“Este discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y nosotros sabemos que dice la verdad” (Jn 21,24).
“La naturaleza del universo era tal que, desde el principio, debía cobrar vida siempre y de cualquier forma que fuera posible” (Elizabet Sahtouris)
La atracción que desde siempre ha ejercido el evangelio de Juan se explica por la profundidad de su sabiduría y por la belleza y elegancia de su simbología. Sin embargo, y a pesar de una apariencia contraria, hay algo que lo hace único entre los escritos cristianos de primera hora: la comprensión no-dual que lo sostiene y que permite nombrarlo como “el evangelio de la no-dualidad”.
Esa característica lo inscribe en la corriente de la llamada “sabiduría perenne”, a la vez que lo conecta con la sensibilidad cultural de nuestro momento histórico, en el que se abre paso con fuerza la no-dualidad como clave de lectura y de comprensión de lo real.
El presente comentario, fruto de más de diez años de estudio, ha sido compartido y trabajado en grupos muy diferentes, que lo han enriquecido, cada uno desde su particular perspectiva.
El autor, desde aquella misma clave no-dual, va comentando el texto, párrafo a párrafo, para mostrar la sabiduría que encierra. Y, en ese mismo movimiento, hace ver que todo el escrito evangélico está hablando constantemente de nosotros mismos.
PRESENTACIÓN
Editorial Desclée De Brouwer
*****************
ÍNDICE
Introducción
Capítulo I. La Consciencia que somos y la búsqueda del hogar
Prólogo: En el origen de todo, la Consciencia (1,1-18)
Caminar en verdad, proceder sin doblez (1,19-34)
La búsqueda (1,35-42)
¿Seguir a Jesús o habitar el mismo hogar? (1,43-51)
Capítulo II. Lo Real es una boda
La primera señal: novedad que es alegría (2,1-12)
Todo es templo de la divinidad (2,13-22)
Lucidez ante el hecho religioso
Las señales y la fe (2,23-25)
Capítulo III. Nacer de nuevo
Nacer de nuevo es despertar (3,1-21)
Nacer de nuevo: amar lo que es
Dios habla en todo lo manifiesto (3,22-36)
Capítulo IV. Más allá de la religión
Un diálogo inesperado (4,1-9)
El agua que quita la sed (4,10-15)
Más allá de la religión (4,16-26)
El verdadero alimento (4,27-38)
La experiencia personal (4,39-42)
Segunda señal: Jesús, la palabra que sana (4,43-54)
Capítulo V. De la parálisis a la autonomía
La señal del paralítico (5,1-9)
Los riesgos de la libertad (5,10-18)
La fuente de la autoridad (5,19-30)
La fuente de toda legitimidad (5,31-47)
Capítulo VI. El pan y la eucaristía
Caminar compartiendo (6,1-15)
La consciencia (“Yo Soy”) vence al mal (6,16-21)
Somos pan de vida (6,22-50)
Del “pan” a la “carne”: la Eucaristía (6,51-59)
Cuando no se ve, aparece la crisis (6,60-71)
Capítulo VII. Torrentes de agua viva
En un contexto de incredulidad (7,1-9)
Desde dónde vivimos (7,10-24)
¿Conocemos quiénes somos? (7,25-36)
El agua que da vida (7,37-52)
Capítulo VIII. La verdad es una con la libertad
Un perdón que resultaba escandaloso (8,1-11) (texto no joánico)
Somos luz (8,12-20)
La identidad de Jesús, nuestra identidad: Yo soy (8,21-30)
La cuestión de la libertad (8,31-38)
Verdad y mentiras (8,39-49)
“Antes que Abraham”: presencia y atemporalidad (8,50-59)
Capítulo IX. “Yo soy” es luz
Ver y ayudar a ver (9,1-12)
La norma que conduce al fanatismo (9,13-21)
La norma termina en condena (9,22-34)
Quien se impone a los demás, está ciego (9,35-41)
Capítulo X. ¿Qué es ser “maestro”?
Una puerta siempre abierta (10,1-10)
La ambigua imagen del pastor (10,11-18)
Somos uno: la verdad más profunda (Jn 10,19-30)
“Sois dioses” (10,31-42)
Capítulo XI. Somos Vida
La muerte, el despertar (11,1-16)
La proclamación de la fe cristiana en la resurrección (11,17-27)
Un Jesús conmocionado (11,28-37)
Somos vida (11,38-44)
Cuando dar vida acarrea muerte (11,45-57)
Capítulo XII. La vida en la muerte
Mirar a la muerte de frente (12,1-11)
Desapego del éxito (12,12-22)
Un paréntesis sobre la búsqueda humana
Desapego del abatimiento (12,23-36)
Creer y ver (12,37-50)
Capítulo XIII. El único mandato: la única ley de lo real
El amor servicial, en una parábola (13,1-20)
Cuando llega la noche (13,21-30)
El “nuevo” mandamiento: solo el Amor es real (13,31-35)
Y otra vez la noche (13,36-38)
Capítulo XIV. La experiencia del Padre, conexión con la Fuente
Ver a Dios (14,1-14)
Vivir la unidad en el amor (14,15-26)
La paz que el mundo no puede dar (14,27-31)
Capítulo XV. La vid y los sarmientos, metáfora de la no-dualidad
No hay nada separado de nada (15,1-8)
Amor es certeza de no-separación (15,9-17)
Hostilidad y testimonio (15,18-27)
Capítulo XVI. Vivir en y desde el Espíritu
En la hostilidad, poner verdad (16,1-15)
La tristeza se convierte en gozo (16,16-24)
La incomprensión se convierte en certeza (16,25-33)
Capítulo XVII. Proclamación de la unidad, en forma de oración
Autorretrato de Jesús (17,1-5)
El cuidado que nace de la unidad (17,6-17)
Unidad: la verdad de quienes somos (Jn 17,18-26)
Capítulo XVIII. El relato de la pasión: arresto y juicio
El arresto y la entereza de quien vive anclado en el “Yo soy” (18,1-14)
La negación de Pedro y el juicio religioso: la cuestión de la transparencia (18,15-27)
La primera parte del proceso político: la cuestión de la verdad (18,28-40)
Capítulo XIX. El relato de la pasión: muerte en cruz
La segunda parte del proceso político: el miedo cierra a la verdad (19,1-16)
Jesús crucificado: cuando todo se cumple (19,17-37)
La sepultura: no se puede enterrar la Vida (19,38-42)
Capítulo XX. Relatos de apariciones: la vida no muere
Las “vendas”, signos de vida (20,1-9)
Re-conocernos en profundidad (20,10-18)
Creer y ver (20,19-29)
Conclusión del evangelio (20,30-31)
Capítulo XXI. Apéndice.
El trabajo que da fruto (21,1-14)
El amor repara y sana (21,15-19)
Cada camino es único (21,20-23)
Conclusión (21,24-25)
Bibliografía básica
INTRODUCCIÓN
“Estos signos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida” (Jn 20,31).
Como todo “libro sagrado”, los evangelios encierran tesoros de sabiduría. Por eso, aunque nos separen de ellos dos mil años, sus palabras resuenan en nuestro corazón como si nos estuvieran “leyendo” por dentro e iluminan nuestra visión acerca de la realidad en su dimensión más profunda. Cuando sabemos leerlos, destilan sabiduría nueva y fresca, porque –aunque deban expresarse a través de ellos– no transmiten conceptos anquilosados, sino la misma Vida atemporal, el presente eterno en el que vive el sabio. Ahora bien, para captar su riqueza, es imprescindible “sintonizar” con aquella misma calidad de presencia de donde surgieron.
Leer más…
Comentarios recientes