Domingo XV del Tiempo Ordinario. Ciclo A
“Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas.”
(Mt 13, 1-23)
Hoy domingo apetece salir de casa y acudir junto a Jesús al lago, sumarse a ese grupo de gente que se queda junto a la orilla para escuchar la Palabra.
Coger la Biblia y volver a releer la parábola de la semilla como quien la escucha por primera vez, olvidando que nos la sabemos de memoria.
Sí, escucharla en profundidad y, cuando marche el gentío, acercarnos a Jesús para que nos explique qué significa la parábola. Pero también para alegrarnos al escucharle decir: “Dichosos vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos porque oyen.”
Dejemos que la fuerza de su Palabra moldee nuestro corazón, lo convierta en un corazón de aprendiz, de discípula, para que de verdad nuestros ojos vean y nuestros oídos oigan. Porque es precisamente en ese ver y en ese oír donde se encuentra nuestra felicidad.
Solo cuando somos capaces de ver y oír la Palabra nos convertimos en la tierra buena que acoge la semilla.
Por eso, hagamos el esfuerzo de dejarnos “educar” en su Evangelio. Sin prisas y sin pretensiones. Como la tierra que abraza la semilla y se deja traspasar por ella. Se deja traspasar por el tallo y las raíces. Se convierte en alimento y sustento. Pero permanece siempre a sus pies, humildemente.
Aprendamos de la humildad de la Tierra. No nos hagamos protagonistas. Cedamos todo el protagonismo a su Buena Noticia y disfrutemos de ella. Así seremos aprendices humildes. Alegres porque ven y oyen.
Oración
Trinidad Santa, haz caer sobre nuestra tierra la semilla generosa de tu Palabra para que seamos espacio de tu
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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