De la eucaristía “sacramental” a la “eucaristía existencial”
Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:
La lectura del evangelio de Mateo 12, 1-8 nos recuerda las críticas que los fariseos le hicieron a Jesús porque sus discípulos, en día sábado, tenían hambre y al pasar por unos trigales, comenzaron a sacar las espigas y se comieron los granos. Eso no lo podía hacer un buen judío. Los discípulos estaban mostrando poco dominio de sí, poco sacrificio y, sobre todo, no estaban cumpliendo la ley que es lo que garantizaría su fidelidad a Dios. Jesús les responde con el ejemplo de lo que hicieron David y sus compañeros cuando estaban muertos de hambre: “entraron a la casa de Dios y comieron los panes sagrados que ni él ni sus compañeros podían comer, sino solamente los sacerdotes”. Pero como parece que los fariseos eran “de dura cerviz” Jesús tuvo que seguir explicándoles: ¿No han leído en la Ley que los sacerdotes trabajan los sábados en el Templo y no por eso pecan? Entonces Jesús les explica la novedad del reino que Él anuncia: “Aquí hay uno que es más grande que el Templo”, es decir, Jesús supera toda Ley, todo cumplimiento, toda norma y con esa autoridad puede decirles: “Si ustedes entendieran claramente lo que significa “yo no les pido ofrendas, sino que tengan compasión” no estarían condenando a estos inocentes -es decir a los discípulos por haber comido el trigo-. Jesús termina diciendo: “el Hijo del Hombre tiene autoridad sobre el sábado”.
La situación de cuarentena que vivimos nos ha quitado la posibilidad de participar de la eucaristía “sacramental” pero no de la eucaristía “existencial” que, si entendemos el mensaje del reino, no significa que ahora veamos la misa por televisión o que partamos un pan en nuestras casas y hagamos muchas oraciones. La verdadera eucaristía existencial la celebramos en este asumir las circunstancias que hoy vivimos y las hagamos un verdadero “partir el pan”.
Hay eucaristía existencial cuando nos duele la cantidad de personas que han muerto por este virus. Cuando nos comenzamos a quitar el pan de nuestra boca para compartirlo con tantos que tienen necesidad. Cuando pagamos el salario a las personas que nos sirven (servicio doméstico, portería, jardinero, etc.) sin que vengan a trabajar. Cuando pensamos en serio qué modelo económico tenemos que fomentar para que todas las personas tengan cubiertos sus derechos básicos. Nunca como ahora ha quedado evidente (aunque ya lo sabíamos, pero seguíamos pasando de largo) que son muchísimos los pobres que viven del día a día y que no tienen casa, comida, servicios públicos -especialmente agua-, trabajo digno, educación y, por supuesto, un sistema de salud capaz de responder a las necesidades de todas las personas.
Hay eucaristía existencial, cuando contemplamos la creación y vemos que está descansando de nuestra explotación absurda y el aire parece un poco más claro, los animales están volviendo a su hábitat, los mares parecen más transparentes, aunque todo esto es infinitamente poco, comparado con todo el cambio ecológico que deberíamos hacer para cuidar efectivamente de la casa común.
Hay eucaristía existencial cuando los grandes empresarios y los bancos, tal vez, por primera vez en su vida, no piensan en ganar sino en repartir lo que tienen para que todos puedan vivir.
Pero también habrá eucaristía existencial cuando la iglesia institución se replantee su estructura externa y su énfasis -a veces casi exclusivamente- en la vida sacramental. Muchas comunidades y parroquias comienzan a estar afectadas económicamente porque la situación está impidiendo que entre dinero para su sostenimiento. ¿Será la oportunidad de hacer real una iglesia pobre? Y ¿será la oportunidad de una iglesia que no se centra en lo sacramental sino en la vida de la gente, en sus necesidades vitales, en esa liberación que anunció Jesús de todo lo que impide la vida plena y sana para todos?
Ojalá que esta pandemia nos ayude a vivir la eucaristía de la vida que es asumir el momento presente y hacer todo por salir adelante, no a nivel individual sino comunitario. Y, por supuesto, no es fácil, no deja de ser dolorosa porque la circunstancia es bien difícil -pero así vivió Jesús la última cena, a un paso de ser asesinado-.
Pero, sobre todo, ojalá que tanta celebración sacramental que se transmite por los medios de comunicación no nos evada de la vida concreta y de la espiritualidad encarnada y nos hagan creer que por mucho “ver” liturgias e “invocar el nombre de Dios” estamos cumpliendo la ley. En realidad, la verdadera religión -la que el Señor quiere- asume la vida y se compromete con ella.
Foto tomada de: https://www.caritas.org/2016/09/partiendo-el-pan-para-acabar-con-el-hambre/?lang=es
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