y negar, en vez de en reconocer, prevenir  y reparar. No quieren aceptar las consecuencias de reconocer que es lo que pasó y de que encubrieron porque les asusta hacerlo valorando esas consecuencias.

No son conscientes de que esto terminará de saberse y de que las víctimas nunca dejaremos de reivindicar la verdad y la justicia y entonces para ellos será tarde. Tal vez aún estarían a tiempo de entonar el mea culpa y reconocer lo que hicieron mal desde la buena o mala fe. Por malo que sea y caiga quien caiga, sería un giro de timón que aún les daría una esperanza. Que a día de hoy el Opus Dei no haya siquiera abierto la boca con respecto al Caso Gaztelueta, a la sentencia de once años de condena o a la vergonzosa y ofensiva rueda de prensa del señor Goyarrola, director del colegio, define la nefasta y reprobable actitud del Opus Dei con sus víctimas de pederastia. La maldad que conlleva el encubrimiento y hasta a veces la complicidad, siendo diferente a la que tiene que ver con la desplegada por los victimarios, es tan dañina o más porque aquí se procede de un modo consciente y perverso. Con premeditación y alevosía. Hundiendo una y otra vez la daga en el ámbito emocional de niños y niñas.

Que a día de hoy el Opus Dei no haya siquiera abierto la boca con respecto al Caso Gaztelueta, a la sentencia de once años de condena o a la vergonzosa y ofensiva rueda de prensa del señor Goyarrola, director del colegio, define la nefasta y reprobable actitud del Opus Dei con sus víctimas de pederastia

-Según su criterio y el de la asociación Infancia Robada, cómo está siendo la actuación de los obispados españoles, con las oficinas de atención a las víctimas creadas tras el mandato personal del Papa Francisco?

Primero, no conocemos víctima alguna que haya sido atendida por esas oficinas y conocemos unas cuantas. Más allá de palabras no hay hechos concretos. Llevamos tiempo pidiendo que esas oficinas no se queden en una mesa, dos sillas, una lámpara y un ordenador, además de la presencia de un supuesto psicólogo. Es necesario que actúen bajo criterios más específicos. Esas oficinas de atención además de las comisiones que les dan cobertura deben tener agendas determinadas de actuación, fechadas, con objetivos marcados, una monitorización externa independiente y profesional de las actuaciones, con informes públicos y puntuales que nos digan cuántas víctimas y cómo se han atendido. Las víctimas deben tener una representación en esas comisiones y en esas oficinas no por capricho sino porque la experiencia es un grado y elucubrar sirve de muy poco. Las acciones deben ser urgentes y tienen que basarse en la experiencia personal y emocional de los supervivientes y las víctimas. Es como hacer una ley que afecte directamente al comercio, sin escuchar antes a los comerciantes. El resultado será un fiasco. Las víctimas y supervivientes tienen necesidades diarias, muchas de ellas y en función de la edad y las circunstancias de cada una de ellas, van de lo individual a lo general. Por eso es ilógico que en esas oficinas y en esas comisiones no estén presentes o representadas.

-Qué papel, considera, que han jugado y juegan los medios, prensa, radio y televisión, en el tema del maltrato y la violencia contra la infancia, y en concreto en el ámbito religioso y eclesiástico?

Es un papel fundamental, claro que cuando aún a los denunciantes se les considera valientes y héroes, la denuncia mediática es un instrumento de supervivencia, una herramienta básica para ayudar y arropar a las víctimas. Es preciso darles visibilidad. Y algunos medios han apoyado esta lucha de un modo brillante. Claro está que otros siguen usando la negación y la repulsiva crítica a quienes denuncian, como nos ha pasado a nosotros y a otras víctimas. Claro está también que algunos medios ni siquiera se han molestado en informar y dar visibilidad a tantos casos de pederastia en la iglesia, como si no existieran o tal vez no tuvieran para ellos interés alguno. Pero por suerte los hay, como es el caso de Religión Digital, que tratando estos delitos con absoluta seriedad y profesionalidad, tienen a día de hoy nuestro aplauso y reconocimiento. El resto, algunos de los cuales, informan solo en base a cuál sea la condición del victimario, solo merecen nuestra reprobación. De los que encima se dedican a atacar a las víctimas, esos ni siquiera merecen un segundo de atención.

Pero por suerte los hay, como es el caso de Religión Digital, que tratando estos delitos con absoluta seriedad y profesionalidad, tienen a día de hoy nuestro aplauso y reconocimiento. El resto, algunos de los cuales, informan solo en base a cuál sea la condición del victimario, solo merecen nuestra reprobación

-Por último qué pediría a los que deben hacer el trabajo no realizado hasta el momento por la iglesia y los poderes públicos en beneficio del reconocimiento y reparación de las víctimas y los supervivientes de violencia sexual contra la infancia y la adolescencia?

Tengo que pedir que den pasos al frente, que lo hagan con mayor inmediatez, que miren por ellas, niñas y niños, algunos ya adultos que un día sufrieron un ataque a la forja de sus personalidades. Son ataques que marcan de por vida y cualquier esfuerzo es poco. Que se nos ayude a darles visibilidad, que se armen protocolos de prevención efectivos y completos, pero que no se olviden de los que ya dieron el paso difícil de denunciar. Entre todas y todos debemos ayudar y proteger a estos seres humanos, que en plena minoría de edad sufrieron en sus carnes uno de los delitos más graves que existe. Abusar o agredir sexualmente a una niña o un niño es por sí solo un hecho terrible pero también lo es mirar para otro lado, asentarse en la ignorancia deliberada o en la tremenda mala fe negacionista. No creo que a mi como madre un obispo o prelado fuera capaz de decirme a la cara lo que dicen con respecto a estos delitos cuando les han interpelado en público o privado sobre ellos. No creo que fueran capaces porque si así lo hicieran seguirán demostrando que son todo lo contrario a lo que presumen ser. Hasta ahora la mayoría han demostrado no tener un ápice de misericordia y humanidad. Ruego al Papa Francisco que vigile de cerca que sus mandatos se cumplen porque hasta ahora y en España, no es así. Ruego a Monseñor Omella que abra las ventanas de Añastro y sacuda las alfombras por el bien de las víctimas y el de la Iglesia. Lo que dejas atrás siempre nos alcanza. Ruego y exijo a los obispos negacionistas y ofensivos que recapaciten. Nunca es tarde para corregir conductas inaceptables y erróneas marcadas por malintencionados intereses. La impunidad con el delito no salva al delincuente, aunque lo cambies de localidad o diócesis, antes bien lo eterniza. Estamos hablando de delitos, no sólo de pecados, deben tener condenas más allá de reclusiones en residencias y monasterios, de no administrar sacramentos y desde luego una retirada tajante y sin excusas del ámbito religioso o sacerdotal. Lo otro, lo de ahora, no es comprensible, no atiende a criterios razonables y convierte a la iglesia en una institución alejada de la verdad y la justicia, que protege a los delincuentes y humilla a las víctimas.

En cuanto a los poderes públicos animarles a que sigan adelante, buscando consensos de actuación, con independencia de las ideas, que no den el anteproyecto que se está trabajando como definitivo, que escuchen y atiendan consejos y que no se olviden nunca de que ellos y ellas también fueron niños y niñas con suerte si nunca tuvieron que pasar por algo así, tan grave. Una sociedad que no cuida de sus niños, niñas y jóvenes, no puede presumir. Son nuestro futuro y en base a ello, deben ser tratados y respetados. Es una tarea de todos y nosotras y nosotros, en Asociación Infancia Robada estaremos siempre dispuestos a colaborar con quien así nos lo solicite.

Ruego al Papa Francisco que vigile de cerca que sus mandatos se cumplen porque hasta ahora y en España, no es así. Ruego a Monseñor Omella que abra las ventanas de Añastro y sacuda las alfombras por el bien de las víctimas y el de la Iglesia

Fuente Religión Digital

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