No perdamos la calma en la vida.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
- mi alma está triste hasta la muerte.
La invitación a la calma con la que comienza el evangelio de hoy se sitúa en un contexto de mucha agitación: Judas ha salido ya de la cena, los acontecimientos últimos de Jesús se van precipitando, los discípulos presienten la pérdida de Jesús. El mismo Jesús en el huerto de los olivos (Getsemaní va a sentirse angustiadoy con una tristeza mortal (Mc 14,33-34) ante lo que se le venía encima. Mi alma está triste hasta la muerte, (Mt 26,38).
También nosotros estamos o podemos atravesar violentas turbulencias y vivir en tristeza y angustia. “Getsemaníes” hay muchos y para todos en la vida: por razones de salud-enfermedad, por desestabilizaciones físicas, psíquicas, por decepciones profundas, por el mismo pecado, por los cansancios existenciales.
Si somos sensibles, nos causan indignación y coraje la actitud y criterios de muchos políticos, de no pocos obispos, el mal trato a muchos emigrantes, las personas indefensas ante el poder civil y eclesiástico, los ancianos maltratados o despreciados. La pandemia nos puede causar una sensación no tanto de aburrimiento, que sería lo de menos, sino de una incertidumbre difusa: ¿qué será de nosotros, de nuestras gentes? ¿Cómo irán las cosas?
En la situación actual podemos sentir miedo y / o angustia.
El miedo es una vivencia fuerte e intensa que sentimos ante la presencia de un peligro más o menos inmediato y concreto.
La angustia (palabra originaria que significa angosto, estrecho) es un estado afectivo sufriente que aparece como reacción ante un peligro más bien desconocido, difuso pero que afecta embarga a toda la persona hasta su última célula o neurona.
El miedo y la angustia pueden impregnar nuestra vida y pueden provenir de las causas más diversas: miedo ante una enfermedad, problemas afectivos, económicos, etc.
- No perdáis la calma
El mismo Jesús que tantas veces les dijo a los suyos y a nosotros: no perdáis la calma, no temáis:
Jn 6,20 (saliendo del lago) Jesús les dijo: Soy yo; no temáis.
Jn 14,1 No perdáis la calma, creed en Dios: creed también en mí.
Jn 14,17 La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Jn 16, 33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo
Jn 20,19-21 Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas los discípulos encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
No tengáis miedo en la vida, confiad.
La confianza (fe) no es ni sedación, ni seguridad.
Por una parte la confianza no es una sedación química de la farmacopea, necesaria en algunos casos, pero no es el estado de ánimo humano habitual, (no es lo mismo estar dormido-sedado, que estar en paz).
Tampoco la confianza viene de una seguridad doctrinal o legal que proviene de que está permitido o prohibido; o, ésta doctrina es así y yo la digo así, luego tengo razón. Eso tiene que ver más con el legalismo y fariseísmo, que con la paz del Señor, la serenidad profunda.
La confianza se ventila en la intimidad del alma, en lo hondo del ser donde nos encontramos con nosotros mismos y con Dios: ese encuentro último es causa de una gran serenidad y paz, incluso alegría.
La confianza, la fe, es fuente de serenidad y calma. La desconfianza es causa de gran ansiedad y angustia.
El vacío, el miedo, la angustia no se superan con estructuras, con poder, ni con dinero sino con la confianza, la fe que acontece en el silencio ante Dios.
- El futuro absoluto: en la casa de mi Padre hay muchas estancias.
Jesús no se refiere a tener una casa, una estancia o un hotel de lujo medicalizado. Tampoco la casa del Padre es el Templo: Jesús habla de destruir este templo y comienza volcando las mesas y el negocio de los cambistas, etc.
La casa del Padre es la intimidad y cercanía de Dios. El cielo no es un lugar, sino la vivencia en la confianza con Dios. El lugar del ser humano es Dios.
En la confianza, en el amor no hay temor, (1Jn 4,18). No tenemos miedo a aquella persona en la que confiamos, más bien todo lo contrario, la estimamos, la queremos, nos fiamos de tal persona.
Quien me ve a mí, ve al Padre.
A Cristo le vemos el ser humano. El hombre es sacramento de Cristo: ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, enfermo, encarcelado, desnudo? Cada vez que lo hicimos con uno de los pobres hermanos de Jesús.
Ahí radica la fe, la confianza. Cuando amamos y trabajamos por el hermano, estamos en calma.
Mal que bien parece que estamos saliendo de esta pandemia. Eso también es evangelio: buena noticia. Pero lo decisivo es el futuro absoluto, la esperanza en que la historia y el Universo terminan bien en las “estancias”, en Dios.
- la esperanza es la hija de la confianza.
La esperanza es la relación amable que establecemos con el futuro. La relación amable nace de la confianza. Confío, me fío, por eso espero.
Yo no pongo mi confianza en la institución, en las estructuras, en el poder. Siempre que haya instituciones humanas habrá lucha por el poder y por tanto, desasosiego y ansiedad.
Confiamos y esperamos en el futuro, en el horizonte, en la Vida. ¿Quién sabe cómo será el futuro? De algún modo hemos de hablar. La cuestión no es cómo será el futuro, el cielo, sino lo decisivo es que será.
Confiad, esperad.
- Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Ya desde el prólogo, desde el comienzo del evangelio de San Juan, la Palabra, Jesús es la luz, la verdad y la vida.
No se trata de una cuestión moral
- o El camino no es el juridicismo, menos el legalismo. El camino es el Señor, el Hijo, expresión del Padre, que nos guía y orienta siempre. El camino hacia Dios es el ser humano.
- o La Verdad no es una “pedrada dogmática” que ya nadie entiende, sino una nostalgia infinita del encuentro con el Señor: La Verdad en el cristianismo no es un libro, sino una persona: Cristo.
- o La vida es la vida, ámala y defiéndela. Cristo es la vida: el que cree tiene ya la Vida.
No hay caminos, sino horizontes, estelas en la mar (A Machado), búsquedas, Éxodos y Emaús.
No perdáis la calma, confiad.
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