«Dios está presente en todo amor auténtico»
Cristo, enviado por el Padre, concede al hombre -de manera individual o en grupos, por categorías de edades, según las distintas épocas, etc.- citas de amor. Ahora bien, para estas citas, es éí quien elige, por medio del Espíritu Santo, lugares y momentos diferentes. Es preciso respetarlos. No le corresponde al hombre elegir, ni siquiera a los teólogos. Si bien es preciso querer con todas nuestras fuerzas encontrar al Cristo total, para llegar a una vida de fe equilibrada y firme, también es preciso respetar los itinerarios de cada uno. […]
Desde hace varias decenas de años estamos admirando a muchos jóvenes y adultos que se han ido poniendo, de manera progresiva, al servicio de sus hermanos, en especial al de los más pobres. Comprometidos en su ambiente social, en su profesión, en su barrio, en los grupos humanos en que estaban insertos de una manera natural, han descubierto poco a poco en el curso de su vida militante al Cristo vivo. Aunque han empleado mucho tiempo en identificarlo, los que han sido testigos de su lucha generosa y de su ascenso espiritual no han tenido la menor duda de que, desde el principio de su actividad y en el corazón de la misma, estaba Cristo misteriosamente presente. Hace falta tener mala fe para no admitirlo, para no arrodillarse delante de ciertas vidas militantes que arden de amor por sus hermanos.
«Ahora bien, ¿se trata de verdadera caridad?», se preguntan inquietos algunos, desconcertados al ver florecer rosas fuera de los parterres bien rastrillados. Es cierto que hemos encontrado militantes que no «practicaban» de una manera regular o no practicaban en absoluto al comienzo de su vida militante. ¿Por qué sorprenderse? ¿Debemos cortar el amor a rebanadas? No hay más que un solo amor. Amar es siempre abandonarse, olvidarse, por el otro, por los otros, «Dios está presente en todo amor auténtico» (1 Jn 4).
Los teólogos discuten también y estudian la naturaleza de esta presencia: es tarea suya. Pero que se abstengan ellos, y también nosotros, de asignar o negar a sus hermanos carnets de identidad cristiana. El Evangelio nos enseña que es preciso desconfiar de las categorías demasiado definidas. El Amor no sabe qué hacer con ellas.
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Michel Quoist,
Cristo é vivo,
Turín 91980, pp. 155-157
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