Dom 21.7.19. Mujeres e Iglesia: Marta y María, la iglesia de las dos hermanas
Una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa (Lc 10, 38-42)
Culmina con este pasaje (Lc 10, 38-42) el espléndido conjunto de imágenes de Iglesia de Lc 10, que hemos venido comentando en domingos pasados:
- La Iglesia es Jesús con sus 72 discípulos, varones y mujeres, enviados por el mundo entero para anunciar e iniciar el Reino (Lc 10,1‒12)
- La Iglesia es el buen samaritano, el hombre libre (varón y/o mujer), que es Crito‒Mesías al servicio de la acogida y curación de todos los heridos y aplastados del camino (Lc 10,21‒37)
- 3. La iglesia es finalmente una casa de aldea (la aldea global) donde Marta y María (cf. de dos en dos: Lc 10, 1) reciben a Jesús y a sus 72, ofreciéndoles servicio y palabra, en un contexto de gran tensión (evangelio de hoy: Lc 10, 37‒42).
Se advertirá que este tema y evangelio de la casa‒aldea de Marta‒María) viene inmediatamente después de del Buen Samaritano, como una concreción y expansión de su mensaje: Ésta es la casa‒hospedaje (mesón) donde el samaritano lleva al herido, la casa donde llegan (están, crean familia) Jesús y sus discípulos, la casa de la iglesia instituida, formada (animada) por dos mujeres, una más de servicio‒administración (Marta) y otra más de escucha y comprensión de la Palabra de Jesús.
Entendido así el tema, vemos que Marta y María son dos “hermanas” (es decir, dos creyentes), que administran y animan una casa al servicio del evangelio de Jesús, una domus‒ecclesiae, una casa‒iglesia. Para decirlo con palabras de hoy: Ellas son el Papa y los Obispos, los diáconos y teólogos de una Iglesia entendida como casa de mujeres.
La iglesia posterior, en general, a lo largo de más de 18 siglos y medio (desde el 150 d.C. en adelante) se ha esforzado por “silenciar” el mensaje de este evangelio, y así lo ha hecho a partir del “desgraciado” glosista de 1 Cor 13, 34 que, en nombre de un Pablo domesticado, pontifica diciendo que las mujeres callen en la Iglesia. En esa línea de silenciamiento de las mujeres se sitúan las llamadas “pastorales”, de un pastor casi anti‒paulino que organiza la Iglesia partiendo de hombres‒patriarcas (marginando a las mujeres y casados).
De esa manera, este pasaje ha servido para “domesticar” a las mujeres en la Iglesia, de tres formas complementarias:
- Convirtiendo a Marta en pura criada material (de trabajos “domésticos” de servicio)…, olvidando que en el texto ella es la Dueña de la Iglesia, el primer “obispo/papa” conocido del evangelio de Lucas.
- Convirtiendo a María en pura “oyente pasiva”, una mística marginal o heráldica (es decir, monja de clausura, sin hombres a quienes enseñar), para decir que las mujeres pueden escuchar la palabra, pero no hablar, ni dirigir iglesias, cuando aquí ella aparece como la única que entiende la palabra de Jesús, como la primera “doctora/teóloga” de la Iglesia.
- En general, la Iglesia posterior, a partir de finales del siglo III d.C., no ha sabido qué hacer con estas y otras mujeres del evangelio, y las ha “metido” a todas en un mismo saco, identificando a las varias “marías”: La Magdalena, María/Marta las hermanas del muerto Lázaro, que es Jesús (en Jn 11), la mujer de la unción de Mc 14, 3‒4… todas ellas, al final, bajo el poder y al servicio de varones/patriarcas que han asaltado y tomado el poder en la Iglesia de Jesús.
Pero al principio no era así, como seguiré indicando mañana o pasado, pues, por fortuna, tras o con este domingo 21.7.19 celebramos la fiesta de María Magdalena, que nos permitirá precisar los temas.
Tómese un poco de tiempo y siga leyendo quien quiera entender mejor este pasaje de Marta‒María, la primera gran visión de conjunto de la Iglesia como casa de mujeres en Lc 10,38‒42, el evangelio grande de Marta y María. El texto es algo largo; es el resumen de un trabajo publicado hace ya tiempo en un libro sobre la Mujer en Lucas (I. Gómez Acebo (ed.), En clave de Mujer, Relectura de Lucas, libro agotado descatalogado hace tiempo).
TEXTO
38 Mientras iban ellos de camino, él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
40 Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose {a El, le}dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; 42 una (sola) cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.
COMENTARIO
Jesús entró en cierta aldea… Este Jesús acogido en la aldea (o casa) es símbolo del conjunto eclesial. No aparece ya en forma individual histórica, como un hombre del pasado, sino como figura pascual: es el Señor al que se acoge, el Señor que forma parte profunda de la vida de la comunidad. Esta aldea es la de “Marta” (la iglesia de marta, que tiene una hermana llamada María).
– Solemos identificar la iglesia misionera con varones, conforme a una visión usual de los Doce, todos ellos varones (cf. Lc 9, 1-6). Pero Lc 8,1-3 ha mostrado que esa iglesia misionera está formada también por mujeres que acompañan a Jesús y le sirven (o sirven al grupo, según las lecturas posibles del texto).
– También solemos identificar a la iglesia que acoge con mujeres/esposas sometidas, conforme a una visión que ha sido popularizada por la imagen de la “iglesia esposa” (tal como ha culminado en Ef 5, 22-30 y Ap 21-22), o con monjas apartadas, que pueden ser místicas, pero que no dirigen la iglesia. Pero tampoco esta visión puede universalizarse, a pesar de que en nuestro texto sean precisamente dos mujeres (Marta y María) las que representan al conjunto de la iglesia. En diversos lugares de Lunas, la casa donde Jesús es recibido (signo de una iglesia) es propia de un varón, no de una mujer (cf. 5. 27-32; 7, 36-50; 19, 1-10 etc).
– Una mujer, llamada Marta le recibe en su “aldea” (en su casa). Ella tiene que actuar como representante de la aldea, es decir, del conjunto de la población: no le recibe en un lugar aislado, ni es una casa “especial”, a nombre individual, sino en una aldea. Todo nos permite suponer que ella aparece, al menos simbólicamente, como representante y autoridad.
Marta aparece como “dueña” y/o responsable de la comunidad (o de la casa). No depende de nadie: no aparece como hija o esposa de un varón, sino simplemente como mujer autónoma, como persona que puede recibir y recibe a Jesús (o al conjunto de la iglesia misionera). Como veremos después, ella tiene que organizar el servicio de la comunidad.
Así aparecen, frente a frente, Jesús,el Salvador, como aquel a quien deben recibir los humanos en camino de reino) y Marta (=que significa en arameo la Señora, emparentada con la raíz Mar, Maran, Señor), como aquella que le recibem y María, su hermana, que es quien aprende y sabe. Si la narración acabara aquí tendríamos un paradigma normal de acogida: una comunidad cristiana, simbolizada por una mujer, recibe al Señor en el camino del reino. Pero resulta evidente que la narración tiene que complicarse, para volverse de esa forma paradigma o ejemplo verdadero de la vida de la iglesia.
María, la hermana de Marta: sentada a los pies del Kyrios, escuchando la Palabra. Significativamente, el texto no ha precisado más la función de Marta. De ella se dice sólo que “recibe” (en palabra que dentro del NT sólo aparece en nuestro texto y en el paralelo de Lc 19:6 donde se dice que Zaqueo, bajando apresurado del árbol, recibió a Jesús con alegría. Pues bien, en contra de lo que aparece en Zaqueo, ella no dialoga directamente con Jesús en torno a problemas de organización o riqueza, sino que su diálogo (su problema) se establece a través de su hermana.
La relación de Marta con Jesús va a quedar profundizada y completada a través de la hermana María. Así aparecen enfrentadas (y completándose) las dos hermanas, por razón de Jesús, a quien acogen, de formas complementarias.
Es evidente que el texto ha presentado a Marta como figura positiva, contrapuesta a los samaritanos (de un pasaje inmediatamente anterior que no reciben a Jesús, no forman Iglesia…, cf. Lc 9, 55) que no reciben a Jesús. También es evidente que ella aparece como signo de la “totalidad acogedora” de la iglesia. Pero a partir de ella, el texto desarrolla la figura de su hermana María. Pues bien, a la luz de todo lo anterior, el término hermana puede interpretarse de dos formas:
– María Puede ser hermana de Marta en el sentido familiar, de sangre (conforme a la interpretación usual, recogida por Jn 11, donde ellas, las dos hermanas posiblemente carnales, tienen un tercer hermano llamado Lázaro). Si leemos el texto así podemos suponer que María es más joven. No aparece como “dueña” de la casa (no es la que recibe a Jesús), aunque puede realizar y realiza una función importante.
– Puede ser la hermana en sentido eclesial. Esta visión resulta más coherente con nuestra lectura anterior del texto (recibir a Jesús, fraternidad eclesial). Ciertamente, la palabra hermano puede tener su sentido literal en Lc-Hech (cf. Lc 14, 26; 20, 28-29; Hech 12, 2; 23, 16), pero también ha recibido un sentido más extenso: son hermanos los miembros del pueblo judío (cf. Hech 7, 2.26; cf. 9, 17) y de un modo especial los cristianos (cf. 1, 15; 11, 29; 15, 3; 16, 2.40; 21, 7). Todo nos permite suponer que Marta y María son hermanas en este último sentido: son creyentes que tienen una responsabilidad especial en la comunidad, como veremos al comparar el texto con Hech 6, 1-6, donde
María aparece en situación de discípulo que no sólo “sirve” (organiza la vida de la Iglesia),sino que está , sentada a los pies del Kyrios (10, 39), escuchando directamente su palabra (no a través de su marido, como supone 1 Cor 14, 34-35; 1 Tim 2, 11-12). El mismo título de Jesús (Kyrios) nos muestra que no es el puro hombre histórico, amigo o marido discutido, sino el Señor pascual que está presente en la iglesia que le recibe. Está en el fondo el paradigma judío de los discípulos sentados en torno a un maestro para escuchar y aprender juntos la Ley, está aquí el nuevo paradigma eclesial de la mujer que escucha, que aprende la nueva palabra de Jesús, que puede dirigir la iglesia no sólo en un sentido más externo, como el de Marta, sino en el más profundo, de la interpretación de la Palabra (es decir, del magisterio de Jesús).
La diakonia o servicio de Marta. Para comprender el sentido de la casa (y las funciones que se realizan dentro de ella) debemos precisar el sentido de la diakonía de Marta, que es la dirección “episcopal” de la Iglesia, la función de organizar todos los temas y tareas de la comunidad.
Marta eleva su voz en contra de todas las situaciones de injusticias de una sociedad que permite que algunos que algunos pongan dejen de lado sus obligaciones, poniendo la carga en las espaldas de los demás. Es evidente que a un nivel Marta tiene razón: su voz sigue siendo la voz de la justicia de este mundo. Antes de escuchar la respuesta de Jesús vamos a precisar las razones de cada uno de los personajes y el sentido del trabajo que realizan:
– María ha abandonado un tipo de trabajo, para escuchar a Jesús, pues no escucha a Jesús para quedar escuchando, sino para aprender el evangelio, para transmitir el mensaje de Jesús (como hace María, la madre de Jesús en Lc 2, 19.51)…. En cierto plano, ella es “desertora” de sus funciones de servicio. En sentido general, su actitud puede ser buena: ella es la mujer liberada que puede dedicarse al cultivo de la Palabra, escuchando a Jesús. Pero eso puede significar que la carga de las funciones y servicios (sociales, familiares) caigan sobre las espaldas de la otra hermana. María puede ser contemplativa sólo a costa de su hermana: su “lujo” de mujer centrada en la palabra se convierte en causa de esclavitud (de mayor servicio) para Marta.
– Marta está “distraída” porque le han dejado sóla…Da la impresión de que ella necesita que su hermana le ayude porque así lo requiere el ritmo de servicio. En otras palabras, la acogida de Jesús se convierte para ella en fuente y principio de un servicio: es como si el evangelio se tradujera en formas de servicio que distraen y dispersan. El mismo mesianismo (la venida de Jesús) se convierte en principio de un trabajo.
– ¿Qué diakonía?El texto dice que Marta recibió a Jesús en (su) casa, preocupándose de atenderle. De un modo normal interpretamos ese servicio en línea de asistencia doméstica: limpiar la habitación del huésped, preparar la comida, servir la mesa… Eso significa que ella actúa a modo de criada doméstica. Pero el sentido principal de servir (diakonein, diakonía) en el NT y sobre todo en Lucas (Lc-Hech) no es atender a la mesa a modo de simple criado/a, sino realizar una tarea ministerial en nombre de y/o por encargo de otro. El diaconos o servidor es ante todo un representante o mensajero, alguien que realiza la tarea que le encarga la comunidad o su Señor mesiánico. Marta es, según eso, presbítera y “obispo” (epíscopa de la casa de la Iglesia)
Marta realiza la diakonía eclesial, el servicio de los obispos y presbíteros. Dentro de la iglesia, esa palabra diakonía tiene un sentido extenso y se aplica a todos los servicios comunitarios en favor de los demás, incluyendo entre ellos el ministerio de los apóstoles (cf. Hech 1, 17.25). Así se habla de un ministerio o diakonía eclesial a lo largo de todo el libro de los Hechos (cf. 11, 3; 20, 24; 21, 19). Más aún, el texto paralelo al nuestro (Hech 6, 1-15) muestra con toda claridad que la diakonía se aplica a todas las funciones de la iglesia, tanto a las que están vinculadas al servicio de las mesas y viudas (plano social: 6, 1-2) como a las vinculadas al servicio de la palabra (plano apostólico: 6, 4).
Este empleo de la palabra diakonìa que puede aplicarse al servicio social y misionero complica la visión de nuestro texto, pues la mucha diakonía que distrae a Marta puede estar vinculada no sólo con los trabajos de la organización doméstica (comida, limpieza), sino también con los trabajos de la organización y misión eclesial (predicación, administración de la comunidad).
Formas de servicio. Detengamos un momento la escena. Antes de escuchar la respuesta de Jesús podemos y debemos detenernos un momento para precisar las diversas formas de división social que se han ido dando en los diversos grupos humanos.Empecemos por la división más usual, la que ha venido haciéndose en la iglesia católica en estos últimos siglos. El texto se aplicaría sólo a las mujeres. Los varones quedan fuera, están representados en el fondo por Jesús-Varón (como supondría Ef 5). Desde esta perspectiva hay dos tipos de mujeres:
– La mujer trabajadora, al servicio de las cosas de los hombres (especialmente de los varones). En sentido estricto, ella sería la “criada” de la casa. Está ahía para mantener el orden, para cuidar del hogar y de la vida, mientras los hombres (como Jesús) van y vienen. Ciertamente, es una mujer dividida, que se cansa, que protesta en contra de su suerte.
– La mujer contemplativa, al servicio de las cosas de Dios. El evangelio puede aparecer para ella como una liberación: le ofrecen una palabra interior que ella recibe y cultiva. Se libera del trabajo, pero no para ser dueña de sí misma en libertad y para organizar el mundo, sino para un tipo de contemplación, conforme a un camino místico entendido como liberación para el Señor.
Esta división tiene un sentido, pero llevada hasta el final ella aparece muy insuficiente, pues deja muchos elementos sin resolver. Lo más importante no es lo que dice, sino lo que omite. Aquí quedan sin resolver algunas de las cuestiones más importantes de la vida humana, como son la administración y la maternidad. Hagamos las preguntas:
– ¿Quién lleva la administración de la comunidad? El texto no ha resuelto (ni planteadel tema de los ministerios jerárquicos, en sentido posterior, pero eso lo ha hecho cierta iglesia posterior, que ha fijado a las mujeres en las tareas del trabajo (Marta) y de la contemplación (María), dejando en manos de varones la administración y dirección, tanto de las martas como de las marías. A mi juicio, esta lectura va en contra del texto.
Para resolver mejor el tema podemos y debemos situarlo en el trasfondo de la división tripartita de las funciones sociales que ha sido puesta de relieve por los estudiosos de la cultura indoeuropea (y semita). Tanto en Roma como en Grecia, tanto en India (castas) como en la Europa medieval cristiana se habrían puesto de relieve tres funciones sagradas, vinculadas con tres dioses o principios sagrados:
– Están por un lado los sacerdotes y/o sabios, que mantienen el orden sacral (Brahmanes). Ellos forman la casta primera, que Platón ha vinculado con la sabiduría, es decir, con la contemplación del misterio.
– Vienen, en segundo lugar, los guerreros y/o nobles, que mantienen el orden social (los ksatriyas). Ellos forman la casta que Platón ha vinculado con el valor, es decir, con la capacidad de entrega de la vida al servicio de la estabilidad social
– Vienen en tercer lugar los trabajadores, los que producen bienes de consumo, vinculados en general a los labradores y comerciantes. El algunas sociedades antiguas (como en Israel) ellos pueden aparecer como libres, apareciendo al mismo tiempo como soldados… Pero en otras sociedades más estamentales ellos aparecen como “siervos” en el sentido radical de la palabra: están sometidos a los otros dos estamentos, trabajan para ellos. Las revoluciones modernas (la francesa, la soviética) han tendido a poner el poder en manos de los trabajadores, convertidos en dueños del dinero.
Proyectando ese esquema sobre el fondo de Lc 10, 38-42 observamos varias diferencias muy significativas. La primera está en el hecho de queLucas ha simbolizado la vida social de la Iglesia (la administración de la casa eclesial) en dos mujeres(dos hermanas), distinguiendo sus funciones a partir de Jesús sus funciones. El mismo Jesús que sube hacia Jerusalén (en camino de misión) ofrece el punto de partida de la división y de la superación de la división social.
En torno a Jesús emerge la división, en una perspectiva que puede situarnos cerca de la famosa distinción paulina entre obras de la ley y gracia salvadora. Las funciones anteriores (sacerdotes, soldados, trabajadores) quedan en un segundo plano. Jesús no quiere construir un todo social, no quiere sacralizar un tipo de institución. No necesita sacerdote ni sabios (en la línea de la primera clase antes citada). Tampoco necesita soldados o nobles (en la línea de la segunda clase). A partir de su movimiento de reino, todos los humanos aparecen vinculados en un mismo camino de acogida, simbolizado por estas dos mujeres. Ellas condensan y expresan el sentido de conjunto de la comunidad. Por eso pueden convertirse en signo de conflicto.
Conflicto en la iglesia. Como hemos dicho ya, Lc conoce una causa de conflicto intraeclesial: la búsqueda de poder: ¿quién es el más grande? Es significativo el hecho de que haya omitido la tradición donde se hablaba del deseo de poder de los zebedeos (Mc 10, 35-40; Mt 20, 20-23), pero la experiencia de fondo permanece. Lc sabe que los discípulos han buscado los primeros puestos, queriendo establecer una sociedad jerárquica en la que ellos mismos sean los privilegiados; y sabe que Jesús les ha respondido, diciéndoles que es necesario hacerse niños (pequeños) para ser grandes. (Lc 9, 46-48). Desde este fondo podemos este texto de Marta y María con el de los hebreos y helenistas de Hch 6‒7, en el Luchas presenta desde otra perspectiva el mismo tema:
– Disputa en torno al servicio: las mesas y la palabra (Hech 6). Los “helenistas” murmuran contra los “hebreos” porque sus “viudas” quedan relegadas en el servicio diario La disputa la resuelven los Doce, afirmando que ellos deben mantenerse fieles a la oración y al servicio de la palabra ( y haciendo que la comunidad reunida elija a Siete para el servicio de las viudas y las mesas. Como vemos, el problema existe: los “helenistas” no protestan porque tienen mucha diakonía (como Marta), sino porque no se realiza la diakonía, porque las viudas (servicio personal) y las mesas (servicio alimenticio) no se realiza bien.
El problema de Hch 6 se resuelve dividiendo las funciones (servicio de la palabra y de las mesas) de una manera que resulta irónica o, quizá mejor, paradójica: por un lado, el servicio de las mesas y de la palabra resulta inseparable, pues los “siete” (nombrados) para las mesas, y llamados de ordinario diákonos, realizan inmediatamente un ministerio en línea de palabra; por otro lado, la apertura universal de la iglesia (la misión helenista) no la han realizado los Doce (encargados según se dice de la Palabra) sino los Siete: la Palabra sólo puede extenderse donde se mantiene la apertura a las viudas y las mesas (la misión cristiana se abre precisamente a través de los helenistas, es decir, de los servidores. Han sido ellos los que han extendido de verdad la iglesia.
Eso significa que la disputa en torno a palabra y servicio resulta por un lado normal y por otro no puede tomarse en un sentido estricto, pues no existe en verdad tal separación. Por otra parte, tanto los Doce (palabra) como los Siete (mesas) aparecen personificados en varones. En el fondo, el poder eclesial está vinculado al servicio y la palabra.
Marta y María, servicio y palabra. El esquema de Hech 6 se repite en Lc 10, 38-42, pero con algunas diferencias fundamentales. En primer lugar los representantes de la iglesia son dos mujeres: ellas ocupan el lugar estructural de los Siete (Marta) y de los Doce (María), aunque sus funciones no pueden identificarse sin más a las de ellos. Sólo de esta forma, a modo de parábola, superando un esquema historicista (definido en Hechos de forma masculina), dentro del evangelio, Lucas puede presentar el tema de los servicios eclesiales (presentados en hecho a través de los Siete y los Doce) desde la perspectiva de dos mujeres, abriendo un camino de intepretación distinta del sentido de la iglesia. Estas dos mujeres representan al conjunto de la iglesia (igual que los Doce y los Siete de Hech 6), de manera que en ellas se descubre como en un espejo el sentido de los ministerios y taras de la comunidad de Jesús.
Lo que Hech 6 narra en forma masculina (Doce varones hebreos y Siete helenistas) se puede reinterpretar desde Lc 10, 38-42 a partir del simbolismo de las dos mujeres. Ellas son la expresión de las tareas de la iglesia, son signo de los dos “ministerios” básicos de la comunidad cristiana.
Respuesta de Jesús. María ha elegido la mejor parte. Las soluciones del conflicto son distintas en cada caso, según el contexto y finalidad de cada pasaje. Por eso resulta peligroso absolutizar una única narración
– Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas. Marta quería que Jesús intercediera ante María, para que ella le ayudará en su tarea. Pues bien, Jesús responde de manera inversa y, en vez de enfrentarse con María, se enfrenta con la misma Marta, mostrándole la raíz de su inquietud. No rechaza ni condena a Marta (no la expulsa de su ministerio), pero le recuerda el riesgo de dispersión en que se encuentra: su afán por el servicio (organización eclesial y perfección externa de las obras) puede separarle de la raíz de la Palabra, de la fuente del Señor; este es el riesgo de unas obras que al desligarse de la fuente del evangelio pueden convertirse en nuevo legalismo. Reasume de esta forma un tema, desde una perspectiva de servicio perturbante, un tema que aparece formulado en clave general en 12, 22: “por eso, yo os dicho que no os preocupéis ( por la vida, qué comereís…”.
La novedad de nuestro texto está en el hecho de que descubre una preocupación destructora en el campo de la diakonía eclesial… Cgún Lc 10, 41, Marta corre el riesgo de reproducir en formas eclesiales (en inquietud y perturbación diaconal) un tipo de actitud que Lc 12, 12 ha condenado en clave general. Ciertamente, Jesús sabe que la diakonía es fundamental, pero puede haber un tipo de preocupación destructora en el mismo campo de la diakonía, una preocupación que destruye tanto a quien ejerce esa diakonía como a quien recibe sus servicios.
– Una (sola) es necesaria. Frente a lo mucho que perturba a Marta, sea sentido intensivo (mucha diakonía) o extensivo (se preocupa por muchas cosas), Jesús destaca el valor de una una sola cosa, de aquella cosa que es necesaria.María sabe que esa cosa necesaria es la busqueda del reino ( Lc 12, 31; Mt 6, 33). Según Lc 18, 22 esa únicacosa necesaria para alcanzar la vida eterna es vender todo, dárselo a los pobres y seguir a Jesús.
Esta unidad (que define a María), expresada en la búsqueda del reino y en el seguimiento de Jesús, se contrapone a la multiplidad de las tareas ministeriales que perturban a Marta; da la impresión de que ella sigue interpretando el evangelio en la línea de las muchas obras, en la línea de la inquietud y perturbación por el trabajo, como si el mundo se salvara a través de las acciones de los hombres y mujeres de la tierra.
La única cosa necesaria no puede entenderse a nivel de pura contemplación sino de acogida de Jesús, para seguirle y cumplir su palabra. Eso significa que, para realizar su ministerio, Marta debe ponerse a los pies de Jesús como discípula; por su parte, para que su escucha resulte evangélica, María debe cumplir la palabra de Jesús, sirviendo en la iglesia a los hermano.
– En efecto, María ha escogido la parte buena (10, 42). Frente a las muchas cosas que perturban a su hermana, ella ha escogido la parte buena… No se lo han impuesto, no es una esclava callada, obligada a obedecer, sino que ha elegido: la Palabra de Dios no se expresa como imposición, sino como responsabilidad personal; no es fatalidad, sino gracia.
María no está condenada como mujer al servicio que le imponen los varones, no es una esclava del sistema patriarcal o del lugar que ocupa en dentro del conjunto. He hecho una opción, ha escogido, en gesto personal que le vincula con Jesús, a través de la palabra. Hay unos servicios que se pueden imponer. La palabra, en cambio, abre para María el espacio de la libertad personal. Jesús respeta su elección y ratifica su gesto de escucha: de esa forma la valora.
Frente a la mujer persona-esclava por sus obras de servicio ha destacado Jesús a la mujer-persona que es capaz de dejarse transformar por la palabra. Frente a Marta que aparece perturbada desde fuera (cf. el pasivo de), María viene a presentarse como una persona que ha podido hacer una opción, superando así el nivel de los cuidados angustiosos, de la acción esclavizadora. Ha elegido la parte buena, es decir, aquella porción o herencia que define al pueblo israelita. Ella aparece así como heredera de las promesas: ha conseguido el cumplimiento de lo que el mismo Dios había preparado para el pueblo.
– La cual no le será quitada. Parece que es la misma Marta la que quiere quitar a María esa tranquilidad, introduciéndola en las preocupaciones y cuidados de la mucha diakonía. Pues bien, Jesús se opone, ratificando la elección de María y prometiéndole que nada (nadie) podrá arrebatarle su opción… Esta elección de María permanece, conforme a la palabra de Jesús, dentro del proyecto de vida de la iglesia.
Al decir que no le será quitada… se está suponiendo que hay un riesgo: parece que hay personas dentro de la iglesia que quieren arrebatar a María esta libertad de elección, esta capacidad de escucha de la palabra, con todo lo que ella significa (autonomía en pensamiento y vida, capacidad de decisión etc.). Con esta sentencia, el Jesús de Lucas ratifica la opción y programa de María, en palabra que puede recordar de alguna forma la sentencia paralela de Mc 14, 9:”el cualquier lugar donde se predique el evangelio se dirá lo que ella ha hecho para memoria de ella”.
Esto significa que María ha optado por la escucha de la palabra, situándose así en la línea de la auténtica bienaventuranza: ¡felices más bien los que escuchan la palabra de Dios! (Lc 11, 27-28; cf. 8, 19-21). De esta forma, a través de la escucha de la palabra (ahora de Jesús) María viene a presentarse no sólo como su servidora en el plano externo, sino como su familia verdadera.
Del plano de unas obras (diakonía exterior) que se pueden convertir en nuevo legalismo, pasamos al de la escucha personal de la palabra. Ella, la hermano menor de la casa (de la iglesia) cumple de esta forma el modelo de auténtica escucha de la palabra, iniciado por María, la madre de Jesús, conforme a Lc 2, 19.51-52.
Interpretación de conjunto. ¿Nueva narración del texto? Como hemos venido diciendo, estas dos mujeres son toda la iglesia. Lc 10, 38-42 hacondensado en ellas al conjunto de la humanidad que acoge a Jesús. Por eso, nos parece falsa una lectura que destaque y contraponga su carácter de mujeres sometidas a un tipo de jerarquía superior, de tipo masculino:
– Marta sería la servidora-criada (que realiza tareas materiales). Frente a la diakonía de los varones que se puede convertir y se convierte pronto en ministerio oficial, autoridad jerárquica, María representa el servicio del que es siempre siervo, del que no tiene autoridad ni poder para realizar otra cosa. Marta es la mujer acción, la que crea un espacio de vida externa agradable para los varones.
– María sería la contemplativa-pasiva, que se limita a escuchar en silencio, pues no tiene palabra que decir, ni acción que realizar. Ella es la mujer-alma que acoge y escucha, la mujer amante que está siempre atenta a la enseñanza de los varones.
Unidas de esta forma, las dos mujeres forman la pareja ideal de la existencia femenina. Pienso que este puede ser el sueño de muchos varones que quieren una mujer doble, Marta y María (en una o en dos), mujer que nos sirva y que escuche. De esta manera, sobre el binomio femenino de servicio sin autoridad y escucha sin proclamación de la palabra (también aquí sin autoridad), se ha podido elevar la autoridad ministerial de los varones (sacerdotes) que realizan la tarea oficial de la iglesia: frente a las mujeres criadas y/o místicas, ellos se elevan como ministros de Jesús.
Entendido así, el texto de Marta y María sería la parábola de dos mujeres en cuanto mujeres, no en cuanto personas. Los varones, por el contrario, se pueden sentir por encima de esa dicotomía. Ciertamente, ellos realizan en su vida un gesto de servicio y gesto de escucha (acogimiento). Pero, al mismo tiempo, como delegados varones de un Cristo varón se han podido elevar y se elevan dentro de la iglesia, como autoridad administrativa, como jerarquía.
Pues bien, esta manera de entender a las mujeres ignora y/o destruye el mensaje radical del texto, que ha querido simbolizar en ellas la vida de conjunto de la iglesia. Marta y María son representantes de toda la iglesia, de varones y mujeres, incluidos ministros/as de ella. Por eso, quienes alzan y separan el ministerio de los varones sobre esta acción y escucha de Marta y María destruyen la intención del texto.
Como hemos dicho, ellas son hermanas, pero no en cuanto familia carnal, sino como representantes de una comunidad cristiana que recibe a Jesús (a sus delegados). Así pueden presentarse como signo del conjunto de la iglesia, encarnando (anticipando) en su persona todos los ministerios eclesiales que después podrán surgir dentro de ella. Por eso hemos podido compararlas a los dos grupos fundantes del comienzo de la iglesia, según Hech 6:
– Marta ha recibido a Jesús y se afana por realizar el servicio vinculado a su persona, aunque el agobio de las muchas acciones puede separarle de la atención a la palabra en la que todas esas tareas encuentran su cimiento (cf. Lc 6, 46-49). Es evidente que Jesús no condena su servicio, vinculado al cuidado de toda la comunidad, en especial a las viudas y mesas; más aún, a la luz de todo Lc-Hech, ese servicio resulta esencial para el despliegue de la iglesia. Pero es también evidente que Lucas quiere precisar de esta manera el riesgo de un servicio convertido en pura acción, en lucha agobiante, sin interioridad de amor. Quizá pudiéramos recodar en este fondo las palabras de 1 Cor 13: un servicio externo sin amor destruye a la persona, va en contra del evangelio.
Entendida en verdad como servidora Marta aparece en la iglesia como ministro de la eucaristía, es decir, del pan compartido, de la comida común. Ella no es una criada de la casa para que después venga el anciano o epíscopo para celebrar la “comida”… Parece claro que ella es la presidente de la comunidad, la anfitriona de la casa que es la iglesia. Pero en esa función puede esconderse un peligro: el activismo puro, la preocupación sin amor, la iglesia que se vuelve de nuevo una fábrica de leyes.
– María, por su parte,escucha la palabra, pero no para después quedar callada, en mística pasiva, sino para cumplir y expandir lo que ha escuchado, según todo el contexto de Lucas (cf. Lc 8, 21). En esta perspectiva se ilumina la escena anterior, con la palabra del escriba israelita que interpreta rectamente la ley, resumiéndola en el doble mandato (amar a Dios y al amar al prójimo) y la respuesta de Jesús, condensada en la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37).
Entre María que escucha la palabra de Jesús y el Buen Samaritano que se hace prójimo del hombre herido del camino hay una profunda conexión: la misma palabra que María escucha culmina debe culminar y culmina en aquello Jesús dice al escriba: vete y obra de manera semejante, es decir, como el Buen Samaritano (10, 37). El escriba quiere justificarse (10, 29) y por eso pone su pregunta a Jesús; en el fondo se está buscando a sí mismo. Por el contrario, María está escuchando la palabra de Jesús, de tal forma que ella puede cumplir y cumplirá lo que Jesús pide al escriba al decir:¡vete y haz lo mismo, es decir, pórtate como el Buen Samaritano!
De esta forma se completa la figura y función de los samaritanos. Nos hemos referido ya de aquellos samaritanos que no acogen a Jesús en su aldea (9, 52-57); ellos son signos de todos los que no reciben el mensaje y camino de reino de Jesús, de todos los que cierran la casa de su hospitalidad, aislándose en su propia violencia. En contra de ellos hemos elevado la figura de la mujer-Marta que recibe en su aldea a Jesús; ella es signo de todos los buenos servidores, de todos los que abren la casa de su hospitalidad y su cariño a los que van subiendo en el camino de reino hacia Jerusalén.
Pues bien, ahora, en contra de aquellos samaritanos inhospitalarios nos ha ofrecido Lucas la imagen del Buen Samaritano (10, 30-37). Ciertamente, él no recibe a Jesús (al herido) en su casa, no crea iglesia como Marta (es hombre de camino). Pero sabe ayudar al necesitado, haciéndose prójimo del que está al borde del camino.
Sólo de esta forma podemos re-situar el pasaje en el contexto de Lucas y en la historia de Jesús (y de la iglesia primitiva), sin entenderlo ya a partir de la oposición entre servicio externo (acción) y escucha interna (contemplación). El servicio a los demás (y especialmente a los pobres) no es en Lucas una tarea secundaria, subordinada a la contemplación, como el paradigma anterior suponía, sino verdad y centro de todo el evangelio. Por eso es impensable que él haya devaluado el servicio a los demás (la verdadero diakonía), para exaltar una forma de escucha inoperante de la palabra. Basta con que situemos de nuevo nuestro texto en el trasfondo de la parábola del Buen Samaritano:
– El Sacerdote y el Levita que bajan de Jerusalén (de haber escuchado la Palabra y de haber cumplido el rito) no son capaces de ver al herido al borde del camino (10, 31-32). Es evidente que ellos no han oído de verdad la palabra; su culto ha sido inútil. Si María se comportara como ellos después de haber escuchado a Jesús, su escucha y palabra hubiera sido inútil. Ella es, evidentemente, la figura opuesta a la del Sacedote y Levita no compasivos.
– El Buen Samaritano que lleva al herido al pandokheion, al lugar de acogida universal, cumple el verdadero servicio, la diakonía propia de Marta, en gesto que nos lleva de la iglesia (casa donde se recibe a Jesús, casa donde comparten los hermanos) a la casa universal (al lugar de la convivencia humana).
Pero después de decir esto debemos añadir que la tensión sigue existiendo en nuestro texto. En Hech 6-7 hay una tensión en perspectiva de varones (entre los doce y los siete, entre apóstoles y diáconos); ella ha sido superada en principio, pero sigue de alguna forma existiendo a lo largo de la historia de la iglesia, sobre todo en el momento en que servicio de las mesas y servicio de la palabra tienden a convertirse en principio de jerarquía o de poder dentro de la iglesia.
En principio, nuestros pasajes, tanto Hech 6 como Lc 10, 38-42, no están pensados ni escritos aún en clave de autoridad jerárquica. Los ministerios del servicio social y de la palabra no se han convertido en causa de discriminación, no han desembocado en el surgimiento de una “casta” especial de clérigos (varones o mujeres). Pero es evidente que el proceso que puede conducir al surgimiento de una casta se ha iniciado ya.
La casta clerical puede surgir desde la perspectiva del mucho servicio, sobre todo si ese servicio administra dinero: de esa forma Marta puede convertirse en un momento dado en poder dentro de la iglesia. Pero la casta puede surgir también desde la perspectiva de la escucha de la palabra: María (o los que representan luego el camino de Maria) pueden convertirse en administradores de una palabra que ellos controlan de alguna forma. Pero con esto desbordamos el esquema que hemos querido desarrollar aquí.
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