¿Tu verdad? No, La verdad y ven conmigo a buscarla: (al desierto); la tuya guárdatela.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
- la vida es un desierto.
Juan Bautista y frecuentemente Jesús se retiraban al desierto
La vida es un desierto, un amino muchas veces áspero y lleno de dificultades. Pero el desierto es el camino hacia la libertad (Éxodo). El camino del desierto es duro; por el desierto se va con lo imprescindible, es el lugar de la aridez y del vacío.
Atravesamos muchos desiertos en la vida: crisis de salud, crisis morales, conflictos matrimoniales – familiares, angustias psíquicas, indignaciones ante situaciones sociales y eclesiásticas.
Podemos escuchar a Dios en situaciones de bonanza, pero también en la marginalidad y dureza de nuestra existencia. El camino después del Éxodo, Job, Juan Bautista, el mismo Jesús vivieron el desierto
Es difícil -¿imposible?- escuchar a Dios en el aturdimiento de la vida, La Palabra es imposible en el black Friday, o en la vorágine de los viajes.
La Palabra de Dios vendrá sobre nosotros como le vino a Juan Bautista en el silencio y vacío de nuestro propio desierto.
La Palabra vino sobre Juan Bautista. La Palabra no vino sobre Tiberio, Herodes, Anás o Caifás, (poderes político – religiosos). Vino sobre un hombre marginal, en el desierto: Juan Bautista.
La Palabra no está en las grandes concentraciones o en los grupos de poder, etc., sino que está en las gentes sencillas y pobres de las periferias, en las iglesias de las diásporas, en los pobres.
En el desierto de la vida hay mucho que escuchar. En silencio percibimos la libertad, la ética, el bien y el mal, la gracia y el amor de Dios y de nuestros hermanos, la cercanía de la comunidad, el alimento, los sufrimientos, la fuerza de la enfermedad y de la vida, etc. En la profundidad del silencio percibimos el sentido de la vida, la esperanza, el horizonte, el ser.
El desierto es duro, el camino largo. Dice el sacerdote, nieto del filósofo Eugenio d´Ors:
El silencio crea una cierta adicción. Tiene una primera fase, primerísima, de encantamiento. ¡Qué paz! ¡Qué bien se está!, nos decimos. Pero bastan pocos minutos, o en el mejor de los casos, horas, para que esa agradable sensación se disipe y el silencio muestre su cara más árida: el desierto.[1]
La Palabra no nos viene en una hoja que llega del Obispado, ni en los pactos políticos, sino que la Palabra, la razón, la sensatez nos sobreviene en el silencio del desierto de la vida.
La esperanza del desierto es el futuro.
- Juan Bautista no era un hombre convencional.
Juan Bautista no parece que fuera un arrivista o un hombre del “sistema político ni eclesiástico”:
No vestía a la moda (Mt 3,4 / 11,8), más bien con piel de camello No comía en restaurantes de “estrellas Michelin”, sino más bien “en el banco de alimentos” (Mt 3,4): saltamontes y miel silvestre. Tenía una palabra recia que clamaba con energía contra el sistema: fariseos y saduceos: Raza de víboras… (Mt 3,7)
Por eso estuvo en la cárcel y por eso fue degollado por Herodes.
Juan Bautista fue un hombre que no se colgó medallas ni se arrogó méritos. Fue un hombre que buscó y remitió a Xto.
Es una noble actitud en la vida: no ser acomodaticio y arrivista, estancado en los sistemas eclesiásticos o políticos. Juan Bautista fue un hombre audaz que amaba la verdad y hacia ella, hacia Xto, encauzó a los suyos.
- Hay que salir.
Jesús -por tres veces- dice a la gente: ¿qué salisteis a ver? (Éxodo) Salir y ver: dos cuestiones harto difíciles para quienes o para cuando estamos instalados.
¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Francisco, obispo de Roma, subraya con energía que hemos de ser una Iglesia en salida, en Éxodo. Vivir en Éxodo es una postura muy cristiana: estar siempre en actitud de búsqueda, dejando nuestras trincheras y cuarteles de invierno.
Vivir en actitud profética: intentar leer la vida en profundidad es algo muy humano y cristiano.
Dejémonos de instalaciones faraónicas, patrimoniales y dejemos de lado la frivolidad de las cañas vacilantes de la moda y pancartas ondulantes de las grandes concentraciones y manifestaciones donde el “yo” se diluye en masas amorfas.
Ser mensajeros de la Palabra, del sentido es una noble tarea y dedicación en la vida. Vayamos por los mundos de Dios siendo testigos de Cristo, como Juan Bautista.
No nos escandalicemos del Evangelio
[1] Pablo D´Ors, Biografía del silencio, Madrid, Ed Siruela, 2012, p 77. Curiosamente al pobre hombre le andan ya metiendo en la heterodoxia eclesiástica, ¡por hablar del silencio!
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