28 junio 2020. Dom 13 tiempo ordinario. Quien quiera a su padre o su madre más que a mí no es digno de mi
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Así dice Jesús,como representante de aquellos a quienes él quiso y con quienes él se identifica (marginados, hambrientos, expulsados, niños sin familia…). De esa forma eleva su alternativa de “reino de Dios” frente a un tipo de estructuras de familia al servicio de intereses de clan o de grupo, en contra de los excluidos y pobres.
Jesús no habla así contra los padres necesitados de cuidado y cariño, a quienes el 4º mandamientopide que se honre (con Mc 7), sino contra un tipo de padres-patriarcas, que quieren perpetuar su sistema de poder excluyendo o marginando a pobres e impuros, enfermos y extranjeros, que forman su pueblo y familia mesiánica
Jesús habla como iniciador y signo de la familia de Dios, que es la humanidad fraterna, donde los más importantes sona los que no tienen familia (padre, hijos, hermanos…), los expulsados sociales, excluidos, huérfanos y extranjeros, esclavos, descartados, encarcelados, víctimas de tratas de diverso tipo…
Ésta es la palabra clave del evangelio de este domingo 13 del tiempo ordinario (28, junio 2020), uno de los más escandalosos y necesarios, en un tiempo como el nuestro donde hay un sistema de “padres” políticos e ideológicos, económicos y sociales que olvidan y oprimen (excluyen) a los pobres.
Evangelio del domingo. Comienzo
“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí. y el que no tome su cruz y me sigue no es digno de mí.El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará… (Mt 10, 37ss).
Tema central
‒ Este es un tema “escandaloso”, difícil de resolver, un tema de “buenas familias”, que se protegen a sí misma, buscando su riqueza y seguridad, pase lo que pase con los otros (las familias de los sin familia, esclavos, pobres de diverso tipo)
‒ Es un tema de política: Muchos estados y partidos políticos (especialmente los que se llaman de derechas, defensores del orden y de las llamadas “tradiciones cristianas”) buscan el bien de sus propios grupos (de sus padres‒madres‒ de sus hijos‒hijas, de sus hermanos‒hermanas), como si el mundo fuera de ellos, los demás a su servicio… El Estado Español es un buen ejemplo de esto. Grupos que se llaman de “tradición cristiana” no quieren ni hablar de esa palabra del Evangelio.
‒ Éste es un tema radical de Jesús y de su proyecto de Reino: Él ha empezado optando por los que no tienen familia, los impuros, enfermos, expulsados. Lógicamente, le acusan de desentenderse de los suyos (de su madre y sus hermanos, de los buenos judíos, cf. Mc 3, 20‒35)…, pero él se defiende diciendo que antes que sus hermanos de buena familia están para él los que no tienen familia, excluidos, abandonados…
‒ Éste no es un tema de mística interior (que también lo es), sino de mística social. ¿Quién está dispuesto a crear una familia como la de Jesús? La misma iglesia tiene que aprender muchísimo de este evangelio
Bibliografía. He desarrollado este motivo en dos libros: Historia de Jesús (VD, Estella 2015 y La Familia en la Biblia,VD, Estella 2017)
Principio del tema
Jesús quiso realizar una trasformación radical de la vida social y familiar, pero no en clave de lucha (matando a los enemigos), sino de comunión, a partir de los itinerantes pobres, excluidos sociales, enfermos, pobres, descartados que, en general, no tenían familia. Con ellos quiso crear un nuevo tipo de familia/sociedad desde los excluidos y “pequeños” (itinerantes), a quienes ofreció el encargo de anunciar el Reino de Dios y de iniciar su construcción.
Jesús no quiso unos pequeños retoques, ni inició un reino puramente espiritual (intimista), sino que puso en marcha un movimiento totalde construcción del Reino de Dios, es decir, una nueva comunidad, en esta aquella misma tierra de Israel, empezando por los rechazados, sin propiedades, ni fortuna, ni familia patriarcal (por los expulsados de la sociedad).
Su proyecto se distingue así de los sistemas de poder, que construyen sus reinos por la fuerza, y se distingue también de un tipo de instituciones espiritualistas que buscan en el fondo una evasión de tipo pseudo-religioso. Jesús no quiere que “unos” (pobres) tomen las tierras de “otros” (más ricos), arrebatándoles su propiedad, sino superar el mismo sistema de propiedad, promoviendo un movimiento donde los marginados ofrecen salud y curación a sus marginadores.
- En una situación opresora, de muerte, de muerte de los pobres. El Imperio de Roma se había formado, de manera descendente, desde los niveles superiores, de manera que el orden social reproducía el modelo de una “buena” familia patronal, donde los altos favorecían a los bajos (y los bajos apoyaban a los altos, como clientes), en línea de poder. En contra de eso, Jesús ha querido que surja una familia que sea simplemente familia (no patriarcalista), donde los más pobres empiezan enriqueciendo (curando) precisamente a los ricos.
- Como buen israelita, Jesús no ha querido transformar el poder desde arriba (el Imperio romano, los reinos/gobiernos vasallos de Galilea o Judea…), sino que ha empezado cambiando la estructura familiar, entendida en sentido extenso, como grupo social básico. No ha querido fortalecer un tipo de familia tradicional, fundada en modelos de posesión, que justifican el orden establecido, expulsando del sistema a los menos afortunados (a los que no tienen familia), sino un orden donde quepan todos, precisamente desde los más pobres, invirtiendo los modelos de poder. Estos son los elementos básicos de su propuesta:
- Una familia rota.No tuvo que romper directamente la familia tradicional, pues ella se encontraba rota, en muchos casos, como suponía la misma tradición antigua, cuando quería defender a los huérfanos-viudas-extranjeros, es decir, a los expulsados y marginados, a quienes Dios considera su auténtica familia (cf. Ex 22, 20-23; Dt 16, 9-15; 24, 17-22). Jesús opta precisamente por los huérfanos-viudas-extranjeros de su tiempo, es decir, por aquellos que han sido rechazados por la “buena” sociedad de su momento.
- De esa forma se opuso a un orden social en el que algunos, en nombre de sus privilegios patriarcales, expulsan y oprimen, utilizan y destruyen a los menos privilegiados. Por eso, ha rechazado (ha declarado rota) una forma de familia dominante, de tipo jerárquico-impositivo, fundada sobre principios de posesión, en la que unos se imponen y excluyen a otros (les expulsan del buen todo). La opción de Jesús a favor del Reino (de los excluidos) le ha llevado a oponerse a un orden familiar jerárquico que se impone y funciona expulsando a los más pobres. Actúa así para que pueda surgir una familia abierta a todos, empezando por los excluidos (cf. Mt 10, 35-37; Lc 12, 53; 14, 26). A su juicio, desde la perspectiva de los pobres, la familia estaba rota, no podía hablarse de familia.
- Su cambio de familia exigía un cambio de economía y sociedad. La familia tradicional estaba muy vinculada a un tipo de estructura económica, de forma que los carentes de familia solían ser básicamente los pobres, sin bienes materiales ni amparo social, los enfermos e impuros. Ciertamente, hay una riqueza que puede minar y amenazar a la familia, haciendo que ella se convierta en un espacio de egoísmo posesivo. Sin embargo, en general, lo que destruye a la familia tradicional es la pobreza y falta de recursos, que deja a los hombres sin campo, a las mujeres sin libertad y a los niños sin amparo.
- Por eso, los carentes de “casa/familia” eran en general los pobres, los huérfanos, viudas y extranjeros, es decir, los que no podían apoyarse en la estabilidad económica y social que ofrece la tierra. En sentido tradicional, la posesión de una familia y casa (con campos) era signo de bendición, pero esa posesión podía convertirse también en instrumento de pecado, pues la abundancia de unos se construía sobre la carencia de otros. Lógicamente, para buscar una familia de Reino, expresada en formas de gratuidad y universalidad, partiendo de los pobres, Jesús debía superar la familia clasista (patriarcalista) que había desembocado en la ruptura social y en la opresión de los pobres de Galilea.
Un programa escandaloso:Odiar padre y madre…
Así formula Jesús su programa: Quien ame al padre o madre más que a mí (= quien no supere un tipo de familia clasista, impositora) no es digno de mí.En ese contexto se entiende la exigencia de Jesús: No absolutizar al padre y a la madre (Mt 10, 37‒38). De forma paradójica, escandalosa, otra tradición del evangelio habla de odiar a padre-padre, hermanos-hermanas… (Lc 24, 26 Q; cf. EvTom 55, 1-2; 101, 1-3). “Odiar” significa dejar en un segundo plano a los que parecen más íntimos, para acompañar y ayudar a los más necesitados.
Al hablar de esa manera, Jesús no ha querido negar o criticar unos lazos de sangre, de tipo biológico y social, para crear una familia espiritualista, por encima de la naturaleza mala (como parece querer ya el Ev.Tom), sino que critica el riesgo de una familia excluyente, una estructura social fundada en el patriarcalismo o el poder de grupo o de estado político, de iglesia o religión social.
Jesús se opone a un tipo de familia superior, formada por una élite de privilegiados, porque busca el surgimiento de una fraternidad mesiánica más amplia y más justa, abierta de un modo especial a los necesitados o expulsados de la familia anterior. En ese sentido, pide a los suyos, de forma simbólica fuere, que odien (es decir, que superen) el exclusivismo de un tipo de relación social propia de los privilegiados, para crear otra relación más honda, más extensa, hecha también de carne y sangre, pero que no esté fundada en los poderosos y grandes, sino en los pobres y expulsados de los modelos familiares antiguos, pudiendo así abrirse a todos los necesitados.
- Jesús entiende el Reino de Dios, un revulsivo contra un tipo de familia, para crear un orden social nuevo. Conforme a lo que venimos indicando, Jesús no ha querido romper sin más un tipo de familia dominante (vinculada al sistema de poder), sino que ha buscado el surgimiento de espacios de comunión (de comunidad, de encuentro mutuo) que respondan a la voluntad de Dios y a la verdadera identidad humana.
- No ha buscado una agrupación espiritual de creyentes, de tipo elitista, como han pensado algunos, un círculo sagrado, propio de unos iniciados (como los de Qumrán), una familia separada de la vida concreta y de sus exigencias y tareas (engendramiento y trabajo, economía y relaciones mundanas), sino trasformar la vida concreta, las relaciones afectivas y laborales, económicas y políticas. No ha permanecido al otro lado del Jordán, como el Bautista, en actitud de pura “interinidad”, hasta que llegue el juicio. Al contrario, él ha iniciado un movimiento social capaz de suscitar nuevas relaciones familiares.
- Lógicamente, Jesús ha debido criticar un tipo familia que se funda en principios de poder y que reproduce las jerarquías del Templo de Jerusalén y del Imperio de Roma, una familia que ratifica el dominio del más fuerte (el padre patriarcal, signo de la ley), donde sólo los ricos propietarios pueden tener casa y libertad, dentro de un esquema de relaciones de tipo jerárquico.
Éste es el núcleo del escándalo de Jesús. Con el fin de reconstruir otra forma de familia (y de relaciones humanas) desde una perspectiva de libertad y amor, en intimidad (cercanía afectiva) y en apertura al conjunto social (a los débiles y excluidos), Jesús ha rechazado las estructuras familiares dominantes, que habían desembocado en la situación social y laboral de Galilea (y del conjunto del imperio romano).
Precisamente aquello que parece más alto y más alejado de este mundo (la llegada del Reino de Dios) hace que Jesús se oponga a un tipo de familia que reproduce los esquemas del Imperio (Roma) y del templo (Jerusalén). Algunos años antes, el emperador Augusto había querido reimplantar en Roma unos modelos de familia jerárquica y unitaria donde venia a expresarse el esquema de poder del Imperio. Por ese mismo tiempo, los judíos fariseos habían comenzado a recrear el judaísmo nacional, fortaleciendo los lazos tradicionales de la familia. Pues bien, Jesús piensa (al menos implícitamente) que el modelo fariseo es insuficiente y que sólo superando el esquema de familia-imperio (de dominio económico y social) de Roma se puede crear una “familia de Reino”, desde los más pobres. En este contexto se pueden destacar tres rasgos:
El mensaje y Dios de Jesús iba en contra de un tipo de familia cerrada en sí misma. La misma fe mesiánica rompe una estructura patriarcal de tipo elitista, que expulsa a los pobres: “Si alguien viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 26). La unión con Jesús (que es la vinculación a su movimiento, a la nueva familia del Reino) aparece así como valor supremo, que supera y deja en un segundo plano otros valores. Pues bien, esa unión se despliega y expresa en el surgimiento de una familia mesiánica, donde todos son hermanos, partiendo de los más pobres. “Amar a (ir con) Jesús” significa optar por su evangelio, es decir, por los herederos del Reino, que son precisamente los que no tienen familia (los expulsados del orden tradicional).
En ese contexto, hemos él habla provocadoramente de “odiar” (abandonar y superar) el esquema y modelo de vida de aquellos que toman la familia como espacio de egoísmo compartido de algunos, que oprimen a otros. Para formar parte de su movimiento (comunión abierta, en libertad y amor) hay que superar el egoísmo grupal de los que entienden la familia (es decir, la sociedad) en línea de jerarquía de poder (económico, social o religioso).
Hay una familia que debe morir, para que nazca la familia de los hijos de Dios, de los hermanos universales. Jesús quiere una familia de comunión, no de poder, una familia que se funda en el amor de Dios Padre hacia todos. El ataque e Jesús va dirigido en contra de una de poder familiar, que protege a los del propio grupo (políticos, cultural, económico, religioso…) y excluye a los demás (cf. Mc 3, 31-35; Lc 11, 27-28; Lc 12, 51-53)…
Jesús no empieza criticando al emperador de Roma, gran Padre del imperio…, ni al Sumo Sacerdote de Jerusalén, Padre de la nación elegida… Lo que él critica es un tipo de poder familiar, de tipo social y religioso, centrado sobre todo en los padres (modelo patriarcalista) que excluye del honor y de los bienes de la vida a los distintos, a los marginados, enfermos… ec.
Un cambio en la familia implica un cambio en la sociedad y viceversa, un cambio en la visión del mismo Dios. El centro del movimiento de Jesús no está en alguna forma de doctrina separada sobre Dios (un Dios del Imperio o del Templo), sino su forma de entender a Dios como Padre de todos, en especial de los expulsados, para criticar (superar) de esa manera una forma de familia dominante, para crear relaciones de felicidad abierta, en amor intenso, cercano. Por eso, el movimiento de Jesús ha de entenderse como despliegue de relaciones familiares/sociales, en plano afectivo, económico y organizativo, siempre en línea de felicidad, de libertad, de acogida a los pobres.
Romper para construir: La iglesia/familia mesiánica.
Jesús ha combatido un tipo de familia de privilegiados (hecha de dominio y jerarquía, partiendo de un Dios de los privilegiados), con el fin de que todos quepan en su nuevo espacio fraterno, no sólo los expulsados del orden social, sino incluso aquellos que les expulsan y combaten, pues también ellos pueden formar parte de la “nueva familia”, siempre que dejen de oprimir a los demás y se dejan acoger por los pobres. Éste es el sentido de su exigencia de “amar a los enemigos”, no para que las cosas queden como están, sino para que los “enemigos” (los pobres, los distintos) puedan entrar en el proyecto universal de reino, es decir, en la familia mesiánica.
En el camino que va de la vieja familia patriarcalista, fundada en el Dios poderoso que expulsa a los pobres, a la nueva familia, que se construye desde esos pobres, al servicio de todos (incluso de los antes ricos o patriarcas), se sitúa el proyecto de Jesús, interpretado de formas distintas (y convergentes) por los diversos estratos del Nuevo Testamento, pero siempre en línea de fidelidad personal, de felicidad, de acogida. Como venimos diciendo, más que una religión espiritualista, de hondura interior en intimidad, Jesús ha fundado un movimiento social que se abre, en claves de familia (fraternidad, casa ampliada), hacia todos, desde los más pobres (itinerantes). En ese proyecto universal de familia caben madres e hijos, e hermanos y hermanas, pero no el viejo tipo de padres patriarcalistas, que deben ser sustituidos por otros padres, en línea de Reino de Dios (cf. Mc 3, 31-35; 10 29-30 par).
Cada forma de experiencia religiosa (de visión de Dios) suscita una sociedad y familia que responda a su dinámica espiritual. La visión que Jesús tiene de Dios como Padre y de Reino como fraternidad universal, desde los pobres, implica un tipo especial de relaciones, fundadas en un amor íntimo (cercano, de novio-novia: cf. Mc 2, 19), y al mismo tiempo universal, abierto en comunicación concreta (en carne) hacia los excluidos de la sociedad (cf. Mt 25, 31-46). En ese contexto se sitúa la paradoja de Jesús.
‒ Por un lado, rechaza la familia patriarcal, es decir, una sociedad político/religiosa fundada en una autoridad exterior o superior que, expandida de un modo concreto, ha desembocado en la imposición social galilea y romana de su tiempo.
‒ Por otro lado, llama a Dios Abba, aplicándole el primero de todos los símbolos familiares. Desde este fondo ha de entenderse la relación que él establece entre itinerantes y sedentarios, dentro del movimiento del Reino.
En esa unión de Dios Padre, que acoge a todos y envía a Jesús para expresar y realizar su tarea en el mundo se condensa el evangelio, y el camino de la Iglesia, tal como lo puede y debe retomar el cristianismo del siglo XXI.
Nueva misión cristiana, los “itinerantes” de Jesús
En contra de un sistema de patronazgo. Los romanos del imperio querían un sistema social de patronazgo… De ricos (riquísimos patrones), jefes de grandes familias que se apoyan en el voto y servicio de los “cientes”. El esquema de patronazgo-clientela era dominante en las ciudades ricas del entorno de Galilea y se expresaba en una estructura social de tipo clasista: los buenos patronos ofrecen ayuda económica a sus clientes; los clientes fielesapoyana los patronos y les conceden honor.
Entre unos y otros se establecían relaciones de poder, en línea de egoísmo mutuo (unos necesitan a otros) y no de solidaridad. Además, los “ilustres” patronos sólo promueven y protegen a un tipo de clientes que ellos necesitan, manteniéndoles siempre sometidos, mientras dejan morir (expulsan, incluso liquidan) a los que no necesitan.
Pues bien, en contra de esa costumbre del entorno (del conjunto del Imperio romano), los misioneros cristianos (que son itinerantes pobres) no se ponen bajo la protección de unos patronos ricos, pues no quieren establecer una nueva sociedad de clases, sino que ellos mismos actúan como portadores de una familia de Reino, donde todos puedan no sólo compartir lo que tienen, sino ofrecer lo mejor de sí mismos al servicio del movimiento de Jesús. Ni los sedentarios son patronos, ni los itinerantes son clientes, sino que unos y otros son portadores del Reino (en especial los más pobres). Los itinerantes ofrecen (regalan) el Reino como salud; los sedentarios ofrecen y comparten sus bienes (tierra, casa, comida…) con todos (cf. Mc 10, 29-30).
- Familia del Reino, una tarea de itinerantes, no de patronos ricos, jefes de familia. El grupo más significativo y propio de Jesús lo forman los itinerantes, varones y mujeres que van y vienen, como portadores de un mensaje y movimiento que ellos deben extender, pues “la mies es mucha, los obreros pocos…” (Mt 9, 37-38; Lc 10, 2). Estos obreros-ambulantes son sembradores de Reino: tienen una tarea urgente que cumplir, porque la mies ya próxima del Reino han de sembrarla y cosecharla precisamente aquellos que no tienen campos propios. Lo han perdido (o lo han dejado) todo, pero Dios les hace trabajadores de la mies universal, de la gran cosecha del Reino. Juan Bautista anunciaba también una siega o corte final de la historia, pero en forma de juicio, no de convivencia entre itinerantes y sedentarios. Jesús, en cambio, piensa que la gran siega vincula a unos con otros, desde el Reino. Así empieza la nueva familia de Jesús, animada por unos itinerantes, que han dejado las estructuras de las grandes familiar, para ponerse al servicio de todos.
- .Itinerantes evangélicos. En contra de la “política socio‒religiosa” de patronazgo, de grandes ricos (en plano social, económico o religioso”, el evangelio 3es una tarea de itinerantes… La itinerancia es una forma de acercamiento directo, donde lo que importa es precisamente el encuentro personal. Jesús no espera que los hombres y mujeres vengan (como iban donde Juan Bautista o como deben ir al templo), sino que él mismo va: se pone en marcha, con los itinerantes (como ellos) a buscar a las personas que se encuentran expulsadas y arrojadas, como ovejas sin pastor, es decir, como gentes sin casa ni familia (cf. Mt 9, 36).
Entendido así, el itinerante es un hombre que sabe crear relaciones, desde la palabra (comunicación) y desde la experiencia de una salud más alta. Ese acercamiento personal es creador de salud. Sale de su posible tranquilidad, de su estabilidad espiritual o familiar, no se encierra en un pequeño grupo, sino que actúa al servicio del Reino, Así van todos, sin poder exterior, simplemente como personas, como seres humanos, ofreciendo la salud más alta, que es la dignidad de ser, la vida humana, para establecer de esa manera relaciones personales.
Itinerancia y misión. Nueva familia
La itinerancia es una forma de comunicación, al servicio del encuentro humano. Hay una itinerancia de conquista, que ha venido a expresarse muchas veces en formas de lucha e imposición (grupos y pueblos móviles han invadido las tierras de los ya asentados, desde los viejos hebreos en Palestina, hasta los anglosajones o hispanos en América). Pero hay una itinerancia de humanidad, que puede convertirse en fuente de comunión solidaria. Desde el fondo de su carencia, los itinerantes de Jesús poseen una riqueza superior y se la ofrecen a los más ricos (sedentarios), curándoles así de la enfermedad que nace de su riqueza no compartida.
En esa última línea se entiende la itinerancia voluntaria, propia de aquellos que (por necesidad o sin ella) optan por vivir de un modo desprendido, sin nada para sí, poniéndose en manos de los otros, para enriquecerles desde su pobreza. Ésta es una itinerancia que debe estar de algún modo regulada (no todo vale y da lo mismo), pero que sigue siendo radicalmente libre, una opción voluntariamente asumida por los creyentes… Ésta es la itinerancia que se vuelve comunicación de Reino, una forma de creación de Iglesia: una manera fuerte de agradecer y compartir la vida, regalándola de un modo gratuito, para así crear comunidades de gratuidad. Los itinerantes de Jesús no tienen nada que guardar, nada que defender ni conquistar; por eso pueden dar a los demás lo que tienen y darse ellos mismos, volviéndose germen de una familia más amplia.
La itinerancia cristiana quiere ser misionera. Los enviados de Jesús empiezan siendo itinerantes. En un primer momento, ellos empiezan visitando a las ovejas perdidas de la “casa” de Israel, como ha recogido un texto de la tradición judeo-cristiana de Mateo que refleja aquello que pasaba de hecho, básicamente, en tiempo de Jesús: “No vayáis por los caminos de los gentiles, ni entréis en las ciudades de los samaritanos. Id, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 10, 5-6). Ampliando ese círculo, la iglesia posterior ha destacado el carácter universal de esa itinerancia, pues, por su lógica interna, ella se abre desde los “perdidos de Galilea/Israel” a todos los necesitados del mundo, superando de esa forma los muros que se habían establecido entre grupos religiosos, nacionales o sociales. Jesús ha iniciado así un tipo de itinerancia abierta al encuentro universal, desde los campesinos de Galilea.
Desde ese contexto se entiende la familia de Jesús… con la palabra escandalosa: Quien ame a su padre o a su madre más que a mí (más que los pobres y excluidos…), quien anuncie un evangelio para ricos bien establecidos (en plano político, social, económico…) no es digno de mí, es decir, del evangelio de Dios.
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