La fuente de la Paz
10 mayo 2020
Jn 14, 1-12
Hay personas que buscan la calma en la relajación, la práctica del yoga o del mindfulness. Y está bien. El cuidado integral de la persona requiere prácticas que relajen el cuerpo y acallen la mente. Sin embargo, la fuente real de la calma o de la paz es la comprensión experiencial de lo que somos.
En lenguaje teísta se habla de “creer en Dios”, en el sentido de “confiar”. En un sentido más amplio y en un lenguaje no religioso (universal), equivale a decir: “Confía en el fondo de lo real, confía en la vida”…
Ese “Fondo” último, como bien expresara el Maestro Eckhart, es a la vez nuestro propio Fondo. Cuando lo comprendemos, dejamos de vernos como el yo separado para reconocernos en nuestra verdadera identidad.
Parece que, por venir de donde históricamente venimos y por la propia naturaleza de nuestra mente, unido a la necesidad infantil de seguridad en alguien exterior (padre “todopoderoso”, madre…), el ser humano sueña con alguna presencia “exterior” protectora que le pueda aportar confianza, sobre todo en tiempos de incertidumbre o de angustia.
Eso explica que se haya vivido la religión en esa clave, en la espera de un “Padre todopoderoso” –que recuerda mucho al del sueño infantil– en quien confiar y a cuyo amparo acudir.
Por eso, al caer la idea de un Dios separado que habitara en otro “piso” superior –al ir descomponiéndose la creencia–, no pocas personas experimentan una sensación de soledad, como si hubieran quedado de pronto a la intemperie.
Sin embargo, si se lee bien, el propio texto ofrece la clave de comprensión: “Quien me ve a mí, ve al Padre”. El término “Padre” es una metáfora que apunta a ese Fondo inefable, que transciende la mente y la palabra. Y Jesús, hombre sabio, afirma que ese Fondo es lo que somos; que, miremos donde miremos, estamos viéndolo permanentemente.
Con todo ello, las palabras con que empieza el texto podrían traducirse” de este modo: No perdáis la calma, comprended lo que sois. “Creer en Dios” equivale a confiar en el Fondo último de lo real; “creer en mí” es una invitación a reconocer en cada uno y cada una de nosotros lo que el propio Jesús reconocía en sí mismo.
Cuando comprendemos vivencialmente lo que somos, brilla “la paz que supera todo lo que podemos pensar” (Filp 4,7). Porque, como dijera el sabio chino Huanchu Daoren en el siglo XVII, “la calma en medio de la quietud no es verdadera calma; mantenerse tranquilo en medio de la turbulencia, esa es la verdadera calma. La felicidad en medio del bienestar no es verdadera felicidad; mantenerse feliz al enfrentar la adversidad, ese es el verdadero potencial de tu mente”.
¿He encontrado el “lugar” de la paz?
Enrique Martínez Lozano
Fuente Boletín Semanal
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