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Archivo para abril, 2020

Sábado Santo: El tema no es morir, sino dar vida a la muerte

Sábado, 11 de abril de 2020
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stazione_01Del blog de Xabier Pikaza:

Bajó a los Infiernos, ascendió a la Iglesia

El jueves era el amor, el viernes la muerte, el Sábado es el silencio creador que viene tras la muerte. La novedad del hombre no es morir, también los animales mueren, sino el morir por asesinato. La novedad no es morir, sino morir para encender la llama de la vida quedando en la memoria viva de los hombres y así resucitando, más allá del túnel, más allá del puro dolmen de piedra (imagen 1 y 2).

Este Sábado,día de luto oficial de la Iglesia, día sin liturgia, día que parece  contrario al Dios de la creación, que culminó en un sábado su obra (cf. Gen 2, 1-4) está lleno de Dios transformador, que está vivo en la terapia del llanto. Como dice el credo más antiguo de la Iglesia, Jesús bajó a los infiernos del odio y del fracaso… Pero sus amigos  entendieron, hicieron luto y creyeron, esperando la resurrección.

Una tradición, que viene de de antiguo, dice que Jesús resucitó al tercer día…, esto es, el día en que la muerte queda ya fijada para siempre. Pues bien, esos tres días (tarde del viernes, sábado entero, madrugada del domingo), que en realidad no fueron más que un día largo de luto y de muerte, de bajada al infierno, son el tiempo de luto y nacimiento de la Iglesia.

Esta es la tarea del sábado del Cristo Muerto, todo el Sábado judío, la eternidad de Dios, para el nacimiento de la Iglesia. Desde ese fondo surge la reflexión que sigue.

 Principio. Testigo de Dios en la muerte

dolmen sorginetxe 2Fue ajusticiado por rebelde y su condena (fuera o no legal en perspectiva moderna), responde a la justicia de los romanos, que le acusaron y condenaron por “rey de los judíos”. No se puede probar que esa condena fuera una arbitrariedad o capricho de un mal gobernador, sino exigencia de la política romana.

Jesús fue condenado a muerte por un tribunal militar [2].Roma era un poder “tolerante”, pero debía mantener “su” paz amenazada, de un modo especial en Jerusalén, en aquellos días peligrosos de pascua (cf. Mc 14, 2). La posible inocencia de Jesús resultaba secundaria, frente al orden del imperio que había pactado con los sacerdotes judíos.

Frente a un Dios Orden, que defiende el sistema imperial, había elevado Jesús la visión y programa del Dios Libertad (del Éxodo y los profetas). No quería un simple cambio en el sistema, para mejorar el poder, sino la transformación del poder o, quizá mejor, su negación, para que así se revelara la gracia de Dios y de su Reino en la vida de los hombres.

Profundización. Conflicto con el Dios del templo

icona-quadripartita-con-cristo-crocifissoMurió a un tiro de piedra del Templo, que había sido construido para que los justos no murieran. Pero murió precisamente porque el templo antiguo avalaba y necesitaba su muerte para  mantener su poder sagrado. Por mantener su mensaje a favor de los pequeños y expulsados (sin imperio ni templo),  fue condenado, de manera que su muerte no fue casualidad, sino resultado de la lógica propia de los imperios y templos[3].

–Sus adversarios creían mucho en Dios, pero en línea de ley, de imperio y de templo de un Dios que define y distingue a los hombre entre buenos (elegidos) y malos (culpables). Ellos eran los buenos, Jesús el malo; por eso le mataron.

–En nombre del Dios de las víctimas del mundo, Jesús había invitado al Reino a los proscritos y manchados según ley, declarando inútil (esto es, superado) el orden sacrificial/legal del templo.

  No fue una disputa sobre leyes especiales (como las de Hillel y Shammai), sobre ritos y calendarios (como en el caso de los esenios), dentro del conjunto “legal” del judaísmo eterno.

 – Al convocar para el Reino a los excluidos, impuros y pecadores, Jesús se enfrentó con un tipo de justos y puros(cf. Mc 2, 17; Lc 15, 4-10; Mt 7, 36-47), que defendían su ley, para así mostrarse dignos de la elección de Dios; Jesús en cambio ofrecía solidaridad mesiánica y promesa de reino, a los expulsados de la alianza. Otros reforzaban la buena ley, separándose de los impuros; pero Jesús la extendió a los de fuera (enfermos, hambrientos), enfrentándose a los justos (superando así un tipo de ley nacional o imperial, judía o romana).

– Jesús supera así un de orden imperial, de ley militar y de templo, no por simple rechazo, sino subiendo de nivel en el camino de la revelación de Dios y de la transformación humana (buscando una fidelidad más honda a los principios del amor abierto, cercano, universal…. De esa forma, él defiende con su vida y obra una experiencia radicalmente judía, pero la universaliza, de forma mesiánica, abriéndola a los pobres y excluidos (judíos o no judíos)[4 y 5].(

Crucifixion-cristo-kJQD--510x349@abcAlgunos dijeron que Jesús murió llamando a Elías, para que se vengara de sus enemigos.Pero no llamó a Elías, sino a Dios… al Dios que tras haberle enviado como mensajero de su Reino parecía abandonarle[6].

– El evangelio (anuncio mesiánico) era apuesta por la vida en contra de la muerte, un manifiesto de gratuidad contra el talión y la violencia (que es el Dios de Caín: Gen 4), una declaración a favor del Dios del Cantar de los Cantares y del Siervo de Yahvé, en la línea de la teología más universal y generosa del AT.

– Desde ese fondo ha de entenderse el grito de Jesús llamando a Dios, diciéndole por un lado ¿por qué me has abandonado? y sabiendo, por otro, que Dios estaba presente en su abandono. Su muerte fue un  grito  al Dios escondido en el velo de la muerte, al Dios de las ovejas perdidas, de todos los expulsados y sacrificados en el altar de los grandes imperios y templos[7].

Él se lo había buscado; debía saber que le matarían… pues lo había buscado.

15Murió por haber cometido  con su vida un delito de muerte  contra la autoridad establecida, al buscar ante todo la curación y libertad de los enfermos, excluidos y posesos. Éste fue su gran pecado: Él no se opuso a un tipo de ley particular (como en las disputas entre diversos grupos de rabinos, recogidas en la Misná, entre el II‒III d.C.), sino a la “ley total del pueblo”, esto es, a su propia identidad, tal como la interpretaban en conjunto los rabinos.

Jesús debía saber a qué se exponía  a quedar sin memoria ni futuro al oponerse a unos escribas de ley que le acusaban por ser como era, por acompañar y ayudar a los expulsados del sistema social y religioso.  Jesús había optado por aquellos que no tienen derecho a la vida, enfermos, impuros y posesos, queriendo constituir (=crear) a partir de ellos el nuevo pueblo de Dios, y para que no pudiera existir ee pueblo le mataron[8].

 Jesús debía saber que su proyecto de Reino resultaba peligroso pues, con la excusa ideal de crear una comunidad para el Reino de Dios, él parecía romper la unidad real del judaísmo en Galilea.  Había otros grupos de judíos (esenios, saduceos, incluso celotas…), pero todos buscaban, cada uno a su manera, el establecimiento de la comunidad nacional, centrada en el templo. Jesús, en cambio, parecía buscar un judaísmo opuesto a los intereses de la unidad nacional centrada en la ley y el templo.  Evidentemente, era un hombre incómodo y provocador para el  establecido del mejor imperio (Roma) del mejor templo (Jerusalén)

 No era un hombre cómodo (Mt 12, 18-21; Mt 23).

  Como acabo de decir, otros grupos “judíos” se disputaban un tipo de poder sagrado dentro de un campo social y religioso (legal) establecido, apareciendo como pequeñas variantes dentro de un contexto social establecido. Jesús, en cambio, sube de nivel y su “denuncia” no se sitúa ya ante un simple cambio de detalle, sino que abre una alternativa radical en un mundo de imperios y templos [9].

 En un  sentido, Jesús fue un hombre cercano, amigo de publicanos y prostitutas, sanador de enfermos, liberador de endemoniados… Pero, al mismo tiempo, por hacer lo que hacía y anunciar lo que anunciaba,  tuvo que ser un profeta duro, enviado por Dios para anunciar el Reino y denunciar los pecados de su pueblo, con un tipo de acusación retórica intensa, que implicaba en el fondo la superación (destrucción) de un tipo de sistema religioso establecido.

No fue un místico de la intimidad y de la superación del deseo como Buda, ni un sabio pedagogo, ocupado de las verdades eternas, como Sócrates. Fue profeta de amor a los excluidos, y precisamente porque les amaba debió enfrentarse con los que promovían un tipo de Ley que en el fondo mantenía sometidos o excluidos a un tipo de enfermos, pobres e impuros. Ésta fue su paradoja: (a) Por un lado, él aparece como “manso” (acoge a todos los pecadores‒enfermos). (b) Por otro lado, él proclama su condena contra los defensores de un sistema de poder religioso, por encima de marginados y pobres.

Amor que significa una amenaza

 Jesús abrió un camino de amor y esperanza de Reino, como indica certeramente F. Josefo, al decir que “aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo tras su muerte” (cf. Ant 18, 64).  Pero otros se sintieron amenazadas por él (como el mismo Pablo), dispuestos a perseguirle (a impedir que siguiera extendiendo su proyecto)[11].

 No criticó a los «escribas y fariseos» desde el exterior, sino por dentro, porque formaban parte de su pueblo o de su iglesia. No les criticó por una interpretación particular de la ley (las interpretaciones eran muchas, como dirá la Misná), sino porque querían fundar su vida (y la de Israel) sobre una ley que deja fuera a los pobres, pecadores e impuros. No fue un reformador, sino un  provocador mesiánico[12].

Evidentemente, los provocados tenían razones para defenderse. Los sacerdotes podían decir que su oración y culto mantiene la unidad religiosa del pueblo y aplaca a Dios por los pecados, de manera que su templo y administración resulta necesaria. Los escribas y fariseos (no entramos ahora en el detalle de sus relaciones con Jesús) podían afirmar que su celo por la ley sostenía y sostiene la alianza del pueblo. También los poderosospolíticos podían afirmar que ellos mantienen el orden social del conjunto. Más aún, los mismos pobres de entonces y ahora pueden acusar a Jesús, porque no defiende su revolución, ni les lleva a tomar el poder.

Así actuaba Jesús como provocador universal, siendo, a la vez, el amante universal, desde el interior del judaísmo, ofreciendo amor y perdón sobre la ley a todos, pero, al mismo tiempo, quitando a cada uno su ventaja, de manera que al final todos quedaban sin seguridad, de forma que muchos podían sentirse tentados a responder con violencia a sus provocaciones. Este parece su secreto: quería a todos, pero no era hombre de un grupo, sino de la gracia que supera todos los grupos y partidos, de manera que nadie se podía e justificar por lo que tenía y/o hacía[13].

    Otros judíos de aquel tiempo elevaron sus condenas parciales, dentro de un equilibrio de poderes. Pues bien, desde su experiencia de gracia, Jesús pudo elevar y elevó su palabra de condena contra todos los que viviendo en un plano de ley criticaba o condenaban a los pobres, enfermos e impuros. La ley garantiza un tipo de orden, pero al servicio del sistema, defendiendo la estructura de este mundo. La gracia, en cambio, precisamente por ser gracia por encima de un sistema de ley y sacralidad organizada, eleva su «condena» desde fuera del sistema, diciendo a los hombres y mujeres que se cierran en la ley que corren el riesgo de matarse para siempre[14].

Atreverse a crear una vida con los sin vida, un camino con los sin camino

  Así pudo decir «no he venido a traer paz sino espada, una espada sin violencia imperial, por encima de todos los imperios» (Mt 10, 34). Ha traído la espada que divide y rompe los modelos de seguridad social de un mundo, que sigue sustentando la ley de los «buenos» grupos familiares. De esa manera, al superar la buena ley que sirve para defender los derechos de los grupos particulares del sistema, que se sostienen por la fuerza, Jesús viene a presentarse como el mayor de los provocadores, de manera que la ley tiene que perseguirle.

Así pudo decir que venía a crear un templo nuevo, para reunir a todos los hijos de Dios, por encima del templo legal de los buenos de Jesusalén.  Por su mensaje y opción a favor de los excluidos del sistema, que se expresó en su gesto provocador ante el templo (Mc 11, 15-18 par), Jesús rompió los esquemas y funcionamiento de la familia legal judía, para construir otra más cercana y más amplia, donde cupieran todos, de un modo gratuito, sin necesidad de templo externo. Leer más…

Biblia, Espiritualidad

¿Por qué el Señor está desnudo …?

Viernes, 10 de abril de 2020
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Del blog Pays de Zabulon:

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Me  pregunto por qué Nuestro Señor quiso estar totalmente desnudo en la cruz. La primera razón fue porque, por su muerte, quería poner al hombre en estado de inocencia, y los vestidos que llevamos son la marca del pecado. ¿No sabes que Adán mismo tan pronto como transgredió todo empezó a avergonzarse de sí mismo, y se hizo lo mejor que pudo vestidos con hojas de higuera? Porque antes del pecado no había en absoluto vestidos y Adán estaba totalmente desnudo. El Salvador por su misma desnudez mostraba que era la misma pureza, y además, que reparaba a los hombres su inocencia.

Pero la principal razón fue para enseñarnos cómo es necesario, si queramos agradarle, despojarnos y reducir nuestro corazón a la misma desnudez en la que estaba su sagrado cuerpo, despojándolo de toda clase de afecciones y pretensiones, a fin que no ame ni desee a otro que Él.

Un día el gran abad Serapion fue encontrado totalmente desnudo en una calle por algunos de sus amigos; éstos, movidos por la compasión, le dijeron: quién pusoos ha puesto en tal estado y quién os ha robado vuestros hábitos?. Oh, es este libro  el que me ha despojado así, hablando del libro de los Evangelios que sostenía.

Y yo, te aseguro que nada es tan limpio para despojarnos, que la consideración del incomparable despojo y la desnudez del Salvador crucificado.”

*

San Francisco de Sales,
Sermón para el Viernes Santo, 28 de marzo de 1614

***

Fuente: : francoisdesales.wordpress.com

***

Hoy la Iglesia nos invita a un gesto que quizás para los gustos modernos resulte un tanto superado: la adoración y beso de la cruz. Pero se trata de un gesto excepcional. El rito prevé que se vaya desvelando lentamente la cruz, exclamando tres veces: “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo”.

El motivo de esta triple aclamación está claro. No se puede descubrir de una vez la escena del Crucificado que la Iglesia proclama como la suprema revelación de Dios. Y cuando lentamente se desvela la cruz, mirando esta escena de sufrimiento y martirio con una actitud de adoración, podemos reconocer al Salvador en ella. Ver al Omnipotente en la escena de la debilidad, de la fragilidad, del desfallecimiento, de la derrota, es el misterio del Viernes Santo al que los fieles nos acercamos por medio de la adoración.

La respuesta “Venid a adorarlo” significa ir hacia él y besar. El beso de un hombre lo entregó a la muerte; cuando fue objeto de nuestra violencia es cuando fue salvada la humanidad, descubriendo el verdadero rostro de Dios, al que nos podemos volver para tener vida, ya que sólo vive quien está con el Señor. Besando a Cristo, se besan todas las heridas del mundo, las heridas de la humanidad, las recibidas y las inferidas, las que los otros nos han infligido y las que hemos hecho nosotros. Aun más: besando a Cristo besamos nuestras heridas, las que tenemos abiertas por no ser amados.

Pero hoy, experimentando que uno se ha puesto en nuestras manos y ha asumido el mal del mundo, nuestras heridas han sido amadas. En él podemos amar nuestras heridas transfiguradas. Este beso que la Iglesia nos invita a dar hoy es el beso del cambio de vida.

Cristo, desde la cruz, ha derramado la vida, y nosotros, besándolo, acogemos su beso, es decir, su expirar amor, que nos hace respirar, revivir. Sólo en el interior del amor de Dios se puede participar en el sufrimiento, en la cruz de Cristo, que, en el Espíritu Santo, nos hace gustar del poder de la resurrección y del sentido salvífico del dolor.

*

M. I. Rupnik,
Omelie di pascua. Venerdi santo,
Roma 1998, 47-53

***

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Ante la Cruz…

Viernes, 10 de abril de 2020
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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
(Lc. 23, 27)

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

theotherchristandresserrano

III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

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Hoy la Iglesia nos invita a un gesto que quizás para los gustos modernos resulte un tanto superado: la adoración y beso de la cruz. Pero se trata de un gesto excepcional. El rito prevé que se vaya desvelando lentamente la cruz, exclamando tres veces: “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo.

El motivo de esta triple aclamación está claro. No se puede descubrir de una vez la escena del Crucificado que la Iglesia proclama como la suprema revelación de Dios. Y cuando lentamente se desvela la cruz, mirando esta escena de sufrimiento y martirio con una actitud de adoración, podemos reconocer al Salvador en ella. Ver al Omnipotente en la escena de la debilidad, de la fragilidad, del desfallecimiento, de la derrota, es el misterio del Viernes Santo al que los fieles nos acercamos por medio de la adoración.

La respuesta “Venid a adorarlo” significa ir hacia él y besar. El beso de un hombre lo entregó a la muerte; cuando fue objeto de nuestra violencia es cuando fue salvada la humanidad, descubriendo el verdadero rostro de Dios, al que nos podemos volver para tener vida, ya que sólo vive quien está con el Señor. Besando a Cristo, se besan todas las heridas del mundo, las heridas de la humanidad, las recibidas y las inferidas, las que los otros nos han infligido y las que hemos hecho nosotros. Aun más: besando a Cristo besamos nuestras heridas, las que tenemos abiertas por no ser amados.

Pero hoy, experimentando que uno se ha puesto en nuestras manos y ha asumido el mal del mundo, nuestras heridas han sido amadas. En él podemos amar nuestras heridas transfiguradas. Este beso que la Iglesia nos invita a dar hoy es el beso del cambio de vida.

Cristo, desde la cruz, ha derramado la vida, y nosotros, besándolo, acogemos su beso, es decir, su expirar amor, que nos hace respirar, revivir. Sólo en el interior del amor de Dios se puede participar en el sufrimiento, en la cruz de Cristo, que, en el Espíritu Santo, nos hace gustar del poder de la resurrección y del sentido salvífico del dolor.

*

M. I. Rupnik,
Omelie di pascua. Venerdi santo,
Roma 1998, 47-53

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Viernes 10 de Abril de 2020. “Viernes Santo”.

Viernes, 10 de abril de 2020
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De Koinonia:

Camino del Calvario

Isaías 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomo el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Salmo responsorial: 30

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí. /
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios.”
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, /
los que esperáis en el Señor. R.

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer
y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Le contestaron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Les dijo Jesús:

+. “Yo soy.”

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Jesús contestó:

+. “Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+. “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

* Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?”

C. Él dijo:

S. “No lo soy.”

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

+. “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.”

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C. Jesús respondió:

+. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. “¿No eres tú también de sus discípulos?”

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No lo soy.”

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?”

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?”

C. Le contestaron:

S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.”

C. Los judíos le dijeron:

S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús le contestó:

+. “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

C. Pilato replicó:

S. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?”

C. Jesús le contestó:

+. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

C. Pilato le dijo:

S. “Conque, ¿tú eres rey?”

C. Jesús le contestó:

+. “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

C. Pilato le dijo:

S. “Y, ¿qué es la verdad?”

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. “Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?”

C. Volvieron a gritar:

S. “A ése no, a Barrabás.”

C. El tal Barrabás era un bandido.

* ¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. “¡Salve, rey de los judíos!”

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. “Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.”

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. “Aquí lo tenéis.”

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.”

C. Los judíos le contestaron:

S. “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.”

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. “¿De donde eres tú?”

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C. Jesús le contestó:

+. “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.”

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.”

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. “Aquí tenéis a vuestro rey.”

C. Ellos gritaron:

S. “¡Fuera, fuera; crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. “No tenemos más rey que al César.”

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. “No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.””

C. Pilato les contestó:

S. “Lo escrito, escrito está.”

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. “No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.”

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. – Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

C. Luego, dijo al discípulo:

+. “Ahí tienes a tu madre.”

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+. “Tengo sed.”

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+. “Está cumplido.”

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron.”

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(24 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención.

Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención.

La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exaltación. Leer más…

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Viernes Santo: Solo el amor da sentido al sufrimiento

Viernes, 10 de abril de 2020
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Una Semana Santa despojada de sus vestiduras

“Cuando los religiosos, para encubrir sus ansias de poder y sus intereses bastardos, crean una divinidad a su medida, cometen las mayores atrocidades”

Relato de la pasión y muerte de Jesús según san Juan

El evangelista no quiere hacer una crónica de lo ocurrido sino interpretar desde la fe el sentido de lo ocurrido

        “Jesús con sus discípulos pasó al otro lado del torrente Cedrón donde había un huerto donde entraron él con sus discípulos. Judas llegó con lo guardias´ enviados por los sumos sacerdotes y fariseos con linternas, antorchas y armas. Jesús que sabía todo lo que iba a suceder, se adelanta y les pregunta: ¿a quién buscáis?.Le contestaron: a Jesus Nazareno. Les dijo Yo soy. Al decir ´Yo soy´ los soldados retrocedieron y cayeron por tierra. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis?´ Ellos insistieron: ´A Jesús Nazareno`. Respondió Jesús: ´Os he dicho que Yo soy`.

El evangelista hace notar que Jesús es “El yo soy”, que, según la Biblia, es el nombre realidad de Dios mismo, ante quien los seres humanos -en este caso los soldados- deben caer por tierra.

         “Entonces los guardias prendieron a Jesús y lo ataron llevándole ante Anás suegro de Caifás Sumo Sacerdote. Este interrogó a Jesús sobre sus y su doctrina. Jesús respondió: he hablado abiertamente ante todo el mundo; pregunta a los que me han oído. Ante esa contestación uno de los guardias dio una bofetada a Jesús diciendo: ¿así contestas al Sumo Sacerdote?. Jesús respondió.” si he hablado mal prueba en qué, pero si he hablado bien ¿por què me golpeas?”

Jesús es condenado a muerte por los altos representantes de la religión;  denuncia la injusticia que están cometiendo pero no reacciona violentamente, se entrega con libertad y entereza.

         “Cuando Jesús fue llevado ante el Sumo Sacerdote, la portera preguntó Pedro: ¿no eres también de los discípulos de este hombre? Pedro contestó: “no lo soy”. Después que el gobernador romano Poncio Pilato autorizó la condena a muerte, Jesús fue crucificado “Junto a la cruz solo quedaron María, la madre de Jesús, María mujer de Cleofás María Magdalena y el discípulo ideal”. Los   discípulos que le habían acompañado por las aldeas de Galilea y celebraron con Jesús la última cena, huyeron. El Mesías muere abandonado de todos 

Jesús muere para edificar la Iglesia, la fraternidad:.

El Crucificado dijo :”todo está cumplido, e inclinando la cabeza su Espíritu”. Según la tradición patrística, Jesús entregó su Espíritu a María, a las mujeres y al discípulo ideal que estaban junto a la cruz representando a toda la comunidad cristiana. El evangelista termina su narración: “Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salieron sangre y agua”: La tradición ha visto ahí el origen de la eucaristía y del bautismo los dos sacramentos centrales en la edificación de la Iglesia.

El rechazo de los mismos religiosos económicamente bien situados contra el evangelio de Jesús –“antes es el hombre que el sábado”- salta muy pronto según vemos en el relato de Marcos. Cuando los religiosos, para encubrir sus ansias de poder y sus intereses bastardos, crean una divinidad a su medida, cometen las mayores atrocidades. Jesús en cambio hablaba de un Dios que es amor, se compadece al ver la situación inhumana que sufren los excluidos y pide una conversión la solidaridad fraterna sin discriminaciones. Un Evangelio que desmonta la divinidad y la religión encubridoras de la codicia y de la injusticia. La reacción normal de los religiosos instalados en su individualismo encubierto por una divinidad inventada por ellos, fue condenar a Jesús por blasfemo. La condena necesitaba el aval político el imperio romano que dio el gobernador Poncio Pilato.

 Jesús no buscó la muerte. Lamentó la injusticia cometida por quienes le condenaban, tuvo miedo, sufrió el abandono de todos, la tentación y la soledad angustiosa; pidió a Dios que le liberase de aquella muerte injusta. Sin embargo en su intimidad experimentaba la la presencia benevolente del “Abba”; se sentía enviado y su alimento era hacer la voluntad del que le enviaba. Respiraba el amor apasionado por construir la fraternidad; tal había sido el empeño de su vida que ahora sería sellada con su muerte. Jesús murió con terrible dolor pero con profundo gozo que da la confianza inspirada en el amor.

Ahora ya podemos preguntarnos: ¿dónde estaba Dios “Abba” mientras agonizaba Jesús? No estaba en las alturas contemplando el crimen, ni sentado en su trono recibiendo satisfacción de su honor ofendido. Estaba dentro del Crucificado dándole confianza y fuerza para entregar su vida libremente y por amor a los demás. Quiere decir que la muerte de Jesús no fue un sacrificio ofrecido para aplacar a una divinidad airada por su honor ofendido. Fue la manifestación del Dios-amor encarnado en la humanidad que transformada por ese amor, fue capaz de entregar libremente   la propia vida en favor de los demás.

En esa experiencia de amor Jesús dio sentido y destruyó el duro aguijón del sufrimiento. En este viernes santo no podemos ir al templo para adorar la cruz. La vida de nuestra sociedad castigada por un virus nefasto se ha convertido en un viacrucis; muchos caen bajo el peso de la cruz aunque también son muchos los cireneos. Mirando al Crucificado es blasfemo decir que el sufrimiento es bueno y querido por Dios.

El sufrimiento no abre camino de futuro. El sufrimiento solo encuentra sentido si se asume desde el amor gratuito que inspira una entrega libre a favor del otro.

Cuando amamos de verdad sin esperar nada a cambio, aflora  en nosotros esa Presencia de amor que nos constituye y está fundamentando también a los demás.

Fuente Religión Digital

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Viernes Santo. Proceso a Jesús: las diez razones de su muerte

Viernes, 10 de abril de 2020
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Del blog de Xabier Pikaza:

¿Quiénes y por qué mataron a Jesús? ¿Qué hacía Dios mientras le juzgaron?

Diez tesis para un Viernes Santo de la Pandemia

“La “no violencia” de Jesús no puede entenderse de forma intimista (huida a la interioridad), sino de transformación social, que algunos pudieron interpretar en línea de alzamiento militar, ahogado en sangre por Roma”

Introducción

Hoy es el día del Sermón de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, pero es también día de las Diez Razones de su condena a muerte, y así las quiero exponer sobriamente en las reflexiones que siguen.

047_1No buscó la muerte, sino  la llegada del Reino (que es vida en libertad‒sanación, desde los más pobres); pero su forma de entender el Reino le opuso (y le sigue oponiendo) a un tipo de poderes, que le condenaron a muerte, elevándose así la pregunta clave del cristianismo y quizá de toda la historia humana: ¿Quiénes y por qué mataron a Jesús? ¿Qué hacía Dios mientras le juzgaron?

  Los estudios históricos y teológicos sobre la muerte de Jesús son innumerables. Yo mismo he dedicado gran parte de mi obra a la reflexión sobre tema. Pero hasta hoy,  no me había atrevido a condensar mi estudio y respuesta en 10 tesis centrales y breves y breves como las que siguen.

Aprovecho la ocasión para hacerlo en este Viernes Santo de la Pandemia, pensando que puedo ofrecer alguna ayuda o motivo de  reflexión (¡y evidentemente de discusión o  crítica) a los lectores de este blog. Presento las 10 tesis  de forma expositiva, sin discutir sobre ellas, aunque las notas finales pueden ir en esa línea [1].

Quizá desarrolle este decálogo en otro lugar; aquí lo ofrezco sólo como principio de un mejor conocimiento y de una más honda reflexión en un día de Viernes Santo. Mañana ofreceré, Dios mediante, algunas razones ulteriores.

Imágenes. (1) Visión de Rembrandt  (2) Colina de las Cruces de Vilnius, Lituania. (3)cruz de Kurutziaga, de Durango (anverso y reverso). (4) Cristo de Velázquez.(2)”Historia de Jesús”, donde desarrollo temáticamente estas tesis.

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Diez tesis

  1. La muerte de Jesús fue un hecho histórico, y así lo ha entendido no sólo el NT, sino la Iglesia posterior (hasta el día de hoy), en contra de un tipo de gnosis que tiende a interpretarla de puramente imaginativa. Otras religiones como el hinduismo o el budismo pueden ser “verdaderas” aunque no haya existido Krisna o Buda, pues son símbolos del hombre liberado o perfecto, más que hombres reales. Por el contrario, la verdad del cristianismo, conforme al testimonio y teología del NT, está vinculada a la muerte real de Jesús, asesinado (ajusticiado) de hecho por hombres concretos, no por espíritus celestes o demonios, como se podría afirmar en una línea gnóstica, a partir de 1 Cor 2, 8, donde parece indicarse que los culpables de la muerte de Jesús fueron “espíritus cósmicos”, que ignoraban su verdadera identidad.
  2. Fue condenado y murió a causa de aquello que había proclamado y realizado. No le mataron por casualidad, ni por ignorancia, sino a sabiendas, de forma que la palabra “perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 24) no puede entenderse en sentido histórico sino teológico, pues históricamente aquellos que dictaron, ejecutaron o avalaran su condena (el gobernador romano y en otro sentido los “sumos” sacerdotes) sabían lo que hacían (o permitían), pues tenían datos suficientes para juzgarle culpable de alterar el orden público, poniendo en riesgo el “sistema” de poder en Palestina (Jerusalén), en días de pascua[2].
  3. Fue ajusticiado por el gobernador romano, Poncio Pilato, que en un sentido político cumplió su deber como funcionario del Imperio. Él fue por tanto el responsable de la condena y muerte, y le mandó crucificar, porque descubrió (desde su nivel de jerarca imperial) que era un rebelde político, provocador y peligroso para la “pax romana”, fundada en el “orden” de las armas y en la superioridad económico‒política del imperio (cf. Mc 10, 41‒45). Todo intento de disculparle resulta equivocado y falso. Pilato hizo lo que hacen los imperios, en la línea de lo que han mostrado los capítulos anteriores de esta teología[3].
  4. Pero, en otra línea, los cristianos pusieron de relieve la responsabilidad de los “sumos sacerdotes”, diciendo que “colaboraron” en la condena, al menos por “dejación” de autoridad. A la “provocación” de Jesús, que he detallado en los capítulos anteriores, respondió el rechazo de los sacerdotes, que eran (bajo supervisión de Roma) responsables de un tipo de paz socio‒religiosa en Jerusalén. Ciertamente, ellos no le mataron, pero la tradición cristiana les ha considerado responsables, por no haber acogido el mensaje de Jesús, ni defenderle ante Pilato (aunque más responsables han sido, en línea cristiana, los mismos discípulos, que le abandonaron en la muerte). En ese sentido, la condena de Jesús forma un eslabón (quizá el más importante) de la cadena de enfrentamientos intra‒judíos que jalonan la historia y teología de la Biblia, y su muerte se sitúa en el contexto de la lucha del auténtico Israel frente a las potencias imperiales (¡le ha condenado Roma, tomando así el lugar de la antigua “Babilonia”, cf 1 Ped 5, 13 y Ap 17‒18), siendo, al mismo tiempo, un capítulo clave del “enfrentamiento” de unos judíos con otros, como en la crisis de los macabeos (cf. cap. 12).
  5.  Jesús promovió un movimiento de paz, pero su proyecto estuvo “rodeado” (amenazado) de brotes violencia, en un contexto donde los intereses y motivos se entrecruzan con frecuencia. Él había sido discípulo de Juan Bautista, que esperaba la llegada del juicio de Dios junto al Jordán, sin provocar un tipo de revolución armada, siendo a pesar de ello asesinado por el tetrarca Herodes Antipas, por miedo a que su mensaje levantara en armas al pueblo. Pues bien, Jesús era más peligroso que el Bautista, porque realizó su misión en Galilea, y comenzó a realizar allí sus signos de reino (los ciegos ven, los hambrientos comen, los pobres son evangelizados…), en contra del mismo Antipas, para plantear su alternativa en Jerusalén. Ciertamente, él no promovió un alzamiento militar, y su proyecto de Reino implicaba un programa radical de no violencia activa, partiendo de los pobres y enfermos; pero muchos “israelitas” se irritaron ante su Evangelio, porque se centraba en la acogida a los proscritos, la renuncia al dinero y la superación de un orden sagrado de la nación[4].
  6. Posiblemente, los crucificados, a la izquierda y derecha de Jesús, formaban parte de su movimiento, pues los textos les presentan como como lêstai o bandidos, palabra que entonces se aplicaba a los miembros de la resistencia militar judía contra Roma. Por su parte, la comparación con Barrabás, que era también un “lêstes, aunque pueda ser más simbólica que histórica, sitúa a Jesús en un contexto de “tensión” anti‒romana. Finalmente, el hecho de que los dos lêstai fueran crucificados a su derecha e izquierda supone que, a los ojos de Roma, ellos eran o se tomaban como miembros de su movimiento[5].
  7. El conjunto del NT supone que los discípulos de Jesús le abandonaron y escaparon, aunque no resulta claro que lo hicieran todos, pues el gesto ha sido interpretado a la luz de Zac 13, 7 (“heriré al pastor y se dispersarán las ovejas…”, cf. Mc 14, 27‒28 par.) y de la historia posterior de la Iglesia, como retorno a Jesús tras la traición. Ciertamente, no parece que Pilatos ordenara una persecución sistemática contra los discípulos de Jesús, sino que debió pensar que la muerte del “maestro” y de algunos compañeros bastaría para que se detuviera el movimiento. De todas formas, según la tradición de fondo de los evangelios, es muy probable que buena parte de seguidores directos de Jesús tuvieron miedo y escaparon[6].
  8. El Imperio (Roma) mandó matar a Jesús, pero cierta tradición cristiana ha tendido a exculpar a los romanos y acusar a “los judíos”, aunque sabe y dice siempre que fue el gobernador quien le condenó de hecho, mandando que le ejecutaran, como judío rebelde contra Roma, poniendo en el letrero de la condena “rey de los judíos”. La muerte de Jesús forma parte de la lógica de Roma, era un elemento del orden de su imperio, y no hacía falta resaltarlo (como dice el credo cristiano: Murió bajo Poncio Pilato). A Jesús no le mataron los judíos, sino el Imperio de los césares, ejecutándole precisamente como “rey de los judíos” (es decir, como representante de los judíos, a pesar de la protesta histórica o simbólica de los sacerdotes, que no querían que él apareciera como “rey de los judíos”: Jn 19, 22). Los primeros cristianos no tuvieron duda de la responsabilidad de Roma, pues sabían bien cómo respondía Roma en casos de posible rebelión[7].
  9. De un modo comprensible, la tradición cristiana, a partir de los evangelios, ha insistido en la culpa de las autoridades judías, no por simple resentimiento, sino por exigencia teológica, pues Jesús había presentado su mensaje como sentido y culminación del judaísmo (es decir, del A). La cuestión de fondo de los primeros cristianos se relacionaba con el judaísmo en su conjunto, más que con Roma (aunque Roma esté en el fondo) como vengo indicando en esta Teología. En ese sentido, el primera problema de los cristianos no era que Roma hubiera condenado a muerte a Jesús, sino que las autoridades de Israel (en especial las del templo) no le hubieran creído y acogido, inhibiéndose en el fondo ante su condena[8].
  10. En general, los apocalípticos del AT habían condenado a los imperios como responsables de la muerte de los justos.Pero ya los profetas (con el Pentateuco) habían echado la culpa también (y sobre todo) a los israelitas. Pues bien, en esa línea radicalmente bíblica se sitúan los evangelios que, razonando desde el interior de la tradición judía, insisten en su responsabilidad judía. De un modo consecuente, tanto los sinópticos como Juan, de manera muy bíblica, en perspectiva teológica, insisten en la responsabilidad de un tipo de judaísmo, y lo hacen recogiendo la tradición de Isaías y de Jeremías, de Amós, Oseas y Ezequiel: La muerte de Jesús forma parte de la historia de pecado y gracia del pueblo de Israel, de forma que puede y debe interpretarse desde un tipo de “fuerte conflicto” interior al mismo AT. En esa línea, los evangelios afirman que la clave “teológica” (no simplemente histórica) de la muerte de Jesús ha sido la “traición” (=entrega) de los sacerdotes de Jerusalén, que no le han aceptado, dejándole de hecho en manos de la autoridad romana, que le ha crucificado sin miramiento alguno (por rutina). En esa misma “entrega” incluyen los evangelios la “traición” de los (=de la mayoría de los) discípulos de Jesús[9].

*

Conclusión (pinchar las imágenes para agrandarlas)

Durango_-_Museo_Kurutzesantu_(antigua_Ernita_de_la_Vera_Cruz)_y_Cruz_de_Kurutziaga_14zatiak 109 copia_500Conforme a lo anterior, al presentar la muerte de Jesús como lo hicieron, los judeo‒cristianos se enfrentan, desde el fondo de su propia tradición (como judíos radicales), con la autoridad del templo a la que acusan (de forma retórico‒teológica) de haber abandonado a Jesús, y en el fondo de haberle entregado (dejado en manos) de los romanos. Leídos así, paradójicamente, como interpretación de la muerte de Jesús, los relatos de la pasión y muerte de Jesús definen el sentido de la teología bíblica, separando las dos ramas en la que se divide y culmina la teología bíblica judía: la rabínica y la cristiana.

 ‒ Por un lado, la interpretación rabínica (que se ha impuesto desde el siglo II‒III en el judaísmo nacional) puede entender la muerte de Jesús como un acontecimiento muy doloroso de la historia martirial de Israel, pero no como revelación definitiva de Dios y cumplimiento de la misión y teología israelita. En esa línea, el cristianismo ha sido una “desviación” fecunda, pero dolorosa y parcial (=no verdadera) del auténtico y eterno Israel, representado todavía hoy (año 2020) por el pueblo de la alianza.

‒ Por otro lado, los cristianos han interpretado esa muerte como cumplimiento y verdad de la teología de Israel, en la línea de otros acontecimientos, como la destrucción del reino y del templo (año 587 a.C.), que obligan a re‒interpretar toda la teología bíblica. En esa línea, ellos se consideran el auténtico Israel, como saben tanto Pablo como el evangelio de Mateo. De esa manera, desde ese fondo, se dividen y distinguen hasta hoy la interpretación rabínica y la interpretación cristiana de la Teología Bíblica de Israel[10].

NOTAS

[1] Cf. E. Bammel, (ed.), The Trial of Jesus, SCM, London 1970; F. Bermejo, La invención de Jesús, Siglo XXI, Madrid 2018, J. Blinzer, El proceso de Jesús, Litúrgica, Barcelona 1958; S. G. F. Brandon, The Trial of Jesus, Stein and Day, New York 1968; R. E. Brown, La muerte del Mesías I-II, Verbo Divino, Estella 2004/2006; J. Carmichael, The Death of Jesus, Dell, New York 1962; H. Cohn, The Trial and Death of Jesus, KTAV, New York 1977; Der Prozeß und Tod Jesu aus jüdischer Sicht, Insel V., Frankfurt/Main 2001; J. D. Crossan, Who Killed Jesus?, Harper, San Francisco 1996; El nacimiento del cristianismo, Sal Terrae, Santander 2002; A. J. Dewey, The death of Jesus: the fact of fiction and the fiction of fact, Berghaus, Mülheim/Ruhr 2002, 71-82; P. Egger, “Crucifixus sub Pontio Pilato“, NTA, Münster 1997; J. B. Green, The Death of Jesus, WUNT 33, Tübingen 1988; G. D. Kilpatrick, The Trial of Jesus, Oxford UP 1953, S. Legasse, El proceso de Jesús, I-II, Desclée de Brouwer, Bilbao 1995/6; E. Lohse, Märtyrer und Gottesknecht, Vandenhoeck, Göttingen 1963; S. J. Patterson, Beyond the Passion. Rethinking the Death and Life of Jesus, Fortress, Minneapolis 2004; R. Pesch, The Trial of Jesus Continues, Pickwic, Allison Park 1996; X. Pikaza, Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2015; W. Popkes, Christus, Zwingli V., Zürich 1967; H. Schürmann, ¿Cómo entendió y vivió Jesús su muerte?, Sígueme, Salamanca 1982; O. H. Steck, Israel und das gewaltsame Geschick der Propheten, WMANT 23, Tübingen 1967; P. Winter, El proceso a Jesús, Muchnik, Barcelona 1983.

Editorial Verbo Divino :: Historia de Jesús

[2] La declaración “no saben lo que hacen”, se sitúa en la línea de 1 Cor 2, 8 (ninguno de los “príncipes” de este mundo lo conocieron), pero ha de entenderse en un sentido radical cristiano, como ignorancia del misterio de Dios y de su revelación: Ni los “ángeles cósmicos”, ni los gobernantes del mundo pudieron captar el sentido del mensaje de Jesús, ni lo que Dios estaba realizando en él; no entendieron la verdad (condena y salvación) de su muerte, tal como se expresa en la confesión del NT. Pues bien, en contra de eso, la Teología Bíblica Cristiana (preparada en los capítulos anteriores, y ratificada en los que siguen) es un intento de comprender y de aceptar el sentido radical de la muerte de Jesús.

a20-cristo-crucificado-1631-32[3] No se puede afirmar que le mataron los judíos ni en general ni en particular (no le condenó y ejecutó Caifás, sino Poncio Pilato, como sigue diciendo el credo cristiano). Los sacerdotes del templo y otros grupos de Jerusalén pudieron colaborar, más por omisión que por “comisión directa”, pues ellos no le mataron (no le apedrearon, según ley judía), sino que él fue crucificado por el Imperio (Roma), con una muerte propia de esclavos y rebeldes políticos, como un “lestês”, bandido y jefe de bandidos (no como “hereje” judío). De todas formas, la muerte de Jesús, siendo expresión de su fidelidad mesiánica, fue y sigue siendo un momento clave de una “lucha intraisraelita” que hemos ido descubriendo en el AT, desde el surgimiento de los grupos judíos en torno a la caída de los reinos y el comienzo del exilio, pasando por la restauración del s V‒IV a.C., hasta las disputas intra‒israelitas del tiempo de los macabeos y Daniel (cf. cap. 6 y 12).

[4] El mensaje de Jesús alimentaba, en el contexto social y militar de Palestina, una esperanza de transformación, de manera que parecen haberse alistado en su movimiento partidarios de un tipo de rebelión armada, como deja traslucir la propuesta de Pedro en Cesárea de Felipe (cf. Mc 8, 8, 27‒30) y la de los zebedeos (Mc 10, 35‒40), lo mismo que el gesto de aquellos que quisieron apelar a la espada en el Huerto de los Olivos (Mc 14, 32‒42), con la escena inquietante de los discípulos que dicen “aquí hay dos espadas”, a lo que Jesús responde “basta” (cf. Lc 22, 38). La entrada y proyecto de Jesús en Jerusalén podía desembocar en un enfrentamiento entre sus partidarios y los soldados romanos (con los paramilitares del templo), como temió Poncio Pilato y como supieron Caifás y los sumos sacerdotes (cf. Jn 11, 50). Jesús actuó de un modo pacífico, buscando la llegada del Reino al margen de los imperios (en especial del de Roma), pues él buscaba la transformación del “judaísmo” en línea de comunión y amor a los enemigos (sin apoyarse en la sacralidad del templo); pero su gesto podía suscitar sospechas de diverso tipo, y quizá no todos sus seguidores fueron sin más “pacifistas”.

[5] Según Lucas, uno de los crucificados le acusa de haber “fracasado” (¿No eres el Cristo? ¡Sálvate y sálvanos!), como indicando que él (Jesús) debería haber triunfado, para liberarse y liberarlos de la muerte (a ellos y a sus seguidores o simpatizantes; cf. Lc 23,39). La acusación supone (al menos en la mente del evangelista) que ese crucificado podría haber sido un seguidor de Jesús, que se sintió engañado, acusándole de habeer sido incapaz de vencer. Ése es un tema latente en la huida de los seguidores de Emaús en Lc 24, 13‒32 y en la pregunta de los discípulos de Hch 1, 6). Por su parte, el otro crucificado, que pide a Jesús “que le recuerdo cuando llegue a su Reino”, parece indicar que creído en él, como si hubiera participado de alguna forma en su movimiento (Lc 39, 40‒43). No es seguro que los crucificados con Jesús hubieran sido partidarios de su movimiento, condenados por ello con él (¡como dos seguidores o soldados, uno a su derecha, otro a su izquierda), pero es al menos probable y nos lleva a suponer que algunos de sus partidarios entendieron su propuesta en forma de alzamiento y lucha contra Roma. Según eso, la “no violencia” de Jesús no puede entenderse de forma intimista (huida a la interioridad), sino de transformación social, que algunos pudieron interpretar en línea de alzamiento militar, ahogado en sangre por Roma.

historia jesús 45[6] Pero el tema no es que escaparan, sino “por qué se escaparon”. ¿Porque Jesús se dejó prender? ¿Porque su fracaso era signo de falso mesianismo? Estas preguntas nos sitúan en el centro de la teología bíblica cristiana, que se centra en el paso y continuidad de la propuesta mesiánica de Jesús (mesianismo davídico), a la nueva fe en el Cristo, Hijo de Dios resucitado (Rom 1, 3‒4). Entre un mesianismo como el de Jesús, no armado pero abierto al triunfo de Israel, en línea político‒social, y el fracaso de su muerte, con su nueva presencia pascual, abre la novedad del evangelio.

[7] Sin duda, es posible que, en momentos posteriores, cuando buscaban un lugar donde integrarse en paz en el Imperio, los seguidores de Jesús tendieran a suavizar la culpa de Roma, afirmando que Pilatos no quería matarle, pero que se vio impulsado (casi obligado) por la acusación de los sacerdotes judíos. De todas formas, el mismo hecho de que Pilato le ejecutara, pudiendo no hacerlo, constituye la prueba de su responsabilidad, y muestra que el mensaje‒camino de Jesús (con su muerte) ha de entenderse a la luz de la teología profética de Israel, centrada en la oposición entre el verdadero Israel y los imperios del mundo, desde Egipto y Babel hasta los siro/helenistas de Daniel. En esa línea se puede y debe decir que Jesús murió condenado (vencido) por la “bestia” de Roma, en contra de lo que habían “previsto” Daniel y Zacarías II al afirmar que, en el último momento, la “bestia enemiga” Israel sería derrotada ante Jerusalén (cf. cap. 12).

[8] Para los judeocristianos, el tema no era la violencia de Roma, algo que se daba por sabido, sino la “incredulidad de una parte de Israel” (en especial de los sacerdotes), como Pablo formulará 25 años después de la crucifixión de Jesús, en Rom 8‒11. El argumento central de los evangelios no es “Jesús proclamó su palabra a los romanos, y los romanos no le obedecieron”, sino “vino a los suyos y ellos no le recibieron” (Jn 1, 11‒12). En esa línea, en sentido teológico (no puramente historiográfico), los evangelios han interpretado y narrado la muerte de Jesús no sólo como resultado de su conflicto con la “bestia” de Roma, sino también y sobre todo como expresión de un conflicto intrajudío entre Jesús y los sacerdotes de Jerusalén, a los que presentan como “responsables” (bíblicos) de su condena, pues no le aceptaron como mesías de Israel, dejándole así en manos de la violencia implacable de Roma. Los evangelios han narrado así la muerte de Jesús, como resultado de un “conflicto bíblico”, al interior del judaísmo. A Jesús le mataron, ciertamente, los romanos; pero ése era un “dato” previsto y sabido; los cristianos contaban con él. Pero, al mismo tiempo, su muerte fue consecuencia de un tipo de “dejación” (o incredulidad) de los sacerdotes del templo de Jerusalén. Éste fue para ellos el heco más “sangrante”, desde la perspectiva del AT. La muerte de Jesús nos sitúa, según eso, en el centro de un tipo de “ruptura israelita”, que el NT ha querido interpretar y ha interpretado, de forma dolorosa (y a veces retóricamente exagerada e incluso “falsa”), acudiendo a la rica tradición del AT, con citas y referencias de Isaías y Jeremías, de Zacarías y los Salmos.

[9] Los relatos de la pasión (Mc 14‒15 par.) forman parte de la tradición profética (teológica) de Israel, que ha tendido a culpar al pueblo judío (israelita), más que a los imperios que han sido ciertamente (pero en otro plano) responsables de ella. En otro sentido, esos mismos relatos ofrecen un ejemplo sorprendente de “austeridad” teológica, sin intervención de ángeles y demonios, pues todo sucede como expresión de un conflicto histórico donde actúan intereses y poderes básicamente humanos, vinculados con la autoridad oficial del templo de Jerusalén, que ha dejado morir a Jesús. De esa forma, en la línea de los profetas de Israel, los evangelios han acusado de la muerte a las autoridades de Jerusalén, reinterpretando así toda la Biblia.

[10] La teología bíblica cristiana es una interpretación de la muerte de Jesús, como obra (presencia) de Dios, en una línea comparable al nacimiento del Pentateuco y de la Biblia israelita, como recreación de la historia e identidad de Israel tras la caída del reino y el exilio. En esa línea, los cristianos han debido apelar a una serie de textos y figuras del AT, desde Isaías II (siervo de Yahvé), hasta Sabiduría (justo sufriente), con pasajes de Salmos, Zacarías, Malaquías y el libro de Daniel. Por su parte, Pablo ha vinculado la muerte de Jesús con el “pecado original” de Gen 2‒6 (cf. cap. 2), de manera que la Iglesia cristiana se ha atrevido a decir que ese pecado (y su superación) han culminado y han sido superados en la muerte y resurrección de Jesús.

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Debemos superar el mito de que Jesús murió por nosotros.

Viernes, 10 de abril de 2020
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Georges-Rouault-CrucifixionJn 18,1-19,42

La celebración ayer de la última cena, la celebración hoy de la muerte y la celebración mañana de la resurrección, son tres aspectos de una misma realidad: La plenitud de un ser humano que llegó a identificarse con Dios que es Amor. Este es el punto de partida para que cualquier ser humano pueda desarrollar su verdadera humanidad. Pero el amor es la meta a la que llegó Jesús y a la que tenemos que llegar nosotros. Ese amor es lo más dinámico que podemos imaginar, porque es el motor de toda acción humana.

El recuerdo puramente litúrgico de la muerte de Jesús, sin un compromiso de mantener en nuestra vida las mismas actitudes que le llevaron a la muerte, es un folclore vacío de contenido. Otro peligro, que nos acecha en esta celebración, es caer en la sensiblería. Tal vez no podamos sustraernos a los sentimientos ante la descripción de una muerte tan brutal. El peligro estaría en quedarnos ahí y no tratar de vivir lo que estamos celebrando. Nos importan los datos históricos, pero solo como medio de descubrir la cristología que en ellos se encierra: Jesús es para nosotros el modelo de lo humano y de lo divino.

No podemos presentar la muerte de Jesús como el colmo del sufri­miento. La vida de Jesús se desarrolló con relativa normalidad y con una cierta comodidad. Los sufrimientos duraron solo unas horas. Millones de personas, antes y después de Jesús, han sufrido mucho más en cantidad y en intensidad. No podemos seguir hablando de sus sufrimientos como si fueran los únicos. Fue una muerte cruel, sin duda, pero no podemos presen­tarla como el paradigma del dolor humano. El valor de la muerte de Jesús no está en el dolor, sino en la motivación de esa muerte, en la actitud de Jesús y de los que lo mataron.

Tenemos que superar la idea de que “murió por nuestros pecados”. El autor de la carta a los hebreos, (que seguramente no es de Pablo) lo que intenta es hacer ver a los judíos, que ya no tenía sentido el repetir los sacrificios que habían sido la base de su culto, porque ya estaba cumplida en Jesús toda la labor de mediación. Esta idea es posible, solo desde la perspectiva del Dios del AT que exige el pago por nuestros pecados. Este Dios no tiene nada que ver con el Dios de Jesús, que nos ama a todos siempre e infinita­mente y que, si pudiera tener alguna preferencia, sería para con los débiles o los pecadores.

¿Por qué le mataron? ¿Por qué murió? Si no hacemos esta distinción, entraremos en un callejón sin salida. Le mataron porque el Dios que él predicó no coincidía con la idea que los judíos tenían de su Dios. El Dios de Jesús no es el soberano que quiere ser servido, sino Amor absoluto que se pone al servicio del hombre. Esta idea de Dios es demoledora para todos aquellos que pretenden utilizarlo como instrumento de dominio. Ningún poder establecido puede aceptar ese Dios, porque no es manipulable ni se puede utilizar en provecho propio. Esta idea de Dios es la que no pudieron aceptar los jefes religiosos judíos. Este Dios nunca será aceptado por los jefes religiosos de ninguna época.

Jesús murió por ser fiel a sí mismo y a Dios. No se puede separar las respuestas a las dos preguntas. Jesús, como todo ser humano, tenía que morir, pero resulta que no murió, sino que le mataron. Esto último, tampoco hace de su muerte un hecho singular. La singularidad de esa muerte hay que buscarla en otra parte. La muerte de Jesús no fue un accidente, sino consecuencia de su manera de ser y de actuar. Creo que en la aceptación de las consecuen­cias de su actuación está la clave de toda la vida de Jesús.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le costaría la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino un hecho fundamental en su vida. El hecho de que le mataran, podía no tener mayor importancia, pero el hecho de que le importara más la defensa de sus convicciones que la vida, nos da la verdadera profundi­dad de su opción vital. Jesús fue mártir (testigo) en el sentido estricto de la palabra.

Las palabras y los gestos de Jesús en la última cena, sobre el servicio total a los demás, pueden significar la más elevada toma de conciencia de Jesús sobre el sentido de su vida. Tal vez en ese momento, cuando ya era inevitable su muerte, descubrió el verdadero sentido de una vida humana. Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su plena consumación. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios y puede decir: “Yo y el Padre somos uno”. Dios está allí donde hay verdadero amor, aunque sea con sufrimiento y muerte. Si seguimos pensando en un dios de “gloria”, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús.

¿Qué tuvo que ver Dios en la muerte de Jesús? El gran interrogante que se plantea sobre esa muerte recae sobre Dios. No podemos pensar que planeó su muerte, ni que la exigió como pago de un recate por los pecados, ni que la permitió o la esperó. La paradoja está en que podemos decir que Dios no tuvo nada que ver en la muerte de Jesús, y podemos decir que fue precisamente Dios la causa de su muerte. Si pensamos en un Dios que actúa desde fuera, nada de lo que digamos en relación con esa muerte tiene sentido. Si pensamos que Dios era el motor de toda la vida de Jesús, de sus actitudes y de sus decisiones, entonces Él fue la causa de que Jesús fuera a la muerte.

Según todas las apariencias, Dios abandonó a Jesús a su suerte cuando le pedía a gritos que le ayudara. ¿Cómo podemos armonizar su silencio con la cercanía en el momento de morir? Aquí está la clave de comprensión del misterio Pascual. Dios no abandonó por un momento a Jesús para después revindicarlo. Dios estuvo con Jesús en su muerte. Porque fue capaz de morir antes que fallarle, demuestra esa presencia de Dios como en ningún otro momento de su vida. En la entrega total se identificó con Dios y lo hizo presente. Cualquier otro intento de demostrar la presencia de Dios en Jesús es ilusorio.

Intentemos comprender el significado que tuvo su muerte para él y para nosotros. Su muerte es el reflejo de su actitud vital. En ella podemos encontrar el verdadero sentido de su vida. Se trata de una muerte que manifiesta la verdadera Vida. No se trata de la muerte física, sino de la muerte del “ego”, que hizo posible una entrega total a los demás. Este es el mensaje que no queremos aceptar, por eso preferimos salir por peteneras y buscar soluciones que no nos exijan entrar en esa dinámica. Si nuestro “yo” sigue siendo el centro, no tiene sentido celebrar la muerte de Jesús y tampoco su resurrección.

Nosotros tenemos que separar la vida, la muerte y la resurrección de Jesús para intentar entenderlas, pero solamente las podremos entender si descubrimos la unidad de las tres. La muerte fue consecuencia inevitable de su vida, pero en esa muerte estaba ya la gloria. La trayectoria humana de Jesús terminó alcanzando la más alta meta: desplegar al máximo su humanidad, alcanzando y manifestando la plenitud de divinidad. Si no tenemos presente esto, nunca descubriremos lo que tiene de acicate para nosotros el darnos cuenta que un ser humano, en todo semejante a nosotros, pudo llegar a esa meta.

Nota: por motivos de salud pública, en medio de la pandemia por el virus Covid-19, están prohibidos los actos de culto en numerosos países. Por si alguien unirse a una celebración de la Semana Santa, facilitamos el enlace con el audio correspondiente al Viernes Santo, que se grabó el año pasado en la casa de espiritualidad de las Javerianas de Galapagar: Pincha aquí para escuchar la Eucaristía.

 

Meditación

Celebramos la muerte porque es Vida es sí misma.
Ninguna resurrección es necesaria.
La VIDA ha estado siempre en él.
Descubrirla en nosotros es la clave,
Para que no nos asuste cualquier muerte.
Y vivamos desde ahora mismo aquella Vida.

Para profundizar

Muerte y vida son dos caras de la misma moneda

En el fondo, lo que importa es la moneda

Que participa de las dos y las integra

Nuestra limitación nos impide verlas al mismo tiempo

Al fijarnos en una, olvidamos la otra

Esta limitación distorsiona la Realidad

Nos impide superar los contrarios

En la muerte está la Vida plena

Nada tiene que suceder para alcanzarla

Hoy es día de gloria no de pena

No tenemos que esperar a un tercer día

para vivir la plenitud que celebramos

Jesús no necesita resurrección alguna

Su muerte está fundida con la Vida

No hay antes y después en su andadura

El vivir en el tiempo nos traiciona

e impide la experiencia de lo eterno

Somos eternidad y somos Vida

aunque en un  frágil cuerpo confinada

Lo limitado de mi ser no consigue

borrar la huella firme de lo eterno

La misma Vida de Jesús está ya en ti

Descúbrela y despliega su grandeza

No esperes a mañana, despierta ya a la Vida

Toda la eternidad está en tu mano

Lo absoluto escondido en lo efímero

Lo divino germinando en lo humano

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Discípulos en tiempos difíciles.

Viernes, 10 de abril de 2020
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95_Maria-y-las-santas-mujeres-junto-a-la-cruz_350Este viernes santo es ciertamente especial. Recordamos la pasión y muerte de Jesús en un contexto en el que la muerte de muchos nos rodea de cerca o por lo menos no demasiado lejos.

La liturgia nos propone incorporarnos esta semana, como recordatorio vital, a la pasión de Jesús. ¿Qué puede significar para nosotros este viernes hacer memoria de la tortura y muerte de un hombre justo? ¿Quiénes lo han acompañado en este camino? ¿Cómo lo han hecho?

Los distintos personajes que propone el evangelio de Juan viven este itinerario hacia la cruz de manera diversa, cada uno según sus posibilidades y en función ya de una misión concreta.

Los discípulos Judas y Pedro aparecen, en la narración, desde una óptica muy difícil de entender. Judas lidera patrullas, guardias, soldados… y es el traidor. Pero Pedro también está bastante desorientado. ¿Qué hace Pedro con una espada? ¿Por qué corta la oreja derecha a un soldado? ¿A qué viene este uso de la violencia en este discípulo y potencial líder de la Iglesia? ¿Qué ha entendido Pedro después de tanto tiempo de seguimiento de Jesús para actuar así? Y su modo de actuar no mejora a continuación: niega a Jesús tres veces.

Ante la escena de Pedro cortando la oreja, Jesús lo detiene y cura al soldado. Pero la explicación que da para no iniciar una batalla no deja de ser misteriosa: “El cáliz que me da el Padre, ¿no lo voy a beber?” Jesús entiende el devenir de su historia, aun cuando está llena de dolor y brutalidad, como parte de la voluntad de Dios. El cáliz representa la pasión y Jesús había dicho a Santiago y a Juan que ellos podrían participar de él. El cáliz evidentemente tiene un fuerte talante eucarístico y posiblemente el evangelista hace aquí una alusión a la sangre de Jesús en su acepción eucarística pero también vital y existencial de la entrega de la vida. Esta doble dimensión recuerda que la participación en el cuerpo de Cristo implica una vida que llegue hasta sus extremos en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

Por otro lado, otro grupo formado por María (la madre de Jesús), la hermana de la madre, María de Cleofás y María Magdalena, aparecen como la nueva comunidad de fe que se reúne al pie de la cruz (Jn 19,25), y que recibe la sangre y el agua que brotan del costado, signo de la Iglesia sacramental. Comunidad de cuatro mujeres que se mantienen firmes y reunidas en torno a su Señor. El modelo de relación por excelencia es ahora de filiación en la que María, la madre, ocupa lugar privilegiado. Y el espacio ahora señalado para las comunidades, está bajo el “techo del discípulo amado”, como símbolo de mutua acogida del discípulo y la madre (Jn 19,27).

Las otras mujeres se mantienen firmes en la compañía y el seguimiento y los evangelios sinópticos cuentan que son las que se acercarán prontamente al sepulcro. Magdalena ocupará un lugar privilegiado en los relatos que siguen a continuación inaugurando el anuncio del “amanecer” que comienza por sus palabras dirigidas a Pedro y a un discípulo amado, quienes seguirán sus pasos.

Hemos señalado distintas vivencias del seguimiento de Jesús en su pasión. Y ha habido muchas otras maneras a lo largo de los siglos, a la que nos incorporamos, cada uno de manera personal y en función de la misión específica que hemos ido descubriendo en nuestra vida. En este tiempo en que la pasión de muchos se hace presente, recuperar nuestra misión concreta en torno al dolor, al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte recobra importancia. Estar desorientado buscando por la fuerza soluciones imposibles, acompañar y cuidar el cuerpo de los moribundos, reformular las relaciones con los más cercanos… son algunas de las actitudes posibles. No alejarse es la clave.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Viernes Santo: el inocente muere injustamente

Viernes, 10 de abril de 2020
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CrucifixionDel blog de Luis Miguel Modino:

En este Viernes Santo ayudemos a entender a quien padece que no está sólo

A las víctimas que cada día engrosan las listas de los nuevos crucificados, casi siempre lejanos, ajenos a nuestra vida y realidad cotidianas, este año se han unido rostros que nos resultan cercanos

Crucificado, sin poder sentir la cercanía de los suyos, su experiencia nos conduce a la de tantos que hoy continúan siendo crucificados, pero también a aquellos que al pie de la Cruz se preguntan los por qués ante algo que no tiene respuesta

Tenemos por Padre a un Dios que acompaña a sus hijos, que nunca nos abandona y que siempre ofrece su mano para ayudarnos a salir del hoyo

La muerte del inocente es algo que incomoda, pero al mismo tiempo no se puede negar que siempre se ha consentido, e inclusive se ha promovido. En la tradición católica, el Viernes Santo nos lleva a hacer memoria de Jesucristo, condenado injustamente. La liturgia, a través de las lecturas, los cantos, los ritos, nos trae eso como elemento no solo de celebración y sí como instrumento de reflexión que nos lleve a descubrir que ante la muerte somos llamados a defender la vida.

 09.04.2020
A las víctimas que cada día engrosan las listas de los nuevos crucificados, casi siempre lejanos, ajenos a nuestra vida y realidad cotidianas, este año se han unido rostros que nos resultan cercanos. En algunos países, casi todo mundo conoce, con mayor o menor proximidad, a alguien que ha muerto en consecuencia del Covid-19. Son amigos, familiares, es alguien que de alguna manera forma parte de nuestro universo más próximo. Esa realidad, que, al menos en el norte planetario, es algo que a muchos les resulta desconocido, a muchos les lleva a preguntarse, cómo es posible que fulano haya muerto de esta manera, fruto de una situación que se nos escapa.

La historia a veces tiene esas cosas, de ella forman parte personajes, que representados por diferentes actores, en momentos y lugares diversos, asumen papeles siempre presentes en esa gran comedia que perennemente ha acompañado a la humanidad. Es Caifás quien condena injustamente a alguien para mantener un sistema social, económico, político o religioso, que privilegia a unos pocos en detrimento del pueblo, al que dice servir y preocuparle, pero del que se aprovecha cobardemente. Son aquellos que con discursos altisonantes encantan los oídos de sus amigos, inclusive de masas obnubiladas.

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Es Pilatos quien se lava las manos, quien se desentiende y no actúa, aunque sepa perfectamente que su negligencia está contribuyendo para que la injusticia prevalezca. Es Judas quien ha entregado al amigo, quien piensa que el otro puede ser usado cuando nos interesa y vendido cuando eso nos reporta un lucro mayor. Son muchos los personajes que aparecen en los relatos de la Pasión con los que podríamos confrontarnos, en un ejercicio de contemplación que nos lleve a descubrir y reflexionar sobre nuestras actitudes ante situaciones presentes en la historia y en nuestra vida.

Pero por encima del personaje concreto, todos ellos tienen que remitirnos a Jesús y a su forma de mirar hacia él. Crucificado, sin poder sentir la cercanía de los suyos, su experiencia nos conduce a la de tantos que hoy continúan siendo crucificados, pero también a aquellos que al pie de la Cruz se preguntan los por qués ante algo que no tiene respuesta, porque hay cosas que, en el transcurrir de la historia, suceden. Ellas nos enseñan a tener nuevas miradas de la realidad y a entender, poco a poco, aunque no sea algo fácilmente asumible, que los inocentes también mueren.

En este Viernes Santo somos llamados a suplicar a Dios ante el sufrimiento del inocente, a ayudar a entender a quien padece que no está sólo. Este sentimiento de soledad es una tentación que siempre amenaza el pensamiento de aquel que vive momentos de angustia, que incluso salió de la boca de quien desde la Cruz clama porque piensa que Dios le ha abandonado. Pero nunca podemos olvidar que tenemos por Padre a un Dios que acompaña a sus hijos, que nunca nos abandona y que siempre ofrece su mano para ayudarnos a salir del hoyo, especialmente cuando parece que nos hundimos y ya no hay vuelta atrás.

La fe es lo que siempre nos va a permitir descubrir, inclusive en situaciones donde parece que solo el dolor está presente, que Dios acompaña la vida del que sufre. Pero también que somos actores decisivos para que la realidad cambie y para que las estructuras de muerte, que se hacen presentes por acción u omisión, desaparezcan. El compromiso individual y colectivo es un elemento fundamental para que la vida triunfe, para que el Reino de Dios avance, y para que entendamos que la Cruz es camino de Salvación.

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Manuel Mandianes: “Gente sin patria, sin dinero y sin lengua son todos Cristo que ha recorrido el largo camino del Calvario”

Viernes, 10 de abril de 2020
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“Cristo de nuevo crucificado, la humanidad entera por el camino del Calvario”

“La pasión de esos cristos sanitarios que movidos, carcomidos, urgidos por el deseo de curar y sanar se tropiezan con la falta de medios y su impotencia”

“Los que se mueren en absoluta soledad sin poder despedir a los suyos, sin saber cómo quedan, sin nadie que le ponga un Crucifijo en mano, sin una mano que le ayude a brincar hasta la otra orilla”

“Dios puede prever las catástrofes y el mal hecho por el hombre, pero no los determina. Para evitarlos tendría que cambiar la naturaleza del mundo y privar de libertad al hombre”

Sólo hay una manera de conocer y amar a Dios y a su Cristo: Amar al prójimo. Y se les aparece Jesús en forma de mendigo y les dice: “Lo que hacéis con uno de estos conmigo lo hacéis”. Y en el juicio final, les dirá a unos: “Venid benditos de mi padre porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era un extranjero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, prisionero y me fuisteis a ver”. Y a los otros: malditos porque no hicisteis conmigo nada de esto.

La pandemia del coronavirus está sometiendo la humanidad a una crisis de incertidumbre, a sentir en carne viva la impotencia frente a un enemigo invisible que la está diezmando. La humanidad, falta de serenidad, falta de información ante lo que es un virus y cómo puede actuar y matar a tanta gente, víctima del miedo, cuando no del pánico y del terror que la paraliza, está perturbada. Las víctimas de crisis económicas, sociales, políticas que, de la noche a la mañana, se ven privadas de todo lo necesario para cubrir las necesidades elementales, aumentan a pasos agigantados. La humanidad entera está andando un camino del Calvario.

Cuando están lejos suspiran por volver y cuando vuelven se lamentan de haber vuelto. “No sé si pasa el tiempo o se detiene; estoy como el primer día que llegué aquí, esperando que ocurra algo para volverme. Felizmente, hemos pasado la mayor parte del tiempo trabajando. Si hubiéramos tenido mucho tiempo para pensar nos hubiéramos vuelto locos. Somos de todas partes y de ninguna. En España nos falta esto y cuando estamos aquí echamos de menos aquello. Cuando vuelvo al pueblo, nada es lo que era. Es más, cuando vuelvo no tengo con quien compartir treinta años de mi vida. Pero cuando estoy aquí no tengo con quien compartir mi infancia que, cuando eres viejo, toma gran importancia en la memoria”, me dijo un emigrante español.

Los emigrantes que navegan en el Mediterráneo sobre su tumba, después de haber atravesado durante meses, tal vez años, tierras inhóspitas, huyendo de enemigos visibles e invisibles; los escapados de las guerras, sin maletas, sin comida, sin un lugar a donde ir, sin nadie que los espere en ningún sitio. “Agoté todo hasta las lágrimas. Solo me quedan las cuencas vacías de los ojos y la ausencia de mi hijo que perdí en las largas jornadas de caminar sin llegar a ningún lugar. Cada momento prefiero sentarme y dejarme morir, pero siento que los que aún van conmigo me necesitan como yo los necesito a ellos”. Gente sin patria, sin dinero y sin lengua son todos Cristo que ha recorrido el largo camino del Calvario

Las mujeres que han llegado a España con la promesa de un trabajo y un suelo dignos buscando una vida mejor para ellas y los suyos y las mafias las han encerrado, hacinado, en un prostíbulo a cal y canto. La gente de la calle, los sin techo que recorren durante el día las calles de las ciudades buscando en los contenedores o arrodillados en una esquina piden una limosna para procurarse algo que llevarse a la boca y al atardecer buscan el lugar más apropiado para pasar la noche, son Cristo atados a la columna como Cristo para azotarlo. ¡El camino del Calvario de las víctimas de violación, de abusos de pederastas y el de los violadores y abusadores que, en un momento, se dan cuenta del sufrimiento que hayan causado a los otros! Para darse cuenta de la tragedia del violador, del pederasta, bastará con leer atentamente “Y Dios bajó al infierno del crimen” de M. Raimond o “Crimen y castigo” de Dostoievski.

cq5dam.thumbnail.cropped.1500.844Los ancianos aislados en una residencia, sin ni siquiera la visita semanal de los suyos, llorando detrás de la ventana o acurrucados detrás de la puerta de su casa, en soledad absoluta, esperando que alguien venga a decirles: te quiero, que les curaría de su enfermedad; los que se mueren en absoluta soledad sin poder despedir a los suyos, sin saber cómo quedan, sin nadie que le ponga un Crucifijo en mano, sin una mano que le ayude a brincar hasta la otra orilla; los familiares, amigos, que saben que los suyos se están muriendo en soledad y no pueden ni pasar a cogerles de la mano para ayudarlos a dar el último paso, ni siquiera pueden darles el último beso ni hacerles un funeral y enterrarlos como quisieran.

La pasión de los que sufren Alzheimer y de las familias que tienen algún miembro que sufre la enfermedad. Los niños, que sin comerla ni beberla, por una razón u otra, no pueden moverse, y sus padres, miran con nostalgia a los compañeros corretear. Los parapléjicos que en una silla de ruedas ven la algarabía de la vida a su alrededor y ellos, como Cristo en la cruz, la ven con alegría o con rabia clavados en una silla de ruedas. Sobre ruedas en los países ricos, en una tabla con ruedas en los países sin medios técnicos ni económicos.

La pasión de muchos creyentes que frente a esta pandemia mundial se preguntan si Dios ha muerto o si, al menos, se ha sustraído y retirado del mundo dejando de su mano a la humanidad entera, consternada hasta el abatimiento, y al mundo, cegado por un mal sin medida. Dice el creyente: “Cierto, parece que Dios ha dejado de ser el fundamento. En momentos como estos se muestra más insondable y sublime que nunca. Parece que se ha retirado y la vida es un abismo”. Y responde como Job: “Si nos alegramos cuando somos felices por qué no vamos aceptar el mal” que se debe a la imperfección del mundo y a la libertad del hombre.

“¿Cómo podéis creer en un Dios todo poderoso que o quiere eliminar el mal y no puede, o quiere y no puede, o ni quiere ni puede o puede y quiere? Esta cuarta posibilidad no se da porque la realidad la contradice. Aún en el caso de que existiera, es como si no existiera. Tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto desgarro, tanta desolación demostrarían que se ha retirado a la oscuridad y el orden del mundo a quedado perturbado y el mundo se ha convertido en algo terrorífico”, les dicen los increyentes. “Las catástrofes y otras calamidades naturales se deben a la imperfección de la naturaleza que no es perfecta. Y el mal acusado por el hombre se debe a su libertad mal usada”. Dios puede prever las catástrofes y el mal hecho por el hombre, pero no los determina. Para evitarlos tendría que cambiar la naturaleza del mundo y privar de libertad al hombre.

La pasión de los agnósticos que después de la “muerte de Dios” habían puesto su fe y su esperanza en la ciencia, el dinero, el progreso, en el futbol, “el fútbol es la fe de los que no tienen fe” se puede leer en “El fútbol (no) es así” y se dan de bruces contra sus límites. La pasión de los científicos que se ven frustrados por la impotencia de ser incapaces, de momento, de vencer un virus desconocido. La pasión de esos cristos sanitarios que movidos, carcomidos, urgidos por el deseo de curar y sanar se tropiezan con la falta de medios y su impotencia.

“Esperaba que me hablasen de la vida, de la pasión, del sufrimiento, de Jesús y aquí me hablan de la actualidad, del sufrimiento de millones de personas, de lo que se ve todos los días”, me dicen. Es más difícil amar a Dios que conocerle”, dijo alguien. La soledad de Jesús, Padre, aparta de mi este cáliz. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”, se hace carne viva hoy en la soledad de los aislados en las residencias de ancianos, de los moribundos en los hospitales, de los presos, de las maltratadas conviviendo encerradas con su maltratador.

Un Jesús teologizado en conceptos es necesario pero un Cristo resucitado en la vida de todos y en el humano acaecer de cada día es indispensable. Momentos como estos perturban la fe tranquila en un Dios bueno, Padre, que parece convertirse en un Dios abismo, insondable. “Ciertas naturalezas no pueden amar por un lado sin odiar por el otro” (Miserables). Es difícil ver a Cristo en el otro si no se alimenta la vida espiritual con la meditación, la plegaria y los sacramentos. Pd. Una novela de Niko Kazantzakis tiene el mismo titulo

Fuente Religión Digital

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Cómo viven la pandemia migrantes LGBT+ en la frontera norte de México

Viernes, 10 de abril de 2020
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casa-arco-iris--2048x1024Por Silvia Soler y Milena Pafundi

Foto: Casa Arco Iris

Ahora mismo en Tijuana no hay nadie intentando cruzar la frontera. Las calles están vacías. La comunidad LGBTQI+ migrante en México decidió resguardarse en los albergues y pasar unidxs en esta época de pandemia. Tras los anuncios de Donald Trump de no otorgar más ayudas económicas a migrantes- no habrá políticas de asilo- y el endurecimiento de las políticas migratorias del presidente mexicano Manuel López Obrador de no otorgar visas humanitarias  a les solicitantes en la frontera sur con Guatemala, el panorama es cada vez más complicado para migrantes en tránsito por México.

Les migrantes LGBT+ en Tijuana están atrapades entre las violencias de las que huían, las violencias del crimen organizado y las autoridades migratorias. Ahora se le suma también las violencias que implican la exposición al contagio de coronavirus a la espera de que se reabra la frontera con EEUU.

Cristina Franco, maestra y directora del albergue LGBTI Casa Arco Iris en Tijuana, contó a Presentes que en México la cuarentena no es obligatoria y apelan a la responsabilidad ciudadana. Cada Estado fija sus reglas. En Tijuana la Guardia Estatal se pasea por la calles con mascarillas y guantes pidiéndole a la gente que si no tiene necesidad urgente de estar en la calle, regresen a sus casas.

En la Casa Arco Iris se encuentran en estos días 18 personas, mayormente centroamericanas. En otra proporción menor jamaiquinos, un cubano, y dos mexicanos. Los días no son del todo fáciles ya que no pueden organizar nada que mantenga la dinámica de convivencia activa. Se suspendieron todos los talleres, y ya casi ninguno sale.  “Están tranquiles porque también son una población que se conoce desde hace tiempo, algunos ya tienen aquí como 7 u 8 meses. El más reciente entró hace 1 meses” cuenta Cristina y agrega que es posible que se queden allí por un buen tiempo más.

Aquellas personas que lograron atravesar la frontera a Estados Unidos antes del endurecimiento de las políticas migratorias viven con mucha preocupación la pandemia de Covid-19.

Yessi es trans y llegó a Tijuana en marzo de 2019. Después de pasar 4 meses en el albergue para migrants LGBTI Casa Arco Iris, logró solicitar asilo entregándose a las autoridades migratorias de EEUU. Pasó 13 días en las famosas hieleras (ICE por sus siglas en inglés): “El maltrato fue terrible y es una situación muy traumática”, contó Yessi a Presentes. . “Luego estuve detenida en la cárcel 2 meses y medio”. Ahora vive en California y no está trabajando porque todos los lugares que podrían ofrecerle empleo están cerrados: restaurantes, hoteles, cafés, etc. “Ahora me siento muy traumada porque la situación aquí es terrible y no podemos salir a la calle, no tenemos acceso al médico ni al psicólogo. Las personas que estamos en tratamientos hormonales no sabemos cuando volveremos a poder a acceder al suministro de hormonas, esto está afectando muy duro a las personas lgbt.”

Sin visas humanitarias 

Casi todxs los que se encuentran en Casa Arco Iris tienen su número y están esperando a ser llamados. Asimismo  hay gente que está intentando llegar desde Tapachula a Tijuana. “Nos han contactado a través de la página algunas chicas transexuales y al parecer Migración no les está facilitando tarjeta por visa humanitaria. Están varadas allá, en Tapachula. Por ahora no esperamos a nadie, ni se van tampoco”, dice  Cristina

“Yo quiero pedir asilo porque vengo huyendo de una relación donde había violencia, fui amenazado y tengo mis pruebas. Mi ex pareja era médico y trabajaba para la mafia. Apenas iba a solicitar mi número pero no puedo hacerlo porque todo está cerrado por la Pandemia”, cuenta Iván de 34 años, proveniente de Guadalajara.

Protocolos  

En Tijuana hay 33 albergues para migrantes. Todos están en comunicación, apoyándose en este momento. Casa Arco Iris es uno de los dos albergues para migrantes LGBTI. Allí se siguen  todos los protocolos de higiene recomendados: gel antibacterial en la entrada, lavado de manos al entrar y se doblaron los turnos de limpieza.

“Hemos creado un cuarto de cuarentena en caso de que alguien presente alguna gripe común. Tendría que estar en el cuarto si les da gripe. En ese caso se llama a la médica  de cabecera. Hasta ahora hemos tenido un caso de gripe común y tos prolongada. No tenemos ningún positivo” dice Cristina.

Cómo funciona Casa Arco Iris 

Casa Arco Iris destina parte de su presupuesto a la comida y la otra parte proviene de donaciones en especie. Algunes de les migrantes que están de paso en el albergue trabajan, aunque en el contexto de la pandemia sólo dos pudieron mantener sus puestos. El resto, que trabajaba en cafés y restaurantes locales, ya no van porque los negocios cerraron y alegan que no están en condiciones de pagarles.

“A quiénes les toca cocinar tienen la tarea de limpiar un poco más en profundidad los alimentos, frutas y verduras”, cuenta Iván.

“Los albergues estamos muy al pendientes de seguir al pie de la letra los protocolos, entendemos que estamos muy expuestos, nosotros no podemos darnos el lujo de no estar entre más de 10 personas reunidas. Extremamos las precauciones: cualquier persona del propio equipo que presente algún síntoma, le damos la incapacidad y que no se presente”, agrega Cristina.

Las organizaciones internacionales como ACCNUR están pendientes. Les llaman dos o tres veces por semana y les han dado artículos de higiene, antibacteriales, gel, mascarillas y guantes.

México ante la pandemia 

Las políticas de prevención en México pretenden hacer un balance que proteja la salud y las economías más debilitadas, tal como anunció el subsecretario de Salud López – Gatell a finales de marzo.

La  declaración de estado de emergencia a nivel nacional del 31 de marzo no contempla la obligatoriedad y el control por parte de las fuerzas de seguridad de la permanencia de la ciudadanía en sus casas.

La jornada de sana distancia, un paquete de medidas que pretende la desmovilización masiva de personas es la principal campaña de prevención implementada por parte del gobierno.

México, un país con alrededor del 60% de informalidad no puede negar la subsistencia a millones de personas que viven al día: es por ello que las medidas no han sido como en otros  países de la región, que han implementado la obligatoriedad del “Quédate en casa”. Esta misma disyuntiva es la que atraviesan les migrantes LGBT+ a lo largo de la frontera con EEUU: entre la posibilidad de la subsistencia económica o la todavía más precarizada espera a la tramitación de asilo en la frontera.

Esta situación abona la inseguridad tanto frente a la pandemia como frente a la delincuencia organizada que acecha a les migrantes en lo que ha sido el más violento -pese a la pandemia- con un total de 2.585 asesinatos registrados en marzo.

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Fuente Agencia Presentes

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Estados Unidos facilita la donación de sangre a varones gais y bisexuales por la crisis del coronavirus

Viernes, 10 de abril de 2020
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donacion_sangreLas nuevas medidas también flexibilizan la donación de hombres bisexuales y personas que se hayan hecho un tatuaje o un piercing de manera reciente.

La crisis del coronavirus ha provocado una fuerte bajada de las reservas de sangre en todo Estados Unidos. Al no poder realizarse donaciones masivas en centros de trabajo, de estudio y otras ubicaciones, se estima que su número ha bajado en las últimas semanas ha bajado en cerca de 86.000. Este hecho, denunciado por Cruz Roja y otras organizaciones no gubernamentales -principales abastecedoras de los bancos de sangre estadounidenses-, ha provocado un cambio de criterio en la administración federal.

El criterio anterior era el de vetar todas las donaciones de personas homosexuales o bisexuales que hubieran mantenido relaciones sexuales en un periodo previo de un año, algo que suponía una evidente estrategia para disuadir a estos donantes y, por lo tanto, una discriminación a la comunidad homosexual y bisexual estadounidense.

Con la nueva situación de emergencia, el organismo responsable, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA), ha establecido que el periodo de abstinencia tras el cual los hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres puedan donar sangre se reduzca a tres meses. Un periodo que también se aplica, entre otras, a las personas que se hayan tatuado o perforado para ponerse un piercing y a personas que hayan viajado a países en los que la malaria tenga una fuerte presencia.

«Queremos y necesitamos que la gente sana -toda la gente sana- done sangre», ha argumentado Jerome Adams, cirujano general de los Estados Unidos (el más alto cargo público en materia de Salud Pública en ese país), que anunció la medida en una rueda de prensa. Habrá que ver si la medida es temporal, mientras dura la crisis del coronavirus, o se mantiene en el futuro. Teniendo en cuenta, además, que sigue persistiendo su carácter discriminatorio, al poner el foco sobre la orientación sexual y no sobre las prácticas de riesgo.

El fin de las restricciones a la donación de sangre por parte de los hombres gais y bisexuales, históricamente motivadas por el miedo a la transmisión del VIH, es algo que llevan años defendiendo diversos colectivos en favor de los derechos de las personas LGTBI en Estados Unidos. En España, por ejemplo, la ley establece la exclusión de la donación de sangre en función de la existencia previa de conductas de riesgo, con independencia de la orientación sexual. Tras el cese de la conducta de riesgo la ley marca que se excluya la donación «durante un periodo determinado por la enfermedad en cuestión y por la disponibilidad de pruebas apropiadas en cada caso». Hay que tener en cuenta, en este sentido, que la sangre donada es sometida a test de VIH, entre otros agentes infecciosos. Y aunque existe la posibilidad de que una infección recién transmitida no sea detectada debido a la existencia de un ‘periodo ventana’ entre el momento preciso de la transmisión y el momento en que las pruebas dan positivo, en el caso del VIH la introducción de pruebas más sensibles hace tiempo que lo han reducido muy por debajo de los tres meses.

Fuente Dosmanzanas

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Getsemaní…

Jueves, 9 de abril de 2020
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I
GETSEMANÍ
I
SOLEDAD EN GETSEMANÍ

Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”. Y llevándose a Pedro
y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
(Mt. 26, 36-37)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y la noche de Jerusalén ya no escondía
la densidad del abandono.
El Maestro lo supo,
y no un presentimiento, una certeza
comenzó a golpearle contra la soledad.
Ahora la soledad no era
aquella extensión dulce donde encontrar al Padre,
ni era
el campo de batalla donde el Hijo
de Dios fuera tentado como Hijo
de Dios.
La soledad era una fuerza
incontenible: vaciaba de luz
todas las casas del espíritu, dolía
como el frío
cuando hiela la sangre.
La soledad mordiendo
el corazón del hombre,
la soledad poniendo al descubierto
al hombre, solo al hombre.
(La soledad es una calle larga
que lleva a la tristeza).
Quiso salir de la ciudad. Bajo la luna
la espalda de los que se volvían era un incendio
que le abrasaba la memoria.
Acaso
fueran piadosos los olivos con su óleo
de intimidad donde resuena
la palabra del Padre.
¡Oh paradoja del ascenso
donde los pies se hunden
en el lodo del hombre!
¡Oh paradoja del conocimiento
donde todo es maraña de raíces!
Getsemaní no es una zarza ardiendo,
es la espesura sin piedad
donde el hombre está solo,
desnudamente solo, sin asilo,
despojado del hombre,
despojado de Dios.
Getsemaní no es óleo, es agonía,
es otra vez un campo de batalla donde el Hijo
del Hombre ha de enfrentarse
con todos los demonios del hombre:
el tedio, la amargura, la angustia, los peldaños
que van a dar al morir.
Getsemaní no es óleo. Es agonía:
y en el centro del huerto queda solo
un verdadero hombre verdadero
abrazado al silencio de Dios, pero obediente.
Fiat, Señor, digo hoy contigo,
fiat, Señor, aunque me duela.

II

 NO ERA EL SUEÑO, SEÑOR…

Bajo la luna llena encanecían los olivos.
La quietud era sólida y destilaba
un plomo ardiente que invadía los cuerpos.
El silencio
se había vuelto mineral
y en la sangre aún rompían las palabras
anunciadoras y terribles
que se habían mezclado con el vino.

Regresó y volvió a encontrarlos dormidos,
pues sus ojos estaban cargados
(Mt. 26, 43)

No era el sueño, Señor, era el espanto
lo que subía
río arriba del alma hasta los ojos:
era el espanto
de ver luchar a Dios y no hacer nada.

III

 EL BESO

Entonces todos los discípulos
lo abandonaron y huyeron.
(Mt. 26, 56)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y ahora
iban subiendo entre las luces,
ensayando
el más turbio, el más falso
de los besos.
¿Quién dijo que el amor era un abrazo?
Este beso no es beso, es un cuchillo
que asesina de lejos y empozoña
el corazón de muchos y lo cubre
de la callosidad del abandono.
En el puente del beso se ha cumplido
lo que dijeron los profetas, pero
Señor te pido ahora que me quites
esa suerte de puente y que me dejes
del lado del amor, en tus orillas.

IV

ORACIÓN PARA NO DORMIR

 Pedro lo siguió de lejos
(Mt., 26, 58)

Oh, Señor, en esta hora
en que también se confunde
la distancia con el miedo,
si Tú me ves que me aparto
de tu agonía y que duermo
para no ver al que sufre
ni ver mi interior desierto,
mírame, que yo te sigo,
aun como Pedro de lejos.
Mírame y en tu mirada
sostenme para que el fuego
de tanto amor me despierte
siempre que me venza el sueño.

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

El día de Jueves Santo se celebra la memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta verdad requiere de nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me refiero a esa humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente, cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como María Magdalena cuando lo encontró en el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más extrañeza.

El día de Jueves Santo […] evocamos también cómo nuestro Señor, durante la última cena, se levantó y se puso a lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos mostró algo de la divina bondad.

Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras plegarias.

Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio? ¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad.

*

B. Hume,
Il mistero e l’assurdo,
Cásale Monf. 1999, 107s

***

***

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Jueves 09 de Abril de 2020. “Jueves Santo”.

Jueves, 9 de abril de 2020
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De Koinonia:

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1ª Lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.””

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

2ª Lectura:

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio:

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.” Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.”

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

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***

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación.

Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua.

Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo.

Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial.

2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNA

Este es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: “Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad”. Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. “Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días”. Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo. Leer más…

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Jueves Santo, todos los amores. Cronología del triduo pascual

Jueves, 9 de abril de 2020
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29982991_10155174424472714_6940205873409185633_oDel blog de Xabier Pikaza:

Amor de padres, hermanos, amantes, maestros, amigos, enemigos…

Esta postal tiene dos partes.  La primera es una evocación de todos  los amores del Jueves santo… La segunda una cronología del triduo pascual…

Me han pedido que evoque en lo posible el orden de los diversos momentos de la despedida y muerte de Jesús, para recorrer así desde casa el camino del Via-Crucis y las procesiones de Semana Santo. Buen día de Jueves Santo a todos.

*

JUEVES SANTO:

AMOR FRATERNO, TODOS LOS AMORES

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“No es sólo el “Día del amor fraterno” como a veces se afirma, sino del amor pleno, en todas sus dimensiones, tal como se ha expresado en la vida y mensaje de Jesús, culminado un día como hoy al menos de cuatro formas:

Amor de Cena, pan y el vino (Eucaristía), en gesto de comunión, con la mesa abierta a todos los hombres y mujeres de la tierra, amor que protesta contra el hambre y marginación de millones de personas. Cena universal

LastSupper John August SwansonAmor de Lavatorio de Pies, servicio o concreto a los demás, en la casa y el hospital, en el trabajo… Lavar los pies, dar dignidad a los cercanos y a los lejanos, en gesto concreto de cercanía y ayuda humana, en servicio de encuentro físico.

Amor de Ministerio, esto es, amor organizado, no por ley externa, sino por libertad… Este e es el día del “sacerdocio”, que no es un orden o rango de poder sobre los otros, sino institución de servicio a los demás, hombres y mujeres, en gesto concreto de amor (como yo os he amado y os he lavado los pies, dice Jesús).

Amor de todos los amores,  norma y modelo de vida de Jesús, que se revela un día como hoy: ¡Sólo os pido una cosa, que os queráis unos a otros!

Amor de amantes que se descubren y miran, mirándose a los ojos en canto de gozo,como Adán cuando canta viendo a su lado a Eva en Gen 2, 23-24, con un cosquilleo de estrellas en el corazón.

Amor de hermanos, amor fraterno y sororal… de hermanos y hermanas que se dan la mano y caminan juntos abriendo espacios y tiempos de vida en la Vida de Dios

Amor de padres, amor de hijos… amor en todas las línea de la vida que confluyen en la mesa de la casa, ante el fuego, desde niños recibidos en la casa, hasta ancianos que se despiden dejando en su muerte un hueco luminoso de presencia

Amor de médico y enfermera, amor maestra y maestro, amor del que aprende… Toda la vida en Jesús es un amor, amor de amores, que no hace nada, haciéndolo todos: Que ya no guardo ganado,pues ya sólo en amor es mi ejercicio…

Amor al enemigo… al que piensa distinto, al que vive de otra forma, al que tiene otra religión… no para que cambie y piense como yo, sino para que sea y viva, pensando distinto. No para que sea como, sino para que sea como él quiere…

Todos los amores... Los que he presentado y otros muchos… Cada uno que aplique el amor de Jesús a su situación y circunstancia… El “cerramiento” del corona-virus nos ha podido privar de muchas cosas secundarias… No nos priva en modo alguno del amor. Amando somo todo, somos todos...

He querido introducir algunas imágenes complementarias, que ilustran la “celebración” cristiana de este día:

Benages

a) La Imagen de una Mujer que Ama a Jesús y le limpia los pies;con ella comienza el relato de la pasión en Marcos 14, 3-9. Jesús se deja querer, aprende a ser amado y servido… un día como hoy, cuando una mujer le unge en la cabeza (textos de Marcos y Mateo) y así marca su camino, y le lava los pies (textos de Lucas y Juan), y de esa forma le enseña en concreto a querer y servir. He tomado como imagen la portada del libro de H. Cáceres, Jesús el varón. Aproximación bíblica a su masculinidad, Verbo Divino, Estella 2011, del que me serviré en las ideas que siguen.

b) La Imagen de Jesús que limpia/lava los pies de los discípulos, al invitarles a comer, en el contexto de la Cena, según el evangelio de Juan. No les ama sólo espiritualmente, sino en concreto, con un amor “físico”, de contacto corporal y de servicio, de ayuda humana y de dignidad. Él no ha querido sólo aconsejar, dar comida, sino acercarse, arrodillarse, lavar… Se trata de amar muy en concreto, en gesto de elevación…, como indica este dibujo infantil, donde los Doce son hombres y mujeres, todos aquellos a los que Jesús “lava” los pies.

 images— María lava los pies de Jesús, con su vida de amor y servicio concreto, con sus lágrimas y fuerte entrega por el Reino.

— Jesús lava los pies de sus discípulos…, expresando y realizando así su amor concreto. Amar es tocar de cerca,ayudar, caminar juntos…

— Jesús pide a los suyos que amen así, que se laven los pies, que se ayuden y sirvan a todos…. Ésta es su Pascua de Jueves Santo.

Buen día a todos, en el Amor de Jesús”.

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 CRONOLOGÍA DE LA SEMANA SANTA, DEL JUEVES AL DOMINGO

*

— Algunos dicen que la Semana Santa fue más que una semana…, que la Cena de Jesús no fue el Jueves Santo, sino unos días antes (siguiendo un calendario esenio), y que el tiempo de juicio de Jesús ante el Sanedrín y el Pretorio fue más largo.

— A pesar de los valores de esa tesis, sigo defendiendo la Semana Santa corta, de ocho días, pues me parece que concuerda mejor con los datos que tenemos de Jesús.  Este sería el cronograma:

1. Sábado: Jesús descansa en Jericó antes de iniciar la última jornada (cf. Mc10, 46-52).

2. Domingo: Subida a Jerusalén y entrada real sobre un asno (cf. 10, 46–11, 11).

3. Lunes. Maldición de la higuera (11, 12-14) con purificación del templo (11, 15-18).

4. Martes, gran disputa: Viñadores homicidas, sermón escatológico (11, 20−13, 37).

5. Miércoles: Los sacerdotes deciden prender a Jesús. Cena en Betania (14, 1-11).

6. Jueves: Última Cena, Huerto de los Olivos, prendimiento y juicio (14, 12-72).

7. Viernes: Condenado por Pilato, crucifixión y entierro (15, 1-47)

8. Sábado: Gran pascua judía, los seguidores de Jesús quedaron en silencio.

9. Domingo: Pascua cristiana, con las mujeres en la tumba (16, 1-8).

Visión de detalle, los tres últimos días

l. Noche del jueves al viernes.

Estrictamente hablando, esa noche (que para los judíos era ya de viernes, pues el día empezaba según ellos tras la puesta del sol), fue una noche de víspera, no de cena pascual, y en ella quiso “adelantar” Jesús los aspectos principales (finales) de su compromiso al servicio del Reino:

– Tras la puesta del sol del jueves (que ya era el viernes de los judíos, pues para ello el día comenzaba con la puesta de sol de día anrerior), Jesús y sus discípulos se reunieron para la Cena de anuncio y preparación para la Pascua del día siguiente que para Jesús marcaría el comienzo del Reino, que él quiso adelantar y prefigurar con su entrega, invitando a los suyos a la próxima Copa pascual en el Reino (Mc 14, 25). Los sacerdotes (avisados por Judas) preparaban su detención.

– Primera vigilia (de seis a diez de la noche, iniciado ya el viernes judío): Cena mesiánica de Jesús, ratificando su entrega y preparando la próxima Pascua del Reino; fue un momento de máxima tensión entre Jesús y sus discípulos: Jesús comparte con ellos el pan, y les promete la próxima copa en el Reino, que comenzará la noche siguiente (con la Pascua). El texto supone que la aceptan (comen y beben con él), pero no comparten su opción mesiánica, su gesto de dar la vida. Por eso esta Cena aparece se vincula a la entrega del Cristo (cf. 1 Cor 12, 23).

– Segunda vigilia (de diez a dos de la noche del jueves al viernes): Oración del Huerto del Monte de los Olivos. Jesús invoca a Dios, pidiendo la llegada del Reino en ese Monte, mientras se estrecha la trama de aquellos que quieren prenderle y matarle. En ese contexto ha de verse la traición de Judas, que le entrega, y el abandono general de los Doce, que huyen. Los sacerdotes y Judas habían preparado cuidadosamente el prendimiento, en medio de la noche, de forma que los galileos no pudieran defenderle. Quizá los demás no habían preparado ni previsto lo que podía suceder. Es posible que el prendimiento de Jesús les cogiera de sorpresa, pero su abandono estaba prefigurado ya en la Cena. Ésta ha sido la gran crisis, la decisión irreparable. Jesús no se no escapa ni se defiende, quedando en manos de aquellos que vienen a prenderle.

Tercera vigilia (de dos a seis de la madrugada del viernes): Juicio informal en casa de Caifás, con negación de Pedro. No sabemos si es histórico el dato de Juan (cf. Jn 18, 12-14. 24), cuando afirma que se reunieron primero en casa de Anás, sacerdote más influyente, para ir después a la de Caifás, su yerno, que era Sumo Sacerdote. Pero resulta claro que el prendimiento y primer juicio de Jesús corrió a cargo de la aristocracia sacerdotal del templo, no del pueblo en cuanto tal. No parece que en este contexto se pueda hablar de una reunión de todo el Sanedrín (visión histórico-teológica de Mc 14, 55), sino más bien de los sacerdotes principales. Jesús les había criticado y ahora queda en sus manos, esperando la respuesta de Dios.

2. Mañana del viernes.

Los partidarios de la cronología “larga” suelen afirmar que los acontecimientos que la tradición “amontona” esa mañana son muchos y no caben en ella; además, suponiendo que ese día fuera mañana de Pascua (en la línea de Marcos), parece difícil que pudiera haberse realizado el juicio público, por impropio del día. Pero, de hecho no parece que fuera día de pascua, sino víspera… y todos los hechos pudieron sucederse con gran rapidez, pues así lo querían los sacerdotes y Pilato:

– Hora prima (de seis a nueve de la mañana): A la salida del sol, juicio rapidísimo en casa de Caifás, quizá con presencia de parte del Sanedrín, aunque parece preferible la visión del evangelio de Juan, que habla sólo de una reunión de sacerdotes, sin participación del tribunal entero (cf. Jn 18, 24). Sigue un juicio sumarísimo ante Pilato, sin que sea necesario suponer que son históricos los diálogos, discusiones y “votaciones” (con Barrabás de fondo) que supone Mc 15, 1-20 par. No es probable que Pilato enviara a Jesús donde Antipas (cf. Lc 23, 6-7); y, aunque lo hiciera, ello pudo realizarse muy rápidamente.

– Hora tercia (de nueve a doce de la mañana): Crucifixión. La escena de la flagelación, que bien puede ser histórica, no necesita mucho tiempo. La distancia entre el pretorio y el Gólgota es corta (unos minutos de camino). Las cruces estaban preparadas, tanto las verticales (en el lugar) como las horizontales, llevadas por los reos. El gesto de Simón de Cirene puede ser histórico, igual que la condena de dos ladrones (lêstai, en sentido social o político), que sitúan a Jesús en su contexto político, aunque con sentido simbólico. El letrero de la cruz (Jesús nazoreo, rey de los judíos), debe ser histórico, aunque no en tres lenguas, sino sólo en una.

3. Tarde del viernes.

Parece que todos querían que la muerte fuera rápida, para que el asunto Jesús quedara resuelto antes que el sol cayera y entrara la noche, con el día siguiente, pues ese día era la Pascua Oficial, día de fiesta (para sacerdotes y pueblo) y de riesgo (se celebraba la liberación del pueblo y Pilato debía estar atento, para evitar levantamientos)

– Hora sexta (en torno a las doce). Éste es el centro del tiempo en que Jesús estuvo crucificado, a pleno día, ante las puertas de la ciudad, de forma que todos pudieron verle, como signo del fracaso de un “falso” movimiento mesiánico. En ese tiempo sitúa el evangelio la burla de los sacerdotes y de parte del pueblo, que muestra el significado de la condena de Jesús y no ha de tomarse en sentido histórico estricto. La oscuridad de Mc 15, 33 parece un signo teológico y también el diálogo de Jesús con los ladrones, igual que con su madre y su discípulo amado (Jn 19, 25-27.

– Hora nona (en torno a las tres de la tarde), grito de Jesús y muerte. Jn 19, 31-37 supone que Jesús murió cuando estaban sacrificando los corderos pascuales en el templo (¡no quebraron sus huesos, no quebraban los huesos de los corderos pascuales!). El grito (¿por qué me has abandonado?) es quizá histórico, aunque las interpretaciones difieren. En ese contexto puede situarse el “abandono” de Dios, que es su presencia más grande, y las implicaciones de la entrega de Jesús, que al fin comprende y comprendiendo muere, como ha interpretado la tradición cristiana. Desde ese fondo han de entenderse los demás símbolos: Velo rasgado, confesión del centurión, terremoto. Entre la crucifixión y la muerte pasan seis horas de las actuales, que son un tiempo largo.

– Opsías (A la caída de la tarde: Mc 15,42)… Entre la hora nona y la puesta de sol (de tres a seis): Bajaron a Jesús de la cruz, le envolvieron en el lienzo y le enterraron, según ley, de forma que cuando el sol se metía José de Arimatea y los sepultureros volvieron a sus labores pascuales y las mujeres amigas de Jesús (que miraban de lejos) a su llanto. Es histórico el entierro, como veremos, y parece también histórico el hecho de que las mujeres miraran de lejos. Todo debió acabar antes que el sol se pusiera del todo y comenzara la fiesta de Pascua, pues después no se podía “trabajar”. Se había cumplido el “tiempo” iniciado con la Última Cena. Fueron sólo veinticuatro horas, toda la historia humana condensada en la condena y muerte de Jesús.

3. Sábado y domingo.

En sentido estricto, la historia de la pasión termina el viernes por la tarde, con muerte y entierro, antes de la puesta del sol. Lo que sucede después pertenece a la memoria cristiana, vinculada a la experiencia (fe) de la iglesia. De todas formas, de un modo general, podemos ordenar así los acontecimientos:

– Sábado, Pascua judía. Desde la puesta de sol del viernes (tras el entierro de Jesús) hasta la nueva puesta de sol pasaron veinticuatro horas, tiempo en que los judíos celebraron la pascua (en la noche) y descansaron (día siguiente). Los sacerdotes pudieron pensar que todo se había resuelto de un modo satisfactorio y Pilato tranquilizarse. Para los cristianos posteriores fue un signo el que Jesús muriera al comienzo de la vigilia y que ese año la pascua cayera en sábado.

Domingo, Pascua cristiana. Según Mc 16, 1-7, las mujeres llegaron a la tumba la mañana de domingo muy tempano, cuando el sol estaba saliendo, pero encontraron la tumba ya abierta y un joven sentado a su derecha (Mc 16, 1-7). De esa forma se indica simbólicamente (¡sin decirlo!) que Jesús habría resucitado a la salida del sol del domingo (como sol verdadero). Habría estado muerto unas treinta y nueve horas, algo más de día y medio: tres horas del viernes – de las tres a las seis de la tarde –, veinticuatro del sábado – de seis a seis de la tarde – y doce del domingo – de la seis de la tarde del día anterior a las seis de la mañana. De todas formas, esas horas (tres días) de muerte de Jesús se computan de diversas formas, según los diferentes textos.

La cronología larga de la pasión (con Última Cena entre martes y miércoles) tenía la ventaja de espaciar los acontecimientos del juicio, de manera que se ordenaban en un transcurso mayor, pero creaba una dificultad mayor: Tanto los sacerdotes como Pilato querían un juicio sumarísimo; a nadie le convenía un Jesús dando vueltas de un lugar a otro, para ser juzgado, durante tres días, por el riesgo que implicaba su condena en un entorno de pascua, con muchos galileos reunidos en Jerusalén para la fiesta.

(He desarrollado este esquema en Historia de Jesús, Estella 2013)

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Soy pan que me parto y me reparto. Soy Vida que me derramo para todos

Jueves, 9 de abril de 2020
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cena-del-corderoJn 13,1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia, porque para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es curioso que los tres evangelistas, que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan, que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada. Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras, está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros como cristianos. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de los que celebramos, como la toma el evangelista Jn cuando hace esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como señor. Lo importante no es el hecho físico, sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano está en el servir a los demás. Fijaos que ese profundo simbolismo es lo que se quiere manifestar en el evangelio de Juan.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, pero proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios, que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amar a los demás, eso sí, como Dios ama, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como una devoción más, que comienza y termina en la iglesia, no es la eucaristía que celebró Jesús. Debemos hacer un verdadero esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y comprometernos en la celebración de la eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión espiritualista y abstracta que no afecta a mi vida concreta. La presencia real de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido durante siglos descubrir el aspecto vivencial del sacramento y dejarnos al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo” en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia real de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía de recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico, por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me motiva.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana, solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida y aceptada. Solo un Jesús des-trozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos, para que nos puedan comer, es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de un seguidor de Jesús. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero en el c. 6 encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que cree, nunca pasará sed”. Queda claro que comer el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio de los demás hasta deshacerse por ellos. El mayor peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los hombres.

Dice más adelante: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida definitiva, que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte” a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata de renunciar a nada, sino de conseguirlo todo.

Nota: por motivos de salud pública, en medio de la pandemia por el virus Covid-19, están prohibidos los actos de culto en numerosos países. Por si alguien unirse a una celebración de la Semana Santa, facilitamos el enlace con el audio correspondiente al lavatorio de pies del Jueves Santo, que se grabó el año pasado en la casa de espiritualidad de las Javerianas de Galapagar: Pincha aquí para escuchar la Eucaristía.

 

Meditación

Jesús, al lavar los pies, hace una tarea de esclavo;
Manifiesta con ello su entrega sin límites.
En esa entrega está su plenitud humanidad divina.
Solo en el don total está nuestra plenitud.
La única gloria será servir al otro.
Si pretendemos potenciar nuestro ego, la cagamos.

Para profundizar

Hoy va de AMOR. ¡Para volverse loco!

Los mil significados de la palabra nos despistan

La misma religión nos ha metido

por callejones sin puerta de salida

Con el AMOR, Jesús apuntó al infinito

Y quedamos mirando al simple dedo

El primer cristianismo lo vio claro

Usó el término “ágape” con un significado novedoso

aplicable solo a Dios que nos identifica con Él.

El Amor del que hablamos es Dios mismo.

Ni hay sujeto que ame ni hay amado.

No hay nada fuera de Él. No hay relación.

En Él todo queda unificado, no confundido

Lo poco que entendemos nos asusta.

No queremos ni hablar de sumergirnos

en el agujero negro de la Luz y la Vida.

Merodeamos en el horizonte de sucesos

sin dejarnos caer en lo absoluto

que haría nuestra meta irreversible.

Si no mantengo el ego, no lo acepto.

La salvación que espero es potenciarlo.

Ahora veréis por qué falla el mensaje.

El evangelio está sin estrenar. No es aceptable.

Lo hemos manipulado hasta la nausea.

 Dios no es “caritas” sino “ágape”, UNIDAD absoluta,

que nos permite seguir siendo sin ego.

 Amar no es ir al otro sino al UNO.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jueves Santo.

Jueves, 9 de abril de 2020
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Lachapelle1-1-758x474(Juan 13, 1-15)

La compasión solidaria de Jesús se hace gesto y signo sacramental en la Eucaristía. La Eucaristía es la máxima expresión del “darse” de Cristo y de su gratuidad incondicional. Por eso, como ha dicho el papa Francisco, “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). Si en la Pascua judía el signo de la acción liberadora de Dios es la sangre y el sacrificio, en la Última Cena lo es el cuerpo partido y repartido de Jesús, accesible a todos y todas como alimento básico para la vida del mundo. Del mismo modo la Eucaristía no es algo “accidental” en la existencia de Jesús, sino que fue gestándose a lo largo de toda su vida y conduciéndole hacia la entrega total en sus palabras, en sus gestos y encuentros con la gente, especialmente con la más herida y vulnerada.

En el contexto cultural contemporáneo a Jesús el imaginario del banquete mesiánico (Is 25, 6-10) como el gran signo de la irrupción de la novedad de Dios en la historia tenía mucha fuerza entre los creyentes judíos. Por eso Jesús desde la experiencia inclusiva del amor compasivo del Abba, lo va a historizar y radicalizar tanto con sus parábolas (Mt 22,4) como con sus hechos: practicando una comensalidad abierta (Lc 15,2). Sus comidas con pecadores, publicanos y prostitutas inauguran un nuevo orden cuyo centro es el amor y la compasión más que la ley y las tradiciones excluyentes. Esta práctica de Jesús sitúa en condiciones de igualdad a todos los seres humanos en su accesibilidad Dios y a los bienes de la tierra. Por eso algunos teólogos y teólogas afirman que a Jesús le mataron por su forma de compartir la mesa y por con quienes eligió hacerlo. Las comidas de Jesús quiebran la imagen de un Dios sólo para selectos y revelan aun Dios cuyo ser y hacer es misericordia en acción, compasión solidaria, cercanía e identificación con los y las excluidas. Pero la Ultima Cena de Jesús no es tampoco una de tantas comidas de Jesús, sino que tiene un carácter de “memorial” de “testamento”. Jesús es consciente que en torno a él se va cerrando un cerco y busca la intimidad con sus discípulos para compartirles los secretos de su corazón y para ratificar su deseo de entrega, de seguir adelante en la misión que el Abba le ha encomendado. Por eso La Última Cena es un compendio de lo que ha sido la vida de Jesús. Su originalidad radica también en que Jesús es el “anfitrión” y se presenta a la vez como “el que sirve”, algo absolutamente inusual en la mentalidad judía donde quienes servían en las comidas eran las mujeres, y los esclavos. Al hacerlo Jesús ocupa su lugar.

Este mismo sentido es el que expresa el texto del Lavatorio. El testamento que Jesús nos deja a sus seguidores y seguidoras es el servicio. Este Jesús “agachado”, con jofaina y toalla en mano, rompe la dialéctica del amo y del esclavo y nos revela a un Dios identificado con los últimos, sirviendo desde abajo, sustentando, igualando, desde ese lugar, ahí, e inaugurando desde ahí la horizontalidad del Reino. Es tan provocador este gesto, en el que alguien ha dicho que «Jesús se mujerizó», y que en la imaginería religiosa apenas se recoge. El arte ha reproducido escenas de Jesús en las que aparece presidiendo la Eucaristía, sin embargo, hay muy pocas en las que Jesús aparece agachado y lavando los pies a sus discípulos, ocupando el último lugar. Esa actitud y ese gesto continúan escandalizándonos.

No hay nada más opuesto al servicio vivido al estilo de Jesús que el servilismo. El primero cuestiona toda forma de poder-dominación, de abuso y de desigualdad en las relaciones personales sociales y estructurales. Es un acto de libertad y de dignidad. El servilismo, por el contrario, idolatra el poder y a quien lo representa y constituye un acto de sumisión acrítica, por parte de quien lo realiza y de opresión por parte de quien lo permite. Sin embargo, a menudo los cristianos y cristianas lo confundimos. Celebrar el Jueves Santo es comprometernos a vivir eucarísticamente identificándonos con la persona de Jesús y su proyecto como servidores y servidoras de la fraternidad y la sororidad humana. “Haced esto en memoria mía”, es seguir actualizando la existencia al modo de Jesús, desde el servicio y contra toda forma de servilismo o poder dominación que genera violencia y exclusión. Por eso la Eucaristía no es un rito sino una dinámica existencial y celebrarla actualizar su memoria transformadora en nuestro mundo, por eso nunca es un tranquilizante, sino más bien un riesgo.

¿A qué riesgos nos invitan hoy nuestras Eucaristías? ¿Cómo hacer histórico hoy el lavatorio de Jesús en nuestros ambientes?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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¿Dónde quieres poner la mesa este año?

Jueves, 9 de abril de 2020
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2209sanjuan9Jueves Santo 2020
Mari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 08/04/20.- ¿Dónde quieres poner la mesa para celebrar la Pascua este año? No queremos verte solo y ya conoces la situación de confinación a la que nos vemos sometidos.

Por toda respuesta echó a andar a lo alto de un monte.

“Al atardecer, se puso a la mesa” (Mt 26,20)  una gran piedra como ara de ofrenda y, alzando los brazos dijo:

Esta es la Mesa del Mundo, a la que está invitada toda la Humanidad. Sin distinción de culturas, razas, religiones, sexos o categorías sociales. El status social no cuenta para sentarse en esta mesa. El rico no tendrá sitio preferente, ni el pobre quedará esperando que le digan donde sentarse.

Los niños y niñas estarán en primera fila, para que no se aburran sin ver nada. Me habéis oído decir muchas veces: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Y cuando quieran marcharse a correr, dejadles, ya han tenido bastante encierro en las casas, sin ir al colegio, sin jugar en la calle.

Las personas mayores tendrán asientos especiales, y estarán rodeadas de sus hijos e hijas, nietos y nietas, liberadas del desconsuelo que han vivido sin poder ver a los que quieren y echando de menos a los que se fueron.

Las mujeres agredidas en el encierro por sus parejas, intentando proteger a sus hijos, disfrutarán de la libertad de verse cuidadas y atendidas.

Profesoras y profesores que han trabajado on line con los alumnos. Trabajadores y trabajadoras de tiendas de alimentación y supermercados, transportistas y camioneros, trabajadores de recogida de basura, conductores de autobuses urbanos, bomberos, policías, militares, guardias civiles, voluntarios de organizaciones humanitarias, personal de limpieza de hospitales, empleados de fábricas que han trabajado haciendo mascarillas y trajes de protección sanitarios, trabajadores de los tanatorios y lugares dedicados a resguardar y tratar con dignidad a quienes han muerto a causa de la pandemia.

Científicos trabajando a destajo para encontrar una vacuna que pueda parar tanta muerte. Enfermos, sus familias, vecinos que se han ayudado, todas y cada una de las personas que en el sufrimiento han mostrado solidaridad, han dado consuelo, han tenido empatía, han practicado el cuidado, la cercanía en la distancia con una llamada, un whatsapp, una sonrisa, han acompañado a quienes han vivido solos el tiempo de encierro. Los que han orado, unos por otros… Todos estáis llamados a compartir Mesa del Mundo.

En la Mesa del Mundo, como en la Cena de Pascua con los Doce, también se sientan quienes no acaban de entender la dimensión que tiene la Fraternidad Universal. Toman asiento creyendo que son lo que no son y deseando lo que les impide comprender que todos somos del mismo barro; que desde el día que llegaste al mundo formas parte de  la familia universal y que eres hijo e hija de Dios, le llames como le llames.

Los Doce habían discutido en otros momentos quien era el más importante. Se suscitaban envidias por los puestos que tendrían en el Reino. ¡Qué ingenuos!

Aquella noche, la traición se hizo presente: Judas por su ambición de poder y de dinero, y Pedro por el miedo a las consecuencias de dar testimonio.

Y todos celebraban la misma Cena y estaban sentados en la misma Mesa.

Se hizo un gran silencio y, pasados unos momentos, alguien empezó a aplaudir. Eran las ocho. Todos en pie batiendo las palmas y mirando alrededor… ¡No han venido! ¿Dónde están?

El personal sanitario de todos los hospitales del mundo que había combatido con todas sus fuerzas y su profesionalidad el ataque masivo del bicho invisible, se fue acercando y rodeando la Mesa del Mundo.

Sonrientes y agradecidos por los aplausos de los presentes, las sonrisas se mezclaban con las lágrimas. Poco a poco, los aplausos fueron dejando espacio a un gran silencio.

Entonces, “Jesús se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies del personal sanitario y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido”. (Jn 13, 4-5)

Al verlo, muchos de los presentes se acercaron a Jesús y se pusieron a lavar los pies a todos los que habían luchado con su trabajo y desvelo para arrebatar al virus la vida del mayor número de personas, en jornadas maratonianas en los hospitales y sin poder estar con sus familias.

Él mirando a todos dijo: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros”. (Jn 13, 34)

Ya era de noche, se puso en pie y alzando los ojos al cielo, dio gracias al Padre.

No estaba solo porque el Amor lleva a todos en el corazón, aunque nos quedemos en casa.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Hoy el lavatorio de los pies es la ayuda a los demás, el trabajo del personal sanitario, el consuelo a quienes sufren

Jueves, 9 de abril de 2020
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icono-del-lavatorio-de-los-pies-40x60-cmDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Meditación para el jueves santo

  1. Sabiendo Jesús que estaba llegando su hora.

         La “hora” llega con la nueva Pascua (no con la de los judíos), que Jesús se dispone a celebrar: pasar de este mundo a Dios Padre.

Se trata del nuevo Éxodo, de la libertad definitiva.

         En nuestra vida también hay muchas “horas”, momentos cruciales, pasos difíciles, la pandemia que estamos sufriendo es uno de los “valles oscuros” que nos ha tocado vivir en nuestra existencia.

         Para Jesús llegaba no tanto la “hora” de la muerte”, sino de la vida. Y esa “hora” es la fuente de la vida. Es fuente de una gran esperanza.

         Es bueno que científicos, médicos, políticos y todos los ciudadanos trabajemos por la vida, por curar o salir de esta pandemia, pero la hora llega, llegará.

         Detrás de los problemas de la ciencia, están los problemas de conciencia. Quiera Dios que salgamos con bien de esta pandemia, pero detrás de ella sigue en pie el problema de la muerte y del sentido de la vida.

         Que nuestra hora sea la de Jesús: la hora de vivir.

  1. Jesús se reúne con los suyos.

         Los “suyos somos todos”: en la misma mesa están Jesús, los discípulos, Pedro: hombre de poder, Judas: traidor, el Discípulo que se siente amado por Jesús.

         Probablemente en nuestra vida ha habido y hay  momentos de todos esos “personajes”. Como a Pedro, también a nosotros nos gusta el poder; tal vez hemos sido algo “Judas” en la vida, en todo caso, todos y siempre somos amados por JesuCristo.

         Nos encontremos como nos encontremos, Dios es amor. Jesús se reúne siempre con los suyos, que somos nosotros. En estos momentos de enfermedad podemos sentir la lejanía de Dios. Sin embargo Jesús no nos deja solos, está reunido con nosotros: No os dejaré huérfanos, (Jn 14,18). Dios permanece, sufriente, con nosotros.

Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. (Jn 4,8)

  1. Lavar los pies.

El relato evangélico tiene un cierto tono solemne. Es una de  esas “ironías” que emplea el evangelista san Juan. Enmarca con gran solemnidad un gesto tan pobre y cotidiano como lavar los pies de los suyos.

El lavatorio no tiene lugar al comienzo de la Cena. No es un rito de purificación judío ni religioso, sino que tiene lugar en el transcurso de la cena. El servicio es una actitud central y fundante de la Iglesia.

Extrañamente en la Última Cena del evangelio de san Juan no hay Eucaristía. El pan de vida lo ha resuelto en el cp 6, en la multiplicación de los panes: Yo soy el pan de Vida.

A lo largo del tiempo de su vida pública, Jesús había comido frecuentemente con pecadores y publicanos, que eran auténticas eucaristías, comidas, encuentros salvíficos.

En la última Cena del evangelio de San Juan, el centro lo ocupa Jesús servidor, esclavo, que lava los pies a los suyos y un Jesús que ama hasta el final: servicio y amor.

  1. Servicio y amor en la iglesia.

Estamos viviendo esta ingente crisis de salud y de vida.

Resulta reconfortante ver tantos gestos de cercanía, de ayuda, de servicio: familias y vecinos que se ayudan, el personal sanitario que se entrega vocacionalmente a salvar vidas, voluntariado, instituciones, etc. Ese es el lavatorio de los pies de nuestro momento: ese es el servicio de hoy

Este año no hay Misas, ni procesiones (la procesión va por dentro). La Iglesia es una comunidad que nace no del poder, ni de la pomposidad de los ritos y procesiones, sino del lavatorio de los pies, del servicio. Hace bien que el obispo de Roma, Francisco, desee y repita con frecuencia el deseo de una “iglesia pobre y para los pobres donde se viva el amor, incluso la ternura” (Francisco).

Esta es la Iglesia del Jueves Santo: Una iglesia de servicio y amor a los débiles, una Iglesia que se quita el manto de Señor, (la muceta pontifical o de poder) y celebra la Eucaristía con los que sufren física o moralmente, una iglesia que sirve y ama, una iglesia que no impone, sino que sirve.

Os he dado ejemplo: haced vosotros lo mismo

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“En el misterio pascual”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 9 de abril de 2020
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MISTERIO-PASCUAL_2212888801_14408692_660x371De su blog Punto de encuentro:

 La semana litúrgica cristiana más importante del año condensa todo el misterio que entraña la Revelación. Casi resuena como un oxímoron pronunciar a la vez “misterio” y “revelación”, pero esto es precisamente lo que sigue siendo de permanente actualidad, siglo tras siglo, gracias a la experiencia de la fe que lo actualiza en cada tiempo.

Mensaje novedoso de entrega y éxito que conoce la persecución y la muerte, pero cree en la resurrección. Sus resultados renuevan la historia cada vez que el Mensaje cala en una sociedad concreta. Ahora que coincide el confinamiento por un virus que pone en jaque a la humanidad y descoloca litúrgicamente a nuestra Cuaresma y Semana Santa, es necesario reflexionar desde la oración sobre nuestra relación con Dios.

Pedid y se os dará, proclama el evangelio; insistid como el que necesita de su amigo a medianoche, hasta que baje a atenderle para que le deje en paz. Quizá es el momento de orar en torno al significado de la verdadera Providencia en estas situaciones tan dolorosas y de tanto desconcierto y tristeza. Ahora que la mayoría tenemos más tiempo a causa del confinamiento, estoy releyendo algunos libros que en su día me hicieron mucho bien espiritual. Y he encontrado una reflexión del jesuita Ladislao Boros que viene muy a cuento de la providencia en este tiempo Pascual.

Para Boros, lo esencial de la providencia divina consiste en la conversión del pensamiento y no tanto en que Dios intervenga milagrosamente en nuestra vida ante las amenazas de la existencia. La providencia es más bien una metamorfosis interior producida por la gracia en todas las vivencias humanas cuando nos fiamos de Dios. Todo puede convertirse en gracia, como dijo Teresa de Lisieux. Es lo que Pablo llama “confiar contra toda esperanza”. No somos cobayas, tenemos a quien seguir. La Semana Santa nos hace revivir la historia fiel del amor de Dios a cada uno de nosotros, por encima de las circunstancias que nos depara la existencia.

Boros se centra en lo primordial entre los momentos más esenciales de la experiencia de la Resurrección están la bondad, la afabilidad, el perdón y el afecto como última medida de la vida; lo esencial una vez despojada toda apariencia. Cualquier gesto de fe y de amor al prójimo es siempre un movimiento hacia Dios que acarrea un paso hacia nuestra plenitud.

Jesús de Nazaret es la senda; seguimos a alguien, no a una idea o a una ideología. Y con su ejemplo y Resurrección queda sentenciado un sí definitivo a toda buena intención del corazón humano, a todo perdón y mansedumbre, a toda bondad y esperanza.

No somos héroes, nuestras vidas son las que son. Pero Dios nos envuelve como al pez el agua de la pecera para insuflar fe en Él, vida solidaria y esperanza. En realidad nuestra paz está ligada a esa aceptación humilde llena de confianza en el Padre con la que Dios opera la metamorfosis interior a la que me refería anteriormente. Algo que a su vez nos capacita para dar esperanza a los demás. Que por algo hemos sido elegidos para el testimonio. Hemos sido llamados a la evangelización.

Si lo esencial se nos da solo como experiencia y el amor posee la consistencia suficiente como para ser lo único digno de fe, la Semana Santa, en especial el Triduo Pascual, es la celebración de la revelación del amor de Dios a cada uno de nosotros. Estamos invitados a cambiar de actitud y vivir conforme a la invitación de Cristo. La Cuaresma ha sido el tiempo de preparación en escucha activa y propicia para vivir ahora este tiempo fuerte pascual que se condensa en el Triduo.

Dios proveerá es más que una frase, es algo cierto que se hace realidad en quienes trabajan la metamorfosis a la que se refiere Ladislao Boros renunciando a lo que impide experimentar la salvación de Dios hoy y aquí; ahora mismo, dentro de mí. Pura Pascua.

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