Se trata de ser libres
Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
¿Somos libres en la Iglesia?
Seamos libres en la vida.
(A veces, en las Eucaristías, pasan de largo lecturas y textos de mucho calado cristiano. Es el caso de la carta a los Gálatas de la que hemos escuchado hoy un párrafo potente)
La libertad no es la mera posibilidad de escoger entre dos objetos “A ó B”. La vida y la libertad son algo más que un supermercado.
La libertad es algo más profundo que las meras libertades cívicas (que por otra parte, no es poco). La libertad es la capacidad de ser, la posibilidad que tenemos de construirnos o de destruirnos que tenemos las personas. En la libertad se ventila la propia persona desde unos criterios y valores. La libertad, como la justificación nos viene de los valores del reino: especialmente de la Verdad, la verdad os hará libres.
Hemos vivido tiempos y situaciones en el orden socio-político y eclesiástico en los que no había libertad -libertades-. No existía libertad de pensamiento, ni libertad de asociación, ni libertades sindicales, etc. Sin embargo en aquellas situaciones había personas libres. Hoy en día tenemos derechos humanos, libertades políticas, etc., pero probablemente estamos muchos “esclavos” en la vida.
No os sometáis al yugo de la esclavitud del poder, de la ley, de la raza, del dinero, del placer, del odio y la venganza. Si os guía el espíritu de Xto, si os guía el Reino de Dios seréis libres, si nos guía la Verdad, la Libertad y la Igualdad no estaremos bajo el dominio de la ley, seréis libres.
Hay que ser libres también en los férreos sistemas eclesiásticos.
San Pablo, Ignacio de Loyola, Fco Javier, la madre Teresa de Calcuta y tanta gente sencilla vivieron de y para los valores del Reino y fueron hombres y mujeres de decisiones libres y liberadoras.
Hace unos meses aparecía un libro sobre el turbio proceso al que la Congregación de la Doctrina de la Fe sometió hace 20 años al teólogo J Dupuis. Otros muchos teólogos: YM Congar, J Danielou, E Schillebeeckx, K Rahner, B Häring, H Küng, el mismo JA Pagola fueron perseguidos y su libertad -al menos su libertad jurídica- fue recortada, castigada, pero ellos se mantuvieron creyentes libres.
La Iglesia es un espacio de pluralismo y libertad, no un implacable sistema de condena de todo lo que se mueve.
Amar el reino de Dios no significa cumplir con nada, ni aplacar a Dios, ni pagar un peaje jurídico o moral o doctrinal.
Amar el Reino de Dios y decidir “subir a Jerusalén”, significa amar y tener como criterios de vida la verdad, la libertad, la justicia, la igualdad de todos los hombres y pueblos, también dentro de la Iglesia y amarlos a fondo perdido.
Cuando amamos esos valores y nos entregamos a ellos, cuando ponemos las manos en el arado y trabajamos en la mies del mundo y de la humanidad, hallamos un profundo gozo y paz.
En el fondo es un convencimiento: la persuasión de que los valores del Reino de Dios son buenos, realizadores de la persona. El secreto está ahí: en el convencimiento de que el Reino de Dios es bueno y valioso.
- o La mayor parte de los hombres y mujeres religiosos lo somos del mismo modo que pagamos la póliza de seguros: yo te pago para que me des.
- o Un religioso, un jurista, un católico piensa, habla y vive de lo que se puede o no se puede, de lo permitido y lo prohibido. Incluso a algunos, los menos, les gustaría que la Iglesia fuese más tolerante, más permisiva y permitiera el control de natalidad, el divorcio y que los domingos no hubiera que ir a Misa. Así, todo lo hacen depender de un papa o de un obispo o de un Código o interpretación jurídica más o menos tolerante.
- o El seguimiento de Jesús es otra cosa más radical: es el convencimiento de que esos valores y criterios: libertad, justicia y paz son valiosos y hacen personas humanas.
- o Uno se entrega en cuerpo y alma a aquello de lo que está convencido, no a lo que le mandan.
Seremos libres en la medida en que construyamos nuestra vida (o al menos lo intentemos) en el seguimiento de Cristo, trabajando con el arado en la mano en la mies del trigo y del pan de la humanidad
Tomemos libremente sus propias decisiones en la vida.
No seamos esclavos de nadie y menos de la Iglesia.
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