“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Domingo 17 de noviembre de 2019. 33º Ordinario
Malaquías 3, 19-20a: Os iluminará un sol de justicia.
Salmo responsorial: 97:El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.
2Tesalonicenses 3, 7-12: El que no trabaja, que no coma.
Lucas 21, 5-19: Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas
Estamos ya en el final del año litúrgico, y por una lógica probablemente mal aplicada al distribuir los textos bíblicos a lo largo del año litúrgico, el tema de las lecturas de este domingo es también el del «final de los tiempos», el «final del mundo». De hecho, en el evangelio hay numerosos pasajes que aluden a este tema, los famosos textos «apocalípticos» (el género «apocalíptico» era muy del gusto de aquellos tiempos).
Durante la historia del cristianismo, también el final del mundo ha sido un tema siempre presente. Formaba parte de la identidad cristiana, diríamos. Ser cristiano implicaba creer que nuestra vida va a acabar con un juicio de Dios sobre nosotros, y también sobre la existencia del mundo como conjunto: Dios decidiría en algún momento -muy probablemente por sorpresa- el final del mundo, y toda humanidad sería convocada a juicio, en el Valle de Josafat por más señas, junto a la muralla oriental del templo de Jerusalén (lo que convirtió a ese valle en un auténtico cementerio VIP, muy cotizado…).
Este concepto del «final del mundo» estaba enmarcado (hasta ayer mismo, cuando nosotros éramos niños) dentro del contexto de una cosmovisión que imaginaba a Dios como un «Señor todopoderoso», situado fuera del mundo, encima, en un segundo piso celestial, observando y con frecuencia interviniendo en el mundo, donde se debatía la humanidad que Él había creado allí para superar una prueba y pasar a continuación a la vida definitiva, que ya no sería aquí en la tierra, sino en otro lugar, en «un cielo nuevo y una tierra nueva», porque la vieja tierra sería destruida con el final del período de prueba de la Humanidad. A continuación ya todo sería distinto: una «vida eterna» en el cielo -o en el infierno tal vez para algunos-.
Ruboriza hoy –y casi parece caricatura– contar o describir aquella visión que durante siglos se identificó con la doctrina cristiana. Durante milenio y medio al menos la creyeron revelada por Dios mismo. Dudar de ella o de cualquiera de sus detalles era tenido como un pecado (grave) de «falta de fe» y -peor aún- como un desacato a la revelación. Sobre la visión global o el «gran relato» –porque además era realmente un relato– que el cristianismo ofrecía (pecado original, juicio particular, juicio universal, cielo, purgatorio o infierno…) no era permitido dudar.
Hoy nos podemos llevar las manos a la cabeza al caer en la cuenta de qué parte tan grande de toda esta visión estaba constituida por tradiciones mitológicas ancestrales, pensamiento platónico… ¡Genial Platón!, que logró crear una «imagen» del mundo que cautivaría la imaginación de la humanidad por generaciones y generaciones, durante varios milenios, por vinticinco siglos, hasta hoy.
La revolución científica comenzada en el siglo XVI comenzó a cuestionar aquella cosmovisión platónico-aristotélica del cristianismo: las esferas celestiales, los siete cielos, la separación entre el mundo perfecto supra-lunar y el imperfecto o corruptible infra-lunar, la descripción tan viva de los «novísimos» (muerte, juicio, infierno y gloria)… Pero lo que en la visión científica o el conocimiento simplemente físico de las personas iba desmoronándose, se refugiaba en la visión religiosa, como si el cielo de la fe fuera el aristotélico-platónico, aunque el cielo astronómico fuera totalmente otro.
Hoy día, con el avance que la ciencia ha realizado, la escatología (rama de la ciencia que trata del «eskhatos, lo último») no sabe dónde colocar eso último, ni cómo conectarlo con lo que hoy sabemos todos. Y por eso cuesta seguir hablando de lo que era «lo último» dentro de las coordenadas teológicas tradicionales: unas realidades últimas conectadas directamente con la «prueba» y el «juicio de Dios» sobre nosotros, y una «vida eterna» vista como el premio o castigo correspondiente… La vida, la muerte, y la posible continuidad o no de la vida… todo ello era planteado en las coordenadas de aquella visión mítica (Dios arriba, que decide crear una humanidad y la pone a prueba para llevar a quienes la superen a la vida eterna…).
Tan internalizada está esta convicción mítica del «Dios que crea a los humanos en una vida provisional para probar si pueden acceder a la vida eterna», que todavía hoy, muchos cristianos no sólo siguen pensando así, sino que no ven la posibilidad de que vida, muerte y más allá de la muerte sean dimensiones existenciales humanas que deban dejar de ser «utilizadas» con la idea de premios y castigos de Dios a los humanos por su conducta. Muchos predicadores tendrían hoy dificultades para enfocar su homilía superando esa interpretación tradicional…
Pero, afortunadamente, «otro cristianismo es posible». Es posible… porque ya es real: ya lo viven muchos, y algunos incluso dan razón de esta su fe, y su nueva esperanza, desligada de premios y castigos. No es éste el lugar para presentar toda una escatología renovada, pero sí para remitir a tres obras recomendables a quien trate de replantear su fe fuera del paradigma premoderno mítico:
– Roger LENAERS sj, Otro cristianismo es posible, Abya Yala, Quito, Ecuador, 2006 (http:/tiempoaxial.org).
– Las «12 tesis del obispo John Shelby SPONG», que pueden ser encontradas en la mayor parte de los buscadores de internet.
– La revista CONCILIUM dedicó recientemente un número monográfico a la «resurrección de los muertos», en noviembre de 2006 (el número 318).
– John Shelby SPONG, Vida eterna: una nueva visión. Más allá de las religiones, más allá del teísmo, más allá de cielo e infierno, 232 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (http:/tiempoaxial.org). El subtítulo lo dice todo sobre la intención y el enfoque de este libro.
Completamos con una referencia tradicional a las tres lecturas de hoy:
Malaquías, a través de un lenguaje apocalíptico, alienta al pueblo justo que sirve enteramente al Señor, indicándoles que ya llegará el día en que se hará sentir la justicia de Dios sobre los que no guardan su ley; que ellos no son los que realmente dirigen el caminar de la historia, sino que es el Dios amante de la vida quien la guía, conduciéndola por el camino de la paz y de la vida. Todos los que caminan por el camino del Señor serán iluminados por el “sol de la justicia” que irradia su luz en medio de la oscuridad, en medio del dolor y la muerte.
El salmo que leemos hoy es un himno al Rey y Señor de toda la Creación, quien dirige con justicia a todos los pueblos de la tierra, quien es amoroso y fiel con el pueblo de Israel. Dios es un Dios justo, que merece ser alabado por todos, pues ha derrotado la muerte y ha posibilitado la vida para todos; por ello toda la Creación lo alaba, celebra la presencia de ese Dios misericordioso y justo en medio del pueblo liberado. Es un salmo de agradecimiento por los beneficios que el pueblo ha recibido por tener su esperanza puesta en el Dios de la Vida.
Muchos de los creyentes de Tesalónica, concretamente las “clases superiores”, pensaron que no debían preocuparse por las cosas de la vida cotidiana, como el trabajo, y que más bien debían esperar, de brazos cruzados, la inminente venida del Señor y dedicarse a la ociosidad. Pablo llama fuertemente la atención sobre esa actitud, pues son personas que viven del trabajo ajeno, son explotadores de los otros (esclavos) y, gracias a ello, acumulan riquezas sin esforzarse en absoluto. Es a ellos a quienes Pablo se dirige con vehemencia: «el que no trabaje que no coma» (v.10), ya que esta actitud no es propia de la enseñanza de los apóstoles.
Puede ser que la presencia magnífica del templo de Jerusalén alentara la fe de los judíos hasta el punto de ser más significativos la arquitectura y el poder de la religión que el mismo Dios de Israel; puede ser que fueran más importante los sacrificios, el ritual, la construcción majestuosa… que las actitudes exigidas por el mismo Dios para un verdadero culto a él: la misericordia y la justicia social. Por eso Jesús afirma que el templo será destruido, pues no posibilita una relación legítima con Dios y con los hermanos, sino que crea grandes divisiones sociales e injusticias. Es importante ir descubriendo en nuestra vida que la experiencia de fe debe estar atravesada por el servicio incondicional a los demás; es así como vamos sintiendo el paso de Dios por nuestra existencia y es así como vamos construyendo el verdadero templo de Dios, el cual no se debe equiparar con edificaciones ostentosas, sino con la Iglesia-comunidad de creyentes que se inspira en la Palabra de Dios y se mantiene firme en la esperanza de Jesús resucitado.
El evangelio de hoy no está recogido en la serie «Un tal Jesús», pero en ella puede encontrarse varios episodios relacionados con el contenido de ese evangelio: https://radialistas.net/category/un-tal-jesus/
Para la revisión de vida
Muchas sectas fundamentalistas anuncian desde estos textos el fin del mundo e invitan a la conversión para ser parte de los que se van a salvar. Otra gente, por sus múltiples ocupaciones, no se preocupa ni siquiera por el transcurrir de la historia y el desenvolvimiento de los acontecimientos. ¿Soy insensible ante los acontecimientos de injusticia, desigualdad y muerte que estamos viviendo?
Para la reunión de grupo
– El tema de la muerte y el más allá ha sido utilizado por el mensaje cristiano como un instrumento de miedo y de control. El temor a la muerte, al juicio de Dios, a la posibilidad de la «condenación», ha brillado como la estrella polar en el firmamento del imaginario cristiano milenariamente. Hoy se hace una gran crítica a esta utilización del mensaje. ¿Por qué?
– ¿Qué piensa el pensamiento moderno más avanzado sobre la transcendencia y el más allá de la muerte? ¿Qué aporta la nueva ciencia frente a la «ciencia materialista» de décadas pasadas? Hacer un pequeño «trabajo de campo» preguntando a la gente que está a nuestro alcance qué piensan sobre estos temas, y por qué.
Para la oración de los fieles
– Por las comunidades cristianas que trabajan solidariamente por los pobres, marginados y excluidos, para que su testimonio de vida sea signo ante el mundo del Reino.
– Por todos los que trabajan por implantar en la tierra un nuevo orden social, para que sus luchas y esfuerzos vayan creando nuevos caminos de libertad.
– Por tantos cristianos insensibles ante el dolor y el sufrimiento de muchos de sus hermanos, para que el Espíritu de Jesús los toque en su corazón y puedan generar acciones que conforten y ayuden a los demás.
– Por los que son perseguidos por causa del evangelio, para que Jesús los acompañe, los conforte y les dé valor.
– Por la Iglesia, para que sea ante el mundo testimonio de Jesús y fermento en la construcción del reino de Dios.
– Por las victimas de la guerra; viudas, huérfanos y desplazados, para que el Señor suscite en muchos cristianos la generosidad y el amor solidario.
Oración comunitaria
– Dios Padre-Madre de la Humanidad, a quien todos los pueblos han buscado a tientas desde el origen de la historia, en mil formas religiosas, en las más diversas tradiciones espirituales que se han sucedido a lo largo de los milenios. Abre nuestros ojos y nuestras mentes para saber valorar la inmensa riqueza de tu acción en la historia, para que estemos abiertos a tu acción imprevisible, capaz de sorprendernos con nuevos caminos religiosos allí mismo donde nos parece ver crisis de la religión o increencia. Te lo pedimos asociándonos al clamor universal de todos los hombres y mujeres, pueblos y tradiciones, que te han buscado y encontrado a lo largo de la historia. Amén.
O bien:
Señor y Padre de la historia, enséñanos a transformar las relaciones entre los seres humanos haciendo una historia humana de amor, de libertad, de justicia, y de paz, que nos lleve a la construcción de la humanidad nueva donde se explicite de manera efectiva el Reino de Dios. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Comentarios recientes