Año de la Biblia

Jueves, 2 de enero de 2020

7191906unhombrejovenleyendolabibliaaotrojovenenlacrcel-1024x684Hermanas y hermanos, amigas y amigos: Vayan por delante nuestros mejores deseos de paz y felicidad para el Año Nuevo.

El Consejo Mundial de Iglesias y el Papa Francisco han declarado 2020 como el Año de la Biblia. Su objetivo es que todos los cristianos tengamos un conocimiento directo y personal de la Biblia. La Biblia, para un cristiano, es el álbum de familia; no para copiar la vestimenta de nuestros abuelos, sino para conocer nuestras raíces. No leemos la Biblia porque la distancia de culturas, a lo largo de más de veinte siglos, nos la hacen incomprensible, contradiciendo nuestros conocimientos científicos y nuestra conciencia ética.

Por eso Fe Adulta quiere desarrollar durante estos doce meses un plan que contextualice y haga comprensible la lectura gradual del libro sagrado. Sabemos que la Biblia no es palabra inalterable de Dios, sino palabras humanas que expresan nuestra búsqueda de Dios. Comencemos este mes con unas orientaciones generales para la lectura personal de la Biblia. El resto de meses iremos proponiendo material para estudiar los principales libros del Nuevo y del Antiguo Testamento.

Cada mes recomendaremos unos vídeos y unas lecturas para profundizar en nuestro acercamiento a la Biblia.

Libros recomendados:

A la fuente cada día, de Fray Marcos Rodríguez. Un comentario al evangelio diario para el que sienta la necesidad de hacer un rato de oración cada día. Un motor de puesta en marcha para adentrarse después en las profundidades del mensaje de Jesús. Editorial Fe Adulta.

Ciudad Biblia, de Xabier Pikaza. Una guía para adentrarse, perderse y encontrarse en los libros bíblicos. Editorial Verbo Divino.

Vídeos recomendados:

Hermenéutica Bíblica (I), de Xabier Pikaza: Principios básicos de la Hermenéutica Bíblica: Cómo leer la Biblia. Para interpretar la Biblia hay que contextualizarla en el tiempo y en su momento cultural. Las grandes Religiones antiguas no tenían libro. Los fenicio-palestinos lograron una escritura fácil de aprender y se democratizó la cultura escrita hasta tal punto que lo más característico del pueblo judío es su libro sagrado, que recoge la identidad de Israel.

Hermenéutica Bíblica (II), de Xabier Pikaza: La palabra hermenéutica significa interpretar. No hay lectura sin interpretación. Repasamos varios métodos de interpretación de la Biblia: método patrístico-medieval, escolástico y protestante. El más importante surgió a raíz de la Ilustración y es el método crítico, que comprende el análisis riguroso desde la crítica histórica, literaria, filosófica, psicológica y sociológica. Dentro de cada rama del saber hay métodos de análisis, Por ejemplo, para hacer crítica literaria se recurre al análisis de las formas o la lectura de la redacción.

Hermenéutica desde la mujer, de Carmiña Navia: La hermenéutica afirma que los textos hablan en la medida en que responden a las preguntas que le plantea el lector. La herencia sociocultural que arrastramos hace que la mirada de la mujer sea distinta a la del varón y por lo tanto, las preguntas que las mujeres plantean en la lectura de la Biblia son diferentes a las que han venido planteando los varones durante más de veinte siglos.

Cómo se formaron los evangelios, de Pope Godoy: José Godoy, experto en Ciencias Orientales y análisis semánticos del Nuevo testamento, nos da unas pinceladas muy interesantes sobre cómo se formaron los evangelios: cómo se pasó de la tradición oral a la escrita, cuál es el evangelio más antiguo, de qué fuentes se alimentan, etc. Además de sus conocimientos como teólogo, Pope Godoy aporta ese entusiasmo por la figura de Jesús, que le ha llevado a ser un incansable defensor de los derechos sociales y gran comunicador de los evangelios.

Cómo leer la Biblia, artículo de Gonzalo Haya.

Cuentan que el inventor del fuego, entusiasmado con la utilidad de su descubrimiento, recorrió todos los pueblos enseñándoles a encender el fuego. Pasado un tiempo volvió a visitarlos para apreciar los progresos que habrían logrado con su descubrimiento. Al llegar vio que los nativos habían levantado un monumento en la montaña y allí conservaban un altar con el fuego. Ese era todo el progreso conseguido.

Eso es lo que hemos hecho con la Biblia: la hemos encerrado en una vitrina, fuera del polvo y del desgaste de nuestras manos. No la leemos, ni siquiera la consultamos como se consulta un diccionario, porque nos han enseñado a interpretarla literalmente (“al pie de la letra”) y esa lectura contradice nuestros conocimientos científicos, históricos, y éticos. Por eso nos parece mejor sacralizarla en su urna; conservarla como aquel fuego en lo alto de la montaña, sin que influya en nuestra vida diaria.

¿Cómo leer la Biblia? Es absolutamente necesario situar cada libro en su momento histórico y cultural. Para situarlos necesitamos algunas orientaciones generales, una introducción a cada libro, o notas a pie de página. Sin embargo lo más importante será cotejar cada texto con nuestra conciencia y con nuestra búsqueda de Dios.

La Biblia no es palabra intangible de Dios, sino una novela histórica sobre nuestra búsqueda de Dios, con nuestros aciertos y nuestros errores. Al leerla, no sólo con los ojos sino con el corazón, nosotros añadimos una nueva página a la Biblia que Dios ha situado en el altar del universo.

Dios se ha manifestado siempre en la Historia, pero los hombres lo hemos entendido según la medida de nuestros conceptos y experiencias. Lo que se recibe adopta la configuración del recipiente, decía santo Tomás (Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur); y nosotros le hemos ido dando a Dios la configuración de nuestras capacidades culturales. Por eso Josué, caudillo de un pueblo en busca de tierra en la que asentarse, interpretó a Yahvé como Señor de los ejércitos. Nuestros conceptos filosóficos y éticos han evolucionado, y nuestra idea de Dios tiene que evolucionar, sin abandonar sus raíces; porque como decía un pedagogo indígena boliviano “no hay desarrollo sino a partir del propio rollo”.

En cada Carta semanal, se propondrán algunas lecturas que ayuden a contextualizar e interpretar los respectivos libros, pero aquí quiero anticipar algunas orientaciones que el Papa Francisco consignó en su encíclica Evangelii gaudium (nº 145-154).

· Lo más importante es descubrir cuál es el mensaje principal… lo cual implica reconocer el efecto que el autor ha querido producir.

· Para entender un texto hay que ponerlo en conexión con el mensaje de toda la Biblia.

· Acercarnos a la Palabra con un corazón dócil y orante… para que engendre una mentalidad nueva.

· Preguntarnos qué nos dice a nosotros ese texto.

· Sentir que nos invita a dar un paso más, pero no nos exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible.

· Discernir lo que el Señor desea decir en esa determinada circunstancia.

Gonzalo Haya

Fuente Eclesalia/Fe Adulta

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