Pan partido y repartido.
Yo sigo la religión del amor con independencia del lugar al que se dirija su caravana. Pues el amor es para mí religión y fe (Ben Arabí)
5 de abril. DOMINGO DE RAMOS
Mt 26, 14-27
Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed esto es mi cuerpo.
El sentido básico de ágape eucarístico está, dice Fray Marcos, en el partirse y repartirse entre los demás como espiritual alimento.
El tema central del Triduo Pascual es el AMOR. El Jueves se manifiesta en los gestos y palabras que lleva a cabo Jesús en la entrañable cena, y en la liturgia de estos días intentamos manifestar, de manera plástica, la realidad del amor supremo que se manifestó en Jesús. Lo importante no son los ritos, sino el significado que éstos encierran.
La liturgia del Jueves Santo está estructurada como recuerdo de la última cena.
Fue una cena entrañable, pero el carácter de despedida se lo dieron después los primeros cristianos. El gesto de partir el pan y de repartir la copa de vino era un gesto normal que el cabeza de familia realizaba en toda cena pascual. Lo que pudo añadir Jesús, o los primeros cristianos, es el carácter de símbolo de lo que en realidad fue la propia vida de Jesús.
Existe un AMOR con mayúsculas que supone el amor supremo de la filantropía y de la solidaridad. Su cualidad más destacada es la gratuidad porque se da indiscriminadamente y sin esperar nada a cambio.
La Consagración de la Primavera de Stravinski, describe la historia, sucedida en la Rusia antigua, del rapto y sacrificio pagano de una doncella al inicio de la primavera que debía bailar hasta su muerte -como le sucedió a Jesús- a fin de obtener la benevolencia de los dioses al comienzo de la nueva estación. Para ello, se sirve de imágenes musicales de gran plasticidad, evocando escenas primitivas en cuanto a diversos ámbitos de la vida.
Cézanne -también como Jesús- tenía el don de ver en las cosas la vida interior y convertir una taza de té en un ser animado, y como apunta Matisse con su pincel, separándonos de la belleza externa acostumbrada y, partiendo de un objeto, creando una imagen con resonancia interior.
“¡Empieza a florecer, cristiano congelado!”, gritó el místico Angelus Silesius, “La primavera está al alcance de la mano. ¿Cuándo florecerás si no es aquí y ahora?”
Y Husayn ibn Mansur (858-922), conocido como Al-Hallaj, en honor al oficio de su abuelo, que era zoroastriano, fue un sufí iraní que predicó por la India y por la región donde se halla actualmente Pakistán su mensaje extático sobre la unión con Dios y la plena identidad con él, escribió este recado para los discípulos de Jesús y los de Zoroastro, y en los que nos recuerda los hechos de la Última Cena:
“Tu espíritu se ha mezclado poco a poco con mi espíritu. / Y alternando acercamientos y alejamientos / ahora yo soy Tú mismo. Tu existencia es la mía, tuyo es mi querer. / En aquella gloria no hay yo, ni nosotros, ni tú. Yo, nosotros, tú y él”.
Y Ben Arabí (1165-1240), un místico sufí musulmán andalusí: “Yo sigo la religión del amor con independencia del lugar al que se dirija su caravana. Pues el amor es para mí religión y fe”.
Y como dijo Aristóteles en Ética a Nicómaco, es propio del hombre prudente ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para el sí mismo, para vivir bien en general.
Todo lo cual daba cumplida respuesta a las palabras de versículo 26 de Mateo:
“Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed esto es mi cuerpo”.
Blas de Otero canta hechos significativos en un poema de su Antología poética:
MUJER
Y volver a nacer. Cerrar la puerta,
abrir los ojos y el entendimiento,
mirar la pared, oír el viento
entre los framboyanes de la huerta.
Sentarse. Sonreír de dicha cierta,
sobre una alfombra del Renacimiento.
Consentir que camine el pensamiento
A plena mar, a plena mar abierta.
Y volver a nacer. Y arar la tierra
del amor. Y encontrarse una mañana
que el surco el fruto del amor encierra.
Canta, canario, canta. Reíd, flores
azules, amapolas de oro y grana.
A ti, mujer, amor de mis amores
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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