Discursos del odio. La internacional Cristo-neofascista, al asalto del poder blandiendo la biblia y el crucifijo (III)
El cristo-neofascismo se alimenta del odio, crece e incluso disfruta con él, lo fomenta entre sus seguidores y lo extiende a toda la ciudadanía
El odio se traduce en una serie de manifestaciones dogmáticas, intolerantes, irrespetuosas y agresivas contra todos los elementos de respeto y convivencia de la sociedad
¿Cómo responder al discurso de odio? ¿Tendremos que resignarnos ante esta Internacional del odio y sus violentas manifestaciones? En absoluto
Inspirándome en el libro de Carolin Emck Contra el odio (Taurus, Madrid, 2017), ofrezco el siguiente once-cálogo
| Juan José Tamayo
La Internacional cristo-neofascista constituye una crasa manipulación de la religión y una perversión de lo sagrado que viene a apoyar y los discursos las prácticas de odio de los partidos de extrema derecha en todo el mundo, que nada tienen que ver con la orientación liberadora e igualitaria del cristianismo originario y de la mayoría de las religiones.
El cristo-neofascismo se alimenta del odio, crece e incluso disfruta con él, lo fomenta entre sus seguidores y lo extiende a toda la ciudadanía. En su libro La obsolescencia del odio (Pre-textos, Valencia, 2019), el intelectual pacifista Günther Anders lo define como “la autoafirmación y la auto-constitución por medio de la negación y la aniquilación del otro”. Tal modo de proceder está en contradicción con los principios morales de la mayoría de las religiones, en concreto del cristianismo, como el perdón y el amor al prójimo, a los enemigos y la renuncia a la venganza del “ojo por ojo y diente por diente”.
El odio se traduce en una serie de manifestaciones dogmáticas, intolerantes, irrespetuosas y agresivas contra:
– la “teoría de género”, a la que llaman despectivamente “ideología de género” –asocian con la lucha y la competitividad entre hombres y mujeres, responsabilizan de la destrucción de la familia y acusan de degradar la dignidad de las mujeres;
– el feminismo, definido como “feminazismo”, “cosa del diablo” y “suicidio de la propia dignidad humana”;
– los programas de educación afectivo-sexual en las escuelas bajo la consigna “con mis hijos no te metas”;
– la violencia de género, negando la evidencia de los miles de feminicidios producidos en todo el mundo por odio a la vida de las mujeres;
– el LGTBIQ con la defensa de la heteronormatividad y la binariedad sexual, que desemboca en persecución y agresiones contra gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales, queer;
– el matrimonio igualitario y la homosexualidad, limitando los derechos afectivo-sexuales de las personas;
– la interrupción voluntaria del embarazo con la persecución y la excomunión a quienes la practican;
– las personas y los colectivos migrantes, refugiados y desplazados, objeto de xenofobia, a quienes se acusa de ser los responsables de los disturbios sociales que se producen en los países de acogida, de quitar el trabajo a las personas nativas y de hacer uso de unos servicios sociales, sanitarios y educativos cuyos únicos destinatarios deben ser los ciudadanos nacionales;
– las comunidades musulmanas, a las que se acusa de tener otro modelo de familia, de discriminar a las mujeres y de tener una concepción de la política incompatible con la democracia y los derechos humanos;
– las comunidades judías, objeto de antisemitismo;
– las personas negras, objeto de racismo;
– el cambio climático, demostrado científicamente en la Cumbre del Clima que se celebró en Madrid, así como la necesidad de endurecer los recortes de emisiones y los futuros mercados de carbono, con una actitud negacionista, tan irracional como negar la evidencia;
– la naturaleza, a quien se niega su dignidad y derechos, es objeto de eco-cidio y se la depreda por mor del modelo de desarrollo científico-técnico de la modernidad, que pone la naturaleza al arbitrio del ser humano;
La Internacional cristo-neofascista ha cambiado el mapa político y religioso en Estados Unidos, están cambiando el mapa de América Latina y va camino de hacerlo en Europa, del que ya tenemos ejemplos en Polonia, Hungría, Austria, Italia, etc. El salto a la política del movimiento religioso fundamentalista supone un grave retroceso en la autonomía de la esfera pública y política y de la cultura, en la secularización de la sociedad y en la separación entre Estado y religión.
América Latina tuvo, durante más de una década, gobiernos progresistas, que incorporaron nuevos protagonistas a la vida política: mujeres, comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes, identidades afectivo-sexuales otrora discriminadas, la propia naturaleza, religiones originarias. Hoy ha girado hacia gobiernos conservadores, que niegan todo protagonismo a los sujetos emergentes que acabo de citar.
Dicha Internacional defiende el fortalecimiento de la familia patriarcal y el racismo epistemológico, que desprecia los conocimientos y saberes que no se atienen al modelo del pensamiento único y a la concepción eurocéntrica del conocimiento y del saber científico.
Mientras tanto muestra una total insensibilidad ante el fenómeno de la pobreza y las desigualdades, que año tras año crecen, las dictaduras militares, que reprimen a la población con método mortíferos, las muertes de personas migrantes que huyen del hambre y buscan mejores condiciones de vida para ellas y sus familias, las discriminaciones de género, etnia, cultura, religión, género, clase social, identidad sexual, la destrucción del medio ambiente, etc.
¿Resignarse o de-construir los discursos de odio?
¿Cómo responder al discurso de odio? ¿Tendremos que resignarnos ante esta Internacional del odio y sus violentas manifestaciones? En absoluto. Inspirándome en el libro de Carolin Emck Contra el odio (Taurus, Madrid, 2017), ofrezco el siguiente once-cálogo:
1. No callar ante los odiadores, ni dejarnos amedrentar por ellos, no tener miedo a las represalias. La defensa de la igual dignidad de todos los seres debe ser defendida sin miedo como imperativo categórico que no admite silencia ni cobardía.
2. No considerar el odio como algo natural, sino como algo que se incuba, se programa, se cultiva, se fomenta a través de los múltiples mecanismos que tienen quienes lo practican y los apoyan.
3. No responder al odio con más odio, porque, como en el caso de la respuesta violenta a las prácticas de violencia, genera una espiral de imparable de la violencia, la reacción discursiva y práctica de odio a los discursos y prácticas de odio, generará una espiral imparable del odio.
4. Analizar el contexto en que se produce el odio y las causas que lo provocan para ir al fondo de dichas actitudes y prácticas no quedarnos en la superficie.
5. Hacer un elogio comprometido de lo diferente y lo “impuro”, y reconocer a los otros y las otras no como alteridades negadas, sino como como iguales y diferentes.
6. Observar el odio antes de su estallido para prevenir sus mortíferas consecuencias. Lo que requiere análisis rigurosos de las situaciones y contextos en los que se produce.
7. Tener el valor de enfrentarnos a él como condición necesaria para defender la democracia, ya que el odio políticamente organizado constituye una de las mayores amenazas contra la democracia.
8. Adoptar una visión abierta de la sociedad, respetuosa del pluralismo a todos los niveles: político, religioso, social, cultural, étnico, etcétera.
9. Ejercer la capacidad de ironía y de duda, de la que carecen los generadores de odio, enfundados como están en certezas absolutas, identidades singularistas y seguridades ególatras, gestos airados y actitudes violentas. Frente al discurso del odio tendríamos que seguir la propuesta de Frida Kahlo:
“Reír me hizo invencible.
No como los que siempre ganan,
Sino como los que nunca se rinden”.
10. Construir comunidades no discriminatorias, sino integradoras donde quepamos todas y todos, también la naturaleza, practicando la eco-fraternidad-sororidad, la ciudadanía-mundo y la cui-dadanía (de cuidados), que nos obliga a todas y todos por igual.
11. Respetar y reconocer la dignidad y los derechos de la naturaleza, de la que formamos y somos parte, frente a la depredación de la que es objeto por parte del modelo de desarrollo científico-técnico de la modernidad.
Fuente Religión Digital
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