Hoy es difícil encontrar discursos sobre espiritualidad que diferencien bien el ámbito de lo espiritual del ámbito de lo psicológico (no están separados pero, en ocasiones, se confunden) así como que distingan entre las diversas perspectivas o grados que pueden encontrarse en la vivencia de la espiritualidad.
Como explica Edith Stein, la espiritualidad hace referencia a la dimensión humana que es capaz de apertura a una realidad más allá de lo psicológico (mental, emocional o conductual) y lo material; el ámbito en el que se descubren los valores transcendentes que dan sentido a la vida (Martin Velasco). La espiritualidad es la dimensión personal del ser humano (hay que tener en cuenta que muchos confunden la persona con el individuo, por ejemplo, Jung), pues es el lugar de la libertad y la responsabilidad que le lleva a transcenderse más allá de sus necesidades egocéntricas.
Ahora bien, esta espiritualidad puede vivirse con diversos grados de profundidad que es bueno conocer y distinguir sin separar.
En los orígenes de la humanidad la espiritualidad presentaba la forma de lo que se ha llamado religiosidad cósmica o primordial. Restos de esta perspectiva pueden encontrarse en las diversas formas de chamanismo que aún perduran (en muchos casos ya muy reducidas a mera magia).
Estas religiones, siendo diversas por ser religiones tribales, tenían una perspectiva común: La búsqueda de la armonía con la naturaleza con la que se vivía en fusión (no había mucha conciencia personal), la religión buscaba la conservación de la vida y el orden naturales y sobrenaturales.
Estas religiones estaban vinculadas a un modo mítico de pensamiento, que captaba la realidad de modo simbólico y huía de su dimensión histórica o secular. Se cultivaba un pensamiento sintético más que analítico, simbólico más que racional, que nacía de la fusión entre el sujeto y el objeto, que no eran vistos como realidades separadas sino como formando una sola realidad. La forma politeísta que era frecuente que tuvieran sus hierofanías era vivida como una realidad común, siendo los dioses expresión de los diversos aspectos de la dimensión espiritual concebida, en realidad, términos monistas, en último término, pues predominaba una conciencia de fusión con lo real.
Poco a poco irá creciendo la conciencia del individuo, la conciencia humanista; el ser humano empezará a diferenciarse de la naturaleza y a tomar conciencia de su racionalidad, que cobra importancia.
El periodo llamado axial por K. Jaspers en torno al siglo VI A.C. es cuando aparece esta nueva conciencia en muchas diferentes culturas. En esta periodo, las religiones anteriores se van transformando en religiones de tipo salvífico (salvación de la persona) y de tendencia universalista.
Podría decirse que se produce una división de la tradición primordial en dos perspectivas diferentes y en relación: una perspectiva humanista o exotérica (exterior) que busca la realización-salvación del individuo humano (pues se descubre la dignidad del ser humano) y que se sostiene en un pensamiento analítico, dualista- diferenciando objeto y sujeto- y que da primacía a la ética; y por otro lado, una perspectiva que pretende ser continuadora de la visión primordial anterior y que quiere transcender lo humano, yendo a lo más profundo de la persona y tiene una visión transcendente y supracósmica, la perspectiva llamada esotérica (interior).
Reflejo de esta separación entre humanismo y esoterismo es la diferenciación muy estricta en la perspectiva esotérica entre lo profano o mundano (privado de valor religioso) y lo sagrado (lo realmente valioso), vivido muchas veces como realidades separadas e incompatibles.
El esoterismo sería, pues, una perspectiva propia de las religiones precristianas, que pretende ser continuadora de la visión primordial en medio de culturas que ya han adquirido una perspectiva humanista, por lo que es reservada a una minoría (para la mayoría que ha desarrollado una conciencia analítica y dualista es ya incomprensible). Su tendencia es monista, como en la religión primordial, tiende a reducir todo en último término a la realidad transcendente, sin valorar la autonomía real de lo mundano y humano. Confundiendo además lo relacional con lo dual.
Luc Benoist, siguiendo las explicaciones de Rene Guenon, conocido maestro del esoterismo contemporáneo, señala como:
“El esoterismo… tiene por objeto liberar al hombre de los límites de su estado humano, hacer efectiva la capacidad que ha recibido de alcanzar los estados superiores en forma activa y duradera gracias a ritos rigurosos y precisos.”
La tendencia monista del esoterismo es muy característica, lo que las religiones bíblicas van a entender en términos relacionales, el esoterismo, al entender la relación como dualismo, lo interpreta como realidades profundas de la persona, no como encuentro con realidades que la transcienden. Ejemplo típico es el concepto de las realidades angélicas que en las religiones bíblicas son entendidas como el encuentro de la persona con unas realidades espirituales distintas a ella y en el esoterismo se interpreta como una expresión simbólica de los estados superiores de la propia persona.
El esoterismo, en el cristianismo, es visto como una perspectiva limitada, que es integrada y transcendida, y que en realidad no lleva más que a lo más profundo de la persona, a su dimensión espiritual profunda, pero no es capaz de entender la perspectiva religiosa relacional por su limitada perspectiva monista. En las religiones precristianas el esoterismo era visto como la dimensión espiritual más profunda. Hoy todavía hay quien sigue creyendo esto.
Antoine Faivre, estudioso de la perspectiva esotérica, ha dado cuatro características típicas de las tradiciones espirituales esotéricas que permiten reconocer estos caminos esotéricos. Añade, además, otras dos características que también son frecuentes, aunque no es necesario que se den para hablar de una tradición esotérica como lo es con las cuatro primeras:
1) Mentalidad basada en las correspondencias: todo se ve como signo, como símbolo, a veces, la naturaleza visible refleja lo invisible, o la historia y la naturaleza solo tienen sentido y valor en relación con los libros revelados. El problema es que no se tiene en cuenta el valor y autonomía de esos símbolos, que son realidades en sí, además de símbolos.
2) Naturaleza Viva: La realidad natural se ve como un complejo plural, jerárquico e interrelacionado (de ahí la existencia de la magia en estos caminos) con el peligro de divinizar lo natural y lo creado o de todo lo contrario, «cosificarlo» como mero símbolo como si careciera de una realidad en sí más allá de su dimensión simbólica.
3) Importancia de la Imaginación y las mediaciones: El instrumento espiritual por excelencia es la imaginación activa, las visiones, los símbolos y ritos, que se consideran suprahumanos y ahí reside su eficacia. La iniciación es esencial y se concibe como la transmisión de una energía espiritual, sin ver su fondo de encuentro personal con el Misterio, por la mentalidad monista del esoterismo.
4) Búsqueda de la transmutación: Se busca ante todo una transmutación del individuo lograda por la gnosis, por un conocimiento fusional con el Misterio.
5) Práctica de la Concordancia: Se cree que las diversas tradiciones son expresiones de una misma tradición primordial y se buscan por ello concordancias entre todas ellas. No se perciben adecuadamente las diferencias cualitativas entre ellas.
6) Transmisión Regular: Se considera esencial la iniciación ritual, que es vista más que como un encuentro, como la recepción de unas energías espirituales suprahumanas. Las tradiciones esotéricas son extremadamente estrictas en la realización de los ritos pues ponen el centro en los símbolos mismos y no en la relación interpersonal con el Misterio que estos ayudan a realizar (por lo que para la mentalidad religiosa relacional- no esotérica- los ritos pueden ser variados dentro de unos límites e incluso no son absolutamente necesarios para la Gracia). En el esoterismo no hay una perspectiva relacional (encuentro) sino monista (fusión con energías).
Jean Danielou explica que con el nacimiento de las tradiciones del tronco de Abraham nacen las religiones bíblicas centradas en el concepto de Alianza o encuentro con el Misterio. En realidad, podría decirse que estas religiones son las que descubren el concepto mismo de religión, que es precisamente un concepto cuya base está, como decía Zubiri, en la experiencia de la religación con lo real; es decir, la religión se basa en el acceso a una perspectiva relacional, diferente a la perspectiva primordial (que era de fusión y monista) y a la perspectiva exotérica-humanista (dualista).
La perspectiva relacional nace del descubrimiento de un nuevo enfoque hacia la realidad al percibir que la realidad no se compone de objetos (cosas) externos a nosotros, ni de simplemente símbolos, llamados a fusionarse con nosotros, sino de ámbitos (López Quintás) realidades que tienen su propia entidad secular y, a la vez una dimensión espiritual , que, al encontrarnos con ellas (sin fusionarnos ni cosificarlas), nos permiten desarrollar posibilidades espirituales nuevas que nos transforman y las transforman. Como ejemplo de esta visión se suele poner el de la partitura, que reducida a cosa es un simple papel y descubierta como ámbito nos permite relacionarnos con ella espiritualmente generando una nueva realidad que nos transfoma y la trasfoma a ella: la creación de arte musical al servicio de la belleza.
La religión sería el modo relacional de vivir la espiritualidad, modo que integra y transciende, el humanismo y el esoterismo, siendo más profundo que cualquiera de estas dos perspectivas. Para Martin Velasco la perspectiva religiosa podría caracterizarse por los siguientes elementos:
– La referencia al Misterio: Una realidad transcendente y absoluta.
– Lo sagrado, o mejor, lo santo: En la religión lo sagrado no es una realidad diferente, sino una dimensión de lo real, lo histórico, que a su vez, conserva su realidad profana valiosa y su autonomía propia.
– Actitud Salvífica: El ser humano percibe que es su vínculo con el Misterio lo que le plenifica, de ahí, que viva ante él una apertura y una cooperación.
– Mediaciones: El Misterio se manifiesta en mediaciones o hierofanías, que por un lado lo manifiestan y, por otro, permiten al ser humano responder a ese misterio con acciones como la oración, el ayuno, la limosna, la peregrinación… etc.
Plenitud y origen de la religión sería la Mística, que, de nuevo, Martin Velasco define como: “presencia inobjetivable de la Transcendencia en el centro de la inmanencia…”
La mística de algún modo integra y transciende la religión, sin suprimirla ni negarla (eso permite que podamos hablar de místicas laicas).
Para este autor, los elementos esenciales de la experiencia mística son:
1.- Presencia del Misterio que se ofrece…
2.- Aceptación de esa Presencia, que es lo que entendemos como actitud de fe: apertura y consentimiento al Misterio.
Entre las características del modo de vivir la experiencia mística estarían:
su carácter inefable, su inmediatez mediada (se conoce a Dios por los efecto en la persona), su pasividad activa, su fruición, su simplicidad, certeza y oscuridad, así como el carácter impactante sobre la persona… expresión de una experiencia mucho más plena que cualquiera de las perspectivas anteriores, a las que integra y transciende.
La Mística nos lleva a la experiencia de la nodualidad relacional, experiencia de comunión con Todo y con todos sin dejar de ser quienes somos, experiencia de unidad y pluralidad y no a la experiencia de nodualidad monista al estilo esotérico.
Por último, habría que hablar de la novedad de la mística cristiana. El Misterio Pascual, de la cruz y la resurrección- centro de la religión cristiana-, rompe todas las imágenes del Misterio, que se “rebaja” haciéndose uno de nosotros para liberarnos y llevarnos a la plenitud participando de nuestra debilidad y sufrimiento.
El cristianismo es un escándalo para los seguidores de la tradición primordial y esotéricos, por su visión relacional, que ellos creen dualista y es incomprendido por judíos y musulmanes por su expresión del Misterio desde la debilidad, desde la opción por los pobres, haciéndose él mismo pobre para liberarlos y «fracasando» en el sentido mundano del término.
El cristianismo posee así una novedad y una plenitud que no está en otras tradiciones religiosas y que estamos llamados a dar a conocer, no a imponer, sino a poner en relación con toda tradición humanista, primordial o esotérica colaborando con esas tradiciones en construir un mundo mejor. También estamos llamados a descubrir las verdades y la santidad en esas tradiciones, las semillas del verbo, que dirían los Padres de la iglesia o el “Cristo” desconocido que hay en ellas (en lenguaje cristiano).
El cristianismo trae una novedad cualitativa que no puede perder y, a la vez, no tiene el monopolio de la verdad, por ello, nuestro cristocentrismo ha de entenderse en modo relacional ( Geffré): poner en diálogo y en relación con Cristo toda realidad humana y espiritual, enseñando la novedad cristiana y aprendiendo de los otros su sabiduría propia, su Cristo oculto, que nosotros desconocemos, colaborando con todos en la construcción de un mundo más humano y más espiritual: El Reino.
José Antonio Vázquez Mosquera
Fuente Cristianía: Monacato laico
Espiritualidad
Cristianismo, Esoterismo, Espiritualidad, Mística, Religión
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