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Archivo para Miércoles, 25 de diciembre de 2019

Navidad ¿qué va a cambiar?

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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***

El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

        Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

        Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

*

W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

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Natividad del Señor

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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05-navidad (C) cerezo

 

Leído en Koinonia:

Misa del día

Isaías 52,7-10

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

*

Salmo responsorial: 97

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.

*

Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por el Hijo

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”

*

Juan 1,1-18

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros

En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(25 de diciembre de 1977)

Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.

Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en tercer lugar, la Iglesia manifestación de Cristo.

PROLONGAR LA ENCARNACIÓN

Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.

NAVIDADES TRISTES

Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de Navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo de aquellas madres y esposas que “en esta celebración de Navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos”. En otra carta parecida dice: “Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad”. Y cartas de expresión así dolorosa, pues, son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad. Leer más…

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“Volver a Belén”. Natividad del Señor – A (Lucas 2,1-14)

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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En medio de felicitaciones y regalos, entre cenas y bullicio, casi oculto por luces, árboles y estrellas, es posible todavía entrever en el centro de las fiestas navideñas «un niño recostado en un pesebre». Lo mismo sucede en el relato de Belén. Hay luces, ángeles y cantos, pero el corazón de esa escena grandiosa lo ocupa un niño en un pesebre.

El evangelista narra el nacimiento del Mesías con una sobriedad sorprendente. A María «le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo». Ni una palabra más. Lo que realmente parece interesarle es cómo se acoge al niño. Mientras en Belén «no hay sitio» ni siquiera en la posada, en María encuentra una acogida conmovedora. La madre no tiene medios, pero tiene corazón: «Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre».

El lector no puede continuar el relato sin expresar su primera sorpresa: ¿En este niño se encarna Dios? Nunca lo hubiéramos imaginado así. Nosotros pensamos en un Dios majestuoso y omnipotente, y él se nos presenta en la fragilidad de un niño débil e indefenso. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos ofrece en la ternura de un recién nacido. ¿Cómo sentir miedo de este Dios? Teresa de Lisieux, declarada en 1997 doctora de la Iglesia, dice así: «Yo no puedo temer a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí… ¡Yo le amo!».

El relato ofrece una clave para acercarnos al misterio de ese Dios. Lucas insiste hasta tres veces en la importancia del «pesebre». Es como una obsesión. María lo acuesta en un pesebre. A los pastores no se les da otra señal: lo encontrarán en un pesebre. Efectivamente, en el pesebre lo encuentran al llegar a Belén. El pesebre es el primer lugar de la tierra donde descansa ese Dios hecho niño. Ese pesebre es la señal para reconocerlo, el lugar donde hay que encontrarlo. ¿Qué se esconde tras ese enigma?

Lucas está aludiendo a unas palabras del profeta Isaías en las que Dios se queja así: «El buey conoce a su amo; el asno conoce el pesebre de su señor. Pero Israel no me conoce, no piensa en mí» (Isaías 1,3). A Dios no hay que buscarlo en lo admirable y maravilloso, sino en lo ordinario y cotidiano. No hay que indagar en lo grande, sino rastrear en lo pequeño.

Los pastores nos indican en qué dirección buscar el misterio de la Navidad: «Vayamos a Belén». Cambiemos nuestra idea de Dios. Hagamos una relectura de nuestro cristianismo. Volvamos al inicio y descubramos un Dios cercano y pobre. Acojamos su ternura. Para el cristiano, celebrar la Navidad es «volver a Belén».

José Antonio Pagola

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“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.” Miércoles 25 de diciembre de 2019. Natividad del Señor

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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08-navidada4-cerezoLeído en Koinonia:

Misa del día

Isaías 52,7-10: Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Salmo responsorial: 97: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Hebreos 1,1-6: Dios nos ha hablado por el Hijo.
Juan 1,1-18: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Hoy celebramos la fiesta del nacimiento de Jesús de Nazaret, pero en realidad en esta fiesta hay muchos componentes, de muy diverso género, y no sería bueno tratarlos todos como dimensiones teológicas racionalmente interpretables. Hay también elementos culturales, sociales, históricos, afectivos… Esta mezcla hace desaconsejable echar mano sólo de la lupa teológica racional. Quizá es ésta una fiesta en la que hay que dejar a un lado esa perspectiva racional, y hacernos niños, y celebrar con la ingenuidad del niño/a que todos/as llevamos dentro.

Pero digamos en todo caso una palabra sobre cada lectura.

La lectura de Isaías es un canto de alabanza de la próxima liberación de Jerusalén. Dos imágenes enmarcan la lectura, por una parte la de los mensajeros que sobre los montes de Judá traen la noticia de la próxima liberación, y gritan: ¡Yahvé reina! La segunda imagen es la de los centinelas que prorrumpen en júbilo porque ven el retorno de Yahvé a Sión y exclaman alborozados cómo el Señor ha consolado a su pueblo y ha rescatado a Jerusalén. Y es que en el contexto en que se escribe el libro de Isaías, la mayoría del pueblo de Israel se encuentra exiliado en Babilonia, son esclavos de los asirios. Sin embargo, ven como muy positivo que Darío asuma el poder, y ponen sus esperanzas en que el será el «rescatador», que les permitirá retornar a su tierra. Esta realidad es inminente, por lo que el escritor canta ya la alegría del retorno a la tierra. Para nosotros hoy, esos pies del mensajero anuncian el nacimiento del Señor, y nosotros, como los centinelas, proclamamos alegres la presencia del Salvador que se hace vida en medio de nosotros.

El salmo responsorial corresponde a un himno de alabanza dirigido a Yahvé porque ha obrado maravillas y porque ha revelado la justicia a las naciones acordándose de la lealtad de Dios a Israel. El salmista invita a toda la creación (mar, ríos y montes) a aclamar a Yahvé que llega a juzgar el mundo con justicia y los pueblos con equidad. Esa felicidad la compartimos nosotros con el salmista cuando recibimos a Jesús que llega, que nace. Él es Dios mismo que se convierte en Buena Noticia, anuncio de salvación para todos los pueblos, que asume nuestra condición humana y por ello estamos alegres y cantamos llenos de júbilo y esperanza.

La carta a los hebreos refuerza aún más la alegría de esta celebración de la Natividad del Señor Jesús. Expresa que «muchas veces y de múltiples maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos últimos tiempos nos habló por medio de su Hijo a quien instituyó heredero de todo». Hermanos, estamos en los últimos tiempos pues la revelación a llegado a su plenitud en Jesucristo. Él es imagen de Dios invisible, quien le ve a él ve al Padre; pues al asumir la condición humana y al nacer en un establo, como un hombre pobre; Dios se ha manifestado como solidario con todos los hombres de la tierra y por medio de Jesús ha mostrado el camino de la salvación.

La liturgia de hoy, la de la misa del día, como la más solemne –porque otra es la de la media noche–, proclama el prólogo del evangelio de Juan. Un texto bien solemne, y muy especial. Haríamos mal en leerlo como cualquier otro de los relatos evangélicos de la Navidad, en torno al nacimiento de Jesús, como los evangelios de la infancia. El texto de Juan pudo ser escrito treinta años más tarde, el último de entre los textos evangélicos hoy canónicos, en torno al año 100 d.C. Entenderlo como un relato «descriptivo» que nos trasmite información sobre «cómo sucedieron las cosas», información transmitida a Juan evangelista como por revelación directa, sería un error. Hoy la ciencia bíblica enfoca este texto con otra luz, conoce mejor su naturaleza y sabe que se trata de otra cosa.

En todo caso, es un texto clave, uno de los pocos textos de los que se puede decir que han sido sencillamente decisivos para la configuración concreta del desarrollo del cristianismo. Muchos opinan que fue Pablo el creador del cristianismo, más que los evangelios sinópticos por ejemplo. Otra opinión también común es la de que quien fundó el cristianismo fue en realidad Juan, al fundamentarlo con esta visión fantástica genial que nos entrega este texto, que catapultó la reflexión sobre Jesús a su máxima dimensión.

Más allá de lo que de este texto hubiera de ser retenido o no, la dimensión de encarnación que daría al cristianismo lo ha marcado, realmente. Encarnación, y su complemento, la divinización, son como una columna vertebral del cristianismo, y una de las marcas registradas de su espiritualidad y su compromiso histórico.

En la dimensión concreta de la historicidad, ya sabemos: no tenemos ninguna noticia histórica de la fecha del nacimiento de Jesús. El 25 de diciembre fue tomado de la fiesta romana del nacimiento del Sol, pues a partir de ese día –hoy sabemos que no exactamente– comienza a aumentar el tiempo de insolación (en el hemisferio norte, obviamente, y locontrario en el sur); el Sol en estos días superaba su período anterior invernal, de muerte y disminución. Si a Jesús se le llamaba «el Sol de Justicia», qué mejor fecha para datar su nacimiento que el día del re-nacimiento del Sol astronómico, que en el mundo romano era considerado divino. Leer más…

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Dios en Salida: La Tierra, Planeta de Navidad

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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D8ED4929-29B6-4171-8BDB-0213A3DA8E99Del blog de Xabier Pikaza:

Feliz Navidad 2019

Que los hombres se hablen y amen: Así nace Dios

 

De manera sorprendente  el evangelio de Juan (1, 12-13) amplía y aplica la Navidad de Jesús (nacer de Dios, concepción por el Espíritu) a todos los que escuchan y acogen la Palabra:

A quienes la recibieron (a la Palabra de Dios) les dio el poder de ser Hijos de Dios; los cuales no han nacido (no han sido engendrados) ni de las sangres, ni del deseo (=voluntad) de la carne, ni del deseo (voluntad) de un varón, sino que han nacido de Dios.

               Desde ese fondo quiero ofrecer una sencilla Teología de la Navidad, como introducción a esta gran fiesta de Dios y del Hombre que celebran (celebramos) los cristianos. Nace Dios en nosotros, es su fiesta. Nacemos nosotros en Dios, es nuestra fiesta.

Nacemos todos y somos, unos en los otros, ésta es la fiesta universal de la vida sagrada, en este diminuto Planeta de la Navidad, que es la tierra, perdida en un espacio infinito de fuerzas, movimientos, astros y asteroides que parecen vagar y perderse en su nada. Dios en salida, esto es la tierra, es Navidad.

Jesús, nacimiento universal

 410F6C62-ACD8-42D8-BC46-AA8155E2AD77        Conforme al texto citado de Jn 1, 12‒13, todos los que confían en el Dios de la Vida y de él provienen (provenimos) son Palabra de Dios encarnada, como ha sido Jesús (Palabra hecha carne: Jn 1, 14). En esa línea quiero hablar de un mesianismo universal de la Palabra proclamada y compartida, en contra de otros de tipo particular[1]:

‒ Éste no es un mesianismo guerrero, Cristo no es un conquistador.Los Salmos de Salomón recuerdan que Dios escogió a David por rey y aseguró con juramento que sus hijos gozarían del reino para siempre (Sal Sal 17, 5). Pero ese salmo sigue diciendo que el pecado de Israel truncó la promesa (Sal Sal 17, 6-22), de forma que debe elevarse la voz del orante: “Mira, oh Señor, y ensalza entre ellos a su rey…; cíñele de fuerza, de manera que pueda aniquilar a los poderes enemigos y limpie a Jerusalén de los paganos…” (17, 23-24).

            El rey a quien espera el orante de este salmo es Hijo de David (17, 5. 23) y Ungido del Señor (17, 36; 18, 6. 8). Su tarea primordial será instaurar el reino de Israel, venciendo a los poderes enemigos y logrando así el dominio sobre todos los pueblos de la tierra (17, 23-27). Pues bien, conforme a todo lo que venimos indicando, un reino extendido por dominio militar va en contra del Cristo Jesús. En la Navidad no celebramos, por tanto, un mesianismo guerrero de grandes vencedores, sino la Navidad de la Vida en los pequeños y los pobres, en los niños.

‒ Éste no es un mesianismo clerical, Cristo no es sacerdote superior, ni un mago celeste de templo. Los ambientes sacerdotales del entorno de Jesús consideraban primordial el orden cúltico y religioso del templo. Por eso, junto al mesías de David (guerrero) insistían en el Mesías de Aarón (Gran Sacerdote). Esta dualidad mesiánica, insinuada en Zac 6, 9-14, ha sido temáticamente desarrollada en Test XII Pat y en algunos textos Qumrán. El rey, mesías de David (o de Israel) dirigirá el combate, como jefe de batalla, pero ha de hallarse sometido a la norma y dirección del Sumo sacerdote, jerarca sacral y mediador de Dios para los hombres. Cf. Test Levi 18; Test Judá 24; CD VII, 18 XIX, 7; 1Q Sa II, 12 1Q Sb V, 20.

  historia-de-jesus          Pues bien, en contra de eso, Jesús se opuso al orden sacerdotal del templo, con su jerarquía de levitas superiores. El Cristo que ha nacido en Belén no ha sido un mesías sacerdotes, sino un niño de pueblo, en el entorno de Jerusalén, un niño de todos, para todos, la humanidad entera como “niño de Dios”, Dios hecho niño, aprendiendo a vivir y viviendo en la trama de dura y tierna historia de los hombres.

En una línea regia y/o sacerdotal, Jesús no hubiera sido mesías para todos. Conforme a la “lógica de Dios”, Jesús (Dios niño) no ha impuesto el Reino por la fuerza, ni ha sido Sumo Sacerdote de Jerusalén,  sino  Mensajero y Presencia (=Palabra) de un Dios que es principio de comunión (=salvación) universal. Posiblemente se consideraba “hijo de Dios”, pero no para imponerse sobre otros, sino para abrir entre (para) todos un camino de Palabra compartida.

No vino de un cielo superior de imposición, de manera sólo transcendente, para realizar un juicio supra-temporal, sino que surgió en la historia de esperanza de su pueblo, centrada, simbólicamente, en la figura de David. En esa línea, él actuó como rey sin reino (sin ejército, dinero o territorio, sin estrategia militar…), como hombre de Dios, Dios-hombre al servicio de los pobres, desde Galilea, mirando hacia Jerusalén, donde subirá para proclamar su (una) Palabra que es presencia salvadora, universal de Dios, nueva humanidad.

Nacer de Dios, ésa es la Palabra

Éste es el testimonio clave de la Navidad, conforme a Jn 1, 14: La Palabra se hizo carne,es decir, un niño. Jesús es la Palabra que nace, el mensaje de la vida que es Dios, esperanza de resurrección (de culminación) para los hombres. . En ese contexto debo insistir en la importancia de una cristología de la Palabra resucitada y resucitadora, mostrando así que Jesús es Cristo por ser (y siendo) palabra de Dios encarnada:

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‒ Jesús es “palabra creadora”, en la línea del Logos-Dabar de Gen 1 y de los profetas. Pero el autor del Génesis y los profetas suponen que Dios‒Palabra no se ha encarnado del todo en los hombres. Ciertamente, ellos han proclamado un mensaje muy hondo, como muestran Amós y Jeremías, Ezequiel e Isaías II, pero (conforme a una visión recogida en Hbr 1, 1‒4, cf. cap. 5‒8, 19) ellos nunca han dicho plenamente la Palabra, de forma que no se identifica con Dios en amor, en sanación, en presencia personal (resucitada).

‒ Jesús es Palabra‒Persona,de manera que en él se identifica lo que él es y lo que dice, con lo que dice y es Dios, de tal forma que sus seguidores le han podido llamar Palabra de Dios (=Dios Palabra humana). Ciertamente, él no ha dicho “yo soy la Palabra de Dios”, pero sus discípulos le han visto así, y así le han comprendido, como ha puesto de relieve el evangelio de Juan. En ese sentido podemos afirmar que él ha muerto por ser Palabra de Dios (como a profeta falso le han condenado), y sólo así, por ser Palabra Viva (=Dios Palabra) ha resucitado.

              Los profetas habían sido “portadores de la Palabra”, y de esa forma ratificaban sus oráculos con la expresión: ¡Así dice Yahvé, Palabra de Dios! Pues bien, Jesús no ha sido sólo Palabra de Dios por lo que ha dicho, sino por lo que ha sido, de manera que le llamamos Mesías (Hijo de Dios, Salvador…) por ser Palabra, principio de comunicación universal, como ratifica su pascua. Ciertamente, en un sentido, “Jesús ha muerto”, pero ha muerto por hacerse (=para hacerse) palabra de comunicación universal, en amor, sobre la muerte.

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“Natividad del Señor”. 25 de diciembre

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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62A8447D-D6C4-4A16-A106-872D8E4E133ADel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Natividad del Señor

Tres misas el mismo día

No sé cuándo comenzó la tradición de celebrar tres misas el día de Navidad; imagino que debe de ser muy antigua. Se comienza con la famosa misa del Gallo, por la noche, sigue la misa del alba y se termina con la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los tres ciclos (A, B, C). Indicaré algo que pueda ayudar en la del Gallo (la de la noche) y en la del día (con el evangelio más difícil).

Misa de la noche

Tres motivos de alegría (Isaías 9,2-7)

En una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial (no consigo recordar su título), la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de soldados y refugiados comienza a cantar el villancico “Noche de Dios”. Ese es el ambiente adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a un pueblo que camina en las tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz y alegría. Por tres motivos: el fin del opresor, el fin de la guerra y el nacimiento de un niño. Es esto último lo que atrae la mayor atención. El niño será un heredero de David, adornado con los nombres y cualidades más admirables que se pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz.

El evangelio de Mateo citará esta profecía, pero aplicará a Jesús solo el comienzo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Jesús no termina con el opresor romano, no se acaban las guerras, y no reinstaura el trono de David. Pero su palabra y su acción irradian luz y alegría en toda Galilea.

Dos motivos de compromiso (Carta a Tito 2,11-14).

El autor une la primera venida de Jesús (“ha aparecido la gracia de Dios”) con la segunda y definitiva (“la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo”). ¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estos dos venidas son también motivo de compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del Señor, dedicarse a las buenas obras.

El anuncio más desconcertante a las personas más inesperadas (Lucas 2,1-14)

Lucas, evangelista de los pobres y la pobreza, lo subraya desde el primer momento. Gabriel ha anunciado a María que concebirá un hijo prodigioso, que heredará el trono de David y reinará en la casa de Jacob para siempre. A la hora de la verdad, el niño no dispone ni siquiera de una cuna, solo de un pesebre. Porque la familia no encuentra sitio en el piso de arriba, donde se alojan las personas, y debe permanecer en el de abajo, donde están los animales.

En la misma línea, el anuncio del nacimiento, a pesar de toda la parafernalia del ejército del cielo cantando, se dirige a “unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño”. La profesión de pastor, aunque a algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. Y pasar la noche a aire libre vigilando el rebaño no es la ocupación más agradable. A estas personas se dirige el mensaje: “Os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”.

Lucas juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Y qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando en medio del frío. Pero su vida ha cambiado. Después de encontrar a María, a José y al niño acostado en el pesebre volverán dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído (evangelio de la Misa de la aurora).

Los pastores son un ejemplo perfecto para el cristiano. La Navidad no nos habla de un gran rey, deslumbrante de riqueza y esplendor. El ángel lo presenta “envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y en este ser tan débil y poco aparente debemos depositar la confianza de que nos salvará. Y por él debemos alabar y dar gloria a Dios.

Misa del día

Presupuesto para entender el Prólogo

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano: Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.

La historia de la Sabiduría de Dios

1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36).

El Señor me estableció al principio de sus tareas,

al comienzo de sus obras antiquísimas.

En un tiempo remotísimo fui formada,

antes de comenzar la tierra.

Antes de los océanos fui engendrada,

antes de los manantiales de las aguas.

Todavía no estaban encajados los montes,

antes de las montañas fui engendrada.

No había hecho aún la tierra y la hierba

ni los primeros terrones del orbe.

2ª etapa: la Sabiduría y la creación

Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo;

cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano;

cuando sujetaba las nubes en la altura

y fijaba las fuentes abismales.

Cuando ponía un límite al mar,

y las aguas no traspasaban su mandato;

cuando asentaba los cimientos de la tierra,

yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,

todo el tiempo jugaba en su presencia;

jugaba con la bola de la tierra

disfrutaba con los hombres.

Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24).

Por todas partes busqué descanso

y una heredad donde habitar.

Entonces el creador del universo me ordenó,

el creador estableció mi morada:

Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.

En la santa morada, en su presencia ofrecí culto

y en Sión me establecí;

en la ciudad escogida me hizo descansar,

en Jerusalén reside mi poder.

Eché raíces entre un pueblo glorioso,

en la porción del Señor, en su heredad.

Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25).

Os llamé, y rehusasteis;

extendí mi mano, y no hicisteis caso;

rechazasteis mis consejos,

no aceptasteis mi reprensión.

En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.

La historia de la Palabra

El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios.

Segunda etapa: la Palabra y la creación

Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo. Todo fue creado por la Palabra de Dios; el sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.

Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.

Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo. El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza

¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.»

Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros. 

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Del optimismo ingenuo al realismo mágico

La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa: se convierten en hijos de Dios, contemplan su gloria, y de su plenitud reciben gracia tras gracia.

Motivos de sobra para estar alegres y desearos a todos FELIZ NAVIDAD.

 

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25 de diciembre. Natividad del Señor. Ciclo A

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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Natividad

“La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a toda persona. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijas de Dios, si creen en su nombre.”

(Jn 1, 1-8)

Este evangelio es como abrir la ventana una mañana soleada y dejar que la habitación se llene de luz y de frescura. Ese instante en el que el día está por estrenar “todo nuevito”.

Así empieza el cuarto evangelio: lleno de verdadera luz y de novedad. Como una brisa fresca que se lleva el aire viciado. Y así puede ser también este tiempo de Navidad que acabamos de estrenar. Puede ser una brisa fresca que renueve el aire de nuestros corazones.

Aquí está la Luz, la Palabra, Dios mismo con el deseo renovado de entrar en nuestra historia, en nuestra vida cotidiana.

Nos conoce, él ha tejido cada centímetro de nuestro ser… y nos quiere, por eso vuelve. Pero nos respeta y por eso espera a que le recibamos, no entra por la fuerza sino que llama y espera.

Esta puede ser una Navidad más, llena de turrones, regalos y villancicos o puede ser una Navidad nueva llena de LUZ. Y así los turrones y todo lo demás será todavía mejor y más bonito.

Que esta Navidad podamos contarnos entre quienes reciben la luz y así, bien iluminadas nos reconozcamos como lo que somos Hijas e Hijos de Dios.

Porque si hoy vuelve a ser Navidad es porque creemos que Dios se encarna en cada una de nosotras.

Oración

Que tu Palabra, hecha de Verdad y de Luz germine y crezca en esta Navidad en nuestra humanidad. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Navidad

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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OLYMPUS DIGITAL CAMERAJn 1, 1-18

Anoche nos hablaban de un Niño, del pesebre, de pastores, de ángeles. En esta mañana nos habla del Verbo, Palabra preexistente, de Dios eterno y trascendente. Es una prueba más de que nos encontramos ante algo indecible. Curiosamente termina diciendo exactamente lo mismo: y la PALABRA se hace carne, Niño. Los dos relatos, como buenos subalternos, te colocan ante el misterio, pero el que tienes que torearlo eres tú. Solo tú puedes adentrarte en la realidad que está en ti, “más dentro de ti mismo que lo más íntimo de ti mismo”, como decía Agustín. Pero está ahí, y solo tú puedes descubrir ese tesoro y disfrutar de él.

La encarnación solo tiene realidad dentro de ti, como solo tuvo realidad dentro de Jesús, no fuera en acontecimientos o fenómenos externos. Solamente dentro de ti y dentro del otro. Buscarlo en otra parte es engañarte. Dice un cuento oriental: Un señor que pasaba por la calle, ve a su vecino que está buscando algo enfrente de su casa. ¿Qué es lo que has perdido? Le pregunta. La llave de mi casa. Yo te ayudaré a encontrarla. Pasa media hora y la llave no aparece. ¿Pero dónde la has perdido? Le pregunta el vecino. Dentro de casa. ¿Entonces por que la estás buscado aquí? Es que aquí hay más luz… Si no vivo lo que hay de Dios en mí, jamás lo descubriré ni en los acontecimientos, ni en los demás, ni en Jesús.

Aunque el domingo segundo de Navidad volvemos a leer este evangelio, voy a adelantar una frase: “caí Theos en o Lagos” y en latín: “et Deus erat Verbum”. La traducción puede ser: “y Dios era la Palabra”. También podría traducirse  por  “un ser divino era el proyecto”, puesto que en esta frase “Theos” no lleva artículo. En castellano también podemos traducir: “y la Palabra era Dios”. Pero debemos tener en cuenta que no se explica lo que es la Palabra por lo que es Dios, sino al revés; se explica lo que es Dios por lo que es la Palabra. Dios es el que se hizo hombre, y si se hizo hombre en Jesús, es que se hace hombre en todos los seres humanos. Por el contrario, si es Jesús el que se hace Dios, nosotros quedaremos al margen de lo que allí pasó. El despiste está asegurado y en ese error hemos vivido toda nuestra vida.

Seguimos creyendo y diciendo que Dios se ha hecho hombre, y hacemos decir al evangelio lo que nos interesa que diga. No es el hombre el que tiene que escalar las alturas del cielo para llegar a ser Dios; ha sido Dios el que se ha abajado y ha compartido su ser con el hombre. Eso es lo que significa la encarnación. Por medio de Jesús, podemos llegar a saber lo que es Dios. Pero un Dios que no está ya en la estratosfera, ni en los templos, ni en los ritos, sino en el hombre… Las consecuencias de esta verdad en nuestra vida religiosa serían tan demoledoras que nos asustan; por eso preferimos seguir pensando en un Jesús que es Dios, pero dejando bien claro que eso no nos afecta a nosotros.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El niño de todos los rostros

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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he_risen_christ_710b-“Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado” (Film Criadas y Señoras)

25 diciembre. Navidad

Lc 2, 1-14

El ángel les dijo: No temáis. Mirad, os doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo

Un tercio de la población mundial es cristiana, y es el mayor grupo religioso -2.200 millones- de la población terrestre. Que sigamos celebrando su cumpleaños después de más de dos milenios de su nacimiento no deja de ser, como mínimo, sorprendente.

En la película ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Kapra, George mantiene con su hija pequeña este diálogo: -“Procura dormir un poco”. –“No tengo sueño”.-Lo sé, lo sé, pero tienes que dormir. Así soñarás con ella y será un jardín entero”. Un sueño en el que doblan las campanas de todos los templos, de todos los sonidos y tamaños, celebrando con alegres villancicos el nacimiento de un niño en el pesebre de un establo.

Le había anunciado el profeta Isaías en 9, 5. Hoy le cantan los ángeles del cielo y los pastores; mañana los reyes de la tierra y la Cristiandad plena. Porque este niño de los mil rostros reflejan la identidad de la Humanidad entera y, como dice el convertido apóstol Pablo: “Porque la gracia de Dios salva a todos los hombres…” (Tit 2, 11)

Personalmente le veo como como veía a Treya, su amante esposa, Ken Wilber: “Sus ojos parecían comprometidos con la verdad. Cuando te miraba a los ojos sabías, a ciencia cierta, que esa mujer jamás te mentiría. Todos sus gestos y movimientos parecían impregnados de una integridad que despertaba de inmediato toda tu confianza. Parecía una persona con una gran confianza en sí misma, aunque no, por ello, se mostraba orgullosa ni insolente” (Gracia y Coraje).

Verdad, Integridad y Confianza, expresadas limpiamente en la Totalidad del Espacio y fundiéndose en todo el Universo a través de su palabra, sus gestos y sus hechos. Esta imagen seductora de Jesús trae a mi memoria la película Criadas y señoras (2011), de Tate Taylor, en la que las niñas blancas cuidadas por las criadas negras, las quieren, las abrazan y besan: “Tu eres mi mamá de verdad, Emy”, dice una de ellas. Y yo no me resisto, agradecido, a decirle al Buen Jesús otro tanto.

El Bom-Jesus de Río acoge al mundo entero con sus brazos abiertos. Porque, como dice una de las protagonistas negras en el citado film: “Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado”. Ni se olvida de los olivos, las aves, los peces, las tortugas y las liebres.

LA GACELA

Abrió el Cielo su jaula de podencos
y mi sangre lloró su ácido dolor
sobre la tierra ácida.

Mis oraciones eran cicatrices
en los jirones de la luna nueva.

-¿Por qué estas Navidades no regalas
Tarjetas de Crédito a tus fieles?

“Abres la mano tú, Señor,
y sacias de favores
a todos los vivientes”, dice el Salmo.

Así que no te olvides
de todas tus restantes criaturas:
los olivos, las aves y los peces
ni tampoco las liebres y tortugas.

¿Por qué una vez creadas, si son tuyas,
las dejaste a su suerte abandonadas?

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Navidad: plenitud, abundancia y totalidad.

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
Comentarios desactivados en Navidad: plenitud, abundancia y totalidad.

cuentonavidad-blog_imagenDurante siglos las personas experimentaron en sus vidas la presencia y comunicación de Dios de diversas maneras. Así lo intentan expresar y explican las religiones, desde las más arcaicas a las más contemporáneas.

Ciertamente, de Dios puede decirse que es comunicación y vida. Y comunicación cada vez más próxima.

Con el nacimiento de Jesús esta comunicación se vuelve palpable, cercana, afectuosa. La Navidad nos permite, de esta manera, vislumbrar la cercanía de quien “existe desde el principio”, de aquel en quien reside la vida (“en él estaba la vida”), de la luz, de quien “estaba junto a Dios y era Dios”… (Jn 1).

Este Dios, tan bien narrado en textos bíblicos judíos, se acerca y viene a nuestra casa. La Navidad nos recuerda, así, la corporalidad de la comunicación de Dios. Si Dios ha hablado de muchas maneras, lo ha hecho de manera especial en Jesús; en ese niño que viene en una familia y vive con ellos.

Pero, a la vez, y siendo plenamente persona, Jesús transparenta lo trascendental (“Quien me ve a mí ve al Padre”). Y lo hace justamente en un cuerpo y persona humana.

Gracias a ello, “de su plenitud todos hemos recibido gracias tras gracia” (Jn 1,16). La Navidad también nos habla de plenitud, de abundancia, de totalidad. Nos recuerda que recibimos todo, que tenemos todo lo necesario, que estamos, nosotros al igual que él “llenos de gracia y de verdad”.

De esta manera, gracia sobre gracia, Dios se sigue comunicando. Sigue siendo la Palabra que existía desde el principio y que “ilumina a todo hombre”.

Y nos invita a ser consecuentemente transparentes. A transparentar la vida y la luz, a volver a nacer del agua y del espíritu (“ellos han nacido de Dios”) y a recibir y ofrecer la energía de quienes son hijos de Dios.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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La vida tiene sentido

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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27E69FFE-2CA9-4DFC-BD54-38B62E2C6133Del blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

  1. En el principio: un himno solemne.

        Hemos escuchado el comienzo solemne, majestuoso del Evangelio de San Juan. No es el lenguaje narrativo, “familiar” de San Lucas y San Mateo: con tantos detalles teológico-históricos: el “censo, Belén”, “no hay lugar para ellos en la posada”, “los pastores”, “la noche”, “los ángeles”, “los magos”, “la estrella”, “Herodes”, “la huida a Egipto”, “César Augusto”, “Cirino”, etc.

El evangelio de San Juan solemne y sencillamente dice que: el Verbo, la Palabra, se hizo carne, uno de nosotros.

Este comienzo del evangelio de San Juan es un himno que las comunidades cristianas de tradición joánica cantaban a la Encarnación de la Palabra (logos).

  1. Evocación del Génesis y Nietzsche.

         La tradición de San Juan comienza su evangelio como una transparencia del comienzo del libro del Génesis:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

La tierra era caos y confusión y oscuridad, (Gn 1).

         Así pues, San Juan inicia su evangelio como el Génesis pero con un eu-angelion: con una buena noticia:

En el principio existía no un caos, confusión y oscuridad,

sino la Palabra y la luz.

         Sin embargo hoy, nuestro momento cultural vive -vivimos- más bien en otro contexto:

La parodia más seria que he oído es esta: En el principio era el absurdo y el absurdo era Dios y Dios era el absurdo.

(NIETZSCHE, F. Demasiado humano).

El principio no es el punto inicial sea espacial o temporal: aquí comienza mi casa y allí la del vecino; o dentro de ocho días comenzará el año 2020, sino que principio significa que el Universo, la existencia, nuestra vida está llena de sentido. Mi casa y la tuya, el Universo, la existencia, el tiempo y la eternidad, por principio “son” sentido. No es que el cosmos y la vida tengan sentido, “son” sentido. La tierra no es un caos, confusión y oscuridad, sino un orden, son Palabra, luz y vida.

Pero estas cosas, que parecen “resueltas” en el “macro-cosmos”, en la historia del Universo y en la Biblia, se nos tornan a veces intempestivas y poco evidentes en nuestro pequeño “micro-cosmos” personal y cultural. Por mil caminos y meandros perdemos las evidencias y la confusión puede presidir nuestra vida; nos quedamos a oscuras, se nos apagan la claridad de la vida y podemos entrar en una oscuridad espesa, cuando no en tinieblas. A veces la existencia se convierte en un caos.

         Dimensiones de la vida, que en tiempos más jóvenes y más fuertes física y psicológicamente, estaban integradas y eran fuente de vida y creatividad, pierden -perdemos- su evidencia, su luz y su aliento. Hay momentos y situaciones o etapas en la vida en las que las capacidades humanas, las energías se apagan y no terminamos de digerir o de dar cauce (sentido: logos) a los problemas: pueden ser las crisis personales, la salud-enfermedad, el ocaso de la vida, la debilidad moral y el pecado, los crónicos conflictos familiares, los espasmos eclesiásticos que obturan la serenidad eclesial y evangélica.

  1. La palabra es luz y vida.

Quién sabe por qué caminos: quizás por el de la búsqueda en la noche de los Magos, tal vez por el camino de la decepción y desesperanza de los dos de Emaús, quizás por la travesía del desierto de la libertad del Éxodo, vamos llegando a la luz, a la Palabra y así, buscando fragmentos de luz, hilvanamos nuestra vida construyendo nuestra biografía con sentido.

La palabra, (el Logos, es quien confiere sentido a nuestro ser y acontecer. La luz y la Palabra nos pueden iluminar tenuemente en:

Un encuentro personal (palabra) con un familiar o compañero, en una conversación (palabra) con el médico, en la intimidad y sinceridad matrimonial (palabra),en una conversación (palabra) con un amigo, en una lectura (palabra), en un rato de oración y pensamiento (palabra), desde la misma Palabra. Con la Palabra, el Logos, la razón llegamos a intuir, a ver y a dar salida a los problemas y situaciones difíciles en la fe, en la configuración humilde de nuestro pequeño mundo conceptual y sensitivo.

Lo propio, lo específico de Dios y del hombre es la Palabra. ¿Qué es lo que nos constituye en seres humanos, en personas sino la Palabra, el lenguaje, la cultura, la revelación?

Lo que humaniza la vida personal, la alimentación, la sexualidad, el amor, la convivencia, la política: la vida comunitaria, las negociaciones en los conflictos, la enfermedad, la depresión, es la Palabra

Podemos orar en nuestro interior con Blas de Otero[1]:

Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré, como un anillo, al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo

lo que era mío y resultó ser nada,

si he segado las sombras en silencio,

me queda la palabra.

         Todo tiene una luz y una palabra sensata en la vida: en el caos personal, en las tinieblas, en el pecado y en la muerte.

  1. Celebrar la navidad.

         Algo de esto, y mucho más, que escapa a nuestra razón y palabra humanas, es celebrar la Navidad y la Palabra.

         El viento de Dios aleteaba por encima de las aguas (Gn 1,1). Es el mismo viento (Espíritu) que majestuosamente sobrevuela las aguas y tempestades humanas. Es el viento que dio aliento a María de la que nació el que es Palabra, razón y sentido del Universo y de nuestro ser y acontecer. La Palabra se hizo uno de nosotros, (Jn 1,14).

         Si no feliz, al menos sí, una esperanzada Navidad.

[1] Poeta bilbaíno (1916-1979) que pasará por o entrelazará tres etapas en su vida: religiosa, existencialista y social.

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Nacimiento de Jesús

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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navidad-sabor-Amazonia_2182591724_14140195_660x371Hermanos y hermanas, es posible ver al Niño sin descubrir; podemos tan sólo ver una pequeña vida humana, sin demasiadas posibilidades de ser significativa. Despertemos nuestra mirada. Oremos

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que la Iglesia sea la comunidad de los que hemos visto, es decir, de los que hemos reconocido y acogido la Buena Noticia del amor de Dios en ese Niño y nos sentimos enviados a todos los niños que hoy se encuentran en la intemperie sin tener cubiertas sus necesidades básicas.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que los creyentes nos acerquemos a los descampados e intemperies de nuestra historia, en busca de los que andan cargados de dolor y miseria y seamos para todos ellos Buena Noticia.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que nuestra mirada acostumbrada a detenerse en lo que brilla, en lo que llama la atención, acierte a descubrir la señal que está en el pesebre, en la penumbra de lo pequeño y escondido.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que nuestro corazón se desconcierte porque a un niño hay que acercarse desde la ternura y no desde el poder, desde la esperanza y no la desilusión, desde abajo y no desde arriba…

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que la mirada atenta de Belén nos encamine hacia los descampados y periferias, a abandonar nuestros cansancios, a no dar importancia al polvo y salir al encuentro de los que andan perdidos.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

Padre bueno, concédenos la gracia de enterarnos, de darnos cuenta de que para encontrarnos con tu hijo Jesús tenemos que bajar, ir a lo sencillo y vivir amando sin “peros” ni exclusiones. Gracias por el regalo de Belén.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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