Por Estefanía Cajeao y Mariana Leder Kremer
Fotos: Legüera Produ/Acciones – Nazarena Vercellone
A, de antes
“Lo sentí desde muy chiquita. ¡Ay! chiquito.
Antes.
Me sentía rara. ¡Ay! raro.
Antes”.
Tiziana aclara para que entienda el resto. Marca pausas intensas, segundos de espera antes de cada antes. Cuando habla de antes, deja de saltar.
– Era muy incómodo decirles a mis papis, por eso me sentía triste cuando me cortaban el pelo. Escuchaba decir que un macho tiene que ser esto, que tiene que ordenar en la casa y sentía que entonces yo era gay pero a la vez sentía que en realidad no era eso.
Tiziana nació el 24 de febrero de 2008 a las 9 de la noche, en el Hospital Materno Infantil de Salta, Argentina. Diez años después, y gracias a la ley de identidad de género aprobada en 2012, pudo cambiar el nombre en su documento, convirtiéndose en la primera niña trans de su provincia en hacerlo. En abril de 2018 su historia llegó a los medios de comunicación locales, luego a los nacionales y luego a los internacionales, con una visibilidad poco común en las infancias trans en Argentina.
– Fue una personita muy buscada por nosotros, los papás- dice Graciela, la madre-. Yo soñaba y anhelaba una nena, pero en ese soñar y anhelar no queríamos saber, porque su papá obviamente quería un varón. Él decía que iba a ser su último hijo y quería que fuera varón.
Graciela quedó embarazada de Tiziana en Corrientes. Ahí vivían con Damián cuando tuvieron que trasladarse a Salta por trabajo.
– Fue bastante duro porque era empezar acá de nuevo. Buscar un lugar donde vivir con esta familia que estábamos formando. Pero fue muy divertida esa etapa, cuando todavía estaba en mi panza, y jugábamos al tire y afloje de qué iba a ser. Yo la llamaba en femenino y él en masculino y elegíamos nombres: Tiziano Ezequiel si era varón, Damaris Saraí si era nena.
Tanto Graciela como Damián tienen más hijos, de antes. Tiziana es la única en común y para ambos iba a ser la última.
Tiziana nació a los ocho meses, después de un trabajo de parto de dieciséis horas.
– Era muy cabezona mi hija y no quería salir por nada del mundo. El papá asistió al parto y quedó todo tildado porque nunca había asistido al parto de sus hijos y quiso presenciar éste. Fue tedioso, largo, pero cuando lo tuve en mis brazos la primera vez a ese varoncito, me enamoré. Y ya no importaba si era nena o varón, lo tenía ahí, estaba sanito, era mi hijo y fue hermoso.
A, de alivio
“Llorar me ayudó a sentirme bien y vivo tranquila sin recordar esas cosas.
Ya lo superé, ya no lo quiero volver a tener en mi mente.
Lo que no me ayudó fue que me digan cosas malas de mi mamá o
que yo soy muy pequeña para tener identidad.
En realidad no soy pequeña”.
Sin amasar, prácticamente sin mezclar: tres bandejas con prepizzas sobre la mesa redonda y una técnica nunca antes vista por lxs invitadxs. Habían llegado hasta esta casa del barrio Don Santiago alejado del centro de Salta, para una reunión. “Así las hacemos siempre y quedan perfectas”, explica Mara, que hace las pizzas sin amasar. Tiziana interrumpe y apoya seis trofeos entre las bandejas. “Estos dos son de cuando era nene y éstos son los que gané desde que soy nena”. Hay primeros premios, segundos premios y menciones por destacarse en competencias y muestras de danza.
Tiziana se desplaza bailando. Habla bailando. Va hasta el almacén bailando. Es liviana, gira, salta, pide una coca de 2 litros con un paso de hip hop. El almacenero está acostumbrado y aunque ya sumó la gaseosa, las papas y el queso en la calculadora, ella le pide que la espere: quiere calcular el total, con la mente.
Calle de tierra, casa de lentejuelas. Graciela interpreta en brillos lo que su hija quiere y muestra orgullosa la última malla que le preparó a mano y con la que ganó el certamen.
Mara, la hermana de Tiziana, sirve las pizzas. Y sí, están perfectas.
Tiziana va a bañarse. Tiene clase de danza en una hora y su papá va a pasar a buscarla. Donde había pizzas y trofeos ahora hay una pequeña remera con corazones negros. Es el molde que Claudinna, una activista trans tucumana, llevará a Tucumán para preparar el vestuario del videoclip “Hereje”, de la cantante Eugenia Mur, que tiene como protagonista a la niña trans.
– Siempre, siempre manifestó su femeneidad, sólo que antes no prestábamos atención a las señales que esa personita nos estaba dando. Cuando supimos lo que siente mi hija, como papás empezamos a volver en el tiempo con la mente y a ver esas señales. Ahora recordamos con fotos cuando ella tenía pañales y sus poses no eran de un varoncito -se ríe-, era muy afeminada, era muy nena. Desde siempre fue muy nena. Desde muy, muy chiquitita nos dio a entender cosas que por ahí en la vorágine de la vida no nos damos cuenta, o no tomamos en cuenta. Hasta que ella sola tuvo el valor directamente de decirnos ‘Despiértense, miren que yo no soy un varón, soy una nena– cuenta Graciela.
Su padre, Damián, primero no quería saber nada, veía las cosas blancas o negras. Hasta que un día vio a su hija desde la ventana de la cocina, sentada en la vereda, triste porque los chicos del barrio no querían jugar con ella y le decían cosas. Ahí dijo: “Basta, yo no puedo dejarla sola a mi hija”.
Para Graciela fue diferente.
– Lo viví desde un primer momento con amor, aceptación. Siempre le dije que la iba a amar, siendo lo que quisiera ser. Cuando nos dijo lo que ella sentía, que se sentía una nena y que soñaba y que se despertaba como una nena, y que se veía en el espejo y se veía como nena, obviamente fue fuerte. Pero ver la carita de alivio cuando me escuchó decirle ‘está bien, si vos te sentís así’, y su cara decía ‘no me van a retar, no me van a pegar’. Esa carita me marcó para el resto de la vida.
Tiziana circula entre los adultos con los auriculares puestos y el celular en la mano. Elige cuándo intervenir y cuándo quedarse en su propio mundo. Pero se inquieta cuando la salida hacia su clase de danza se demora. Claudinna murmura algo al oído de Graciela y se van las tres a la habitación. Tiziana sale sonriente, como triunfante, y Damián la lleva a la clase.
A de ayuda
“Ellas fueron las primeras que me escucharon y entendieron.
Eran trans y yo no me daba cuenta. Fueron las mejores. Para escuchar y hacerme sentir bien,
o como se dice, acompañada.
Sentirme perfecta conmigo misma”.
Graciela y Mara encienden un cigarrillo, sentadas en el piso de la cocina, incorporada al living de la mesa redonda. Mara será la encargada de armar la coreografía para el videoclip, pero ahora descansa.
– Cuando Tiziana nos dijo lo que sentía obviamente me asusté, pero por lo que empecé a ver. Empecé a investigar en internet porque no tenía idea absolutamente de nada, no tenía idea ni de qué significaba la sigla LGBTIQ y me asusté muchísimo. Ahí decía que la expectativa de vida de una persona trans era de 30 a 35 años y no quiero que esa sea la expectativa de vida de mi hija. Quiero que se muera de vieja.
La familia fue a pedir ayuda en la sede salteña de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (A.T.T.T.A). Su coordinadora, Mary Robles, había sido la primera mujer trans de la provincia de Salta en lograr el reconocimiento de su identidad de género en el DNI, en el año 2012, además de haber sido candidata a concejal por la capital salteña y una militante activa por las Leyes de Matrimonio Igualitario e Identidad de Género.
Mary
“Yo soy de la década del 60. Imaginate”.
Mary sabe lo que es ser una niña trans en Salta. Pero además, sabe lo que es ser madre.
– A los 9 años ya tenía mi orientación definida: ser trans. El tema era la época, porque éramos muy pocas en ese momento -comienza-. Caminábamos dos cuadras a lo de una señora que tenía televisión. Por cinco centavos nos dejaba ver Disneylandia. Conocí el amor a través de los príncipes, esa era la ilusión que teníamos como niñas, como niños. Y cuando crecías, era otra.
A sus 13 años, Mary se miró frente al espejo y vio a una mujer. “Empecé a tener problemas con mi familia. No podía sostener mi identidad de género, ni podía sostener mi persona. Éramos muy pobres. Mis padres venían del interior de la provincia, mi padre era camionero, traía maderas y mi madre trabajaba haciendo servicio doméstico. Era difícil porque ella no estaba en todo el día y nos internaron en el Hogar Escuela Carmen Puch de Güemes”.
Un día, decidida a vivir su identidad “contra todos los paradigmas sociales, me levanté y me fui del Hogar Escuela para no volver. A mis trece años caí presa, no llegaba a ser ni adolescente y decidí ser mujer. Fue muy difícil pelear contra una sociedad pacata, hipócrita, que te condenaba a un estado de vulnerabilidad total. La sociedad nos terminaba hacinando o suicidándonos”.
Al igual que en el resto del país en aquella época, las comparsas fueron refugio de expresión para las mujeres trans y Mary a sus 16 años, en 1977, debutó en los corsos rodeada de otras chicas trans.
Mary tenía 19 años cuando su hermana fue víctima de femicidio. “Volví a mi casa pelada, después de estar presa. La policía nos perseguía por los códigos contravencionales, si te reconocían como trans ya te llevaban. Y la exigencia de mi familia era que yo volviera a la casa porque la calle me condenaba a muchas cosas, pero había una cláusula que respetar: no vestirme de mujer. Entonces, sólo con las cejas depiladas y vestida con ropas comunes, decidí criar a dos niños, una nena y un varón, hijos de mi hermana asesinada. Y me hice cargo de su salud y educación. Hoy soy abuela de 7 niñes”.
Cuando Graciela y Tiziana se acercaron a ATTTA, Mary les dio el contacto con el psicólogo que acompaña a la familia hasta hoy. “Nos hizo entender que la ayuda la necesitábamos nosotros para poder acompañar a Tiziana. Sé de muchas mamás y muchos papás que han tenido malas experiencias con psicólogos. Nosotros tuvimos la ayuda del universo para encontrar a Nicolás, porque no solamente está ayudando y acompañando a mi hija, sino a nosotros como papás y como familia”.
Acompañar a niñeces trans y sus familias se convierte, en palabras de Mary, en un proceso de empoderamiento y advertencias. “Porque si los códigos contravencionales siguen existiendo, Tiziana corre el riesgo de ir presa como me pasó a los 13 años. Por eso fuimos preparando a esta familia para ser sus propias defensoras y militantes de sus derechos. Sabíamos que la gente se iba a preguntar por qué una nena tiene un DNI así y la iban a acusar a la madre de muchas cosas por sentar el precedente del primer DNI de una niña trans en Salta”.
A, de alas
“Lo único que pensaban es que yo era varón,
y que estaba vestido como nena”.
Verde la remera de Tiziana. Amarillo el vestido de Claudinna. Y en ambas, el pañuelo magenta del cupo laboral trans en la muñeca. Vestuario elegido y confirmado, mientras Graciela planifica en silencio cómo escaparse del rodaje del videoclip para comprar material sintético para las trenzas de su hija. Quiere que sea sorpresa.
– Elegir su ropa, poder comprarse ropa de nena, fue toda una hazaña. En su ropero había pilas de remeras de varón, de pantalones largos, cortos, cortitos y pasó a tener sólo dos vaqueros de nena, tres remeras y un vestido. Pero en su transición a nivel físico, lo que a ella más le importaba en ese momento era su pelo. Hoy sigue siendo lo que más cuida, es su tesoro.
Tiziana baila con su pelo, lo mueve en el aire y deja una estela de colores: su escudo.
La Escuela
Lunes de julio de 2017. Una llamada desde la Escuela de Tiziana interrumpe la rutina de Graciela. “Las maestras tienen que hablar con vos”, le dijo Tiziana asustada. “Porque, mami, nos olvidamos las uñas”.
– Para esa época ella en general ya iba vestida de nena a todos lados, menos a la escuela y ahí entendí por qué. Los fines de semana nos pintábamos las uñas las dos, jugábamos, ella ya podía sentirse libre como nena. Y cuando llegaba el domingo a la noche había que despintar esas uñitas para que al otro día fuera a la escuela. Pero hubo un domingo en que nos olvidamos, se nos pasó. Y cuando la vieron las maestras fue un escándalo, ‘cómo iba a estar un varón con las uñas pintadas’.
El escándalo empujó a Graciela a apurar la charla con las maestras y se lo planteó a Tiziana.
“Lo que pasa es que mi hijo no es mi hijo sino que es mi hija, porque mi hija es una niña trans”, les dijo. “Pero me miraron como si hablara en chino básico, no entendían absolutamente nada. Fue un año horrible, nunca se la respetó a mi hija en ningún sentido, siempre se la llamó en masculino”.
Tiziana tenía decidido hacer su cambio de identidad de género en el documento a los 10 años. “Por simple coquetería. Ella quería tener su pelo largo para poder hacerse una colita para la foto del documento”. Y lo consiguió.
Sin embargo, en la escuela nunca dejaron de referirse a ella como Tiziano.
– Aun teniendo el documento de identidad, la seguían llamando en masculino. Para las maestras era un varón vestido de nena. Tuve que firmar un montón de notas y de actas para que mi hija pudiera tener el pelo largo o usar aritos, para lo más mínimo. Fue la verdad una experiencia horrible, para ella que era la que constantemente sufría el grito y el reto de las maestras y para nosotros, la impotencia como papás de que no se la respetara a nuestra hija.
– Un día la trataron en masculino delante mío y exploté, hice las denuncias no solamente mediáticas sino en el INADI. A raíz de la mediatización, la ministra de Educación me llamó. Pero ella tampoco tenía idea de lo que era la Ley de Identidad de Género.
A, de activismo
Ser como ellas:
fuertes, luchadoras.
Tiziana necesita útiles para la escuela. Una lista impresa en blanco y negro sobre el estante del comedor, espera convertirse en mochila con unicornios, en tijeras verdes, en un cuaderno de color naranja.
–Yo me fui acercando de a poco”, cuenta Graciela, “Antes decía ‘no, no me interesa’. Estaba en mi casa cuidando a mis hijos y de militancia realmente no tenía idea. Cuando empecé a ver todas las luchas, y especialmente la del colectivo trans, me amplié al feminismo. Y la verdad es que me explotó la cabeza. Ahora estoy comprometida con toda la lucha.
Pía
Luego del acercamiento a ATTTA y a Mary Robles, Graciela y Tiziana conocieron a la activista Pía Ceballos. “Ella es la hada madrina de mi hija y no solamente es una referente para ella, sino para mi”.
Pía era una niña cuando, subida a los hombros de su papá, veía pasar el corso. “Lo que más me atraía eran esas majestuosas corporalidades travesti-trans que desfilaban en esos únicos espacios en que les era permitido circular sus cuerpas disidentes”, dice Pía.
Cuerpas como las de Mary iluminaron el deseo con claridad: “´Yo quiero ser así, quiero ser eso, quiero ser ellas, qué magníficas’, decía adentro mío. Mi padre me habrá escuchado decirlo e inmediatamente fui callada”.
Pía tiene un curriculum enorme, pero para presentarse prioriza decir que es “una militante, activista por los derechos de la diversidad sexual, particularmente por el movimiento Travesti-Trans”. Además, es hoy la secretaria nacional de Mujeres Trans Argentina, “que nuclea personas travestis y trans de todo el territorio nacional en pos de los derechos de nuestra población” e integra el directorio del Observatorio de Violencia contra las Mujeres de Salta.
Su activismo comenzó en la adolescencia, con un hecho que la marcaría para siempre. Cuando iba al colegio, una de sus mejores amigas tuvo un aborto clandestino, su vida corrió riesgo, y eso la llevó a una internación de un par de meses. El contexto de su formación secundaria fue la crisis económica y política en el país en el 2001. “Todo eso me llevó a una militancia comprometida con los derechos sexuales y reproductivos, con la educación sexual integral”.
“Cuando pienso en los sueños que tuve de niña, recuerdo cuando a los cuatro o cinco años, me miraba en el espejo y soñaba crecer. Pero lo que veía poco tenía que ver con la imagen de un varón. Era una mujer. A la vez, entendía que no era ese ser mujer con vulva sino que era algo que rompía los esquemas en ese momento”, recuerda. Y se cuela en su infancia la imagen de su tía travesti, que ya murió.
A sus 15 años, Pía se subió a unos tacones y fue a un boliche gay.
– En la construcción de mi identidad, a mis 15 años no sólo tenía claro cuál era mi identidad de género, sino que era un proceso en el que necesitaba del acompañamiento de mis padres, de mi familia, de la comunidad. No lo tuve y hubo muchas dificultades para que me lograran entender, para que respetaran mi nombre propio, mi vida, para que no me obligaran a ir al psicólogo.
En Salta, desde la organización Mujeres Trans Argentina han acompañado a once niños, niñes, niñas, adolescentes y trans. El caso más visible fue el de Tiziana por la decisión de su familia de hablar con los medios de comunicación.
– Sabía que mi rol tenía que ser de acompañamiento, en un proceso también de formación, de charlar, de invitarla a las reuniones. Graciela no faltó a ninguna. Y participaron de las marchas asumiendo no sólo las identidades trans, sino ellas conociendo otras vidas travestis y trans. Eso las llevó a contactar a otras experiencias, otras vidas, y pudimos decirles que esto no iba a ser sencillo y hay que caminarlo de manera colectiva- cuenta Pía.
Disputar el poder travesti-trans
Graciela y Damián daban las notas a los medios de comunicación, al principio. Para cuidar a Tiziana no querían mostrar su cara. “Hasta que un día ella se paró así como es, enfrente nuestro, y nos preguntó si teníamos vergüenza de ella. Nosotros le explicamos que obviamente no, que la estábamos cuidando, porque si bien había mucha gente que la iba a apoyar, había mucha gente que quizás no y la podía pasar mal en la calle”.
Ante la respuesta de sus padres, Tiziana argumentó que era su historia y que podía ayudar a algún otro nene u otra nena que estuviera en la misma situación que ella. “Nos dijo que ella no tenía miedo, que ella quería contar y nos pidió que estuviéramos al lado”.
Cuando en abril de este año, el periodista antiderechos, Agustín Laje, estuvo realizando una serie de conferencias transodiantes en Salta , Graciela, Damián y Tiziana no dudaron en salir a la calle a repudiarlo.
“La verdad es que a Tiziana la golpeó muchísimo esa situación y a nosotros como papás obviamente también. Recibimos el apoyo de mucha gente y de organizaciones. A pesar de la lluvia, estuvimos ahí repudiándolo y mi hija le gritó ‘Vení, da la cara, yo no soy una mentira’. Verla tan empoderada a mi hija fue lo más grande que pasó ese día”.
De las calles a las políticas públicas
Pía Ceballos repasa algunos de los roles institucionales que están ejerciendo mujeres trans en Salta.
“Dentro de los once ministerios que hay en la provincia de Salta, sólo en el Área de Diversidad del ministerio de Gobierno de Justicia y DDHH, tenemos a una compañera, Victoria Liendro, que está como jefa del espacio. Mientras que en Asuntos Indígenas, hay una compañera como parte de un equipo de acción social dentro de ese ministerio.
”En cuanto al municipio, tenemos una encargada de un programa de empleabilidad para las personas trans. Y en educación, tenemos algunas compañeras que son docentes, pero que no están dentro de las escuelas. Eso es una gran dificultad”. En términos de jerarquías, explica, todas dependen de otras áreas. “Es decir que hacia arriba hay entre tres o cuatro jefes o jefas, a las cuales deben responder”.
“Porque tiene que ver con el poder y con cómo la disidencia sexual a lo largo de estos años ha ido conquistando algunos temas que tienen que ver con la inclusión. Por ejemplo, el cupo laboral. Mientras, aún hoy nos morimos a los 35 años, porque nuestras vidas no importan para los Estados, no están en las agendas de las políticas públicas”.
A de Tiziana
Me sentí libre, sentí que puedo bailar,
sentí que puedo ser una niña
y a la vez sentí que soy una mariposa.
– Ella viene un día y me dice ‘ésta es mi firma mamá’, y me muestra una A mayúscula de imprenta, -recuerda Graciela-. Pero quedó así como una anécdota, que su firma era una A. Cuando nosotros le preguntamos cómo quería que la llamáramos, ella me dice: ‘¿Vos te acordás cómo era mi firma?’, ‘Sí, una A’, ‘Bueno, era porque yo quería que mi nombre terminara en A. Entonces yo quiero llamarme Tiziana”.
Fuente Agencia Presentes
General
Argentina, Menores trans, Personas trans, Salta, Tiziana
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