Yo creo en tí.
Ve con confianza en la dirección de tus sueños y vive la vida que has imaginado (Henry David Thoreau)
10 de mayo. DOMINGO V DE PASCUA
Jn 14, 1-12
No os tu turbéis, creed en Dios en mí (v14, 1)
Muchas veces escuchamos decir a la gente que las personas religiosas no piensan, no se cuestionan las cosas, no son inteligentes; los católicos repiten lo que dice el Papa, creen en dogmas, pero no saben explicar lo que creen.
Y si bien, como en todo, existen personas que quizás repiten sin reflexionar, o creen sin cuestionar, no son la mayoría, pues todo buen cristiano debe conocer lo que cree. La fe no es ciega, es luz, lo cual nos permite ver profundamente y comprender la realidad de un modo único.
La fe no es irracional; si bien va más allá de la razón, no queda limitada por ella. La fe es racional, es lógica.
“Las esperanzas vanas y engañosas son para el imbécil, los sueños dan alas a los insensatos; tratar de asir una sombra o perseguir el viento es buscar apoyo en los sueños” (Eclesiástico 34, 1-2)
Pero las palabras de Jesús no es suficiente soñarlas, hay que oírlas bien primero, y luego llevarlas a la práctica.
Quienes no nos engañan nunca, porque la trampa sería una traición a su propia naturaleza, son los animales y las plantas, y porque según el Antiguo Testamento, “todo lo creado es carne mortal (Génesis 6, 13), o Isaías 40, 6: “Toda carne mortal como hierba, y toda su belleza flor campestre”.
En La vida secreta de las plantas, Peter Tompkins y Christopher Bird dicen:
“Las plantas son seres vivos maravillosos, únicas criaturas que en medio del silencio producen su propio alimento y constituyen la mayor fuente de riqueza de nuestro planeta; y que todos los seres existentes -el hombre, las plantas, la Tierra, los planetas y las estrellas- se relacionan íntimamente entre sí: lo que afecta a uno de ellos afecta a los demás, manteniendo relaciones físicas, emocionales y espirituales entre las plantas y el hombre.
Si yo no creyera en ti, Jesús, pensaría que te estoy traicionando, a ti y a mí de algún modo, y sentiría y tendría grandes remordimientos en las ideas de mi conciencia.
Escribió Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray: Todos los impulsos que nos esforzamos por estrangular se multiplican en la mente y nos envenenan. Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de un remordimiento.
Lo ideal sería estar convencidos de que Dios hizo desde el principio un mundo distinto, que está dentro y fuera de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir.
Zaida C. de Ramón dice así en uno de sus Poemas:
COMO UN BARCO A LA DERIVA
Nunca olvidaré aquel día
cuando a mi vida llegaste
en tinieblas yo me hallaba,
mas Tú mi senda alumbraste.
Entre multitud de gente
vagaba sin esperanza
como un barco a la deriva
naufragando, iba mi alma.
A inquirir comencé un día
¿qué pasaba? no sabía
entre temores y dudas,
existía, mas no vivía.
¿Qué pasa conmigo, Dios?
¿Qué es lo que me está pasando?
Quiero reír y no puedo;
siempre termino llorando.
Ayúdame mi buen Dios;
ayúdame, te lo pido
sana ya mi corazón
y llena hoy mi vacío
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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