¡Los salmos… cómo son ellos!
ECLESALIA, 10/07/20.- ¿Qué son los Salmos que atraen y repelen? ¿Cómo adentrarnos en este mundo poético y lejano? ¿A qué se debe que puedan llegar a sentirse tan cerca, tan dentro?
Los Salmos hacen de espejo si nos atrevemos a acercamos y descubrir a la criatura humana que sigue avanzando a traspiés en la lucha del más acá y la búsqueda del más allá.
Cada salmo es imagen pero también sonido. Cada verso va transmitiendo los estados de ánimo, luchas, deseos, relaciones con Dios y con los otros. El ser humano en cualquier época. Nada nuevo sobre la tierra, estamos hechos del mismo barro, tenemos las mismas preocupaciones y anhelos. Comunicamos amor y belleza en medio de las más viles atrocidades.
El creyente, tanto individual como comunitario, se dirige a Dios al que pide lo que le hace falta, increpa cuando no recibe lo que quiere y se muestra agresivo si no le hace la justicia que cree merecer.
Pero también agradece, alaba, bendice, canta para el Señor, le da gracias… y así uno tras otro, ciento cincuenta salmos, que terminan en la apoteosis de “trompetas, cítaras, tambores, flautas, y címbalos sonoros y vibrantes”, llegando a la conclusión de que… “todo ser que aliente, alabe al Señor”.
Mi cercanía al monasterio, a la oración monástica, que día tras día transita por todo el salterio me acercó a la comprensión de la oración más allá de las palabras, pensamientos o ideas. Me ayudó a adentrarme en la actitud del orante que llega con lo que lleva puesto, que no siempre es lo ideal, y se abre a ser moldeado por la Palabra, cosa que unas veces sucede y otras no.
Recelé con frecuencia de un lenguaje que suena arcaico, y transité con frecuencia por la superficie de cualquier salmo sin dejar que me dibujara su huella interior.
He aprendido que experimentar lo que dice un salmo, de dolor o alegría, de inquietud o confianza plena, de agradecimiento o petición incansable, me hace aterrizar en lo que el Salterio quiere mostrarme: Dios está en todo, aunque tantas veces ni lo entienda ni lo vea.
Volví al monasterio después del confinamiento de casi tres meses (alguno pensará que eso es también confinamiento, pero no) y en la primera oración de Completas (la última del día, cuando sol está en despedida), el salmo 90, un clásico, se reza todos los días del año, evoca la confianza en Dios pase lo que pase: “Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti”.
Y sigue: “Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta(1)”. Sorpresa. Lo he rezado pasando por encima de estas dos palabras como si patinara sobre una pista de hielo. Sobresalto. Peste y además funesta. Esta última palabra debe salir de un yacimiento arqueológico del diccionario, pero le suma una gravedad especial al temor de la anterior.
Sigue el salmo: “No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta al mediodía”. ¡Otra vez peste y además epidemia! Quedé muda mientras los monjes y unos pocos huéspedes seguían cantando el salmo. Otra palabra me espabiló: “No se te acercará la desgracia ni la plaga llegará hasta tu tienda…”
He vuelto al monasterio después de la experiencia de una pandemia, y las tres palabras: peste (y además “funesta”), epidemia y plaga no significaban gran cosa para mí anteriormente, porque en la parte del mundo en donde vivo, no teníamos de esto y costó hacernos a la idea. Aunque sabemos que en otros sitios sufren las tres palabras y muchas más, provocando muerte y desolación.
Nada como la experiencia vivida para que las tres terribles palabras me abrieran a realidades inimaginables en el lado del mundo que llamamos Occidente, mientras la música, la letra y la oración del Salmo 90 me hicieron sentir que esa noche lo recé de verdad.
¡Ay… los salmos… cómo son ellos! Despiertan al reconocer en nuestro interior el Amor y el Dolor, la Alabanza y la Venganza, el Miedo y el Valor, la Humildad y el Egoísmo, la Belleza y la Destrucción, la Envidia y la Generosidad, la Corrupción y la Solidaridad, la Confianza en Dios y el Olvido del Hermano… todas las actitudes y pecados del ser humano.
Siguiendo con el salmo 90: “…caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones”. ¿Será esto lo que habrá que ir haciendo, juntos, confiados en que Dios está y ayuda, para no volver a lo que se llamaba “normalidad” y que definitivamente debemos llamar reino de Dios? Sí, creo que sí, ahí cabemos todos…
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