Vales simplemente por lo que eres
Muchas personas pasan por la misma experiencia de la mujer que sufría hemorragias. Se han agotado, su fuerza vital se ha consumido, han gastado todo su patrimonio sólo para ganarse la simpatía y el reconocimiento, el amor y la estima. Sin embargo, su condición se vuelve cada vez peor. Todo este dispendio de dinero no les ha permitido encontrar una amistad verdadera.
No se puede comprar nuestro propio valor con dinero. […] Puesto que [Jesús] desprendía confianza, amor y simpatía, esta mujer consiguió encontrar el coraje necesario para decir toda la verdad. No podemos arrancar la verdad adoptando metodologías de diálogo, sino sólo si hemos creado una atmósfera de amor y confianza. […] «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu mal» Aquí se ha instaurado una relación verdadera. Jesús le desea la paz a la mujer y le da la esperanza de estar curada de su enfermedad. La mujer, tras haber experimentado su valor a través del encuentro, ya no puede sangrar. Al entrar en contacto con este hombre que la acepta sin reservas, se detiene su flujo de sangre, ya no tiene necesidad de continuar consumiéndose para ser aceptada y amada.
Frente a la hemorroísa no puedo dejar de pensar en las muchas personas que se sacrifican por los otros, aunque lo hacen, de manera inconsciente, por una necesidad de tranquilidad y de reconocimiento. Ponen su patrimonio a disposición de los otros, dan su dinero para beneficencia, lo gastan todo. Sin embargo, esta generosidad no se traduce en una mayor interioridad y libertad. Esto no les produce satisfacción; es más, se sienten vacías y agostadas. Al final se sienten excluidas de la vida. Lo han entregado todo y ahora nadie las tiene en consideración; están vacías y agotadas. Han «bypassado» la vida. Su sacrificio no estaba dictado por un amor verdadero, sino por un deseo de gratificación, por el deseo de ser premiadas, de ser, finalmente, alguien. No es posible curar a estas personas pretendiendo aún más de ellas, mayores sacrificios, mayor compromiso a favor de la familia. En su encuentro con nosotros deben advertir ante todo que valen simplemente por lo que son. En este encuentro deben «tocar» a un ser humano, de suerte que fluya la energía, que experimenten el flujo vital. Si el encuentro tiene lugar simplemente entre seres humanos, no hay necesidad de nacerse más interesante aportando problemas; las dificultades se trasladan a un nivel razonable.
En este fragmento del evangelio de Marcos no se habla sólo de la mujer que padece hemorragias y que, al encontrarse con Jesús, toma conciencia de su valor cuando encuentra estima y simpatía, se habla asimismo de la hija de Jairo, que, evidentemente, no puede vivir en la casa de su padre, uno de los jefes de la sinagoga. Jesús cura a esta muchacha, que se había ido extinguiendo cada vez más hasta yacer inmóvil y rígida como muerta en el lecho, cogiéndole la mano y ordenándole que se levante. No continúa reteniéndole la mano, sino que la deja ir, deja que encuentre su camino. Y ordena que le den de comer. Comer es, bajo ciertos aspectos, un signo de sociabilidad. La muchacha es de nuevo capaz de entrar en la vida social. Este relato nos dice que no debemos atar a nosotros a las personas con un cuidado excesivo que no les permita crecer en libertad. No debemos tener [a una persona] de la mano durante toda la vida; de lo contrario, la haríamos permanecer en su enfermedad. Debemos reforzar su vitalidad y enseñarle a dar por sí sola los pasos necesarios.
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Anselm Grün,
Descubrir la riqueza de la vida,
Editorial Verbo Divino, Estella 1999.
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