Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 25 agosto, 2019
“Esforzaos por entrar por la puerta estrecha.”
El de hoy es un evangelio “peligroso” que nos puede conducir a dos extremos contra puestos.
Por un lado, podemos quedarnos con la imagen de un dios exigente que lleva cuentas pormenorizadas de cada uno de nuestros pecados. Un dios riguroso, lleno de santidad y perfección. Lleno de poder que no se va a dejar manchar o corromper por la oscuridad y debilidad humana.
En el extremo opuesto, podemos caer en la trampa de pensar que al Dios de Jesús no le pega nada eso de “dejar fuera” a nadie y que su misericordia es una especie de salvoconducto que nos permite vivir sin ninguna responsabilidad. Que podemos hacer lo que queramos, lo que nos dé la gana.
Ambas posturas están equivocadas aunque tienen su parte de verdad. El Dios que vino a anunciarnos Jesús no es un juez castigador. No necesita de nosotras un expediente impecable. Pero tampoco podemos convertir la misericordia divina en la excusa perfecta para vivir de cualquier manera, porque en el Reino del Amor no vale todo. Por eso Jesús dice: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha.”
El evangelio de hoy apela a nuestra responsabilidad personal. Solo aquello que nos hace crecer en amor y libertad nos abre las puertas del Reino, porque solo esas actitudes nos ponen en camino.
No es que Dios nos vaya a cerrar la puerta, pero tampoco nos va a obligar a entrar. La puerta del Reino es estrecha porque tenemos que acertar con ella desde nuestra propia libertad. Y la libertad nos da siempre a escoger, aunque no siempre lo más apetecible es realmente mejor.
Oración
Repite, Trinidad Santa, en nuestros corazones ese:
“Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”,
recuérdanos que necesitas de nosotras para llevarnos a tu Reino. Amén.
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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
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