Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Ciclo C. 23 de junio, 2019
Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban.”
Así empieza el evangelio que la liturgia nos propone para la fiesta de hoy: Jesús hablando del Reino y curando. Y ese es el núcleo fuerte de la eucaristía: ser un tiempo y un espacio para el encuentro sanador con Dios y con los hermanos.
Jesús era único en el arte de saber perder el tiempo a favor de la debilidad humana. Los evangelios nos lo muestran una y otra vez, aquí y allí, en público y en privado, entablando conversaciones, haciéndose comida y también agua viva.
“Para esto he venido” llegará a decir. Ha venido para comunicarnos la Buena Noticia de que Dios es Bondad y Amor.
El pan y el vino son la bondad y el amor de Dios derramados, derrochados sin cálculo ni medida. La medida la ponemos con nuestra hambre y nuestra sed.
¿Cómo iríamos a la Eucaristía si estuviéramos convencidas de que vamos a encontrarnos con la Bondad y el Amor de Dios?
Es cierto que tantos años de historia y una buena capa de rito, en ocasiones nos dificulta el encuentro con lo más esencial, pero no es excusa. Podemos hacer el esfuerzo por escarbar hasta encontrar el tesoro. Tenemos la responsabilidad de buscarlo, de encontrarlo y compartirlo.
Como personas cristianas tenemos la misión de ser “otros Cristos”, estamos aquí para la misma tarea en la que se ocupó Jesús: anunciar la Bondad y el Amor de Dios.
Y lo mejor de todo es que él mismo nos acompaña, nos anima y nos alienta. Él se hace pan pequeño y cotidiano para fortalecernos y vino alegre y abundante para devolvernos la esperanza. Nos quiere embriagadas para ser capaces de vivir el reino en el que siempre se oye música de fiesta.
Oración
Sácianos, Trinidad Santa, con tu pan y embriáganos con tu vino, para que también nosotras seamos parte de tu Cuerpo y tu Sangre. Amén.
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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
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