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“El diablo no existe; en él descargamos nuestra responsabilidad frente al mal”, por Andrés Rojas.

Miércoles, 27 de noviembre de 2019

Esta pequeña reflexión con motivo de la polémica, celebración, fiesta o evento de Halloween (en inglés) vísperas de todos los santos, para algunos, y noche de brujas para otros, con un título sugestivo, que de seguro traerá lectores curiosos.

Para muchos católicos y no católicos, la creencia en Satanás es realmente importante, de alguna manera que él exista asegura que muchos de nuestros actos pecaminosos y perversos están siendo empujados o aplaudidos por una entidad malévola que se esconde tras de las cortinas.

Para la reflexión teológica de los últimos años, las dudas frente a la existencia del diablo, han ido creciendo. La salida de la edad media, supuso poner en crisis muchas de la creencias que se tuvieron como inefables años atrás; pero entrado el modernismo, el diablo (con minúscula, porque no es un nombre propio sino una palabra, “el que divide”) empezó a ser entendido como una cruda respuesta para descargar la responsabilidad que tenemos frente al mal, buscando un culpable, un chivo expiatorio, ya que es propio del hombre culpar a otro, por eso la paradoja del Edén presenta un señalamiento en cadena (el hombre a su mujer, la mujer a la serpiente).

Al final de un libro de teodicea, encontré un planteamiento que ha permanecido en mis recuerdos, decía más o menos así: si existe el diablo, y este obra el mal, es por que Dios es malo y lo permite; pero si Dios es bueno y quisiera acabar con el mal, pero no lo hace, es porque no es omnipotente. Pero negar a Satanás, es un tema delicadísimo, parece que, sin él, Dios dejara también de existir.

“El hombre culpa a otro; por eso la paradoja del Edén presenta un señalamiento en cadena (el hombre a su mujer, la mujer a la serpiente)”

Pero para mí, la existencia o no del diablo, no le quita ni le aporta nada a mi fe en el Dios de Jesucristo. Muchos recurrirán a las Escrituras y a otros a un sin fin de argumentos pseudo teológicos para dar testimonio de la existencia del mal personificado, pero les ahorro la tarea de atacar este artículo, más bien los invito a leer el documento que surgió el 26 de junio de 1975, por petición de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para frenar las ideas que muchos teólogos empezaban a proponer de cara a la teología moderna.

En dicho documento, postconciliar de hecho, se habla en contra de quienes han puesto en duda la clásica interpretación de algunos textos bíblicos que se usan para fundamentar la demonología. De hecho, los textos sí han sido mal interpretados, pero no pretendo detenerme en analizar cada uno de ellos, tan solo diré que, en el Antiguo Testamento, muchos de los textos donde se habla del “diablo” son de genero mítico, cuya intencionalidad no es histórica, sino teológica, y que en su mayoría buscan identificar al diablo con las deidades paganas de los pueblos vecinos.

Ya en el género apocalíptico, el diablo, la bestia, el dragón o la serpiente, tanto en los libros de Daniel, Ezequiel, Zacarías, Joel y un poco de Isaías, se refieren a los poderes imperiales que tenían sometido al pueblo de Israel: los persas, los babilonios, los griegos, entre otros; mismo modo de proceder del autor del libro del Apocalipsis en el Nuevo Testamento, que se refiere al poder político de la Roma imperial del siglo 1 y 2 de la era cristiana.

Jesús y los exorcismos, es un tema demasiado argüido, de manera atrevida usamos los cuatro Evangelios como uno solo, cuando cada uno tiene su propio “modo” teológico de entender a Cristo; es decir, en un mismo costal no podemos meter a Juan con los sinópticos, ni siquiera a los sinópticos entre sí, de hecho, el argumento bíblico del documento “Fe Cristiana y Demonología” (1975), así lo hace. Es curioso que el Evangelio de Juan, que habla del “príncipe de este mundo” no menciona entre sus signos ningún exorcismo.

Pero el interés último de este pequeño artículo de opinión, no es negar o afirmar la existencia del diablo, solo dejarlo en unos grandes interrogantes, podría ser titulado como: ¿El diablo no existe? y sería igual de válido.

Se quiere proponer una reflexión en torno a la fiesta del 31 de octubre, donde muchos sacerdotes, laicos, religiosos y religiosas satanizan la fecha, infundiendo terror. Hablan de pactos y alianzas satánicas, misas negras, cultos diabólicos, y los aclamados exorcistas previenen a las almas infieles de no venir luego rogando por un exorcismo.

De hecho, sus argumentos no dejan de sorprenderme, siguen usando al demonio, como lo usaron los medievales, pero no podemos juzgarlos cuando el Catecismo de la Iglesia de Juan Pablo II, alimenta dichas ideas y sigue usando fuentes extrabíblicas para contar la historia del “diablo y sus ángeles”.

Hay temas que dan miedo tocarlos, como este, por ejemplo, porque nos metemos con todo el aparato argumentativo de la dogmática católica, alimentada sobre todo en la Edad Media. Yo no tengo problema alguno con las reformas ad intra y ad extra en la Iglesia, porque ninguna reforma toca lo esencial: a Jesucristo.

Pero como cristianos, si en vez de atacar la máscara, atacáramos a quienes se esconden detrás de lo diabólico de este mundo, seríamos verdaderos profetas, como Jesucristo. Quien al expulsar un demonio llamado “Legión” denunciaba el modus operandi deshumanizador del ejército romano, que llevaba a la población a tener su morada entre los muertos, incapacitando a la población para ejercer su derecho a hablar y robándoles en última la paz (cfr. Mc. 5, 1-20) pero ayer como hoy, al igual que esos pobladores de Genesaret, nos siguen importando los cerdos echados al mar y no el hombre restaurado y digno.

El 31 de octubre debería ser condenado, no por que se “adore al diablo, sus brujas y demás secuaces” sino porque muchos disfraces, decoraciones, películas y todo el movimiento cultural que lo rodea, celebran la muerte (y no la de los mexicanos) sino la llamada “cultura de la muerte” donde la vida no es valorada y donde se enseña a los niños a encontrar normal la sangre, las armas y la violencia.

Halloween, sería condenado por permitir ese proceso de deshumanización e insensibilización, en el que está caminando el mundo moderno, en manos de los poderosos y del mercado capitalista que invaden nuestras vitrinas para estas fechas. Pero seguir argumentando que es malo, porque el diablo esta detrás de todo esto, me sigue pareciendo chistoso. De hecho, me imagino al diablo en una central de operaciones, preparando todo al estilo de Papa Noel. En vez de duendes, estoy seguro de que usaría brujas, creo que son más rápidas que los demonios.

Pero existen realmente brujas y brujos, lo hacen por profesión, pero creo que son totalmente inofensivos, o por lo menos no hacen tanto daño como los terroristas y los políticos atornillados en el poder, que mercan día a día, cultivando en los países pobres el hambre y la miseria.

¿Existe el diablo? No lo sé, nadie puede estar seguro de ello, la Iglesia en su sabiduría milenaria ha ido afirmando y sosteniendo la personificación del mal, que seduce los corazones de los hombres y los empuja al mal. Pero creer o no creer en el diablo, no le quita ni le pone a la fe que tenemos en el Dios de Jesús, capaz de transformar las realidades oscuras y tenebrosas de nuestro mundo, para hacerlo un lugar, no más espiritual, sino más humano.

Fuente Religión Digital

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