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“En el misterio pascual”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 9 de abril de 2020

MISTERIO-PASCUAL_2212888801_14408692_660x371De su blog Punto de encuentro:

 La semana litúrgica cristiana más importante del año condensa todo el misterio que entraña la Revelación. Casi resuena como un oxímoron pronunciar a la vez “misterio” y “revelación”, pero esto es precisamente lo que sigue siendo de permanente actualidad, siglo tras siglo, gracias a la experiencia de la fe que lo actualiza en cada tiempo.

Mensaje novedoso de entrega y éxito que conoce la persecución y la muerte, pero cree en la resurrección. Sus resultados renuevan la historia cada vez que el Mensaje cala en una sociedad concreta. Ahora que coincide el confinamiento por un virus que pone en jaque a la humanidad y descoloca litúrgicamente a nuestra Cuaresma y Semana Santa, es necesario reflexionar desde la oración sobre nuestra relación con Dios.

Pedid y se os dará, proclama el evangelio; insistid como el que necesita de su amigo a medianoche, hasta que baje a atenderle para que le deje en paz. Quizá es el momento de orar en torno al significado de la verdadera Providencia en estas situaciones tan dolorosas y de tanto desconcierto y tristeza. Ahora que la mayoría tenemos más tiempo a causa del confinamiento, estoy releyendo algunos libros que en su día me hicieron mucho bien espiritual. Y he encontrado una reflexión del jesuita Ladislao Boros que viene muy a cuento de la providencia en este tiempo Pascual.

Para Boros, lo esencial de la providencia divina consiste en la conversión del pensamiento y no tanto en que Dios intervenga milagrosamente en nuestra vida ante las amenazas de la existencia. La providencia es más bien una metamorfosis interior producida por la gracia en todas las vivencias humanas cuando nos fiamos de Dios. Todo puede convertirse en gracia, como dijo Teresa de Lisieux. Es lo que Pablo llama “confiar contra toda esperanza”. No somos cobayas, tenemos a quien seguir. La Semana Santa nos hace revivir la historia fiel del amor de Dios a cada uno de nosotros, por encima de las circunstancias que nos depara la existencia.

Boros se centra en lo primordial entre los momentos más esenciales de la experiencia de la Resurrección están la bondad, la afabilidad, el perdón y el afecto como última medida de la vida; lo esencial una vez despojada toda apariencia. Cualquier gesto de fe y de amor al prójimo es siempre un movimiento hacia Dios que acarrea un paso hacia nuestra plenitud.

Jesús de Nazaret es la senda; seguimos a alguien, no a una idea o a una ideología. Y con su ejemplo y Resurrección queda sentenciado un sí definitivo a toda buena intención del corazón humano, a todo perdón y mansedumbre, a toda bondad y esperanza.

No somos héroes, nuestras vidas son las que son. Pero Dios nos envuelve como al pez el agua de la pecera para insuflar fe en Él, vida solidaria y esperanza. En realidad nuestra paz está ligada a esa aceptación humilde llena de confianza en el Padre con la que Dios opera la metamorfosis interior a la que me refería anteriormente. Algo que a su vez nos capacita para dar esperanza a los demás. Que por algo hemos sido elegidos para el testimonio. Hemos sido llamados a la evangelización.

Si lo esencial se nos da solo como experiencia y el amor posee la consistencia suficiente como para ser lo único digno de fe, la Semana Santa, en especial el Triduo Pascual, es la celebración de la revelación del amor de Dios a cada uno de nosotros. Estamos invitados a cambiar de actitud y vivir conforme a la invitación de Cristo. La Cuaresma ha sido el tiempo de preparación en escucha activa y propicia para vivir ahora este tiempo fuerte pascual que se condensa en el Triduo.

Dios proveerá es más que una frase, es algo cierto que se hace realidad en quienes trabajan la metamorfosis a la que se refiere Ladislao Boros renunciando a lo que impide experimentar la salvación de Dios hoy y aquí; ahora mismo, dentro de mí. Pura Pascua.

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