Es imposible amar a Dios y vivir conforme al dinero
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
Hoy no soy capaz de hacer una homilía sobre el texto evangélico. Vamos a dejarlo en unos comentarios para pensar un poco las cosas. El texto ahí está para todos y todos podemos volver sobre él.
- Texto harto difícil.
Si hoy no me siento capaz de hacer una homilía es porque el texto del evangelio de hoy es realmente difícil, al menos se me hace arduo y delicado. Por otra parte -me parece- que no se ha dado una interpretación ni definitiva, ni tampoco excesivamente valiosa. Al menos no las he hallado.
El tema de fondo de esta parábola de hoy parece ser el problema moral del dinero, la posesión y utilización del dinero, que a su vez tiene como transfondo un problema de fe: no podéis servir a Dios y al dinero. ¿En quién confío, en Dios o en el dinero?
- cuestiones no sencillas.
Hay unas cuantas realidades en la vida que, siendo buenas, hemos de gestionarlas con limpieza y honradez en la vida, porque de otro modo nos pueden arrastrar y hacernos daño a nosotros mismos o, también podemos hacer daño a los demás:
- o La fuerza física, la potencia intelectual son capacidades valiosas, pero mejor “que no se nos vayan de las manos”, ni de la cabeza.
- o La sexualidad y afectividad son dimensiones fascinantes y realizadoras, pero disfrutándolas y viviéndolas cordial (kardias) y razonablemente.
- o La comida y la bebida son buenas, pero como no sepamos controlarlas, “vamos dados en la vida”.
- o Las etnias y razas provienen de Dios y son una riqueza plural de la humanidad, pero pongamos atención para no ver la vida desde el prisma de blancos y negros, hutus y tutsis, del norte y del sur. Lo más importante y decisivo del ser humano no es ser vasco, ario o negro.
- o El poder es necesario en la vida, pero cuidado con los “duces, Führer, caudillos y algunos obispos” de todo tipo que hemos conocido y conocemos, sobre todo en el orden político, económico y eclesiástico.
- o El dinero es preciso para vivir, pero “nunca el dinero es bastante” y, porque los gestionamos interesada e injustamente mal, estamos como estamos.
- Dios y el dinero son dos amos mal avenidos.
Dios -y si no somos muy creyentes: el humanismo- se llevan muy mal con el dinero.
Dios y el dinero son dos principios que ven la vida de modo antitético y son como dos motores que encauzan la vida por derroteros opuestos
En esto nos pasa como en otras cuestiones. No es lo mismo ver la vida desde el humanismo cristiano (o humanismo no cristiano), que desde el dinero, o desde la patria o desde el placer o desde el fanatismo religioso o desde el dinero.
Si mi finalidad en la vida es ser rico, entonces la justicia, la paz, los pobres y el hambre saltan por los aires. Me llevo tus materias primas y te vendo armas químicas o no químicas y a correr. Si mi etnia es mejor, más fuerte y más rubia que la tuya, tú no serás sino un ser inferior a mi servicio, etc.
Esto tiene poco que ver con: todos vosotros sois hermanos, dad el dinero a los pobres, seréis felices en la pobreza, etc.
- algunas cuestiones de fondo dan que pensar.
No soy ni moralista, ni economista, ni político-politólogo, pero hay cosas que uno pone en tela juicio al menos en su interior, incluso con la conciencia de que no van a servir más que para tomar conciencia.
Recuerdo que en los años jóvenes de estudiantes en el seminario, Dn Ricardo Alberdi, sabio y santo profesor, nos explicaba el séptimo mandamiento: “no robar”, y nos ponía algunos ejemplos: tal empresa lleva 25 ó 40 años produciendo. El beneficio obtenido ¿es del capital, de la sociedad anónima, etc.? Y respondía: sí, pero también es de los miles de obreros que han pasado por las naves de esa fábrica.
Sé que es delicado, pero tengo y pongo en crisis el concepto de “propiedad privada”. Hoy en día en España -en el mundo- ¿el dinero, los sueldos inmorales, la propiedad de las fincas sean ranchos o cortijos o latifundios, los grandes patrimonios que algunos dicen poseer son realmente suyos? Y no digamos nada ya de la corrupción …
Mientras haya un parado y un hambriento en el mundo me cuesta creer que “la propiedad privada” sea moral humana y cristiana.
Esto está en la carta del apóstol Santiago (St 2,2-6):
Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies». ¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos? Escuchad, hermanos míos queridos: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman? ¡En cambio vosotros habéis menospreciado al pobre! ¿No son acaso los ricos los que os oprimen y os arrastran a los tribunales?
Es cierto que no podemos vivir en la ley de la selva o la ley del más fuerte y resolver las cosas a bofetadas, pero cuando menos, veamos y digamos las cosas como creemos que son desde el humanismo y desde JesuCristo.
- No todo lo legal (ley) es ético, humanista y cristiano.
En la vida cotidiana hay muchas cosas que son legales, es decir que ante la ley se pueden realizar o que la ley las ampara. El despido, los millones de parados en España son algo legal, los desahucios son perfectamente reglamentarios para la banca. Soy consciente de que el problema es más complejo. El copago está legislado, ¿pero es honesto? Vender armas es legal, pero ¿es honrado? Que una persona gane más de 14 millones de euros al año es legal, pero ¿es ético? La pena de muerte es legal en muchas partes del mundo ¿pero es sana?
Nuestras sociedades viven conforme a esquemas legales que causan y justifican profundas injusticias, malestares, miserias físicas, morales.
- No podéis servir a Dios y al dinero.
La afirmación final del texto evangélico es nítida. No podemos vivir conforme a Dios y ordenar nuestras vidas desde el dinero. Y no porque esté permitido o prohibido (ley), sino porque si pensamos y vivimos desde Dios (o desde el humanismo) resultará un tipo de persona, de sociedad. Si configuramos nuestra existencia desde el dinero, el tipo de sociedad en el que estamos insertos será muy diferente.
El problema es social y político, sin duda. Pero también es personal. La sociedad en abstracto no es honrada, somos las personas las que somos honestas o deshonestas, si bien es cierto que las instituciones y estructuras propician o no sociedades más justas, más libres y pacíficas o al revés, más injustas.
En el fondo es un problema de fe. El dinero no cree ni en Dios ni en el hombre. Creer en el ser humano cambiaría muchas situaciones en la vida, en la sociedad, en la convivencia.
Es cierto que hay hombres y mujeres con los criterios más variopintos: pensemos en políticos, economistas, eclesiásticos, etc. Pero tal y como ha ido y va la historia de la humanidad, me aplico lo que dice el salmo: Mejor es fiarse de Dios que fiarse de los hombres, dice un salmo (Sal 117,8).
De las legislaciones y esquema humanos brota lo que brota. Pero sabemos y creemos que del Evangelio de JesuCristo brota fraternidad, justicia y libertad.
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