Evangelio y Humanismo.
Hace tiempo que me pregunto si el cristianismo es un humanismo. Hoy concreto el tema y me pregunto si el evangelio es un humanismo.
Cristianismo y Evangelio
Qué cristianismo. Solemos identificar cristianismo y evangelio, porque el evangelio es (debería ser) la esencia del cristianismo. Lamentablemente existe mucha distancia. “Cristianismo” ha pasado a ser un término sociológico, medible por los registros parroquiales de bautismo. Cristianos se denominó en sus orígenes a los seguidores de Jesús de Nazaret; pero el seguimiento de Jesús se mide por el amor desinteresado, y de éste no hay termómetros ni registros. Actualmente “cristianismo” es un término muy ambiguo y podemos aplicarle aquello de “ni son todos los que están, ni están todos los que son”.
Para mí, cristiano puede considerarse el que trata de seguir a Jesús, y lo interpreta dentro de la variedad de interpretaciones que ofrecen los libros del Nuevo Testamento; pero prefiero evitar el término “cristiano” y referirme directamente al evangelio. ¿Qué importa si Gandhi o Simone Weil se hicieron cristianos o no? Ellos siguieron el mismo Proyecto que Jesús, aunque con distinto nombre; su dedo apuntó a la misma luna.
Qué evangelio. El evangelio es la buena noticia que trajo Jesús, y que se plasma en el mismo Jesús. Conservamos cuatro evangelios reconocidos por las primeras comunidades cristianas, que relatan e interpretan con bastantes divergencias la vida de Jesús. Estas divergencias evitan que tomemos cada evangelio al pie de la letra, y nos invitan a escuchar el eco que suscitan en nuestra conciencia.
Evangelio y Humanismo
Ha habido épocas en las que se ha acentuado mucho las diferencias entre evangelio y humanismo, entre lo sobrenatural y lo natural. Ha habido otras épocas en que se ha reaccionado contra esta tendencia y se ha acentuado las coincidencias. El mismo Dios que nos “eleva” con su “gracia” es el que creó al hombre y a toda la naturaleza, “y vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno” (Génesis 1,31).
La Historia es testigo del mucho egoísmo humano, que provoca guerras, crímenes, expoliaciones, esclavitud, injusticias…. En cambio se ha historiado menos, pero todos somos testigos de que también existe mucha bondad, compasión, generosidad silenciosa, deseo de justicia. El Psicólogo Carl Rogers basaba sus terapias en suscitar el fondo bueno del corazón humano. Generosidad y egoísmo se entremezclan en nuestra vida, en diversas proporciones, como tendencia expansiva y fuerza de cohesión de nuestra identidad.
En el evangelio tenemos expresiones que acentúan el contraste con lo humano; contrastan incluso con lo mejor de lo humano.
Cuando Pedro trató de disuadir a Jesús de que fuera a Jerusalén, Jesús le reprochó “porque no piensas como Dios sino como los hombres”; pero lo mantuvo como discípulo y le confió cohesionar a todo el grupo.
A un humanista le cuesta entender que “los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos”, que las prostitutas precederían a los sacerdotes en el reino de Dios, que el publicano (recaudador de impuestos para el Imperio invasor) preceda al fariseo (religioso cumplidor de la Ley), y sobre todo que el jornalero que empezó a trabajar al atardecer cobre lo mismo que el que comenzó a primeras horas de la mañana.
Examinando estos textos más a fondo vemos que contrastan con algunos principios éticos, con nuestras prácticas religiosas habituales, con nuestra justicia distributiva; pero corresponden a un amor desinteresado, que no actúa coaccionado por cumplir o quedar bien, que no espera consideración ni premios: “aunque no hubiera cielo, yo te amara; y aunque no hubiera infierno, te temiera”.
Una madre siempre sabrá disculpar y perdonar a su hijo. Es que el amor es más profundamente humano que la justicia. La justicia es algo transitorio; con la justicia apenas se contienen los desmanes de una sociedad. El amor es la materia divina de la que estamos tejidos, y es (será cuando lo logremos) la única manera de que una sociedad viva libremente, sin coacciones, en hermandad universal.
Creo que el evangelio, la buena nueva, el Reino de Dios, está ya en nuestra conciencia desde su primer instante; por eso todas las religiones, toda sabiduría laica, son pedagogías (más o menos acertadas) para descubrir y cultivar esta semilla del amor fraterno.
Jesús fue tan profundamente humano que lo consideramos la encarnación de Dios, “el rostro humano de Dios”.
Gonzalo Haya
Fuente Fe Adulta
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