Del blog de Xabier Pikaza:
Iglesia “sabrosa“, iglesia luminosa
Sois la sal de la tierra… Vosotros, es decir, el grupo de discípulos y amigos, reunidos en la Montaña de la Nueva Creación, en torno a Jesús (Mt 5,1), los que acaban (acabamos) de escuchar y aceptar la bienaventuranzas (Mt 5,3‒12).
Vosotros (Hymeis), reunidos y preparados, “en salida”, como quiere el Papa Francisco, sois Sal de la tierra, Luz del mundo (cosmos). Sólo así sois iglesiaEsta es vuestra más honda identidad, expresada en palabras esenciales, la más honda, precisa y creadora definición de la Iglesia, que es por un lado muy pretenciosa.
Vosotros (=nosotros) sois (somos) la “sal” que sazona, conserva y pone en marcha la historia de la humanidad. Ciertamente, la Sal es Jesús, él podría haber dicho (y dice en algunos textos sapienciales): Yo soy la sal del mundo. Sal para que el mundo tenga gusto y sabor, la “salsa” de la tierra sal que conserva e impide que la tierra se pudra, se destruya a sí misma, se vuelva un infierno, se queme a sí misma se vuelva un “basurero” de escorias, la sal de la ecología. Hemos de ser la sal para conservar la tierra.
La iglesia tiene organizaciones, ministerios, historias, jerarquía, todo eso y mucho más, incluso dinero. Pero, en sí misma, la iglesia es sal de la tierra (gê), luz del mundo (kosmos).
Sal de la tierra, en griego “ge”, en hebreo aretz. Tierra significa aquí la zona habitada del planeta: Arriba está el cielo (ouranos), por eso se dice que al principio creó Dios el cielo arriba y la tierra abajo (Gen 1, 1). Y en el piso inferior esta “lo de más abajo”, el infierno de la condena… Y el gran riesgo es convertir la tierra en invierno (en puro basurero, en gehena).
Vosotros (nosotros) sois (=somos) la luz del kosmos. La traducción bueno no es “mundo”, que es la tierra frente al “cielo”, sino kosmos, que es la totalidad de cielo y tierra, la creación entera como expresión de Dios. En este caso, Jesús dice Yo soy la luz del Kosmos (Jn 8, 12), es decir, de la totalidad, de lo que hoy diríamos el “universo”, que abarca el cielo arriba, la tierra abajo, con los mundos inferiores. Pero Jesús no dice aquí “yo soy”, sino vosotros sois “la Luz”.
Sin hombres, el cosmos es oscuridad, se pierde en su vacío, en eso que pudiéramos llamar el “agujero negro de sí mismo”.
La luz es la primera creación… Es Dios mismo que se expande… Por eso, de manera sorprendente, la Biblia empieza diciendo que el primer día Dios creó la luz (Gen 1, 3‒4). En el principio de todo, en el primer día de Dios (Dios mismo saliendo en amor hacia los hombres) surgió la luz. La esencia de todo lo que existe es luz, en palabra sorprendente que de alguna forma ha sido confirmada por la ciencia.
La luz en sí es Dios (Dios es luz, 1 Jn 1, 5‒7; Cristo es Luz (Jn 8, 12). Pues bien ahora, de forma sorprendente, Jesús dice: Vosotros (hymeis) sois la luz del kosmos. La luz alumbre, permite ver, ilumina… Pues bien, siendo la sal de esta tierra, los hombres (la iglesia), somos luz del kosmos entero, detodas las cosas, entendidas como hermosura, equilibrio… En ese sentido se utiliza todavía la palabra kosmos‒cosmética: Aquello que adorna y embellece.
Esto ha de ser la Iglesia de Jesús. Iglesia no sólo en salida, como quiere Francisco, sino Iglesia en esencia, en su identidad más honda:
- La iglesia es Sal‒Halas tês gês (sal de la tierra). Esta es la iglesia‒sal, la humanidad que conserva y sazona, la humanidad que da sabor a todas las cosas… La humanidad salario. Salario es la paga con sol, es el “dinero” del ejército romano, quería “conquistar el mundo entero” con la paga de sal (=salario) que daba el emperador o el general a los soldados. Ése es el auténtico “capital”, el verdadero “salario” de la Iglesia, de la nueva humanidad, no para apoderarse de todo, sino para transformarlo todo en tierra de sabor, tierra viva, sin riesgo de muerte. Ésta es la mayor riqueza, el “capital” de la iglesia, su auténtico “dinero”, dinero que es “sal” para conservar la tierra, que sea sabrosa, gozosa… Eso debemos ser, la iglesia en esencia, sal de la tierra entera.
- La iglesia es Luz‒Phos tou kosmou (luz del mundo entendido como kosmos, totalidad hermosa…). La Luz es lo que nos permite ver, los que modela la figura de todas las cosas, lo que alumbra, nos permite vernos, compartir la vida… Es la hermosura del mundo. Esto es la luz, esto es la Iglesia… Como una ciudad iluminada sobre el mundo, para que todos vean, como sentido y vida del cosmos. Esto es la Iglesia (presencia de Dios, que es luz; presencia de Cristo que es Luz).
Sal‒Lux, éste es mi primer recuerdo de la teología y vida de la Iglesia. Yo era un niño, el año 1949-1950, cuando supe que mi tío Antonio Ibarrondo, que había sido oficial y soldado en la Guerra de España, alistado a la fuerza en las fuerzas “nacionales” cuando estudiaba en el teologado mercedario en Poio (del 1936 al 1939) (a diferencia del resto de sus hermanos, “republicanos” vascos)…, que era “maestro de estudiantes” del coristado o “coro de frailes” de Poio había fundado una revista llamada Sal‒Lux, el año 1949 (imágenes).
Le pregunté más tarde por qué ese nombre Sal‒Lux, Sal‒Luz, y me dijo… “porque vi en la guerra”, entre trincheras de violencia, que era necesaria una iglesia que fuera sal de vida para todos (para conservar y dar sabor, no para matar); porque vi que era imprescindible una iglesia luz para todos (para alumbrar con la vida, no con las bombas de guerra, como en la batalla del Ebro donde sobrevivimos algunos por milagro de Dios).
Y así fue como mi tío maestro y sus estudiantes “coristas” mercedarios de Poio crearon una revista titulada Sal‒Lux, que se publicó durante veinte años (hasta el 1969‒1970), como referencia cultural y religiosa. En esa revista (cf. imágenes) aprendí a escribir; de esa revista fui director dos años (1962‒1964). Por esa revista y el ideal de Iglesia que latía en su fondo soy lo que soy como teólogo y hombre de Iglesia.
A continuación, para el que quiera seguir leyendo, pongo el texto que dedica a este pasaje del evangelio de hoy (Mt 5, 13‒16) en mi Comentario de Mateo… Y un par de referencias de mi Diccionario de la Biblia. Un saludo a todos. Buen domingo de la iglesia Sal, de la iglesia Luz del mundo.
Sal de la tierra, luz del mundo
Estos símbolos habían sido utilizados por Marcos (cf. mMc 9, 50; 4, 21), y reutilizados por Lucas en su contexto antiguo (14, 34-35 y 11, 33). Sólo Mateo los ha vinculado y unificado desde la perspectiva de las bienaventuranzas (5, 3‒11), que habían aparecido como programa mesiánico/sapiencial abierto a todos (en tercera persona). Antes de precisar la aplicación de la nueva “ley” de Jesús vienen estas palabras sobre la experiencia clave de la comunidad, entendida desde la tradición del judaísmo; ellas expresan ahora la identidad más honda de la Iglesia (¡vosotros sois!), en una línea que puede compararse a la de la semilla y la levadura de Mt 13, 31-33:
5 13 Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se desala ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada, sino para ser arrojada afuera y pisoteada por los hombres.14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada sobre un monte. 15 Ni encienden una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los de la casa. 16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos[1].
La sal es un signo ambivalente, es desolación y desierto (como en el Mar de la Sal, Mar Muerto, a poca distancia de Jerusalén), y de condimento alimenticio y componente de los sacrificios (cf. Lev 2, 13). Un texto enigmático de Marcos afirma que «todo será salado en (con) fuego. Buena es la sal. Pero si la sal se desala, ¿con que la sazonareis?» (Mc 9,50). Esta imagen ofrece una interpretación de conjunto de la realidad, partiendo del riesgo de condena que Jesús ha vinculado al rechazo (escándalo) de los pobres.
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Biblia, Espiritualidad
5º Domingo del Tiempo Ordinario, Dios, Evangelio, Jesús, Luz del mundo, Tiempo Ordinario
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