Domingo XVII del Tiempo Ordinario. 28 julio, 2016
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Lo habitual en la vida de Jesús es orar, los textos hacen referencia a su oración muchas veces. En esta ocasión Jesús no está solo, cerca de él están sus discípulos, que oran con él. Jesús ora con frecuencia, y se deja ver orando. No se esconde el testimonio creíble del poder de la oración. Y despierta el deseo de Dios en los corazones que lo ven: «Enséñanos a orar».
Son ellos, sus discípulos, quienes toman la iniciativa, de donde sale la propuesta… Esto no deja de ser un reto para nosotras y para todas las personas que llevan en el corazón la Buena Noticia y desean contarla a quienes están a su lado. A veces, nos perdemos en fórmulas y teorías que no despiertan ningún deseo en quienes nos miran; y eso que los textos de nuestra tradición ya nos dicen que «la letra mata y el Espíritu da vida». (2 Cor. 3,6).
Estamos viviendo tiempos convulsos, violentos, agresivos. Duele vernos tan perdidas, tan rapaces…. Indigna verse tan manipulada por las noticias, donde nos presentan buenos buenísimos y malos malísimos, como en las películas de indios y vaqueros. Como si no existieran las personas que trabajan por la paz, que oran por la paz, que encuentran en la religión la consistencia de la vida. Como si no fueran muchos más quienes mueren fieles a Dios que quienes matan por un pseudodios. Y en este tsunami la gente busca, y busca con deseo de algo más profundo, y aparecen los guías espirituales, gurús, chamanes…
¿Y en la Iglesia? ¿Dónde están los maestros de oración que tanto estamos necesitando? Esos que despiertan el deseo de Dios, como lo hace Jesús.
El Papa escribe a las monjas: «Vivid (….) contribuyendo a que Cristo nazca y crezca en el corazón de las gentes sedientas, aunque a menudo de manera inconsciente, de Aquel que es camino, verdad y vida.» (cfr. Vultum Dei nº.37). El reto está en mostrarnos, en dejarnos ver orando, con hondura, sencillamente, sin fórmulas vacías, con espontaneidad y sobre todo, sobre todo, con profunda confianza. Y Cristo nacerá en los corazones sedientos, nacerá y crecerá con raíces hondas, libres, fuertes.
¿Cómo, dónde, cuándo? No tenemos respuestas, ni teorías, solo deseo, un profundo deseo de relacionarnos con Dios, Abba, como Jesús lo hace. Deseo de sumergirnos en la relación amorosa de la Trinidad. Para ello ya nos lo dice Jesús, ¡pidamos el Espíritu a nuestro Padre!
Oración
Enséñanos a orar, también a nosotras, como hiciste aquellos primeros discípulos.
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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
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