“Nuestros hermanos gais y lesbianas son humillados y ofendidos públicamente desde el púlpito, en nombre de Dios””
Carta de petición abierta al Papa Francisco
“Me atrevo a sugerir al Santo Padre que piense en la posibilidad de reformar los numerales: 2357, 2358 y 2359 del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) que trata los actos homosexuales como algo “intrínsecamente desordenados…contrarios a la ley natural”
La Iglesia, al margen de lo que dice la ciencia, no debe seguir tratando a las personas LGBTI como a enfermos y perversos que están obligados a observar “la castidad” para así llegar a la “perfección cristiana”
| Neftalí W. Eugenia Castillo, S.J.
Querido papa Francisco: Es muy probable que esta carta no llegue hasta su escritorio. De todas formas deseo escribirle y expresarle mi admiración y adhesión a su magisterio.
Soy un joven presbítero, hijo de san Ignacio de Loyola, como usted, que animado por el evangelio y la experiencia de los Ejercicios Espirituales busca la clave para en todo amar y servir a la mayor gloria de Dios y al bien de nuestros semejantes.
Le cuento, Santo Padre, que en algunos círculos se refieren a usted como al “Papa de las sorpresas” por todas las medidas que ha ido tomando en el trayecto de su pontificado. No deja de sorprender su postura abierta y cercana, acogedora y fraterna para con todos: ateos, agnósticos, cristianos, judíos, musulmanes, hombres y mujeres de todas las latitudes, diversos en sus modos y formas.
Su deseo de integrar a la mujer a los estamentos de poder del Vaticano, su radicalidad en contra de los abusos a menores cometidos por obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas de nuestra Santa Madre Iglesia
Aplaudimos su postura abierta y sin juicios condenatorios ante las personas gais y lesbianas que buscan en la iglesia “un recinto de verdad y de amor, de libertad de justicia y de paz” para que todos encontremos en ella un motivo para seguir esperando.
Aplaudimos también la eliminación de la pena de muerte del Catecismo de la Iglesia Católica con la reforma del numeral 2267 “porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”.
Es en esta misma línea en la que me atrevo a sugerir al Santo Padre que piense en la posibilidad de reformar los numerales: 2357, 2358 y 2359 del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) que trata los actos homosexuales como algo “intrínsecamente desordenados…contrarios a la ley natural”. Para hacer esta aseveración el Magisterio se basa no en estudios científicos, sino en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
No obstante a esos textos de la Biblia a los que alude el Magisterio para condenar la homosexualidad, muchos teólogos, exegetas, historiadores y biblistas católicos (ayudados por las herramientas científicas, como lo pide la Dei Verbum en el numeral 12), han explicado el verdadero significado de estos textos. Y como bien dice la Iglesia, nuestra religión no es una religión del Libro, sino de la palabra de Dios manifiesta en Jesucristo, el verbo encarnado.
Ya hacen tres décadas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad de la lista de “enfermedades mentales”. La Iglesia, al margen de lo que dice la ciencia, no debe seguir tratando a las personas LGBTI como a enfermos y perversos que están obligados a observar “la castidad” para así llegar a la “perfección cristiana”. La perfección cristiana no se encuentra en la castidad ni en el celibato sino en el amor y el respeto a nuestros semejantes.
Homofobia en la Iglesia y en la sociedad
Santo Padre, muchas personas LGBTI son violentadas a diario en su dignidad e incluso asesinadas sólo por su orientación sexual. La pena de muerte por actos sexuales consentidos entre adultos del mismo sexo se impone en seis países miembros de la ONU, según el informe de Homofobia de Estado 2019.
También en muchas de nuestras parroquias, a pesar que en los documentos oficiales de la Iglesia se nos invite a acoger con respeto, compasión y delicadeza y a evitar todo signo de discriminación injusta, respecto a las personas homosexuales, (CIC 2358), nuestros hermanos gais y lesbianas son humillados y ofendidos públicamente desde el púlpito por sacerdotes, obispos y laicos que se cierran al respeto, la compasión y la delicadeza. Y todo esto lo hacen en nombre de Dios y en nombre de la Sagrada Escritura
Ante tantas injusticias debemos ser contundentes. No admitir la posibilidad de que se malinterprete la doctrina de la Iglesia y se preste a incitar al odio y al desprecio. Por eso urge como un grito la reforma del CIC ante muchos temas actuales, pero este en especial porque también “ atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”
Fuente Religión Digital
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