Hoy la ética siempre, pero hoy en día más, es tratar de curar y sanar a ls personas
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
La enfermedad, el coronavirus nos rodea o, más bien, ha invadido la sociedad, nos ha invadido, nos ha cambiado el ritmo de vida y nos ha sumido en una honda crisis no solo externa, sino interna.
Vayan pues unas cuantas -pocas y breves- consideraciones al hilo de la situación que estamos viviendo.
CONSIDERACIONES:
- A Jesús le preocuparon poco -más bien nada- los ritos del Templo, los horarios, la ley a cumplir, el sábado, etc. A Jesús le preocupó la vida del ser humano; por eso Jesús pasó la vida haciendo el bien, sanando enfermos, curando dolencias.
- En estos momentos nuestra ética / moral no es “a ver cómo salvamos la Misas, el precepto dominical, la comunión en la boca en la mano, etc.”, no. Hoy, para nosotros el cristianismo supone cuidarse para cuidar a los demás, solidaridad y ayuda, en la medida en que nos sea posible, “cuarentena”. Siempre, pero más en estos momentos, nuestra moral es cuidar la vida.
E l complejo mundo de la medicina es también ética.
- La iglesia no se cierra; se cierran los locales de culto. La iglesia somos todos y cada creyente que estamos en estos momentos “recluidos” en casa. Todo somos cuerpo del Señor JesuCristo. Cristianos estamos en todas partes.
- Esta pandemia le puede recordar a alguien las plagas de Egipto. El Evangelio de este domingo es el de la curación del ciego de nacimiento, (Jn 9, 1-41). A los fariseos no se les ocurre otra cosa mejor que preguntarle a Jesús: “¿Quién pecó, éste o sus padres para que sea ciego? Jesús les contestó: no ha pecado nadie, ni éste ni sus padres”
Que no se nos ocurra pensar que el coronavirus es consecuencia de un pecado de nadie y, por tanto sea un castigo de Dios. Hay gente que es muy dada a culpabilizarlo todo y también estas situaciones. No, Dios no castiga. Más bien Dios está sufriendo con nosotros. Dios no es “impasible”. Dios padece cuando el ser humano sufre. Dios sufre con nosotros. Dios padece con los enfermos.
- En la soledad de estos días, semanas, cuidemos un poco también la salud mental: la “vida monacal” requiere alguna fortaleza psicológica.
Tenemos un sin fin de entretenimientos, pero, quizás podamos echar también una “pensada” a la vida, pensar un poco las situaciones y problemas de la vida.
La oración pone nuestra existencia personal y comunitaria en manos de Dios.
Una palabra de ánimo, y cuando tengamos que saludar a la gente, es mejor saludar con el alma y no solo ni principalmente porque así evitamos el contacto físico, sino porque saludar con el alma es saludar desde lo profundo.
Saludos, que viene de salud.
No abandonarás mi vida, Señor, (Salmo 16)
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