Conversión
Quien ha encontrado a Cristo ha escuchado su llamada a la conversión del corazón y de la vida. No es posible encontrar a Cristo y seguir como antes: si lo encuentras de verdad, él no te deja indiferente y no se cansa de llamarte a que salgas de ti para ir allí a donde su amor te preceda. En el rondo del corazón del creyente resuena sin parar la invitación a acoger al Dios que viene y hace nuevas todas las cosas, dejando que nos reconciliemos con él.
La reconciliación es el sacramento en el que Cristo viene en socorro de la debilidad del hombre, del hombre que había traicionado o rechazado la alianza con Dios, y lo reconcilia con el Padre y con la Iglesia, lo vuelve a crear como criatura nueva con la fuerza del Espíritu Santo. La reconciliación también recibe el nombre de penitencia, porque es el sacramento de la conversión del hombre; además del sacramento del perdón de Dios, es el encuentro del corazón que se arrepiente con el Señor que le acoge en la fiesta de la reconciliación. Este encuentro con Cristo, Salvador del mundo, que abrió las puertas del paraíso al buen ladrón, se lleva a cabo por medio de la confesión: toda la vida del pecador se ofrece a la bondad del Señor para que la sane de la angustia, para que la libere del peso de la culpa, para que la confirme en los dones de Dios y para que la renueve con el poder de su amor. A la confesión le responde el perdón divino, obtenido mediante la aplicación de los méritos del sacrificio de Cristo, que se hace presente él mismo en el acontecimiento sacramental con su obra de reconciliación y de paz, y viene a unir al pecador perdonado con el Padre del amor. El Señor, que quiso ser llamado amigo de los pecadores, no desprecia las debilidades ni las resistencias del hombre, sino que las toma en serio hasta el fondo, haciéndose cargo de ellas y ofreciendo, a quien se la pida, la ayuda necesaria para vivir una existencia reconciliada y ser así instrumento de reconciliación entre los hombres .
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Bruno Forte,
Piccola introduzione ai sacramenti,
Cinisello B. 1994, pp. 67-72, passim
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