Publiqué hace un tiempo una reseña de la primera edición de este importante libro de J. Puente López, analista político/literario, pensador cristiano, amigo (cf. Periodista Digital Org 12.1.18). Hoy vuelvo a presentar introducción al mismo libro, con motivo de su 2ª. Edición, retomando un motivo central de la obra, que el autor entiende desde Mt 25,31-46: Tuve hambre y me disteis de comer, desde la perspectiva de fui homosexual y me acogisteis.
Lo hago con una novedad muy significativa desde dentro de la tradición católica: La Virgen María se aparece como amiga-madre de los homosexuales, a quienes acoge en su seno, diciéndonos a todos fui homosexual y me acogisteis, en la línea de la Virgen de la Merced, del amor y la ternura, de la misericordia liberadora del Magníficat. Publico en esa línea un gran trabajo de J. Puente, retomando la filosofía de F. Ebner, desde una perspectiva personalista y social, condensada en este libro (Un paso adelante…):
1. Según J. Puente,
la obra de Ebner no ayuda sólo a superar un paradigma sexual de opresión, que convierte a los homosexuales en víctimas de una cultura patriarcal androcéntrica, sino que en un contexto evangélico más amplio es superación de todo tipo de opresiones (desde Mt 25: Tuve hambre…, hambre de amor).
2. Según Mt 25, el Dios de Cristo se identifica no sólo con los hambrientos, desnudos… sino también con los homosexuales victimizados. Jesús no dice sólo tuve hambre y me disteis de comer, sino fui homosexual y me acogisteis como humano.
3.Hay teólogos ultra-ortodoxos (falsamente ortodoxos), que escriben en “portales” informático bien conocidos (infoxx), que están haciendo correr en torno a Mt 25, 31-46 dos afirmaciones falsas. (a) Que la confesión de Cristo “tuve hambre…” etc. no se pude interpretar en clave de “género” (fui homosexual…). (b) Que los pequeños de Mt 25, 31-46 (pobres, homosexuales, desnudos, exiliados…) son sólo presencia de Cristo por ser “católicos de iglesia oficial” y por ser pequeños/expulsados por humanidad universal (negando así el principio básico de la encarnación cristiana.
“Se están haciendo correr en torno a Mt 25, 31-46 dos afirmaciones falsas”
Demostré el carácter universal (humano) de esta presencia de Cristo en los sufrientes (hambrientos, exiliados, excluidos…), en una línea en la que caben de un modo especial los oprimidos sexuales (los homosexuales en cuanto excluidos), en un libro sobre Mt. 25, que J. Puente cita generosamente.
En esa línea, continuando lo que dije hace un año de esta obra, en su primera edición, quiero incluir hoy en mi blog esta espléndida interpretación que J. Puente me (nos) ofrece del pensamiento de J. Ebner y de su propia filosofía/teología a partir de Mt 25, 31-46.
Escribo esta reseña del pensamiento de J. Puente conmocionado todavía por el suicidio de un “homosexual” de Iglesia (clérigo de alta corporación católica) que, no pudiendo resistir la presión condenatoria de sus falsos colegas de falso cristianismo, sintiéndose incapaz de rehacer su vida, fue a ponerla y matarse, ante el Dios de la Vida, delante de una imagen de la Virgen María, madre-hermana de los homosexuales sufrientes.
El problema clave no es su muerte/suicidio: Dios es Vida, y en ella ha sido acogido este homosexual suicidado; él se ha refugiado en la Virgen María que es patrona, es decir padre-madre-signo de los homosexuales sufrientes, ante su famoso santuario de… En sus brazos de signo-presencia de Dios descansa de su cansado y fuerte caminar de amor. El problema es el tema es que este homosexual suicidado (¡si, suicidado, pues le han “suicidado”!) no haya encontrado en su corporación ni fuera de ella a nadie que le dijera de verdad, con el corazón y los ojos del amor, con las manos y las lágrimas: ¡Vive, hermano, vive amor, tal como eres, pues Dios te ama así y no te quiere distinto!
Pero ese hermano-amigo suicidado no encontró palabras ni presencia de amor. Él no fracasó, ha fracasado la institución-corporación que ha puesto una ley dudosísima por encima del evangelio del amor. Con él y en él hemos muerto muchos… pero queremos que esa muerte sea principio de resurrección.
Así murió él, poniendo su amor crucificado ante la Virgen de los Homosexuales, que le recibió en el seno de su vida, la Vida del Cristo de Dios. Con su recuerdo y presencia quiero vivir… y en esa línea, a favor de la vida, me atrevo a presentar estas palabras de Julio, que sitúa el tema una parte del tema de los homosexuales a la luz de Mt 25, 31-46.
Gracias, Julio, por haberme mandado este trabajo, que publico emocionado por tu amistad y conocimiento, todo lo que sigue es tuyo.
Desposeídos y excluidos: la cuestión social
Todos en la Iglesia están de acuerdo en que debemos acoger con respeto y caridad cristiana a toda clase de personas. También al pecador y al que tiene otra forma de ver la vida. Dedicarnos a descalificar al prójimo y a buscar herejes no es la mejor manera de testimoniar el Evangelio. Tampoco damos testimonio cristiano si cerramos los ojos ante los necesitados y los excluidos.
Julio L. Martínez ha escrito en la prensa española (ABC, 17 de agosto de 2019) un artículo, “El crimen de la solidaridad”, sobre el tema de los inmigrantes en el que dice lo siguiente: “El ejercicio de la solidaridad más que enemigo a batir es energía benéfica que nos conecta con las fuentes de la humanidad y nos da la energía moral (pre-política) para transformar las estructuras injustas. Un icono evangélico de la dimensión ético-política de la solidaridad unida a la justicia se encuentra en el Juicio final (Mt. 25, 31-46). Jesús se identifica con el que tiene hambre, es forastero o está en la cárcel, y dice: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hijos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Hace algunas décadas Xabier Pikaza en su libro “Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños” (1984) nos hizo ya ver la importancia del nuevo esquema antropológico y de apertura universal del designio de Dios que representa Mt 25, 31-46.
Eso es lo que se quiere destacar. Ese es el tema central de mi libro. Es ahí donde Ebner vio el corazón de la fe cristiana y de la ética evangélica, y aquello que pone de relieve la obra “Un paso adelante. Cien años con Ebner. Cristianismo, cultura y deseo”. El resto de las reflexiones que se hacen, algunas publicadas ya en RD, tratan de mostrar o explicar la tesis principal.
Los excluidos y la barbarie de la guerra
“La guerra europea descubre el estado verdadero de la especie humana. Es más que una mera cuestión política y económica. Indica adonde llegan después de todo los hombres con toda su política y economía” (F. Ebner, II, 410, año 1917).
Nos resulta difícil en la Iglesia entender aquello de “misericordia quiero y no sacrificios” del Antiguo Testamento (Oseas, 6, 6) y del Nuevo (Mt 9, 13). Y cuando creemos haberlo entendido nos empeñamos en ver el pecado en la conducta de los demás, por ejemplo, en aquellos que no pueden relacionarse íntimamente con los demás más que desde la condición sexual que Dios les dio, y nos sentimos orgullosos de no ser como ellos, orgullosos como decía el fariseo en la narración de Lc 18, 9-14, de no ser pecadores como los demás hombres.
Con razón decía Ebner que “querernos los unos a los otros” en el sentido también de saber “soportarnos” y “sufrirnos los unos a otros” (“einander leiden”) es el mandato que nos acompaña en el caminar que nos propone la realidad de Cristo. Es la enseñanza de la carta a los Colosenses (3, 13). No sería una mala norma de vida social y comunitaria. A Ebner no se le ocultaba esta dificultad de llevar a la práctica con compasión y misericordia el mandamiento del amor y la enseñanza de Mt 25, 31-46, de tener “las entrañas conmovidas”, como el Evangelio, de “tener compasión” (Mt 14, 14).
En su Fragmento 14 y también en su diario de 1917 nos recuerda Ebner lo que cuenta Tolstói de una comunidad cristiana en Rusia, los “Duchoborzen”. Tolstói explica que acostumbran a postrarse ante cada persona porque en cada hombre ven a Dios. “Sin embargo, – dice Ebner – qué enormemente difícil le resulta al hombre, aunque sea solo interiormente, postrarse ante el Tú, ante la presencia de Dios en otro hombre”. Y en su diario de 1917 escribe: “Se afirma que Jesús dijo: Has visto a tu hermano, entonces has visto a tu Dios. Si hay una experiencia de Dios entonces es la experiencia del tú en otro hombre (la experiencia espiritual propiamente dicha, según el sentido de la enseñanza de los evangelios)”. Los editores del Diario de 1917 señalan con razón que Ebner está pensando aquí en el pasaje de Mt 25, 40.
“En su opción por el prójimo la conciencia de la persona cuestiona el totalitarismo y la violencia”
Sin duda la repetida referencia a esta enseñanza de Cristo en la obra de Ebner indica que es una verdad central para él en su forma personal de entender y de vivir la fe cristiana. No prescinde de la rica realidad del mundo, no la olvida, pero ve su realidad a través del otro, a través de la relación con el tú, que es esencial para establecer una correcta relación con Dios y con el mundo que Dios ha creado. “En la realidad de otro hombre – en el tú – se nos da su realidad” (“ihre Wirklichkeit”, su realidad, la del mundo). “Pero también la realidad de Dios”. Y es desde esta comprensión como debemos entender su crítica cultural y social. Una crítica que nunca se hizo sin estar acompañada aquí y allá, en diversos textos, de una valorización del significado de esa tendencia inicial que lleva al hombre en sus afanes creativos y en sus intereses culturales a buscar un sentido a su existencia.
(Imagen: la Virgen de la Merced o Guadalupe, de Montserrat, el Pilar o Torreciudad que ha acogido a su “suicida de amor”, en su manto de amiga del alma, como madre- de los homosexuales, la que derriba del trono a los potentados y acoge a los oprimidos… Bajo su manto están los cautivos, no cautivos de su homosexualidad, sino de la prepotencia de aquellos de aquellos que les oprimen bajo una falsa ley de no-amor).
Teniendo esto en cuenta podemos comprender mejor un texto que escribió al final de su vida, que es revelador. Se trata de un párrafo de su epílogo al Fragmento del año 1916, el “Nachwort de 1931”, lo último que escribió, donde habla del dinero como del “engaño de la vida” (“Lebensillusion”), y de la “llamada cultura de la humanidad” que se crea a costa de millones de seres humanos que quedan excluidos de ella y excluidos (“ausgeschlossen”) en resumidas cuentas de una existencia digna del hombre.
En este texto Ebner relaciona íntimamente su crítica cultural con la trágica situación de millones de personas en su tiempo. ¿No tenía derecho a ser un tanto pesimista culturalmente si la gran cultura europea no había evitado la Primera Guerra Mundial y se estaba preparando para la segunda? Se calculaba que cerca de un millón de personas, entre alemanes y franceses, habían perecido en la batalla de Verdún en 1916. La guerra era un “asesinato en masa organizado”. La cultura que desembocaba en aquella masacre aparecía así como falta de humanidad auténtica. El respeto a la vida y a los valores humanos estaba ausente en aquella sociedad de la Primera Guerra Mundial. Un cristiano no podía ser un representante del optimismo cultural teniendo delante de los ojos aquella barbarie, lo cual no quería decir que esa comprensión del cristianismo fuera ciega para los valores de la vida de la verdadera cultura.
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