Córdoba (Argentina): el juicio por Azul Montoro, cerca de la sentencia
Por Alexis Oliva – desde Córdoba
El miércoles 21 comienzan los alegatos en el juicio oral por el crimen de Azul Montoro, la joven trans de 23 años asesinada a puñaladas la madrugada del 18 de octubre de 2017, en lo que se conoce como la “zona roja” del Mercado Norte cordobés. En primer término, expondrá la querella, luego la fiscalía y por último la defensa del acusado, Fabián Alejandro Casiva, de 26 años.
Lxs doce juradxs populares tendrán luego la responsabilidad de dictar la sentencia, que anunciarán los jueces de la Cámara 9ª del Crimen. Y se espera que se conozca el jueves.
Como durante las cinco jornadas de audiencia celebradas desde el 31 de julio, la sala estará colmada de familiares y amigas de la víctima, referentes de los colectivos de la diversidad sexual y militantes de derechos humanos. Así se pondrá fin a este caso que llegó a juicio con calificativo de “femicidio” y el agravante por “violencia de género”, inédito en la investigación jurídica de crímenes contra personas trans en la provincia de Córdoba.
Durante la ya finalizada fase testimonial, declararon compañeras y amigas de Azul, familiares y vecinxs del victimario, testigos circunstanciales y varixs profesionales de la salud mental que actuaron como peritos durante la instrucción del caso y en una causa anterior derivada de una denuncia por agresión en el seno familiar, y quienes trataron a Casiva en el Hospital Neuropsiquiátrico en distintos momentos de su vida.
Ya casi no quedan dudas de que el autor del crimen fue Casiva, quien aquella noche acordó o fingió acordar sexo a cambio de dinero con la joven trans y la llevó en su moto al departamento que su amiga Lara Godoy alquilaba en la calle Rincón 141. Allí la asesinó de 17 puñaladas, luego de una discusión que pudo haber sido por un conflicto económico. Lo que volvió a estar en debate es la conciencia o no de la criminalidad de sus actos, en función del estado de su salud mental.
Reconocido, antes y después del crimen
Las amigas travestis de Azul atestiguaron que Casiva frecuentaba la zona del Mercado Norte y lo describieron como “pesado”, “cargoso” y “difícil de correr”. La noche del crimen habló con algunas chicas. Él, contaron ellas, “andaba siempre con poca plata” y a veces “mangueaba”, mientras que Azul “cobraba y trabajaba bien” y trataba de “manejarse con clientes copados”. Sin embargo, la conclusión unánime fue: “El lugar es muy peligroso y estamos expuestas a todo”.
Entre esas amigas y ahora testigos, a Maina Carrizo le tocó encontrar el cadáver de Azul. En el juicio, relató que estaba tirada en el piso, ensangrentada y “con el short a medio bajar”. Maina salió despavorida a la calle y le gritó a una amiga que estaba en la esquina. Recién cuando volvió a entrar, vio a la perra caniche: “Pensé que estaba manchada con la sangre de Azul, pero no. Ella también estaba apuñalada”.
Otra de las compañeras que declaró fue Agustina Cáceres, quien a las 10:30 de esa mañana recibió una videollamada desde el celular de Azul. Al atender, apareció el rostro de Casiva. Lo reconoció en el acto, porque había hablado con ella la noche anterior en el Mercado Norte. Otra amiga fotografió con su móvil la videollamada y el registro fue presentado entre las pruebas de la acusación. Un rato más tarde, en la foto que Agustina posteó en el Facebook para denunciar el asesinato de Azul, desde su misma cuenta alguien comentó: “Le cabe” y cliqueó el emoticón “me divierte”.
“Me mandé una cagada”
Testigo de la acusación, Andrea Romero, vecina de la familia Casiva en Villa El Libertador, relató: “En el 2014, yo llegaba de trabajar con mi marido, y de la nada apareció Fabián y sacó un revólver. Él le apuntaba a mi marido y le decía: ‘Cuando yo te llame, vos vení’”. Ella sabía que tenía problemas mentales y había estado internado en el Neuropsiquiátrico. Cuando el chico volvió al barrio, tenía “una mirada con resentimiento y odio, cambió mucho y metía miedo”.
En otra ocasión, Casiva la amenazó: “Andrea, ya te voy agarrar a vos”. Tiempo después, le prometió: “A vos no te molesto más”. “Y cumplió, nunca más me molestó”, dijo Romero. Con su marido, una noche vieron a su vecino en la moto “hablando y riendo con una travesti” en la zona del Mercado. En casa de los Casiva, “siempre se escuchaban gritos” pero la familia, según este testimonio, se mantuvo en silencio antes de que (Fabián) caiga preso, cuando todos eran víctimas de violencia.
La ley penal habilita abstenerse de declarar en el juicio contra un familiar. Pero los hermanos Vanesa y Leonardo Casiva testificaron en el juicio y en general coincidieron con lo dicho por su madre en la primera jornada. La chica contó que a Fabián le diagnosticaron esquizofrenia en la adolescencia. Él tenía actitudes violentas hacia ella, su madre, padre y demás hermanos –“Llegó a golpearnos a todos”, dijo–; también contó que consumía drogas, tenía frecuentes dolores de cabeza y una vez “quiso quemar la casa”.
“Me mandé una cagada”, le dijo su hermano aquel mediodía después del crimen de Azul, relató en su testimonio. Ella lo notó “muy decaído, estaba drogado y no se le entendía lo que decía”. También advirtió que tenía un teléfono celular. Luego, él le mostró en el placard su ropa y unas zapatillas manchadas con sangre, y varias veces insistió: “No lo quise hacer”, recordó la testigo.
“Me pagó con billetes con sangre”
A su turno, Leonardo Casiva señaló que su hermano menor padece esquizofrenia “desde chico”, él mismo lo llevó varias veces al Hospital Neuropsiquiátrico y “una vez se quiso suicidar” cortándose las muñecas con un vidrio. “Fuera de la familia era violento, ha peleado un montón de veces, era una persona agresiva”, admitió.
—¿Sabe si alguna vez peleó con algún familiar suyo? –preguntó el defensor Javier Rojo.
—Hubo una discusión… No sé si quiso o amagó, qué hizo, pero le aventó con un palo a mi esposa. No lo sé porque trabajo de siete a seis de la tarde. El comentario de mi señora fue que había tenido una discusión con Fabián. Ese día, él tenía dolores de cabeza, mi hijo estaba jugando, se levantó alterado y por eso se generó la discusión.
El defensor trajo a colación que la hermana de la esposa del testigo es una mujer trans y preguntó si Fabián tuvo algún problema con ella. “No, nunca”, respondió el testigo. “¿Usted cree que pueda haber matado a una persona por su condición de ser transexual?”, inquirió Rojo. Ante la objeción del querellante Tomás Aramayo, el asesor letrado reformuló: “¿Vio manifestaciones de odio frente a esta chica por su condición de trans?”. “No”, contestó el hermano del acusado.
Otro testimonio importante aportó Diego Carlos Luna, el remisero que el día del crimen llevó a Casiva desde su casa en Villa El Libertador hasta la estación del Ferrocarril Mitre. Cuando lo fue a buscar, le llamó la atención que había “mucha gente en la calle”. Durante el viaje, el pasajero “hablaba bien, pero se lo notaba como alterado y nervioso”. “Me dijo que se iba a internar en el Neuro porque había vuelto a la droga”, recordó.
Al momento de pagarle, Casiva le dio unos billetes manchandos con sangre. “Después me mostró la mano con sangre y me comentó que se había cortado, porque la noche anterior se había pasado de droga. Me tenía que dar 120 pesos y me dijo que me iba a dar 140, por mi buena onda”, refirió Luna.
“No hay conexión entre lo que hace, siente y piensa”
En diciembre de 2017, los peritos oficiales Sebastián Nigro –psiquiatra– y Marcela Scarafía –psicóloga– efectuaron, luego de tres entrevistas y diversos test, un diagnóstico del estado de salud mental de Casiva, orientado a establecer el grado de comprensión de sus actos. Citados como testigos, recordaron que padecía “esquizofrenia, trastornos de la afectividad, posibles alucinaciones auditivas y un proceso de psicoticismo que afectaba su capacidad de actuar de acuerdo a la realidad”, detalló Nigro. Al indagar en su historia clínica, encontraron “bastos elementos de delirio persecutorio”.
“El señor Casiva tiene el historial de una vida teñida por la violencia, en la que estuvo siempre presente el abandono del tratamiento, la no conciencia de la enfermedad y el consumo de sustancias psicoactivas”, añadió el psiquiatra. Aunque aceptó la posibilidad teórica de “lapsos de conciencia”, aseguró: “No hay aspectos de la vida que queden fuera de ese trastorno, que genera un deterioro cognitivo severo”.
A su vez, Scarafía explicó que el consumo de drogas “es un elemento coadyuvante que produce activación: cosas que no haríamos no estando intoxicados, estando intoxicados las hacemos”. “Imagínense en una persona que tiene una base patológica como él”, planteó la psicóloga. Además, señaló que durante las entrevistas Casiva mostraba una actitud de “hiperalerta y agresividad” derivada de su “falta de conciencia y deformación de la realidad”, ya que “no hay conexión entre lo que hace, siente y piensa”.
“Comprende, pero no le importa el castigo”
El resultado de esa pericia fue compartido por el perito de control de la defensa, el psiquiatra Antonio Ábalos, y controvertido por los de la querella, el psiquiatra Raúl Quiroga y la psicóloga Fabiana Boerr. “(Casiva) no está fuera de contexto de la realidad, sino dentro –expresó Quiroga en el juicio–. No siente culpa, actúa y después trata de ocultar; no colabora, elige qué preguntas contestar y cuáles no. A nosotros nos contó que entre 2013 y 2016 pudo estudiar y trabajar, y en esos años estuvo bien”. En ese sentido, rechazó el diagnóstico de esquizofrenia porque “no encaja la sintomatología” y consideró que padece una psicopatía. “No hay ninguna indicación de que un psicópata no puede ser imputable. Comprende lo que hace, pero no le importa el castigo”, sostuvo.
Mientras, Casiva permanecía con el mentón apoyado sobre su mano izquierda, en actitud indiferente. Incluso cuando se indagó sobre su eventual simulación de una patología mental, que la psicóloga Scarafía descartó porque al contrario “aseguraba no tener nada, disimulaba y negaba las alucinaciones auditivas”. Más preocupados parecían lxs juradxs, algunxs apuradxs en tomar apuntes, otrxs con cara de no entender nada. Sólo cuando el abogado querellante señaló la contradicción entre un supuesto arrepentimiento y postear “le cabe” bajo la foto de la víctima, el acusado habló:
—Me quieren hundir a toda costa –dijo con voz neutra y los guardias ni reaccionaron.
“Lo de Casiva fue un acto de impulsividad”
A continuación, declararon los profesionales que tras la oposición a la primera evaluación realizaron una segunda pericia oficial: el licenciado en Psicología Pablo Duje y el psiquiatra Diego Cardo. A lo largo de cuatro entrevistas espaciadas y test proyectivos, observaron que el acusado tenía “conductas preordenadas, de autocuidado; era negador, ocultaba información; era cuidado, aseado, prolijo, con el corte de pelo a la moda y perfectamente ubicado en espacio y tiempo”, detalló Duje.
Frente a ese “discurso coherente”, que se mantuvo luego de acordar con el equipo médico tratante una disminución de la medicación, concluyeron: “No se advirtió ningún signo ni sintoma compatible con producciones psicóticas, al igual que la esquizofrenia”.
“Nunca hubo –remarcó Cardo– un corte con la realidad propio de un esquizofrénico. Es decir, no hubo ningún tipo de quiebre”. “Lo que ocurrió con Casiva (en el momento del crimen) fue un acto de impulsividad, y no por ello tiene que ver con una cuestión que lo haga inimputable”, consideró el psiquiatra.
Fuente Agencia Presentes
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