¿Ha pecado alguien?
Desear a la mujer de tu prójimo no es pecado, es tener buen gusto (Alejandro Sanz)
22 de marzo. DOMINGO IV DE CUARESMA
Jn 9, 1-41
Les contestó: Si es pecador, no lo sé, una cosa me consta, que yo era ciego y ahora veo
En torno al sistema solar del término pecado, orbitan otras muchas, en otros idiomas, que pueden aclararlo.
En el acadio (Siglo XXII a.C.) significaba error, en árabe, equivocarse, en Jueces, 20, 16, errar en el blanco: “Toda esa gente, incluyendo los setecientos hombres escogidos eran zurdos, y sin embargo, cada uno de ellos podía lanzar piedras con la honda a un cabello si errar el tiro”.
Eran unos expertos lanzadores, como Guillerrmo Tell, famoso ballestero suizo que disparó la ballesta contra una manzana verde colocada sobre la cabeza de su propio hijo.
En el griego clásico, hamartein, significaba errar en el blanco, como ocurre cuando se dispara una flecha del arco y que hierra su blanco.
El concepto de pecado, erróneamente traducido por San Jerónimo en la Vulgata, ha caído como un sunami de granizo, apedreando cuantas conciencias se paseaban tranquilas por la calle, arruinando totalmente las cosechas, y eso que era domingo de Laetare.
¡¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
gritaban las campanas de todas las iglesias.
Dicho concepto se ha expandido durante siglos sobre la cristiandad como una pandemia similar a la del coronavirus.
“La confesión, dice Fray Marcos, es un proceso que nos debe llevar a una conciencia de la superación de estos fallos, de una desesperanza a una total confianza”, o como otros dicen, por ejemplo, José Arrregui, un concepto bastante descabellado imposible de ser creído.
Personalmente me atribuló de joven, pero desde hace mucho tiempo, ni caso, y los confesionarios de las iglesias se han venido abajo, pues hace más de treinta años que no los visito: los considero un Museo considerablemente trasnochado.
“Desear a la mujer de tu prójimo no es pecado, es tener buen gusto”, decía el cantautor español Alejandro Sanz, con las cuerdas de su artística guitarra.
CONFESIONARIO
Tarde de domingo en un oscuro templo madrileño.
Personas en la cola esperando confesarse con un cura retrógrado
que repartía en un crecido
ego te absolvo in pecatis tuis,
in nomine Patris, vade in pace.
Y se iban a la calle satisfechos,
después de haber vaciado en el cubo de la basura
los pesados pecados de su conciencia culpable.
Llamé al cura retrógrado,
y cuando salió fuera vestido de absolvos y de vades in pace,
les agarré a todos por el cuello de la camisa,
y les arrojé a la basura, apartándome el rostro,
porque el olor a podrido era grande
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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