Del blog de Xabier Pikaza:
Cuatro bombas y cuatro promesas de vida
Comienza este Domingo (1.12.19) el Adviento del año litúrgico 2020, y lo hace pasando de la amenaza del Juicio Final, con la destrucción del mundo, a la proclamación de la nueva y más alta esperanza, que se expresa en el nacimiento de la Vida, simbolizada en la Navidad de Jesús. Entendido así, el Adviento no es sólo un tiempo especial de liturgia cristiana, sino un tiempo universal de gozo y compromiso por la vida, como ha dicho el Papa Francisco en Japón.
Año tras año, desde el 2006, he venido destacando en blog los valores y tareas de Adviento, partiendo de sus representantes (Isaías, Juan Bautista y María), desde la perspectiva del pueblo de Israel, como testigo de una esperanza mesiánica abierta a toda la humanidad.
Este año quiero iniciar el Adviento con los cuatro temas principales del pontificado de Francisco, a quien presento como Papa de Adviento, partiendo de las palabras y gestos que acaba de realizar en su visita a Japón, del 22 al 26 de noviembre de este año. Desde ese contexto destaco las cuatro “bombas” del Adviento, que deben convertirse en camino de nueva humanidad.
Comienzo así presentando las dos lecturas fundamentales de este domingo para destacar r después el riesgo y esperanza de las cuatro “bombas” (atómica, social, ecológica, vital), con su riesgo de muerte y su promesa de vida.
Lecturas del Domingo 1 de Adviento:
Isaías 2,1-5: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: “Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.” Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob: Caminemos a la luz del Señor.
Mateo 24,37-44: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos… Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
1 Primera bomba y riesgo: la energía atómica.
Tarea de adviento: Convertir las espadas en arados
El Papa Francisco ha proclamado su mensaje de paz en Hiroshima y Nagasaki, pidiendo a las naciones un desarme atómico conforme, conforme a las palabras de la primera lectura de este Domingo 1 de Adviento (Is 2, 2‒4) y conforme al mensaje de Jesús, para convertir así las armas de destrucción en instrumento de paz (arados, podaderas), al servicio del cuidado de la tierra y de la comida y concordia entre todos los hombres.
Esta es la primera tarea del Adviento, no sólo para el pueblo de Israel o para la Iglesia de Jesús, sino para todas las naciones y las religiones de la tierra. En este fondo se sitúa de una forma muy concreta la primera palabra de Dios a los hombres, según Gen 2-4: “El día en que comas del fruto del árbol del conocimiento del bien-mal, ese día, morirás”.
El día en que intentemos explorar las posibilidades de nuestro conocimiento, aplicándolos a la estructura atómica de la realidad, para hacer la guerra y triunfar los unos sobre los otros, ese mismo día pereceremos.
Éste es el tema clave del Adviento, según Is 2, 2‒, el tema y tarea que el Papa Francisco ha proclamado al comienzo de este nuevo Año de Cristo 2020 como esperanza y exigencia de paz.
Vivimos, sin duda, en un mundo amenazado. La sabiduría de la naturaleza nos ha mantenido hasta el momento actual. No sabemos la sabiduría de nuestra cultura podrá mantenernos en el futuro, a no ser que cambiemos de un modo cualitativo nuestra manea de ser, como individuos, como grupos humanos, pasando de la lucha de todos contra todos, de la que habla el evangelio de este domingo, al situarnos ante el riesgo de un nuevo tipo de diluvio “atómico”.
Tarea de Adviento: La energía atómica, convertida en “bomba” sigue siendo el primer riesgo actual de la creación (de Dios y de los hombres). La tarea y esperanza primera de la humanidad actual será convertir esa “bomba” en principio y semilla de vida, al servicio de una humanidad fraterna, en amor y esperanza de vida (en camino de resurrección).
2. Segunda bomba y riesgo, guerra universal.
Tarea de Adviento: Aprender y comenzar un camino de paz.
La superación del riesgo “atómico” resulta inseparable de la “destrucción” de la guerra, tal como la planteaba Is 2, 2‒4. Una vez iniciada, la máquina de la guerra termina en Hiroshima y Nagasaki, como ha dicho el Papa Francisco en Japón. El único camino para superar la guerra y destrucción atómica es la superación de raíz de toda guerra, sea en su forma de violencia entre estados o entre grupos humanos, en línea más o menos “legal” o antilegal (de terrorismo).
Sólo hay una forma de superar la guerra: El aprendizaje y camino de la paz, tal como Is 2 lo vincula con la “ley” mesiánica de Jerusalén, tal como Jesús lo formula en el Sermón de la Montaña (Mt 5‒7), tal como lo han propuesto otras religiones, desde el taoísmo al budismo. Se ha dicho que para preparar y mantener la paz hacen falta los ejércitos (si vis pacen para bellum). Pues bien, en contra de eso, tenemos que decir, con Isaías 2, con Jesús, con el Papa Francisco: Si quieres paz prepara la paz, es decir, la justicia, la concordia, el amor entre hombres y pueblos.
Ciertamente, hay riesgo de terrorismo sobre el mundo… y hay que buscar formas de superarlo, en un plano económico y social, educativo y religioso, económico y personal. En contra de un “terrorismo” particular, los privilegiados del sistema se defienden diciendo que el terror malo sólo se puede atajar con métodos de fuerza, con un tipo de “terrorismo o violencia legal”: más policías, más cárceles, mas seguridades exteriores. Pero de ese modo no se resuelve el problema, sino que se ensancha y profundiza. La humanidad sólo puede surgir y mantenerse en condiciones de libertad.
Si el control del sistema se hiciera absoluto cesaría el terrorismo de los marginales, pero acabaría con ello la libertad y vida humana: estaríamos condenados a movernos entre el riesgo del terror indiscriminado (con la destrucción del ser humano) o la creación de sistemas de seguridad cada vez más poderosos (que acaban destruyendo también a la humanidad). Optar por la vida implica optar por formas de vida en libertad y gratuidad, superando los riesgos de terror del sistema y de sus contrarios.
Tarea de Adviento. Sólo se puede superar la “bomba de la guerra” abriendo caminos nuevos de paz, en justicia y amor, en solidaridad económica e igualdad social. En esa línea, las grandes religiones, y en especial el judeo‒cristianismo han de entenderse y valorarse como “escuelas prácticas” de paz. Sólo un nuevo Nacimiento, una nueva Navidad puede hacernos hombres y mujeres de concordia, principio de una nueva humanidad.
3. Tercera bomba. Matar la vida el Planeta.
Del “pecado ecológico” al compromiso por la vida de todos en el mundo.
De esta “bomba” (que el Papa Francisco ha descrito en su encíclica Laudato sí, 2015) ha tratado en especialel Sínodo para la Amazonia (del pasado mes de octubre 2019). Pues bien, el Papa Francisco ha vuelto a recordar la importancia de este compromiso ecológico en Japón, en este momento de “paso” entre el terror de la destrucción del planeta y la esperanza de la “nueva tierra”. Esta superación de la bomba, en línea ecológica, forma parte del programa de los profetas de Israel, cuando prometen la llegada de una tierra de fraternidad al servicio de los hombres, una paz entre el lobo y el cordero, entre los niños y la naturaleza (la serpiente etc.).
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Biblia, Espiritualidad
1º Domingo de Adviento, Adviento, Ciclo A, Dios, Evangelio, Jesús
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