Los estudiosos de la Biblia se dividen en tres tendencias: maximalistas, minimalistas y centristas. Los maximalistas, que son fundamentalistas, consideran que el texto bíblico es literalmente verdadero. ¡Vivan Adán y Eva y fuera Darwin!
Los minimalistas niegan la veracidad histórica de la Biblia. Toda la historia de Moisés, David y Salomón habría sido una gran construcción de ficción redactada por autores hebreos para justificar la lógica del poder en Israel.
Los centristas son ponderados. En la Biblia se mezclan hechos históricos y míticos. La investigación científica, en especial la arqueología, es capaz de separar lo cierto de lo falso, gracias, sobre todo, al avance de la tecnología del carbono 14.
Maximalistas como Wellhausen y Albright utilizaron la arqueología para demostrar sus tesis religiosas, comprometiendo el principio de la neutralidad científica. Los minimalistas o desconstruccionistas, como Kaefer y Finkelstein, argumentan que el texto bíblico reúne un conjunto de narraciones legendarias mezcladas con hechos históricos ocurridos entre los siglos IX al VI a. C. Por tanto, la Biblia no puede considerarse un relato confiable capaz de demostrar la historia de Israel. Es una creación ideológica de los escribas hebreos de los períodos persa y helénico.
Los centristas leen la Biblia en el sentido inverso al orden canónico de los libros. Utilizan el método del historiador Marc Block, conocido como historia regresiva. Se parte del contexto en que se escribió el texto. Gracias a recursos como el carbono 14, ya se sabe, por ejemplo, que las dataciones del período salomónico del siglo X a. C. son, en realidad, del siglo IX a. C., del reino de Acab.
¿Abraham, Isaac, José, Moisés y David existieron en realidad o son creaciones literarias como Ulises, Don Quijote y Hamlet? Hasta mediados del siglo XIX, la mayoría de los arqueólogos eran pastores, sacerdotes y teólogos dedicados a la investigación con la picoleta en una mano y la Biblia en la otra… Ahora se emplean nuevas técnicas, como el carbono 14, la fotografía aérea, el georradar (que revela datos del subsuelo), el paleomagnestismo (basado en la inversión de la polaridad de la Tierra), los métodos de datación potasio argón, la datación radiométrica, la medición de la edad de la materia orgánica, la termoluminescencia (para calcular la antigüedad de la cerámica) y la interpretación de idiomas antiguos. Esos recursos hacen hablar a innumerables documentos y fragmentos relacionados con la Biblia.
Hoy se cuestiona si realmente se produjo la supuesta migración de tribus provenientes de Mesopotamia rumbo al oeste, con destino a Canaán. La arqueología aún no ha encontrado ningún indicio de ese desplazamiento masivo.
Las historias de los patriarcas bíblicos (2000-1700 a. C,) están repletas de camellos (Génesis 24,10). Pero el dromedario solo fue domesticado a fines del segundo milenio antes de nuestra era, y tuvo que esperar mil años más para ser utilizado como animal de carga en el Medio Oriente.
¿Será un hecho histórico el éxodo, la travesía por el desierto a lo largo de cuarenta años, por los hebreos liberados de Egipto? Desde el siglo XVI a. C., Egipto construyó fuertes militares en las márgenes del Nilo hasta Canaán. Nada escapaba de aquellas guarniciones. Y casi dos millones de israelitas en fuga no podían pasarles inadvertidos. Ninguna estela de la época registra ese movimiento migratorio. Esa multitud no podía atravesar el desierto sin dejar huellas. Lo que hay son ruinas de caseríos de 40 a 50 personas, solo eso. A menos que la horda de esclavos libertos, alimentada por el maná que caía del cielo, no se hubiera detenido nunca para dormir y comer…
Se supone que a fines del siglo VII a. C., se encargó a funcionarios de la corte hebrea que compusieran una saga épica a partir de una colección de relatos históricos, leyendas, poemas y cuentos populares, para que sirvieran de cimiento espiritual a los descendientes de la tribu de Judá. Se creó así una obra literaria, en parte elaboración original, en parte relectura de versiones previas.
El contenido del Pentateuco o de la Tora se habría elaborado 15 siglos después de lo que se supone. Los líderes de Jerusalén iniciaron una intensa campaña de profilaxis religiosa y ordenaron la destrucción de los santuarios politeístas de Canaán. Se construyó el Templo para que fuera reconocido como el único local legítimo de culto del pueblo de Israel. De ahí surgió el monoteísmo moderno.
“El contenido del Pentateuco o de la Tora se habría elaborado 15 siglos después de lo que se supone”
En el período persa (538-330 a. C.) el pueblo hebreo, después del exilio en Babilonia, vivió en la pequeña provincia de Yehud. Estaba debilitado económica y políticamente. Su Dios había sido derrotado por el imperio babilónico. ¿Cómo conciliar semejante frustración con el sueño de ser el único pueblo elegido de Yavé? Gracias al persa Ciro, que los liberó, los hebreos recuperaron la autoestima al crear una colección de relatos sobre las hazañas del Dios único, histórico, supranacional y señor del Universo.
De Abraham a David, la narración bíblica es un mito fundacional, como la Eneida, con la que Virgilio creó la fundación mítica de Roma por Eneas. Los vencidos reescribieron la historia, se elevaron en una epopeya por encima de todos los pueblos y rescataron su identidad.
Por tanto, la Biblia no cayó del cielo. Es obra de un pueblo sufrido, cuyo sentimiento religioso lo llevó a empeñarse en descubrir un nuevo rostro de Dios y a recrear su identidad histórica. Eso sí fue un milagro.
Los arqueólogos encontraron en la Península del Sinaí inscripciones que demuestran que los hebreos le rendían culto a Yavé y a su esposa Asera. Y Reyes 23,6 registra que Asera figuraba entre otras divinidades en el Templo de Jerusalén hasta la época de Josías, que mandó a quemarla. Eso demuestra que Israel no siempre fue monoteísta.
Según Reimer (2009), en sus inicios Israel fue politeísta. En el sitio de Kuntillet Ajrud, excavado entre 1975 y 1976 por el equipo del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, se encontraron fragmentos de cerámica de fines del siglo IX e inicios del VIII a. C, con la siguiente inscripción en paleohebraico: “Para Yavé de Samaria y su Asera”.
La Biblia tiene alma, espíritu religioso, pero no siempre tiene razón al referirse a los hechos históricos. Esos descubrimientos científicos no minan la fe, excepto la de quienes basan sus convicciones históricas en los relatos bíblicos. La fe, como el amor, es una experiencia espiritual, un don divino. Y cuando madura no se apoya en las muletas de la ciencia, del mismo modo que la matemática y la física no disponen de una ecuación que pueda explicar lo que une a dos personas que se aman.
Traducción de Esther Pérez
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