La verdadera astucia
Domingo XXV del Tiempo Ordinario
22 septiembre 2019
Lc 16, 1-13
Parece que el autor del evangelio engarzó aquí diferentes dichos que, de un modo u otro, tienen en común el tema del dinero.
La parábola inicial, sin embargo, y a pesar de las apariencias, no pone el acento en él, sino en la “astucia” del administrador. El amo no lo felicita, obviamente, por el engaño que urdió en beneficio propio, sino por la astucia –es decir, la inteligencia– con la que actuó.
Y es ahí cuando la parábola da el salto de “los hijos de las tinieblas” a los “hijos de la luz”, tomando forma de denuncia o alerta: todos somos “astutos” para manejarnos en los asuntos del ego, en aquello que tiene que ver con sus intereses. ¿Aplicamos la misma inteligencia para aquello que tiene que ver con nuestra verdad profunda? No nos cuesta ver nuestro interés inmediato; ¿estamos así de atentos para vivir en coherencia con lo que realmente somos? En una palabra: ¿vivimos en las “tinieblas” o en la “luz”?
Vivimos en las “tinieblas” cuando nos perdemos en el mundo de las formas, reduciéndonos a él. Vivimos en la luz cuando nos abrimos a la comprensión que nos libera de la estrecha “jaula” mental y nos mantiene en conexión consciente con lo que somos.
Al hilo de la parábola, el texto concluye con una afirmación que no deja lugar a las “medias tintas”: “No podéis servir a Dios y al dinero”. O se vive en el engaño mental o en la luz de la comprensión.
¿Qué quiero vivir?
Enrique Martínez Lozano
Fuente Boletín Semanal
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