Peligra la continuidad del Bachillerato travesti trans Mocha Celis por falta de fondos
El Bachillerato travesti trans Mocha Celis es una escuela secundaria ubicada en el barrio de Chacarita. Por falta de financiamiento del Gobierno de la Ciudad, no puede garantizar el inicio de clases.
El Bachillerato Popular Mocha Celis es el primer espacio de educación orientado a que personas trans puedan terminar sus estudios secundarios. Pero este año “el Mocha” no podrá comenzar las clases por no poder cubrir los gastos de las instalaciones, en la Mutual Sarmiento.
La vuelta a clases suele relacionarse con niños, guardapolvos o uniformes, conflictos docentes, el precio de la canasta escolar o hasta con rituales del estilo “último primer día” (UPD). Pero el inicio del ciclo escolar tiene otras múltiples historias por detrás, como la del Bachillerato travesti trans Mocha Celis, que hoy no puede garantizar su continuidad por falta de financiamiento. Se trata de una escuela secundaria pública, popular, gratuita e inclusiva dirigida a mayores de 16 años ubicada en Chacarita.
Desde la escuela aseguran que el proyecto nació como respuesta a la histórica exclusión sufrida por las personas travestis, transexuales y transgéneros. En Argentina, la expectativa de vida de la población trans es de 35 años. El impacto de la educación formal en este sector cuyos derechos se siguen vulnerando abre al menos una esperanza. Sin embargo, al no contar con financiamiento integral por parte del Estado ni edificio propio, el Mocha Celis puede cerrar sus puertas. En diálogo con Ámbito, Francisco Quiñones Cuartas, director de la institución, detalló los logros y la necesidad de contar con este colegio en la Ciudad.
Periodista: ¿Cómo y cuándo nace el Bachillerato travesti trans Mocha Celis?
Francisco Quiñones Cuartas: El Bachillerato travesti trans Mocha Celis nació posterior a la Ley de Matrimonio Igualitario y previo a la Ley de Identidad de Género. Empezamos a trabajar a fines del 2010 y se hace su lanzamiento oficial el 11/11/2011. Nos habíamos juntado un grupo de activistas que pensábamos que, a través de la educación, podíamos transformar o impactar sobre ese promedio de vida de 35 años que arrojaban las encuestas. Los estudios informaban sobre el promedio de vida pero también decían por qué las personas trans no terminaban sus estudios secundarios, a pesar de que las escuelas son públicas y tienen sus puertas abiertas. La identidad de género expresada públicamente entre los 8 y los 13 años coincidía con estas etapas escolares con la discriminación y la violencia. No había ningún tipo de acompañamiento de parte de educadores ni de las instituciones que debieran acompañar la niñez y la adolescencia.
P.: ¿Cuántas alumnas y alumnos tiene actualmente?, ¿qué rangos de edades manejan?
F.Q.C.: Actualmente hay alrededor de 120 estudiantes, no todas las personas son trans. Es un espacio inclusivo que tiene perspectiva de género y se define como bachillerato trans porque una de las acepciones del término es “más allá de”; o sea, más allá de la orientación sexual, de la identidad de género o de cualquier categoría, todas y todos tenemos derecho a la educación. Se nombra de esta manera para convocar a la población trans pero también para producir un espacio desde la perspectiva travesti trans que abrace a todas las identidades. Las edades van desde los 18 a los 45 años en promedio.
P.: ¿Cuál es la importancia de un bachillerato dirigido especialmente a la comunidad travesti y trans?
F.Q.C.: No es exclusivo sino que abraza a todas las identidades que quieran finalizar sus estudios secundarios, pero tiene esta perspectiva travesti trans que comprende la realidad de la población aplicando la Ley de Educación Sexual Integral, las perspectivas de la Ley de Identidad de Género y los Principios del Yogyakarta. Tiene en cuenta esta realidad; está pensado por la tarde, de 14 a 18 horas. La mayoría de las personas trans no tienen acceso a un trabajo; muchas son forzadas a la prostitución y no lo desean, hay quienes se definen como trabajadoras sexuales pero muchas se definen en situación de prostitución; a veces no tienen acceso al sistema de salud, no tienen obra social.
Este bachillerato está en un horario específico porque la mayoría trabaja por la noche. También tenemos un equipo de trabajadoras sociales, psicólogas, que acompañan estas trayectorias para hacer un DNI, para resolver una situación de discriminación, para acompañar en algún trámite, para hacer alguna inserción laboral, para trabajar la revinculación familiar. Un montón de cuestiones que tienen que ver con la educación en términos integrales, no en el sentido de transmisión de conocimiento desde alguien que sabe a alguien que no sabe. Nosotros pensamos en una educación en la que realmente les estudiantes puedan producir contenido, generen estos relatos en primera persona y se conviertan en sujetas productoras de conocimiento y de sentido. Por eso es tan importante tener una perspectiva que acompañe y no que sentencie.
P.: ¿Cuál considerás que es el denominador común de las y los alumnos que concurren allí?, ¿por qué eligen al Mocha por sobre otras escuelas?
F.Q.C.: Cuando creamos el espacio eran 15 estudiantes. En principio llegaron personas trans, pero después llegaron madres solteras, mujeres mayores de 50 años, migrantes, afrodescendientes… un montón de población que en la escuela no tiene esa contención y se sentía discriminade. Se trata de eso, la contención, el acompañamiento, pensar proyectos que cada quien quiere construir. Sobre todo con una perspectiva cooperativa, de trabajo conjunto y de acompañamiento por el bienestar común. También poner de manifiesto un montón de saberes travestis y trans que no tienen lugar en la academia. El espacio les permite esta posibilidad de poder contar las propias experiencias y herramientas de esta población, que produce una teoría travesti trans latinoamericana.
P.: ¿Cómo se sostiene económicamente la escuela?, ¿cuál es la situación actual como para garantizar el inicio de clases?
F.Q.C.: La escuela se sostiene con el aporte de docentes, haciendo fiestas y donaciones, pero no tenemos financiamiento integral. El dinero que percibimos es muy poco y es sólo para un sector de los docentes, son 75 horas cátedra y tres puestos de coordinación. Quedan por fuera las trabajadoras sociales, las psicólogas, les talleristas, bibliotecario, portería. Tampoco tenemos sostenimiento para los costos del espacio físico, de los servicios ni todo lo que tiene que ver con el funcionamiento constante. Por parte del Gobierno de la Ciudad, que le corresponde el sostenimiento del lugar, tenemos solamente los títulos oficiales y el dinero para los docentes oficiales de la grilla oficial de contenidos.
P.: ¿Cuántos egresados y egresadas tienen?
F.Q.C.: Desde el año 2014, cuando fue el primer grupo de egresados y egresadas, ya son alrededor de 30 a 35 personas por años que se reciben en el Bachillerato Mocha Celis.
P.: ¿Corre peligro el inicio de clases?
F.Q.C.: No hubo ninguna respuesta por parte del Estado. Corre peligro el inicio de clases porque la mutual Sentimiento, que es el lugar donde funcionábamos, financiaba el resto o nos esperaba para que pudiésemos aportar lo que faltaba. La mutual este año no puede absorber esos montos. Estamos a punto de cumplir diez años: hay muchas compañeras trans que han podido conseguir trabajo, hay muchas personas que han podido hacer sus tesis a partir de esta experiencia, tenemos convenios con distintas universidades que vienen a hacer sus pasantías… es un tejido muy complejo que, de no continuar, pone en riesgo todo.
Fuente Ámbito
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